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JUCEDA: «Muchos futbolistas uruguayos no saben ser verdaderos profesionales»

EL PALENQUE DE JUCEDA EN DIARIO URUGUAY. Desde Paysandú Julio César Damico
jcdamico@adinet.com

Una vez Néstor Goncálvez afirmó que el futbolista uruguayo es más emocional que racional. Es decir; juega más con el corazón que con la cabeza. Por eso es individualista y no corporativo.
Esto refiriéndose al juego en sí. Fuera de los escenarios, donde debe haber un cuidado necesario en el llamado «entrenamiento invisible» (es decir, cuidarse como un verdadero profesional), en general el futbolista uruguayo no modifica su actitud. No piensa con la cabeza.

Varios futbolistas profesionales uruguayos, en plena disputa de la temporada, fueron vistos en lugares nocturnos donde abunda el cigarro, alcohol, mujeres fáciles y posiblemente droga.
En uno de los últimos partidos de eliminatorias, un jugador que actúa en Europa, dio positivo. Debe haberse juntado con «amigos» y fumó un porrito.

Amigos» que les hacen creer que «para ser macho», hay que fumar, tomar, cambiar de mujeres todos los días. Es decir , estar para la joda, hacer todo lo contrario de un deportista profesional.

No hace mucho un futbolista que también juega en Europa, en el amanecer del día en su ciudad natal sufrió un accidente de tránsito muy grave que por muy poco, por poquito diríamos, no le costó la vida o como mínimo su alejamiento definitivo de los campos de juegos. Habrá que ver cuando retorne a las canchas como lo hará, si las secuelas se fueron definitivamente o no.

Es sabido que dos jóvenes valores, uno de cada «grande», fueron transferidos urgentemente a Europa para sacarlo del ambiente negativo que existe en la principal ciudad del país. Por «las malas juntas», llevaban una vida totalmente opuesta a lo que es un deportista profesional.

Hay muchos antecedentes de futbolistas que viajan a su ciudad de origen y son protagonistas de accidentes de tránsito conteniendo alta graduación alcohólica. A alguno le tronchó su carrera deportiva.
Y esta nota tiene un motivo muy reciente; la reincidencia de Carlos Bueno en uno de sus viajes a su ciudad natal, Artigas.

En un incidente de fin de año, estuvo metido en una riña que le costó estar frente al juez penal y la participación de su abogado. Incluso debió bajar a Artigas oportunamente para evitar su procesamiento.
Ahora vuelven las negativas noticias desde la capital norteña. En la fiesta de carnaval, dicen las informaciones, un menor con camiseta de Peñarol le solicitó un autógrafo y, vaya a saberse porque, el futbolista, según lo denunciado, habría agredido al menor lo que motivó la denuncia penal.

Si bien después el padre del menor no ratificó la denuncia (dijo que para evitar un problema sicológico de su hijo por el «circo» de una audiencia penal) y que Bueno niega enfáticamente el hecho, no es menos cierto que algo debe haber sucedido. Incluso se mencionó la realización de un examen evaluatorio al futbolista.

Carlos Bueno, el mayor futbolista que tiene el club aurinegro para exportar y que él con un pase puede pararse económicamente para toda la vida, también urgentemente debe ser transferido al exterior, sacarlo de un medio donde la adulonería y su indudable popularidad debe estar provocándole muchos contratiempos.

El mejor tenista argentino de la historia, Guillermo Vilas, afirmó «si me hubiera quedado vivir en la Argentina habría terminado como Maradona». Lo que al buen entendedor le está diciendo «aléjate de todas las tentaciones que te ofrece tu fama en tu propio país, las que te harán mucho daño».

Muchas veces los jóvenes futbolistas salen de hogares muy humildes, con poca escolaridad, sin una base cultural que los haga pensar sobre lo que es mejor y de pronto se encuentran con dinero, fama, mujeres fáciles y, lo peor, «amigos» que salen de todos lados.

«Amigos» que les hacen creer que «para ser macho», hay que fumar, tomar, cambiar de mujeres todos los días. Es decir, estar para la joda, hacer todo lo contrario de un deportista profesional.

Así les va a muchos, son los que aparecen fugazmente y duran lo que un lirio. Y allí los «amigos» desaparecen.
Una pena, sin lugar a dudas, porque son jóvenes humildes que sólo a través del fútbol pueden salvarse económicamente.

 

 

(Publicado en semanario «3 Puntos» de Paysandú)