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Cultura

16 de abril de 1959. La inundación del ´59 y las Brigadas Civiles

COSAS DE LA CUARÓ/ Desde Rivera Roberto Beto Araújo para Diario Uruguay.

 

Empezó a llover el 24 de marzo y no paró hasta el 23 de abril.
Fueron al fin 31 días lloviendo sin tregua, y si vamos al caso son apenas nueve días menos que el diluvio bíblico, y eso “no es moco e pavo”, que va ser!. Según nos contaba el Cura Silva, ya al quinto día nos quedamos aislados por carretera, y al noveno se cortó la vía allí a la salidita de Tranqueras, pues el agua se llevó un pedazo grande de rieles y durmientes, dejando en su lugar un pozo de tres metros de profundidad y casi cuarta de largo, y chau Pinela; el Tacoma por ventura se quedó de este lado tan aislado como nosotros, pero de este lado, y eso a la postre habría de servir y mucho por cierto.
Livramento aguantó un par de días más, pero también el agua fue cortando de a poco las rutas a Bayé, la vía férrea, y después el resto de caminos y picadas, y a los quince días estábamos más solos que el uno, y por cuenta y orden de nuestro propio infortunio.
Lo primero que se terminó fue el queroseno, lo último que sobró fue el maní, y se usaba el maní para todo, desde para hacer ensopado, torta fritas y guisos, hasta que se terminó el maní y no quedó nada más para morfar, y ahí sí la cosa se puso peluda.

Claro también faltaba nafta, carbón para la central eléctrica que funcionaba allí en Sánchez y la Vía, y chau luz. La noche se hizo más noche, la madrugada más madrugada sin amaneceres, pues qué va haber amaneceres, si el Sol estaba emponchado de nubarrones y aguaceros interminables. Autos, camiones y camionetas apagados por falta de combustibles, primus herrumbrándose por falta de queroseno, leche había algo pero era para los gurices, algo de gofio sirvió para ir tirando pero se terminó también.

Me contaba la Mama que comían lo que se cuadrara, naranja verde, caldo de lonjas de cueros, y hasta la grasa de la vela hizo parte del menú. Cuando medio que la lluvia dio tregua, la hambruna ya acechaba y pudo llegar a extremos de tragedia, de no ser que un par de riverenses se remangaron y resolvieron dar cuenta de la situación, y así nacen las Brigadas civiles.

La cosa era así, la única alternativa de ponernos a tono con el mundo exterior y traer lo que morfar era reparar las vías, pero claro AFE no tenía personal, y además tenía más urgencias, pues todo el país estaba más o menos en la misma, y fue así que al Coronel Moratorio se le ocurrió reclutar gente de entre la gente, y salir a meter lomo para reparar las vías, y la idea cuajó.

Y el Cura Silva se le enyuntó y pegó el grito y como siempre la bagacera de la Cuaró se anotó en primera línea. El 16 de abril de 1959, arrancó en el Tacoma la primera cuadrilla, y desde entonces no paró más hasta que un mes y un día después a fuerza de solidaria tarea se logró lo que nadie pensaba que podía lograrse; las vías estaban reparadas y el tren podía pasar.

La rutina de esta gesta, nacía con el tempranero redoblar de las campanas de Santo Domingo, llamando a la concentración en la parroquia, de ahí partían caminando por Cuaró y Brasil hasta la estación.

Hubo de haber sido una escena casi que surrealista, una muchedumbre de hombres la mayoría descalzos, andrajoso con palas y picos al hombro, entonando cantos litúrgicos, y entreverado algún cántico de la hinchada de Frontera, pues al fin era la misma gente, con casi idéntico fundamento, recorriendo casi que el mismo camino.

La lluvia paró, la vía se reparó, el tren volvió , el hambre medio que se amainó, pero el recuerdo quedó, y el ejemplo germinó. No han de quedar muchos de aquellos que protagonizaron aquella gesta de hace hoy 64 años, pero es dable rememorar aquel gesto desinteresado de gente humilde que sin pedir ni reclamar nada dieron todo de sí en un esfuerzo mancomunado en bien de todos.

Muchas veces he escuchado en tertulias historias y anécdotas de aquellos helénicos días, pero entre todos rescato la referencia apocalíptica de Don Fermín, que cuando le pregunté sobre el tema se quedó pensando y me dijo, “tiempo difícil che, bha…” hizo una pausa, se quedó como ensimismado calibrando la dimensión de la tragedia y después casi que a modo de murmullo completó “faltaba todo, no había nada , y cuasi que nos quedamos sin caña, la pucha…”.