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El primer enemigo de Amazon, uno de los mayores empleadores del planeta, será un sindicato

De un tiempo a esta parte, Amazon se ha convertido en uno de los mayores empleadores del planeta. Sólo en España aglutina a más de 12.000 trabajadores, mientras que en Estados Unidos el conteo se dispara a los 800.000. Allí, sólo Walmart y sus 2.000.000 de empleados (una pequeña nación) le supera en número de asalariados. Quiere decir todo esto que las relaciones laborales se han convertido en un aspecto crucial del funcionamiento, y por tanto del éxito, de la empresa.

¿Y qué tal van?

El voto. Pues no demasiado bien. Al menos si preguntamos a los 5.700 trabajadores de su almacén en Alamaba, al sur de Estados Unidos. Es allí donde un voto puede cambiar a corto y medio plazo el horizonte laboral de Amazon. Convocado para la próxima semana, sus trabajadores deberán determinar si se organizan para negociar sus condiciones de forma colectiva. De prosperar, se trataría del primer sindicato constituido en una de las 110  plantas estadounidenses de Amazon.

Los porqués. En el movimiento se juntan varias causas. Por un lado, las extenuantes cargas laborales aplicadas durante la pandemia, fruto del boom del comercio electrónico. Por otro, la ascendencia del sindicato nacional del comercio minorista (RWDSU) en Alamaba, bien implantado en las plantas de procesamiento cárnico del estado y con una larga tradición de batalla frente a Amazon (su movilización fue clave para que la compañía cancelara la construcción de sus segundas oficinas centrales en Nueva York).

La batalla. No es la primera vez que un centro de distribución de Amazon sopesa sindicarse. Sucedió en Delaware hace siete años, con resultado negativo. El voto fracasar en Alabama: según Amazon, los trabajadores interesados en el sindicato son minoritarios. Para asegurarse de que lo sigan siendo, la empresa ha externalizado una contracampaña. En ella, defienden sus buenas condiciones ($15/hora, el doble del salario mínimo en Alabama) y remarcan el alto coste de las cuotas sindicales.

En la página web creada par la ocasión se pueden observar las líneas maestras de su argumentación antisindical: negociar colectivamente no va a mejorar tu salario; vas a perder dinero pagando las mensualidades; organizarte colectivamente va contra el espíritu «doer» de la compañía. Es el mayor esfuerzo sindical emprendido por cualquiera de sus plantas estadounidenses, muy superior al de Delaware.

Larga ascendencia. Esto tampoco es sorprendente. La hostilidad de Amazon hacia a los sindicatos se remonta al año 2000, cuando desmanteló un call center poco después de que tanteara organizarse a nivel colectivo. Su estrategia para repeler al sindicalismo se asemeja a la del palo y la zanahoria: por un lado buenos salarios y repartos de bonuses ($500 millones el pasado diciembre); por otro la contratación de empresas que vigilan la actividad subversiva de sus empleados o la utilización de herramientas de espionajes para monitorizar posibles sindicaciones.

Inflexión. El voto de Alamaba, de fructificar, marcaría un punto de inflexión en los veinticinco años de historia de la compañía. Por primera vez tendría que lidiar con sus trabajadores de forma conjunta, no individual. Ante todo y como se apunta aquí, serviría de antecedente para otros centros de distribución interesados en sindicarse. Sus resultados podrían incentivar más actividad por parte de los sindicatos sectoriales y romperían el techo de cristal de la negociación colectiva.

En Europa. ¿Qué implicará para Europa? Poco. El sistema sindical europeo en nada se asemeja al estadounidense. Algunos centros de distribución en España ya acudieron a la huelga hace dos años, exigiendo el mantenimiento de un convenio que la empresa deseaba modificar. Amazon, de hecho, se ha topado con una oleada de protestas y huelgas durante los últimos meses. Fueron de especial intensidad en Alemania (coincidiendo con el Black Friday y el Prime Day) y en Francia (coincidiendo con, err, Francia).

En España la batalla más reciente rota en torno a las «cláusulas de garantía». En marzo del año pasado los sindicatos llevaron a Amazon a los juzgados por cambiar las condiciones del convenio colectivo, adhiriéndose al sectorial, anulando los incrementos salariales garantizados año a año para mozos de almacén y otros cargos (de hasta 200€). La punta de un iceberg de conflictividad laboral aún soterrado.

 

 

Fuente: magnet.xataka