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¿Quién fue Jules Rimet y el apoyo de Uruguay para organizar el primer Mundial de fútbol en Montevideo?

Como todos sabemos el Mundial de Fútbol es la competición internacional de fútbol masculino más importante del mundo. Está organizada por la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación), un organismo que agrupa a todas las federaciones nacionales de fútbol.
El principal objetivo del artículo es adentrarse en la figura de Jules Rimet y analizar su influencia en la creación y desarrollo de la Copa Mundial de fútbol de la FIFA. El texto pretende acercarse a Rimet desde
un plano personal, prestando atención a su juventud, su pensamiento y sus decisiones profesionales que determinaron el rumbo de la FIFA y el origen de los Mundiales de fútbol. La labor de Rimet en el origen y evolución de dicho torneo fue esencial, así como también en la estructuración y consolidación de la FIFA. El directivo francés fue capaz de transmitir a su carrera profesional valores como la concienciación social y la defensa del deporte como medio de unión y acercamiento por encima de ideologías, política y estratos sociales.
Para construir el cuerpo del trabajo, se ha recurrido a fuentes primarias como la propia obra de Rimet, donde narra en primera persona su experiencia al frente de la organización de los mundiales, y también expone su pensamiento e inquietudes personales. L´Histoire Merveilleuse de la Coupe du monde es un documento de referencia en el estudio de la historia de los mundiales. Del propio Rimet también han servido como fuente de información dos artículos que escribió para prensa: L´idée sportive y L´amateurisme ou la prétention antisociale… d´une oligarchie privilégiée. Otras fuentes primarias empleadas en la investigación son documentos y archivos oficiales de la FIFA, de los que se ha extraído diferente información relacionada con la organización de los Mundiales como datos de la entidad y estadísticas de la competición.

 


La Copa del Mundo de la FIFA es considerada uno de los mayores acontecimientos deportivos. Hace casi
100 años, un francés planteó por primera vez crear un campeonato de fútbol a nivel mundial. No sólo eso, también dedicó toda su vida a transformar ese sueño en realidad. Hablamos de Jules Rimet, el padre de los Mundiales de fútbol. Un hombre de fuertes convicciones y valores que intentó desde joven extender al mundo del deporte. Un hombre que fortaleció y potenció la FIFA en las tres décadas que estuvo al frente de la entidad, teniendo una repercusión absoluta en el desarrollo del fútbol a nivel mundial.

Los investigadores han puesto el foco en la figura de Jules Rimet desde un punto de vista biográfico, narrando los hechos de su vida profesional e interesándose por sus ideas y su forma de pensar.

Laurent Lasne en su libro Jules Rimet, la foi dans le football, indaga en la educación cristiana y valores
sociales que el francés intentó trasladar al mundo del deporte. Otros autores, como es el caso de Leblond, han optado por recuperar escritos del propio Rimet con el propósito de acercarse a sus vivencias y su concepción del deporte. Casi toda la bibliografía disponible sobre Jules Rimet es en inglés o francés, siendo inexistentes las referencias sobre Rimet en castellano más allá de la aproximación que realiza el historiador del fútbol Félix Martialay. En cuanto a la historia de los Mundiales, cada cuatro años, con motivo de la celebración de la Copa del Mundo proliferan las obras históricas sobre esta competición poniendo el punto de mira en la esfera deportiva, en las efemérides y anécdotas de las diferentes ediciones. No son tan comunes las investigaciones acerca de cuestiones organizativas de la Copa del Mundo, como las decisiones y regulaciones de la FIFA, o el trabajo de sus dirigentes para que la competición saliera adelante pese a las dificultades en las primeras ediciones.

 

La razón de este artículo consiste en aproximarse a la vida y pensamiento de Jules Rimet con el propósito de analizar su influencia en la creación y evolución del Mundial, así como su desempeño al frente de la FIFA.

La investigación intenta relacionar la figura de Rimet con la organización de la Copa Mundial en los primeros años, centrando el punto de vista en la encomiable labor del francés para el nacimiento y desarrollo de esta competición.

Para realizar el artículo histórico se han establecido las siguientes hipótesis:

Jules Rimet fue una figura imprescindible en la creación y desarrollo de la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA, así como en la estructuración y organización del fútbol a nivel internacional. Las decisiones del francés al frente de la presidencia de la FIFA, cargo que ostentó durante más de 30 años, han determinado la evolución del balompié en el plano organizativo.

Rimet defendió a lo largo de su vida una serie de valores que tuvo presentes desde su juventud. La conciencia social y la defensa del deporte como un vehículo de unión y acercamiento que no entiende
de ideología, clase social o procedencia fueron algunas de las premisas que guiaron su trabajo, teniendo influencia en la toma de decisiones y en el camino de las entidades que presidió. Jules Rimet y Pierre de Coubertin, impulsor de los Juegos Olímpicos modernos, son figuras antagonistas en el desarrollo del deporte contemporáneo debido a sus diferentes formas de concebirlo. Coubertin defendía el amateurismo,
reduciendo el deporte a la aristocracia, mientras que Rimet apostaba por el deporte profesional con el objetivo de no restringirlo sólo a los privilegiados.

El trabajo de Jules Rimet al frente de la FIFA fue determinante en la organización y desarrollo de las primeras organizaciones de los Mundiales. En las primeras ediciones de esta competición la FIFA decretó una serie de normas y tomó unas decisiones que permitieron crecer a la Copa del Mundo edición tras edición, consolidando el torneo y estableciendo unos parámetros de competición que marcaron una tendencia en la evolución de los Mundiales a lo largo de los años.

El principal objetivo de esta investigación es indagar en la figura de Jules Rimet y analizar su influencia y
desempeño en la creación y desarrollo de la Copa Mundial de fútbol de la Federación Internacional de Fútbol. La investigación pretende acercarse a Jules Rimet desde un plano personal haciendo hincapié en su juventud, su pensamiento y sus decisiones profesionales que determinaron el rumbo de la FIFA y el origen de los Mundiales de fútbol.

Otro de los objetivos del trabajo consiste en estudiar la organización de las primeras ediciones de la Copa del Mundo de la FIFA: Uruguay 1930, Italia 1934, Francia 1938, Brasil 1950 y Suiza 1954, abarcando las  ediciones disputadas bajo la presidencia de Jules Rimet. En este sentido, cobra gran importancia analizar también los primeros años de vida de la Federación Internacional de fútbol, además de estudiar algunas normas y sistemas de competición instaurados en la época que fueron construyendo y moldeando la competición que hoy conocemos como Mundial.

ANÁLISIS HISTÓRICO DE JULES RIMET

La construcción de unos valores Jules Rimet nació en Theuley-les-Lavoncourt, un pequeño pueblo del departamento de Alto Saona, el 24 de octubre de 1873. Quizás una de las primeras claves para entender los valores sobre los que Jules Rimet cimentó su obra al frente de la FIFA sea el tiempo que pasó junto a su abuelo en su pueblo natal tras el desplazamiento de su padre hacia París en busca de trabajo. Durante esa etapa Jules completó su primera educación, construida sobre las bases de la religión y el patriotismo, según indica el periodista e historiador Félix Martialay. (2009).

 

Observando la práctica del fútbol en las calles parisinas, Jules Rimet se percató del poder que posee el balompié como instrumento para la educación física y moral de los jóvenes. Por otra parte, Jules se implicó en el movimiento del catolicismo social dentro del círculo de Obreros Católicos. Rimet acogió la idea de conciliar a todos los estratos sociales en un mismo movimiento social católico. Extrapolándolo al deporte, Rimet fue consolidando su creencia en el fútbol como medio para la confraternización de todas las clases sociales, por encima de una unión dentro del seno de la religión. Jules Rimet se interesó sólo por la vertiente
más social del catolicismo. Nunca fue muy amigo de la Iglesia, ya que tal y como recuerda su nieto Yves Rimet (2014: 60) creía en Dios pero iba a misa cuando le daba la gana. Por encima del catolicismo, Yves Rimet (2014: 60) destaca la fuerte conciencia social y republicana de su abuelo. También alaba su concepción idealista de la vida por la que intentaba utilizar el fútbol para alcanzar acuerdos entre hombres de diferente origen.

Más allá del deporte, Rimet ayudaba por las mañanas a su padre en la tienda de ultramarinos que éste regentaba. Por las tardes, se dedicaba a estudiar la carrera de derecho. Con 23 años, Rimet funda el club deportivo Red Star en París junto con su hermano Modeste y sus amigos Charles de SaintCyr y Ernest Weber. Crean un club centrado en el fútbol aunque también destinado a potenciar la práctica de otros deportes como el atletismo, ciclismo y esgrima. Rimet aplica desde un principio al Red Star sus valores humanistas, que logran acercar el club a los jóvenes de las familias pobres. Durante esta época, Jules compaginaba dos grandes pasiones. El fútbol, que no practicaba muy a menudo, y la literatura. A Rimet le entusiasmaba la poesía, algo que compartía con sus amigos Weber y Saint-Cyr. Tal era la afición de estos tres amigos por la poesía que decidieron crear una sección literaria y artística dentro del Red Star con el objetivo de descubrir la literatura y el arte a los jóvenes deportistas de los barrios que no contaban con
demasiadas oportunidades.

En 1897 se crea la USFSA (unión de sociedades francesas de deportes atléticos), lo que sería el embrión de la futura Federación Francesa. Rimet decide afiliar al Red Star a esta asociación, que se fue poco a poco distanciando respecto a los valores con los que Rimet concebía el fútbol y el deporte.

 

Rimet y Coubertin: dos concepciones del deporte

A finales del siglo XIX y principios del XX, el fútbol todavía no era el deporte de masas que es hoy en día. Circulaban diversas teorías sobre cómo concebir el deporte dentro de la sociedad, algo que originó un
conflicto en las primeras asociaciones futbolísticas.

Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, entendía el deporte como una actividad elitista. Coubertin defendía el amateurismo, creía que el deporte se debía practicar como una actividad no profesional, es decir, sin retribución alguna. Esta visión reducía la práctica del deporte sólo a los aristócratas, que eran los únicos que tenían el tiempo y los recursos necesarios para poder hacer deporte.

Esta idea chocaba con los valores de Rimet, que veía en el advenimiento del fútbol profesional la única manera de abrir el fútbol a las clases más pobres. Pese a esta diferencia de concepción, Rimet y Coubertin vivieron vidas paralelas con muchos puntos de conexión y ciertas posturas comunes, por lo que no fueron personajes tan diferentes más allá de esa forma de entender el deporte.

Coubertin nació el 1 de enero de 1863 en París, 10 años antes que Rimet. Defendió el deporte como una herramienta generadora de valores positivos. Al igual que Jules, entendía el deporte como un concepto que iba más allá de la actividad física, con capacidad para unir pueblos y regenerar costumbres. Tanto en Rimet como en Coubertin el catolicismo fue un elemento clave en la construcción de sus valores. Pierre tuvo una marcada influencia inglesa desde su etapa en Reino Unido en la que perfeccionó sus estudios en pedagogía. Rimet, de una forma más indirecta, también tuvo cierto influjo anglosajón en su forma de entender el deporte.

 

 

Mostró una concepción del fútbol cercana a la visión británica en elementos como el fair play, y siempre
reconoció a Inglaterra como una nación indispensable en el desarrollo del balompié. Como presidente de la FIFA intentó siempre acercar posturas entre la organización y la Federación Inglesa con el propósito de que este país participara en la Copa del Mundo.

Existen más enlaces entre la vida de Coubertin y Rimet. Ambos presidieron organismos internacionales en el ámbito deportivo, dejando su sello personal y marcando el rumbo de estas entidades. Coubertin dirigió el Comité Olímpico Internacional durante 19 años. En este tiempo consiguió por decisión propia llevar los Juegos Olímpicos a Francia en 1924, y vio cómo Hitler utilizaba los JJOO de Berlín en 1936 como un vehículo de propaganda internacional del nazismo.

Rimet estuvo al frente de la FIFA durante más de tres décadas. También presionó para que el Mundial se disputara en su tierra y fue criticado por el Mundial de Italia en 1934, donde Mussolini se sirvió del evento para potenciar su imagen de cara al exterior.

El camino de ambos también se cruzó en la UFSA. Pierre de Coubertin estuvo presente en la fundación de dicha entidad francesa, actuando en diversas etapas como secretario general. Rimet, que en un principio afilió el Red Star a esta asociación, decidió desvincularse desencantado de la UFSA, que rechazaba el profesionalismo.

Según López Frías (2014: 18), el impulsor de los Juegos Olímpicos Modernos destacó dentro de la corriente Muscular Christianity, una corriente de la educación física que buscaba la perfección espiritual por medio del deporte y la salud física. Esta visión encauzó su forma de ver el deporte, junto con los valores de disciplina, honradez y esfuerzo. Jules Rimet, por su parte, siempre tuvo como uno de sus paradigmas principales el cultivo del cuerpo mediante el deporte unido a la riqueza espiritual.

Pese a estas coincidencias a lo largo de la vida de ambos, Jules Rimet siempre mantuvo la distancia con la figura de Coubertin al que criticaba públicamente en su defensa innegociable de sus valores. Para Rimet (2014a: 48-54) el amateurismo es un obstáculo ya que reduce las posibilidades de la práctica del deporte a una pequeña oligarquía privilegiada:

“Yo le daría al deporte, al que he servido durante tantos años, un último y útil sello de mi compromiso mediante una crítica al ya calificad en 1905 de momia, Pierre de Coubertin, porque aunque yo lo consideraba muerto y embalsamado, a día de hoy todavía es peligrosamente malo (…) el inconveniente de vivir en las esferas olímpicas es que ignoras lo que pasa sobre la tierra” (Rimet, 2014a: 48).

Como atestiguan estas palabras, recogidas en un artículo que Leblond recupera para su libro, Rimet critica con dureza tanto a la figura de Coubertin como al amateurismo, al que considera una concepción antisocial del deporte. Jules es consciente de que son los propios futbolistas profesionales, con su capacidad técnica, los que dan valor a los partidos que atraen a multitud de personas, algo que precisa de una organización y comercialización.

“El profesionalismo es indispensable para la expansión y evolución del fútbol (…) el deporte profesional sigue siendo deporte, como el teatro, que se explota comercialmente y sigue siendo arte”
(Rimet, 2014a: 53).

Primeros años de la FIFA: Rimet llega a la presidencia
En 1904 nace la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) con el propósito de convertirse un
órgano regulador del fútbol a nivel internacional.

Dos años después se crea en Francia el Comité Francés Interfederal (CFI) que agrupaba a diferentes
sociedades deportivas con especial atención en el fútbol. En 1908, la USFSA, defensora del amateurismo, decide abandonar la FIFA. Tras este movimiento, Jules Rimet opta por salirse de la USFSA y crear una organización propia con el nombre de Liga de Fútbol Asociación (LFA). Existían por entonces tres federaciones en Francia al mismo tiempo, lo que llevó a Rimet a perseguir la idea de unificar a todo el fútbol francés bajo sólo una organización.

Rimet logró unificar la LFA con el CFI, y como vicepresidente de la entidad acudió al Congreso de la FIFA de Oslo en 1914 en calidad de representante del fútbol francés. Este fue el primer encuentro del abogado francés con la FIFA, donde pudo dejar patente sus convicciones alrededor del fútbol y sus dotes como dirigente. Rimet se involucró desde un principio en la creación de un torneo internacional a nivel de selecciones y abogó por la existencia de un organismo regulador del fútbol a nivel mundial. Algo en lo que se convirtió la FIFA a efectos prácticos con el propio Jules Rimet como presidente. Aunque para esto habría que esperar al año 1921.

La FIFA en el momento de su fundación estaba integrada por las federaciones de Francia, Bélgica, Dinamarca, Holanda, España, Suecia y Suiza. Pese a que la Federación Inglesa defendía la idea de formar un organismo a nivel internacional, no participó originalmente en la FIFA, aunque sí se acabaría uniendo años después.

A principios del siglo XX se disputan los primeros partidos a nivel internacional. En 1908 se celebraron en Londres los primeros Juegos Olímpicos que incluyeron al fútbol entre sus disciplinas. Según la propia FIFA, el torneo no gozó de demasiada popularidad debido a que el fútbol aún era un deporte desconocido para muchos visto desde el propio seno del olimpismo como un espectáculo y no tanto como un deporte.

En mitad de la ascensión de Rimet en su carrera profesional estalló la Primera Guerra Mundial. Jules tenía 40 años, estaba casado con Jeanne Peyrégne y tenía tres hijos de 9, 7 y 4 años. Sobrevivió a la contienda alcanzando el rango de teniente de infantería con la distinción de la medalla de la cruz de guerra.

Tras concluir la guerra, Jules Rimet siguió en su empeño de unificar al fútbol galo en una sola federación independiente. En abril de 1919 nace la Federación Francesa de Fútbol bajo la tutela de Rimet, que ocupó la presidencia de la entidad hasta el año 1949.

Los Juegos de Amberes celebrados en 1920 volvieron a hacer resurgir la polémica entre el amateurismo y el profesionalismo. El Comité Olímpico Internacional, presidido entonces por Pierre de Coubertin pretendía crear una copa del mundo del fútbol dentro de los propios Juegos, constreñido a la concepción del deporte amateur defendida por Coubertin. Esta situación hizo reaccionar a Rimet que siguió en pie de guerra en su apuesta por el fútbol como un deporte al alcance de todos.

Las ideas innovadoras y la determinación del abogado francés le fueron otorgando una mayor visibilidad dentro del seno de la organización. Tanto fue así que en 1921 fue elegido presidente de la FIFA, sucediendo al inglés Daniel Burley Woolfall.

Rimet vio en la organización internacional un poderoso vehículo para poder unir a toda la familia del fútbol por encima de las diferencias sociales, culturales y políticas.

Desde joven Jules Rimet tenía el sueño de crear una competición en la que los mejores futbolistas de todos los países se enfrentaran con sus respectivas naciones. Esta idea pasó a vuela pluma por la FIFA desde su origen. Veían la posibilidad de crear un campeonato del mundo como una ilusión remota y complicada debido a la escasez de medios y a la disparidad de federaciones y asociaciones de cada país. La FIFA confió en Rimet la complicada idea de crear una Copa del Mundo. El francés haría todo lo posible por ver su gran sueño materializado.

La primera vez que la FIFA se planteó organizar una competición de carácter internacional entre naciones fue en el segundo congreso de la organización, allá por junio de 1905. Se encargó a Suiza organizar un torneo entre los mejores equipos de los países que integraban la asociación. Los planes no se pudieron llevar a cabo debido a los problemas internos entre federaciones, como fue el caso de Francia.

Volviendo a 1921, es importante conocer las circunstancias en las que Rimet llegó a la presidencia de la FIFA. La organización vio peligrar su existencia durante la Primera Guerra Mundial. Una vez finalizada la contienda, la comunicación entre los delegados de las federaciones incluidas en la FIFA se antojaba muy complicada después de la hostilidad vivida en los últimos años. A esto se le sumó la escasez de recursos y la pérdida de poder como organización internacional tras el abandono de naciones como Inglaterra. Por entonces, países emblemáticos en la historia del fútbol como Uruguay y Brasil tampoco formaban parte de la FIFA. En mitad de este clima complejo, Jules consiguió estabilizar el camino de la Federación Internacional.

Después de los 33 años en los que Rimet ocupó la presidencia, la FIFA pasó de tener 20 a 85 miembros, jugando un papel esencial en la organización del fútbol mundial y en la evolución de este deporte.

Nacimiento de la Copa del Mundo
Tras el éxito de los torneos de fútbol incluidos en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, Rimet propone en el Congreso de Ámsterdam en 1928 la organización de un campeonato mundial de naciones. Pese a las dificultades que hacían de esta idea una utopía, el abogado francés creyó que era el momento oportuno para pasar a un plano práctico y disponer todo su esfuerzo con el objeto de ver su sueño cumplido. La perseverancia de Jules se vio respaldada por el trabajo de Henri Delaunay, secretario de la Federación Francesa.

En el periodo de entreguerras Jules Rimet entendió el deporte como un elemento indispensable para escapar de la crisis. Para el francés, el deporte es la única actividad susceptible de devolver la confianza a un país herido por la crisis, ya sea económica, social y moral (la peor de todas, según Jules). Tal y como señala en el artículo que escribe en 1935 para el periódico L´Auto, el deporte es sinónimo de vitalidad, optimismo, luz, razón y voluntad, conceptos que deberían estar presentes en cualquier sociedad (Rimet, 2014b: 55-57).

Esta visión sobre el deporte lleva a Rimet a trabajar con mayor urgencia en la creación de un campeonato mundial que consiga unir alrededor del fútbol a países, pueblos y personas por encima de cuestiones sociales e ideológicas.

Uruguay 1930
Hungría, España, Holanda, Italia, Suecia y Uruguay presentaron su candidatura para acoger la primera Copa del Mundial de la FIFA. Desde un principio Uruguay, campeón olímpico en 1924 y 1928, fue el país favorito para albergar el torneo. La Asociación Uruguaya de Fútbol se comprometió a correr con todos los gastos del viaje y alojamiento de todos los participantes. Anunciaron que repartirían los posibles beneficios y asumirían las pérdidas si el torneo no es rentable. En el Congreso de la FIFA celebrado en 1929 en Barcelona se designó a Uruguay como sede y primer país organizador del Mundial después de la retirada de los otros países candidatos.

Desde ese momento, empezaron a aflorar las dificultades. Los países europeos no aceptaron en primera instancia que el torneo se fuera a celebrar al otro lado del Atlántico. El largo viaje y todos los gastos que conllevaba no convencían a las federaciones ni a los clubes del viejo continente. Tal y como reconoce Yves Rimet, el Mundial de 1930 se celebró de milagro, puesto que la FIFA no contaba con apenas capacidad económica. El apoyo financiero de Uruguay hizo posible la organización de la cita (Rimet, 2014c: 60).

El cúmulo de estos inconvenientes hizo que en un principio muchos países rechazaran la invitación a
participar en el Mundial. Jules Rimet realizó una labor esencial logrando convencer a cuatro selecciones europeas para emprender el viaje a tierras americanas. Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumanía. No se consiguió la participación de Inglaterra, que no disputaría un Mundial hasta 1950.

Finalmente fueron 13 selecciones las participantes en la primera cita mundialista: Francia, Bélgica, Yugoslavia, Rumanía, Uruguay, Argentina, Estados Unidos, Chile, México, Bolivia, Brasil, Perú y Paraguay.

Jules Rimet, en su libro L´Histoire merevilleuse de la Coupe du monde recoge las experiencias que vivió diariamente en el barco Conte Verde, con el que atravesó el Océano Atlántico rumbo a Montevideo.

Rimet embarcó el 21 de junio de 1930 acompañado por el equipo francés y tres árbitros designados por
la organización. Rimet no olvidó incluir en su maleta el trofeo del Mundial, una estatua diseñada por Abel
Lafleur en la que según el propio Rimet, depositó con su talento todos los valores del deporte. La copa, conocida originalmente como Victoria, fue renombrada en 1946 como Trofeo Jules Rimet en honor al padre de la competición mundialista (Rimet, 2014c: 7-12).

A la expedición francesa se unieron los combinados yugoslavo y rumano. Jules Rimet solicitó la ayuda del
rey Carlos II de Rumanía ante la desbandada de las federaciones europeas. Según Goldblatt (2008: 249),
el propio monarca obligó la participación de sus jugadores, a los que seleccionó personalmente en una empresa petrolera.

El día 18 de julio se inaugura el Estadio Centenario. Con una capacidad para más de 80.000 espectadores, se empezó a construir en febrero a contrarreloj para ser la única sede de la Copa Mundial. Rimet quedó asombrado por la arquitectura y la comodidad del recinto, al que según Sugden y Tomlinson (1998) apodó ‘el templo del fútbol’

Las fuertes lluvias sobre la capital uruguaya antes de la inauguración impidieron la finalización de las obras del Centenario, por lo que tuvieron que buscar otras dos sedes para acoger los primeros partidos. El estadio Gran Parque Central, y el Estadio Pocitos socorrieron a la organización hasta el sexto día de competición, cuando se inauguró el Estadio Centenario en el partido entre Uruguay y Perú. Se decidió no acordar el formato del torneo y el cuadro de la competición hasta que todas las delegaciones llegaran a Montevideo por miedo a que algún país, insatisfecho por los emparejamientos, decidiera no emprender el viaje.

En un principio la idea era establecer un sistema de eliminación directa, aunque con 13 participantes se resolvió estableciendo cuatro grupos (un grupo con cuatro equipos y los restantes con tres).

A la hora de dibujar los grupos, Jules Rimet (2014c:15) siguió el criterio de mantener el interés deportivo y conceder opciones a cada equipo, aunque preservando cierto equilibrio. Primero se optó por separar a los equipos más fuertes para que no se enfrentaran a las primeras de cambio. Es una forma de intervenir en el azar del sorteo predecesora de lo actualmente conocido como cabezas de serie.

Los equipos catalogados como favoritos eran:
Argentina, Brasil, Uruguay, y Estados Unidos o Paraguay. En la fase de grupos, la victoria se premiaba con dos puntos y con uno el empate. Los cuatro grupos, del que sólo pasará a semifinales el primer clasificado fueron los siguientes:

Grupo A: Argentina, Francia, Chile y México. Grupo B: Brasil, Yugoslavia y Bolivia. Grupo C: Uruguay, Perú y Rumanía. Grupo D: Estados Unidos, Paraguay y Bélgica.

Otro aspecto acordado fue dejar cuatro días de descanso entre la fase de grupos y las semifinales con el objetivo de dar descanso y dejar tiempo para que los jóvenes transmitieran su entusiasmo por el fútbol y poder así atraer un mayor número de espectadores (Rimet, 2014c: 16).

Hay diferentes versiones sobre el número de espectadores que acudió al Centenario para presenciar la final entre Uruguay y Argentina. La FIFA sostiene que pudieron ser 100.000 personas las que abarrotaron el estadio. Rimet (2014c: 15) atestigua en su libro que fueron más de 80.000 espectadores, mientras que otras crónicas hablan de casi 70.000 localidades ocupadas. Sea como fuera, la final supuso la guinda a una competición que pese a las dificultades iniciales acabó siendo todo un éxito desde los prismas económicos, organizativos y deportivos.

Italia 1934
Suecia e Italia presentaron su candidatura para acoger la segunda edición de la Copa Mundial de fútbol. En el Congreso de Zúrich de 1932 el Comité Ejecutivo de la FIFA se designó a Italia como organizadora del Mundial ante la inesperada retirada de Suecia. Desde el primer momento surgió la polémica, puesto que Mussolini gobernaba el país bajo un régimen dictatorial fascista y pretendía utilizar el campeonato como una herramienta propagandística a favor de su poder. Según Arribas (2014: 33) Mussolini utilizó todas sus influencias para lograr llevar el Mundial a tierras italianas. Todo el aparato fascista se volcó con la causa, poniendo todo a disposición de la Federación Italiana. Rimet fue criticado con dureza al permitir que la competición se usara como un instrumento de propaganda fascista. El abogado francés siempre rechazó mezclar la política con el deporte, aunque en esta situación parece que prefirió por mirar hacia otro lado ante la intimidación del aparato fascista.

Se acordó que fueran 16 equipos los participantes en la competición, disputando eliminatorias previas por regiones en el caso de que se presentaran un mayor número de selecciones. Entre las ausencias más significativas de esta cita destacan Inglaterra, que seguía aislada de las competiciones internacionales tras desacuerdos anteriores con la FIFA y Uruguay, que rechazó acudir a defender su título tras el desplante de las selecciones europeas en la edición anterior. Para participar en la Copa del Mundo se presentaron 31 equipos, por lo que estableció por primera vez una fase previa que diera acceso a la fase final disputada en Italia. Europa se repartió 12 plazas entre los 21 equipos que compitieron, estableciendo 8 grupos por regiones. Italia pese a ser el país anfitrión tuvo que jugar esta previa siendo el único país organizador de un Mundial que ha tenido que conseguir la clasificación por medio de un torneo previo. Sudamérica obtuvo dos plazas, disputadas entre cuatro equipos. Asia y África contaron con una plaza que disputaron únicamente tres equipos. Por último, Norteamérica y el Caribe también obtuvieron un cupo que pelearían cuatro equipos.

Finalmente la Copa del Mundo de Italia contó en la fase final con las siguientes selecciones: Alemania, Austria, Bélgica, Checoeslovaquia, España, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Rumanía, Suecia, Suiza,
Argentina, Brasil, Estados Unidos y Egipto. A diferencia del Mundial anterior, esta vez se optó por desarrollar un sistema de competición basado en eliminatorias directas ahorrándose la fase de grupos.

Esto enfadó a brasileños y argentinos que viajaron hasta Europa para sólo disputar un encuentro, ya
que se eliminaron tras perder ante Suecia y España respectivamente.

La Federación Italiana eligió ocho sedes para acoger todos los partidos de la competición. Destacaba el Estadio Nacional del Partido Fascista, situado en Roma, con capacidad para 50.000 espectadores.

Otros estadios emblemáticos del Mundial fueron el Estadio Benito Mussolini (Olímpico de Turín) y el San Siro de Milán. Las sedes restantes se situaron en Florencia, Nápoles, Trieste y Génova.

Jules Rimet alabó el trabajo de organización de los italianos y subrayó su esfuerzo para construir y ampliar los estadios inspirándose en el arte griego.

Rimet sabía que estaba ante una ocasión privilegiada para asentar en Europa la competición con la participación de las selecciones europeas.

Más allá de lo deportivo, el Mundial de Italia estuvo marcado por la influencia de Benito Mussolini. Muchos historiadores y periodistas deportivos han defendido que el Duce asumió personalmente el control y la organización del evento. Alcaide Hernández (2009: 17), dedica un capítulo en su libro Fútbol, fenómeno de fenómenos, a analizar el empleo del mundial como un elemento transmisor de ideología por parte de Mussolini y el aparato fascista. Alcaide Hernández (2009: 18) argumenta que el propio Mussolini estuvo detrás de la designación de los colegiados. El dictador fascista comunicó a Vaccaro, presidente de la Federación Italiana la orden de que Italia ganara a toda costa el Mundial. Según Alcaide Hernández (2009: 22), tras la conclusión del torneo Jules Rimet comentó al Secretario General de la FIFA que tenía la impresión de que el organizador de la Copa del Mundo había sido directamente Mussolini.

 

 

 

 

Francia 1938
Muchos fueron los países que presentaron su candidatura para acoger la tercera edición de la Copa del Mundo. En un principio, tal y como se acordó en el Mundial de Uruguay, se alternarían las sedes de la competición entre América y Europa, por lo que en esta edición el torneo volvería a tierras americanas, tomando fuerza la opción de Argentina como país anfitrión. Esta posibilidad se contempló hasta que Jules Rimet tuvo la idea de llevar el Mundial a su país. Según Arribas (2014: 47), Rimet quiso que el evento se celebrara en Francia a toda costa, incluso tuvo que convencer a su propia federación ante la desconfianza y los diferentes problemas internos por los que atravesaba.

Según atestigua el propio Rimet (2014c: 25) muchas federaciones extranjeras pusieron en duda la capacidad de Francia para organizar un Mundial con las suficientes garantías. Rimet buscó el acuerdo e
intentó sosegar los diversos puntos de vista, llegando a proponer la organización de forma conjunta entre las federaciones de Francia, Holanda y Bélgica; aunque esta idea fue rechazada.

Finalmente se confirmó a Francia como única sede en el Congreso de Berlín.
Uno de los mayores problemas con los que contaba el país galo era la falta de estadios e infraestructuras
necesarias. En la promesa de Rimet por arreglar esta situación, decide utilizar el campo de Colombes,
empleado anteriormente para acoger carreras de caballos, competiciones de atletismo y rugby, como el estadio insignia del Mundial. Este recinto, situado cerca de la capital, podría contar, según el presidente de la FIFA, con capacidad para 65.000 personas (Rimet, 2014c: 25). En París se situaba otro de los grandes campos del Mundial, el Parque de los Príncipes, con 35.000 localidades. También se designaron como sede otros ocho estadios ubicados en ocho ciudades diferentes.

En un primer momento fueron 68 naciones las que solicitaron participar en el Mundial, aunque distintos
acontecimientos hicieron que fueran sólo 26 los países que disputaron la fase previa a la Copa del Mundo.

Ante la resolución de Rimet de llevar la competición a su tierra natal Argentina decidió no acudir al evento. Todos los países americanos, excepto Cuba y Brasil, que contaba con opciones para celebrar el siguiente Mundial, siguieron la decisión de Argentina con el objetivo de boicotear el evento. Los conflictos bélicos impidieron la participación de países como España, China y Japón. Inglaterra rechazó de nuevo la invitación a participar en un Mundial, pese a que Jules Rimet intentó acercar posturas con los británicos ya que consideraba importante su participación.

Con este panorama internacional, los grupos de clasificación para el Mundial tan sólo fueron efectivos en Europa, donde se clasificaron 12 de 23 equipos. Las otras tres plazas disponibles de acceso a la competición fueron para Asia, Norteamérica y Caribe, y Sudamérica, con un cupo para cada zona.

Los 16 equipos participantes en el Mundial de 1938 fueron los siguientes: Francia, Alemania, Austria,
Bélgica, Italia, Checoslovaquia, Hungría, Noruega, Países Bajos, Rumanía, Suecia, Suiza, Polonia, Brasil,
Cuba y Indias Orientales Neerlandesas. Austria finalmente no participó en el Mundial ya que en marzo de 1938 fue anexionada por la Alemania nazi.

Como ya se hizo en la edición anterior, el sistema de competición estuvo basado en eliminatorias directas a un partido desde octavos hasta la final. En esta edición se introdujo una nueva norma que establecía que el ganador del Mundial accedería de forma directa a la siguiente edición para defender el título, sin necesidad de jugar la clasificación previa. Esta regla estaría vigente hasta el año 2002.

Con la presencia de Mussolini en la grada, el conjunto Italiano venció a Hungría en la final por cuatro goles a dos. Muchos autores, como el norteamericano Amidon (2012: 111) en su libro Something like the Gods, a cultural history of the athlete from Achilles to Lebron, atribuyen al portero Húngaro Antal Szabó la siguiente frase: “Me metieron cuatro goles, pero salvé la vida de 11 seres humanos”. Unas palabras que representan la
intimidación que pudo ejercer el dictador italiano desde la grada y la presión sobre el conjunto italiano para que ganaran el partido.

Segunda Guerra Mundial
Debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial hubo que esperar 12 años para que se volviera a celebrar una nueva edición de la Copa del Mundo.
Las diferencias políticas y la tensión entre los países europeos pusieron en peligro la supervivencia de la FIFA y la posibilidad de organizar una nueva competición internacional. Hasta la misma copa Jules Rimet pudo desaparecer. El vicepresidente de la Federación Internacional, Ottorino Barassi, escondió el trofeo en una caja de zapatos debajo de su cama para impedir que cayera en manos de las tropas alemanas, que buscaban oro por todos los callejones de Roma.

En 1946 las cuatro asociaciones británicas regresaron al seno de la FIFA gracias a la virtud diplomática de Rimet, que encontró en Arthur Drewy y Stanley Rous dos interlocutores con los que acercar posturas. A raíz de este acuerdo se organizó el llamado ‘partido del siglo’, un amistoso entre Inglaterra y un combinado de jugadores europeos. El encuentro generó mucha expectación. 135.000 espectadores acudieron a la cita convirtiéndola en todo un éxito desde el prisma económico. Los ingresos generados se pusieron a disposición de la FIFA con el objetivo de salvar el escollo financiero existente en la organización tras la contienda.

El presidente de la FIFA peleó para que los países que participaron en la contienda reanudaran sus competiciones futbolísticas. Para Rimet las diferencias políticas entre naciones no deberían extrapolarse nunca al deporte, por lo que intentó que las selecciones de Italia y Alemania participaran en torneos internacionales. Esta decisión suscitó críticas por parte de algunos países que defendían un posible veto a los países del Eje en las competiciones deportivas.

 

 

 

 

Al margen de su mandato en la FIFA, Jules Rimet seguía presidiendo la Federación Francesa de fútbol, cargo que poseía desde 1919. Gran parte de los miembros de entidad no apoyaron la renovación de Jules. Según Martialay (2009), Rimet defendía que el Sarre, territorio genuinamente alemán pero separado de Alemania tras la guerra y forzosamente vinculado a Francia en el plano económico, se integrara a la Federación Francesa y a su liga. Esto enfadó a gran parte de la asamblea, que dejó a Rimet en minoría eligiendo a Laforgue como presidente. El destronamiento de Rimet respondía a motivos políticos y no deportivos, por lo que Laforgue, comprendiendo la situación, decidió dimitir inmediatamente. Jules Rimet, decepcionado, no aceptó volver a la presidencia de una organización surgida de su propio esfuerzo y dedicación, ganándose además algunas enemistades en su país debido a su posicionamiento político.

 

Brasil 1950
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la FIFA se reunió en Luxemburgo en 1946 para acordar diferentes aspectos como la fecha y lugar de celebración de los dos siguientes mundiales. En primera lugar Suiza, que no había sido dañada durante el conflicto, tomó fuerza para ser la sede de una Copa del Mundo celebrada en 1949. Finalmente se optó por dejar un año más de recuperación y llevar el campeonato a Brasil, confirmando a Suiza como país anfitrión en 1954. En Luxemburgo también se decide que la copa del mundo pase a llamarse Copa Jules Rimet.

De cara al Mundial de Brasil, la FIFA seguía defendiendo un sistema de competición basado en la eliminación directa, aunque en esta edición se acabaría descartando debido a las quejas de algunos
países participantes, entre ellos Brasil, que planteó retirar su participación. Finalmente la FIFA cede y establece cuatro grupos entre los trece equipos participantes. Escocia y Turquía rechazaron acudir a Brasil pese haberse clasificado. También se negó a participar India después de que la Federación Internacional no permitiera a sus jugadores jugar descalzos. Ante estas bajas se optó por invitar a Francia, que no logró una plaza para el campeonato.

Los galos aceptaron en un primer momento la invitación, aunque la acabaron rechazando entre otras cosas porque tenían un partido al sur de Brasil y otro al norte y alegaban que eran muchos kilómetros para hacer en unos días.

Otras de las grandes ausencias son las de Alemania, apartada tras la guerra, y Argentina, por discrepancias con Brasil años anteriores. Se decretan cuatro cabezas de serie: Brasil, por ser anfitrión; Italia, como defensora del título; Inglaterra, vencedor de los equipos de Reino Unido y Uruguay, campeón sudamericano.

Los grupos quedan dibujados de la siguiente forma:
Grupo A: Brasil, Yugoslavia, Suiza y México. Grupo B: Inglaterra, España, Chile y Estados Unidos. Grupo C: Italia, Suecia y Paraguay. Grupo D: Uruguay y Bolivia.

De esta fase previa pasarían a la siguiente ronda el primero de cada grupo, integrando un nuevo grupo de cuatro participantes del que saldría el campeón del mundo. Se suprimieron, por tanto, las eliminatorias a un partido hasta en la final.

Se establecieron un total de seis sedes. Belo Horizonte, con un estadio con capacidad para 25.000 espectadores. Curitiba (12.000), Porto Alegre (7.000), Recife (60.000), Sao Paulo (45.000) y la joya de la corona, Maracaná. El estadio, ubicado en Río de Janeiro, se construyó para albergar la final del
Mundial y contaba con capacidad para casi 200.000 personas.

El presidente de la FIFA destaca en su libro la pasión por el fútbol en Brasil y el gran entusiasmo que percibió en el país sudamericano desde el primer día de campeonato. Jules señala que el fútbol ocupa un rango de primer orden en la vida social de los brasileños. Rimet considera a Brasil el máximo favorito para ser campeón. Habla de un fenómeno de psicosis colectiva en todo Río, que disfruta de una victoria antes de que se haya producido: “El país sabe que es favorito y quiere ganar, es una cuestión de fe” (Rimet, 2014c: 38).

Las selecciones que pasaron la primera fase fueron Brasil, Uruguay, Suecia y España. Brasil, ganó los dos primeros partidos con superioridad ante Suecia y España. Uruguay, empató la primera jornada ante España y superó con dificultades a Suecia en la segunda. Dados estos resultados, el campeón del mundo saldría del último enfrentamiento entre Brasil y Uruguay en Maracaná.

Toda la ciudad de Río de Janeiro vivía una fiesta antes de comenzar el partido. Los brasileños ya se veían campeones debido a la brillante trayectoria de su selección y a que les valía con un empate para alzar la Copa Jules Rimet. Esta situación agrandó el clima de euforia que se vivía en Brasil desde el inicio del campeonato. Tal y como señala Alfredo Relaño (2014), la ciudad estaba convencida de que Brasil ganaría el partido. Las calles principales estaban engalanadas con pancartas y unas carrozas de carnaval esperan a los jugadores para recibirlos como campeones. Maracaná se llenó hasta la bandera. Según la FIFA, el partido registró una asistencia de 174.000 espectadores, aunque la cifra pudo ser incluso superior ya que el estadio se vio desbordado por la multitud. Sea como sea, este encuentro ostenta el récord de mayor asistencia a un partido de fútbol oficial.

Brasil se adelantó en el marcador, aunque la selección charrúa consiguió remontar con goles de Schiaffino y Ghiggia a diez minutos del final. Todo Brasil quedó en estado de shock. Nadie mejor que el propio Jules Rimet puede narrar lo que se vivió en el ‘Maracanazo’:

“Faltaba poco para terminar el encuentro. Dejé mi puesto en la tribuna y me dirigí al túnel que conducía al terreno de juego. En aquel momento los dos equipos permanecían empatados a un gol. El estadio estaba agitado como si una tempestad se abatiera sobre el mar y las voces de los espectadores se amplificaban semejando bufidos de huracán.

Cinco minutos más tarde, justamente cuando llegaba a la salida del túnel, un silencio de muerte había reemplazado a todo aquel tumulto. Aquella multitud inflamada en la espera de una victoria que creía cierta e
ineludible, se hallaba muda de estupor, como petrificada. ¿Qué había ocurrido? Unos segundos antes del pitido final, Uruguay había marcado un segundo gol y ganado la Copa del Mundo. El zurdazo de un solo hombre – Ghiggia- había hecho enmudecer a doscientos mil. Automáticamente, no hubo ya ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso ante el micrófono, ni entrega solemne del trofeo…

Me hallé solo en medio de la multitud, empujado por todos los costados, con la Copa en mis brazos, sin saber qué hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo, y le entregué, casi a escondidas, la Copa,
estrechándole la mano, sin poderle decir ni una sola palabra” (Rimet, 2014c: 45).

Suiza 1954
La Copa del Mundo de 1954 fue la última organizada bajo el mandato de Jules Rimet. El francés, que ya contaba con 81 años, creyó que el mundial de Suiza era el momento ideal para poner fin a su extenso mandato de 33 años al frente de la FIFA. Tras la reanudación de las competiciones internacionales con el Mundial de Brasil, la Copa del Mundo debía volver a disputarse en Europa. Tal y como ya se planteó en 1946, Suiza debería ser la sede ya que era el único país con las infraestructuras necesarias para albergar el evento.

De acuerdo con Falcciani (2005:18), el Mundial de Suiza supone la apertura de una nueva era en el escenario del fútbol internacional. Por primera vez hay una representación sólida de países europeos y americanos entre los participantes, lo que será una tendencia en los campeonatos posteriores. Otro hecho novedoso alrededor del Mundial fue la aparición de televisión. El partido inaugural entre Francia y Yugoslavia fue retransmitido en ocho países, siendo el Mundial de Suiza el primero que se pudo ver en televisión.

La FIFA mantuvo una primera fase de grupos entre los que se distribuyeron los 16 participantes:
Grupo A: Brasil, Yugoslavia, Francia y México. Grupo B: Hungría, Alemania Federal, Turquía y Corea del Sur. Grupo C: Uruguay, Austria, Checoeslovaquia y Escocia. Grupo D: Inglaterra, Suiza, Italia y Bélgica.

En esta fase de grupos se introdujo un condicionante para facilitar el pase a cuartos de final a los equipos favoritos. En cada grupo se decretaron dos cabezas de serie, seleccionados a dedo, que no se enfrentaban entre sí, por lo que cada equipo tan sólo disputaba dos partidos en esta primera fase.

Suiza puso a disposición de la FIFA seis sedes para albergar los encuentros del Mundial: Basilea, Berna,
Ginebra, Lausana, Lugano y Zúrich. El estadio con mayor renombre fue el Wankdorfstadion de Berna,
escenario de cinco partidos incluyendo la final. Con motivo de la celebración del evento el estadio se
remodeló, aumentando su capacidad de 42.000 a 62.000 espectadores.

Fallecimiento
17 días después de la final de Suiza, Jules Rimet abandonó su mandato y fue sustituido en la presidencia de la FIFA por el belga Rodolphe Seeldrayers. Rimet fue nombrado Primer Presidente honorífico de la FIFA y fue nominado para el Premio Nobel de la Paz en 1956 por su labor de unión y acercamiento entre pueblos al frente de la Federación Internacional de Fútbol. El jurado noruego rechazó la propuesta y finalmente el premio no fue otorgado ese año. Puede que parte de esa negativa tuviera que ver con la controversia generada en el Mundial de Italia 1934, aunque el nieto de Jules Rimet alegó que fue directamente la propia muerte de Rimet en 1956 la que imposibilitó la entrega del galardón (Leblond: 2014: 47).

Jules Rimet falleció el 16 de octubre de 1956 en Suresnes, una localidad situada a 10 kilómetros de París.


CONCLUSIONES
Jules Rimet tuvo una importancia vital en la creación de la Copa del Mundo de fútbol y en la evolución de la Federación Internacional de Fútbol. Bajo la presidencia de Rimet la FIFA tuvo un desarrollo exponencial en cuanto a miembros y relevancia en el panorama futbolístico. Sin el empeño y el trabajo del francés no hubiera sido posible el nacimiento de un Mundial. La organización de dicho campeonato se veía personificada de forma notable en la figura de Rimet, sobre todo en las primeras ediciones.

A lo largo de la vida de Jules Rimet prevalecieron valores como la concienciación social y la defensa del deporte como medio de unión y acercamiento por encima de ideologías, política y estratos sociales.

Esta concepción del deporte influyó en las decisiones que tomó al frente de los diferentes organismos que
presidió, aunque no siempre fue así. Rimet vio como Mussolini utilizaba el Mundial de Italia 1934 como un medio de propaganda política con el objetivo de potenciar la imagen del fascismo. Por otra parte, Jules exigió que la región del Sarre, un territorio disputado entre Alemania y Francia, fuera francesa a nivel deportivo. Este posicionamiento desencadenó su dimisión de la Federación Francesa y la enemistad de una parte del pueblo galo.

Jules Rimet y Pierre de Coubertin fueron figuras antagonistas debido a su diferente concepción del deporte. Más allá de esta discrepancia, la vida de ambos presenta bastantes similitudes y puntos en común, por lo que no podemos decir que fueran personajes totalmente opuestos en el desarrollo del deporte contemporáneo.

Las decisiones de Jules Rimet respecto a la organización de la Copa Mundial han sido elementes para la consolidación y evolución de dicho campeonato. Medidas adoptadas como los cabezas de serie, los sistemas de clasificación por regiones y el formato de competición en grupos y eliminatorias han marcado la esencia del propio torneo y todavía siguen vigentes a día de hoy.

 

 

AGRADECIMIENTOS
Gracias a Alejandro de la Viuda Serrano por la ayuda y la oportunidad.
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