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Matilde Reisch es una referente ineludible de la historia del fútbol de mujeres en Uruguay

FUTBOL FEMENINO EN URUGUAY. 

El nombre de Matilde Reisch es una referencia ineludible al hablar de la historia del balompié de mujeres en Uruguay.  En 1996 aceptó la invitación de la Asociación Uruguaya de Fútbol para crear una liga femenina, que ahora se aproxima a su 25 temporada. “No tenía cargo de nada, era la encargada o coordinadora, tres o cuatro años después fue que se creó el Consejo de Fútbol Femenino”, recuerda.

Llega puntual a la cita en el Montevideo Shopping, próxima a cumplir 79 años (29-5) Matilde Reisch es una mujer esbelta, herencia de un padre, también futbolero, que se alzó casi hasta los dos metros de altura. “En las crónicas  le decían que tenía el físico adecuado para la posición, era defensa”, cuenta. Y ella, que dio clases de matemáticas, física y educación física, prefirió la última a las dos primeras. “Siempre estuve más cerca del deporte”, afirma.

Fue esa vocación, amantada en una casa familiar que respiraba fútbol –“todos eran de Peñarol, menos mi abuela materna y yo, que me inscribió en Nacional al nacer” – la que la condujo a la AUF, tras una exitosa gestión en la Dirección de Deportes de la Intendencia de Montevideo, durante el período (1990-95) que encabezó el actual presidente uruguayo Tabaré Vázquez.

“Promovimos el deporte en el área de la playa, donde no dejaban jugar pelota. Hicimos canchas de fútbol, de voleibol, de básquetbol. Y eso sigue hasta el día de hoy”, dice con una voz a la vez fina y firme.

Se fue Vázquez y vino Mariano Arana en la Intendencia “que cambió el 90% de los que estábamos allí, incluida yo” y fue entonces cuando Héctor Chito Olmos, directivo de Nacional, “me pidió que llevara a AUF el fútbol femenino”. Recuerda que la dirigencia del fútbol había estado en un sudamericano en Brasil y hasta allí llegó la noticia de que la FIFA “había dado la orden de que todos debían tener fútbol femenino”.

Hay un alto en la conversa. Ella pide que escriba bien su apellido, que no falte la s en el Reisch, y se le escapa una risita pícara. Su familia emigró a principios del Siglo XX desde Baviera y se instaló en la Colonia Suiza. El padre, Roberto, jugó en el Artesano de Nueva Helvecia, un equipo que jugaba tan bien al fútbol que en una ocasión, cuenta ella, le ganó a la selección olímpica del 24, la de la medalla de oro. Después siguió en la “segunda de hierro” de Peñarol. “Murió muy joven, apenas tenía 47 años”, y da un sorbo tímido al café que había pedido.

Mujer de izquierda, hoy desencantada de la política, –“primero porque cada quien quiere defender su carguito y acomodarse lo mejor posible y, segundo, porque vi muchas cosas dentro”–  recuerda que en el período de la dictadura uruguaya (1973-1985) militaba en el Partido Socialista y “a todos los que eramos de izquierda nos destituyeron”.

  • Fue un período muy difícil de mi vida, no tenía casa, ni acordarme quiero.

Pero entre los recuerdos hay algo bueno, más que bueno, incluso. Un buen día recibe una llamada de Alberto Langlade, “una eminencia de la educación física, más reconocido en el mundo que en Uruguay y me salva la vida”. Langlade era director del Club Neptuno, bastión de la educación física, y le dice, palabras más, palabras menos, que allí no trabaja gente de izquierda, revoltosa, pero él la conoce y sabe que es una excelente persona y le pregunta cuántas horas quiere trabajar. “Y me salvó la vida”, repite mientras se le ilumina el semblante.

Tras su carrera como profesora de educación física, muchas horas en el Liceo Dámaso Larrañaga, y con el regreso de la democracia se acoge a la jubilación – “de lo que me siento muy feliz”, acota– y fue dueña de su tiempo para impulsar los proyectos deportivos que la ocuparían de ahí en adelante, en la Intendencia y en la AUF.

“Fue muy trabajoso”, dice sobre los inicios del fútbol femenino. “Empecé a reunirme con los equipos y nadie se ponía de acuerdo y había que fichar a las jugadoras”. Reisch le pidió a cada club que pusiera el nombre de una jugadora y se sortearían. La primera fue Silvia Arébalo de Cerro. “El día siguiente del fichaje fuimos portada de El Observador”, rememora.

El torneo inicial fue en fútbol cinco en el club Nautilus, en plena Rambla. Me acuerdo las cosas que le gritaban a las chicas, que fueran a lavar platos era lo más dulce, pero aquello fue todo un éxito”. Después comenzaron los torneos de fútbol 11 que se han mantenido ininterrumpidos hasta hoy, cuando se disputa el 24 campeonato de acuerdo a los datos de la página de la AUF, con Rampla Juniors como más ganador (10).

De siete equipos iniciales se ha pasado a una estructura de Primera A, con 10 equipos, Primera B con 16, y dos juveniles Sub19 y Sub16, con 17 y 16 equipos en cada una. Un millar largo de jugadoras solo en los torneos de AUF.

Reisch dejó su cargo al frente de la rama femenina de la AUF en 2002. “Me peleé con Figueredo (Eugenio), ya no recuerdo porqué, me dio mucha bronca y renuncié. Estaba un poco cansada en honor a la verdad”, expresa

Madre de cuatro hijos –dos de Peñarol y dos de Nacional–, Reisch sigue el fútbol por la tele, su añorado Barsa –“cuando yo decía hace años que era del Barsa, nadie sabía que era eso»– y asistió, puntual y elegante, a juegos del Mundial Sub17 femenino que se realizó entre el 13 noviembre y el 1 diciembre de 2018 en Uruguay. España me encantó desde la primera vez que la vi”.

En la inauguración recibió el abrazo del presidente Vázquez, y cuenta que repetía “ella es  mi mentora, mi mentora, y a mí, agrega, me daba mucha pena”. Reisch fue quien llevó al mandatario al Partido Socialista. “Lo propuse para integrar el Comité Central, éramos partidarios del voto verde, que significaba juzgar a los militares”.