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Cultura

140 años cumple el Palacio Estévez

En 1873 el empresario financiero e inversionista argentino Francisco Estévez encargó al capitán de ingenieros de orígen francés, Eduardo Castel, la construcción de un palacio en la manzana de su propiedad, frente a la por entonces llamada Nueva Plaza. La misma se ubicaba donde antes estuviera la Ciudadela y –alejado algunos metros- el edificio en el que se alojaban los soldados que esperaban ingresar a cumplir su turno en esa gran plaza defensiva que era la Ciudadela. “La pasiva”, le llamaban. La caracterizaban sus columnas dóricas.

Ya no existían ni la Ciudadela ni la Pasiva cuando Estévez mandó construir su casa-palacio, pero las ordenanzas municipales indicaban que alrededor de la Nueva Plaza las edificaciones debían mantener aquella columnata como rasgo urbano y de unidad estética. Castel lo hizo y el Palacio de Estévez, con sus cuatro niveles y su mezcla de elementos dóricos y coloniales, fue admirado como “monumental” cuando estuvo finalizado, en 1874.

Estévez alquiló un sector del mismo a la Embajada de Italia y a algunos locales comerciales, reservándose la planta alta. Una sorpresiva quiebra económica, dos años más tarde, lo llevó a la cárcel por deudas. El dictador Lorenzo Latorre lo castigó enviándolo al taller de adoquines (cito en San José y Yi), donde se lo podía ver tallar piedra, engrillado, pero vestido de levita y galera. En 1878 el palacio pasó a manos del Banco de Londres y Río de la Plata, el cual lo vendió al Estado. Latorre lo convirtió en sede del gobierno, tras realizarle una serie de reformas que estuvieron a cargo del ingeniero Alberto Capurro. El pórtico columnado se mantuvo, agregándole un frontón triangular con el Escudo Nacional, se  remodeló el balcón principal y se eliminaron los miradores. Fue inaugurada como sede del gobierno (que abandonaba así el viejo y húmedo Fuerte), el 25 de mayo de 1880. Para esa fecha, Lorenzo Latorre había abandonado su cargo y el Presidente era Francisco Vidal. Estévez pudo recuperar su libertad y regresar a Buenos Aires, pero jamás rehizo su antigua fortuna.

Las tradicionales fiestas de mayo, en memoria de la revolución del año 1810, fueron especiales ese año, tanto en una orilla como en la otra. Los restos del Libertador  José de San Martín llegaban al Río de la Plata. Habían aguardado desde 1850 (año del fallecimiento tanto de San Martín como de José Artigas), una vez superadas las terribles Guerra Grande y Guerra del Paraguay, para que se cumpliera la voluntad del Libertador: que su corazón regresara a Buenos Aires.

Sus restos fueron embarcados en Francia a bordo del navío Villarino. A su arribo al Río de la Plata, el gobierno uruguayo solicitó al de la República Argentina que se les otorgara la oportunidad de homenajearlo. La masonería jugó un importante papel: “La Gran maestría de la Orden masónica en la República Oriental del Uruguay invita a todos los Masones Regulares para que asistan a los honores póstumos que la Nación tributará hoy al hermano José de San Martín, Gran Capitán de la Independencia de los Estados Sud Americanos.”

El Villarino arribó el día 20 de mayo a la rada de Montevideo y permaneció hasta la caída de la tarde del sábado 22. El Poder Legislativo, instalado entonces en el Cabildo, dedicó encendidos elogios a la vida de San Martín. Se embanderó la ciudad a media asta y el público se agolpó en las veredas para ver pasar la comitiva con los restos, rumbo a la Matriz, donde ofició el responso el Arzobispo Jacinto Vera. Luego se lo despidió en el puerto, con veintiún cañonazos, antes de ingresarlo nuevamente al Villarino, rumbo a Buenos Aires.

A los tres días, el martes 25 de mayo, cuando aún se comentaba aquella emoción colectiva, se reabrió el que todos conocían como “Palacio Estévez”, como sede del Poder Ejecutivo. Desde ese día, sus columnas, su escalera de ingreso y sus amplios salones, serían símbolos de la figura presidencial. Luego vendrían la creación de la banda presidencial, la enorme plaza convertida en “Independencia”, con la estatua ecuestre del héroe en su centro. Sería sede del Ejecutivo (reacondicionado sus salas para albergar el Colegiado entre 1952-1967) hasta el año 1985. En ese año, recuperada la democracia, el presidente Julio María Sanguinetti trasladó gran parte de las oficinas de Presidencia al Edificio Libertad pero lo mantiene como sede del ceremonial de Estado.  El Palacio, con intervención del arquitecto Enrique Benech y del artista Manuel Espínola Gómez, bajo la dirección del arquitecto Nelson Colet, reacondicionó sus salas para albergar el Museo de la Casa de Gobierno o Museo de la Presidencia.

Los objetos personales de los mandatarios del país, desde Fructuoso Rivera al Dr. Tabaré Vázquez, se atesoran en habitaciones que fueron testigo de asunciones, acuerdos internacionales y visitas ilustres. Hoy hace 140 años que representa al Poder Ejecutivo.

 

 

 

Fuente: MEC