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Antonio Pippo

El otro Carnaval de Antonio Pippo

Por Antonio Pippo en Diario Uruguay
Ha sido dicho –yo lo he repetido aquí- que el tango, al paso de su evolución y de la repercusión que fue alcanzando en su etapa clásica, a mi juicio concluida con Piazzolla, en sus letras reflejó siempre cada época, con mayor o menor valor poético.

Pero, como todo en el arte, y particularmente en las expresiones populares, a veces sólo por revolver documentos viejos, a veces por revisar aquello que ya se creía instalado por un sólido consenso, uno se encuentra con paradojas sorprendentes.
Durante todo el trayecto de más de un siglo de ese tango hoy llamado clásico, la música ciudadana convivió con el carnaval: una fiesta milenaria, alegre, que congrega a las personas a bailar, disfrutar de la música de percusión y manifestarse en desfiles callejeros. Es tan antiguo el carnaval, que hasta hoy los historiadores discuten si se remonta a más de cinco mil años atrás, relacionado con las Saturnales del Imperio Romano, o nació en Grecia entre las bacanales y los festejos que veneraban a Dionisio. Hay coincidencia, en cambio, en que las celebraciones ocurrían en febrero con ritos de purificación, ofrendas y bailes burlescos con máscaras que personificaban a los dioses. El nombre carnaval surgió, en realidad, con la expansión del cristianismo en la Edad Media.

Sin embargo, hay que admitirlo, el tango no reflejó –salvo esporádicas excepciones- al carnaval en su esencia de alegría y disfrute, sino todo lo contrario.

En un estudio publicado por una revista especializada, Trascartón, se detallan unos cuantos ejemplos que pueden inquietar a los tradicionalistas. Aparece a la cabeza de la lista nada menos que La cumparsita; ¿por qué? Es el tango más difundido en el planeta y se sabe que Mattos Rodríguez escribió su música para acompañar en nuestro país los desfiles de la Troupe Ateniense, una comparsa estudiantil que participaba de los corsos de 1917. Pero la letra que hasta hoy se canta –dejando a un lado el jaleo judicial que originó- es la de Contursi y Maroni, que insiste en una narración triste, melancólica, para nada mejorada por la que Mattos compuso después y que se asemeja a una poesía fúnebre.

Quizás el autor más contradictorio haya sido Francisco García Jiménez –Siga el corso, Carnaval y otros temas- que basó sus versos en Commedia Dell’Arte y sus personajes, abriendo espacios al romanticismo y la alegría aunque también a la vanidad, a los amores traicionados y a la decepción.

Entre aquellos definidos como “excesivamente dramáticos” cabe incluir a Emilio Falero (Pobre Colombina y Ríe payaso, éste muy apoyado en I Pagliacci de Leoncavallo), Discépolo (Soy un arlequín), Magaldi (Disfrazado, con fuerte influencia de José Ingenieros, y Siempre es carnaval), Sanguinetti (Barro, tango salvado a medias por la espléndida musicalización de Osvaldo Pugliese), Cátulo Castillo (Desencuentro), Gorrindo (Las cuarenta) y hasta Manzi (Negra María, verso hondo y sombrío sobre el conocimiento de la finitud humana: -Te lloraremos, Negra María,/ Negra María, cerraste los ojos en Carnaval…).

Sin embargo, en este enfoque, nada equipara a Gardel cantando en la pantalla cinematográfica la letra de Lepera de Sus ojos se cerraron, versión calificada por Vittorio Gassman como “la interpretación dramática más impresionante en la historia del espectáculo”: -Y mientras en las calles, en loca algarabía,/ el Carnaval del mundo gozaba y se reía,/ ¡burlándose el destino me robó su amor!

También es verdad que hubo poetas y obras que dieron a la fiesta del carnaval otra dimensión. Vayan como ejemplos Serpentinas de esperanzas, de Gatti y Canet –Ataviada con su luz y piedras falsas/ pasa, bella y sugestiva, la ilusión/ enredando serpentinas de esperanza/ en la tierna mandolina de un Pierrot-; Esta noche en Buenos Aires, del uruguayo Erasmo Silva Cabrera, estrenado en Montevideo: -Esta noche en Buenos Aires/ papelitos de color/ aunque no quiera olvidarme/ cubrirán su corazón-; y Carnaval de mi barrio, de Rubinstein: -Carnaval de mi barrio/ donde todo es amor/ cascabeles de risa/ matizando el dolor…

Tango de cada época y su reflejo del Carnaval: matrimonio sostenido en una ambivalencia que, de pronto, nos sorprende.

Al cierre, un dato más, debatible, claro. Parece haber otro consenso: entre los cantantes que más buscaron tangos de versos con color y calidez, sin dramatismos, figuran a la cabeza Ángel Vargas y Mercedes Simone.