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El País Ramón Mérica

El Montevideo del escritor Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges y ramon mericaHECHALAMERICA POR RAMON MERICA.

EL POETA BIFRONTE

Amó al Uruguay como un oriental más. Le cantó a su geografía, a sus orígenes, a su pueblo y a sus gloriosos mayores con un ardor que no permite distinguir la frontera entre la admiración, el respeto y la reflexión. Amó a Montevideo como una posible cuna, a sus infinitos ancestros orientales, a sus calles, sus casas, sus poetas, sus parques y jardines. Tanto les cantó que cuesta separar al Borges habitual del Borges instalado en una utópica islita en medio del Río de la Plata. Salimos en pos de Borges y ese Montevideo que nunca lo abandonó.

Se sabe que moría por Venecia. Se sabe que lo embelesaba, sin verla, la Irlanda de jubilosa historia literaria. Se sabe que lo atrapaba Atenas, cuna donde todas las cosas empezaron. Todo eso es muy sabido, pero él se encargó de dejar muy en claro que había tres ciudades en el mundo en las que sintió haber encontrado “esas íntimas patrias que un hombre va buscando en el decurso de los viajes”, Austin (Texas), Ginebra y Montevideo.

Para cada una de ellas, hay una soberbia explicación. En Austin, en 1961, pasó con su madre Leonor Acevedo una de las etapas más gratas de su vida con el ser más querido y entrañable, a Ginebra le debe “a partir de 1914, la revelación del francés, del latín, del alemán, del expresionismo, de Shopenhauer, de la doctrina del Buda, del Taoísmo, de Conrad, del Lafcadio Eran y de la nostalgia de Buenos Aires”. También le debe el descanso eterno ya que allí está sepultado desde 1986, en el Cementerio de Plain Palais, porque fue la ciudad que eligió para morir:”Sé que volveré siempre a Ginebra, quizá después de la muerte del cuerpo.”

 

“La nacionalidad de una persona no se debe al sitio donde fue engendrada…»

 

UN AFECTO APARTE

Con Montevideo pasa algo muy diferente que con Austin y Ginebra. En el Uruguay, específicamente en Montevideo, Borges alumbra la memoria con sus infinitos ancestros orientales y no dejó pasar la menor oportunidad para declarar no sólo su encantamiento por la ciudad y el país sino la gozosa complacencia de pertenecer a ellos.

“Yo no sé dónde están mis primeros recuerdos infantiles: si en la casa que mis padres compraron en el barrio porteño de Palermo o en la quinta de mi tío Pancho Haedo en Paso del Molino en la calle Lucas Obes.”

Para escándalo de sus amigos porteños y sobre todo de su augusta madre, que se molestó con esa confesión, también dijo: “La nacionalidad de una persona no se debe al sitio donde fue engendrada. Y mi padre me aseguraba haberme engendrado en la estancia de mi tío Francisco Haedo, Pancho, en el Río Negro. Por lo tanto, yo sería oriental, ¿no le parece?.”

El puente del Paso Molino de Montevideo

EL LINAJE ORIENTAL

Más allá de esas aseveraciones y recuerdos, hay una prosapia indesmentiblemente oriental en la vida de Borges. Por lo pronto: el famoso abuelo Francisco Borges que peleó contra Oribe, la muy cantada y admirada abuela casada con éste, nacida en Mercedes, y por el lado materno los Lafinur, de donde viene el también tan mentado tío abuelo Luis Melián Lafinur. Asimismo, por el lado materno, los Haedo uruguayos (perdón orientales) ya que su madre se llamaba Leonor Acevedo Suárez Haedo, de donde desciende su prima predilecta Esther Haedo Young de Amorín, hija de don Pancho, casada con el escritor salteño Enrique Amorín. Como en todo trazado genealógico, la lista de parientes es interminable; en este caso los orientales de Borges, y para alguien muy preocupado por sus raíces, esos datos se convirtieron en una suerte de íntima religión familiar a través de la memoria y la escritura. Bastaba escucharlo, basta leerlo para descubrir esa zona étnica de la que se sentía tan orgulloso.
JLB Y SU MUNDO Jardines de ciudades que se bifurcan.

El Prado montevideano

EL ARROYO BRAVIO
“En el Prado, me acuerdo, había un arroyo con un nombre increíble. Se llamaba el Quitacalzones. ¿Verdad que es gracioso? ¡Qué lindo lugar, me acuerdo! Nosotros tomábamos el tranvía para bañarnos en Capurro. ¡Qué lindo era todo aquello! Ahora, ¿cómo está?»

MONTEVIDEO
Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran el pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol buenaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.