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El País Ramón Mérica

El País de papel de Ramón Mérica

Para quienes hoy se dedican al periodismo escrito -y especialmente el cultural-, quizás el nombre de Mérica no sea más que otro dato extraño, en el parnaso desinformativo que campea en torno a la historia de nuestro periodismo.

En 1976, entre noches de Cinemateca y trasnoches de rock & roll (gracias a Woodstock) en el viejo cine del Palacio Salvo, un libro de entrevistas apareció como una ventana iluminada. «Agonistas y Protagonistas», fue editado por ARCA, y ya desde su carátula nos invitaba a leerlo. Esta reproducía la fotografía cenital de un grabador de la época, donde se vislumbrava el cassette que contenía.

A comienzos de los 70′, algunos teníamos predilección por los artículos que Ramón Mérica firmaba desde el diario El País. Un hombre culto e independiente, que alentaba un periodismo distinto dentro del ámbito de la prensa escrita. Eran años donde la palabra era maniatada -cuando no digitada-, y la prensa tradicional operaba a través de un diabólico juego de diatribas, subterfugios y editoriales herrantes.

«Gaseosa de ácido eléctrico» (Ponche de ácido lisérgico), sentando las bases del Nuevo Periodismo. Eso era Mérica para muchos de nosotros. Un periodista que a través de sus artículos -así como de las entrevistas-, amplió el discurso narrativo de la información a los campos de la literatura. Mérica no sólo era un espejo refractante de sus interlocutores, también era un pensamiento vivo y perpicaz, que sabía conducir la conversación, acelerar en los momentos precisos, o dejarse estar en puntos suspensivos para que los silencios también hablaran.

La muerte de Mérica -su escasa repercusión-, atestigua la paupérrima condición en la que el periodismo cultural naufraga desde hace décadas. Escaso en salarios y con cada vez menos espacios en las paginas a ser impresas.

El periodismo cultural y escrito ha ido perdiendo su vigencia, su contenido de análisis y su papel en promover la crítica aguda y la confrontación de ideas. Ha dejado de tener injerencia crítica y de alentar la formación de la «opinión pública». En buenos términos, la prensa cultural y escrita, no ejerce ningún papel a escala de ser un «líder de opinión». En ese y otros aspectos, la muerte de Mérica no deja de ser paradójica, como tampoco deja de serlo la dedicatorias que Mérica que cita en su libro:

“a mi madre,
a los míos,
porque les pertenezco

A mi hermana Rina,
que murió por discreción”