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El escritor y periodista argentino Rodolfo Rabanal, a los 80 años, murió en Punta del Este

En la madrugada del 2 de noviembre, falleció el escritor y periodista argentino Rodolfo Rabanal, a los 80 años de edad. Fue corresponsal, jefe de redacción y columnista, principalmente en La Nación y,más tarde, en Página 12 de Buenos Aires. Fue Subsecretario de Cultura de la Nación durante la presidencia de Raúl Alfonsín, aunque nunca fue radical.

Rodolfo Rabanal, el prosista que fue poeta

En 1979 recibió la beca Fulbright y en 1988 la Guggenheim. Obtuvo, también, el Premio Municipal de Novela en 1995 por “El Apartado”, el premio del Club de los 13 en 1997 y en 1998 el premio del Pen Club Argentino como “Mejor novela del año” por “Cita en Marruecos”. Su obra ha sido traducida al francés, al inglés y al polaco.


En el año 2010 y en el marco de las celebraciones del Bicentenario fue distinguido como una de las 200 personalidades que aportaron a la cultura del país.

«Uno escribe no se sabe para qué», confesaba el escritor y periodista, que aún así conservó siempre ojos y oídos atentos para reflexionar sobre la realidad.

Estaba radicado en Punta del Este, con su mujer y colega Cristina de Hernández, dónde daba clases de literatura y trabajaba en ensayos literarios y columnas de opinión.
Durante la Pandemia se mantuvo en su casa, “La Academia” en La Barra. El miércoles 14 dio clase por zoom y al día siguiente le diagnosticaron cáncer de páncreas, con metástasis en riñones y pulmón lo que acabó con su vida en poco más de dos semanas.


Para los que compartimos redacciones, o clases, los que seguimos su trayectoria literaria, desde “El Apartado”, los que supimos de su dignidad, sus principios y sus ideales, que vio encarnado en las propuestas políticas es un faro más que perdemos en esta niebla de confusiones.
No enseñaba formas literarias sino a encontrar las verdades del espíritu humano. Le apasionaba descubrir lo esencial detrás de lo anecdótico y jamás se equivocaba en eso tanto en literatura como en política. Siempre supo distinguir lo importante de lo superfluo, lo permanente de lo intrascendente.

Nunca escapó a la responsabilidad de llamar las cosas por su nombre. Tal vez esa integridad lo llevó a morir justamente el día en que nombramos a los muertos. Sin esquives.
No lo olvidará la historia. No lo olvidaremos los que pudimos compartir parte de nuestro recorrido junto a él.

 

 

Fuente: Correo de Punta del Este