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¿Dónde está la maldad de esta pastera de Botnia?

EL AMBIENTE EN URUGUAY

POR CYNTHIA GARCIA, desde Fray Bentos

 

Sami Saarela -el gerente finlandés- habla en inglés, remarca que entiende muy poco el castellano, aunque rápido e irónico retrucará -en inglés- cada comentario periodístico que le haga «ruido» emitido en español.



La pastera que Botnia opera en esta ciudad, abrió sus puertas a la prensa argentina por primera vez. Fue una recorrida institucional, perfectamente organizada por la consultora «Porter Novelli» –encargada de manejar la compleja imágen de la pastera-.

Dada la controversial historia del proyecto la visita cargó de entrada con el inconveniente de la desconfianza. El grupo de periodistas convocados transitaron la planta durante más de cuatro horas, escucharon las explicaciones técnicas de las cinco principales autoridades y preguntaron lo que pudieron, aceptando las dificultades de no saber nada de procesos químicos, blanqueo de madera con cloro, quema de azufres, o tratamiento de efluentes.

Pero Botnia habló por primera vez y también se sintió: los olores forman parte de las distintas etapas de producción, están allí, inevitables: por momentos a coliflor, luego a vapor de tintorería, más tarde a huevo podrido, en algún momento a lavandina… ellos ya no los perciben, de alguna manera están acostumbrados. Por ejemplo, la planta tiene un salón comedor impecable, luminoso, lleno de trabajadores europeos y uruguayos que no tienen problemas de comer entre los aromas de la comida y los que lanza la planta al fabricar celulosa.

No entiendo el castellano pero sí a los periodistas.

Sami Saarela -el gerente finlandés- habla en inglés, remarca que entiende muy poco el castellano, aunque rápido e irónico retrucará -en inglés- cada comentario periodístico que le haga «ruido» emitido en español.

El responsable máximo de la planta se muestra seguro, en apariencia desentendido de los conflictos que este proyecto genera. Tiene mucha experiencia en arranques de pasteras y no parece afectado por el olor a podrido que todos sienten.

Saarela hace foco en los efluentes bien tratados y en la producción casi a tope de la planta. Ve al río uruguay como un curso de agua apto para esta industria, elogia su caudal, niega la contaminación y remarca -sobre todo- que Botnia es una empresa del primer mundo, cómo Finlandia queda en el primer mundo y que en ese universo se cumplen las leyes, las normativas impuestas por los estados y los standares de la Unión Europea.

«Vinimos para quedarnos»
Florencia Herrera es la jefa de comunicaciones de Botnia y la que se encargó de aclarar que de política no se habla. Más adelante se contradice y da la única respuesta en ese sentido: «nosotros respondemos al estado uruguayo», contesta Herrera cuando se le pregunta si la empresa permitiría a autoridades nacionales argentinas tomar muestras dentro de la planta.
-¿Qué proyección de tiempo tiene pensado Botnia para quedarse en Uruguay-? preguntó esta periodista. -Este proyecto es a largo plazo, vinimos para quedarnos por los menos cuarenta y cinco años- respondió la vocera.

«Este problema, ambiental no es»
Eugenio García es el jefe de producción de la pastera. Es uruguayo y padre de cinco hijos. Vive en Fray Bentos desde que trabaja para Botnia y bien podría ser la cara institucional de la compañía: su mirada celeste, su voz grave, sus convicciones sobre lo positivo de la pastera lo convertirían en un buen comunicador de lo que Botnia desea transmitir.

García asegura que no hay impacto negativo en el medio ambiente. Descree que este sea un problema ambiental y cuando muestra el lugar del río donde se vuelcan los efluentes comenta «filoso»: –tu ves ahí la mancha que hay-. Obviamente, no hay allí ninguna mancha.

A la hora de hablarles a los ambientalistas lo hace como padre: «yo tengo cinco hijos que viven en Fray Bentos y toman esta agua, ¿ustedes creen que les haría daño a mis propios hijos?.
Conciliador, ante el conflicto cerrado y sin vías de solución que aguarda del otro lado del río responde carismático: «el tiempo va a jugar a favor de todos».

Para su información: uno está del lado argentino y les cree a los ambientalistas, uno está del lado uruguayo y dan ganas de creerle a los gerentes de Botnia.

¿Dónde está la maldad de esta pastera?, me preguntaba mientras recorría con tensión las 500 hectáreas sobre el río Uruguay.

De todas formas hay mucho más que una falta de comunicación en este enjambre de conflictos que genera la presencia de la pastera. A los asambleístas de Gualeguaychú ya no les importa si Botnia contamina o no, no la quieren, no la van a aceptar nunca y les está generando una contaminación psicológica que perdurará en el tiempo.