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Chuy: Queremos señalar finalmente que no somos la CIUDAD MÁS VIOLENTA

Llegaron demasiado tarde. Por lo general aparecen en la segunda quincena de diciembre, con sus titulares conmovedores, contando los homicidios cometidos en el área fronteriza, los ajustes de cuentas y las toneladas de drogas destinadas al consumo de nuestra juventud. Son los mismos de siempre, “los enviados especiales” de los grandes medios del periodismo capitalino que dirigen sus dardos contra una población que se ha ganado en buena ley el titulo de FRONTERA DE LA PAZ, por su pacífica convivencia con un mosaico de nacionalidades que disfrutan de las mismas posibilidades en el marco del respeto mutuo, recibiendo con los brazos abiertos a quienes llegan en procura de trabajo y nuevas posibilidades de vida. Por eso nos duelen estos “informes especiales” que no visitan los organismos oficiales y privados que con la participación directa de la población están cimentando diariamente el desarrollo fronterizo.
No los vemos en el Hospital, en el Hogar de Ancianos, en Eco-Chuy, en el Rotary, en el Club de Leones, en CAMI, en el centro de pensionistas y jubilados, en Alternativa Chuy, en la Sociedad Filantrópica Cristóbal Colón, ni en las escuelas ni en los liceos, ni en los eventos, sociales, culturales y deportivos que se realizan permanentemente en esta frontera para ir paliando las dificultades.
Los tiempos han cambiado, el Chuy de los abuelos ha quedado en el mejor recuerdo de quienes tuvieron la suerte de vivirlo. La ubicación estratégica de esta frontera, a solamente 330 kilómetros de Montevideo, permitió que durante muchos años y gracias a los precios competitivos de los artículos brasileños una importante corriente de viajeros mantuviera una tradición compradora que aseguro de alguna manera el éxito comercial de aquellos años.
Reconocemos que el crecimiento demográfico ha creado algunas dificultades en el desarrollo urbano de ambas poblaciones, sin detener por ello el crecimiento desordenado y el reclamo de algunos barrios por algunas carencias en los servicios públicos. Es evidente que el monstruo del centralismo continua ejerciendo su influencia desde los centros del poder económico, sin tener en cuenta que sobre esta línea divisoria sobreviven varias comunidades que tienen como meta final el desarrollo social y familiar que no encuentran en otros lugares del país.
Los cambios experimentados en otras partes del mundo también se sienten en esta ciudad que tranca sus puertas, y recurre a sofisticados sistemas de seguridad como sucede en todas las fronteras. Queremos señalar finalmente que no somos la CIUDAD MÁS VIOLENTA, sino un punto de integración, dinámico y pujante que hace más de un siglo abre sus puertas a quienes están dispuestos a estudiar o trabajar en paz, procurando el bienestar que no encontraron en otros lugares.