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El quinto poder de Internet debilita los valores del periodismo

La convergencia digital está teniendo repercusiones de enorme magnitud sobre la profesión periodística. Entre ellas la modificación de los patrones de producción, distribución y consumo de la información y, para algunos, también, lo que podríamos denominar la creación de una nueva versión de periodismo, el periodismo cívico. Todo ello repercute, a su vez, directamente, sobre la crisis de credibilidad del periodismo tradicional.

Este artículo reflexiona acerca de si la convergencia digital fortalece o debilita los valores del periodismo y si puede considerarse que las nuevas tecnologías favorecen la creación o consolidación de un nuevo periodismo y de un quinto poder –una plataforma en posición de multiplicar la transparencia informativa al convertirse en vigilante de los vigilantes. Para la autora la actual crisis de valores del periodismo sólo se resolverá protegiendo el ejercicio de esta profesión, por su responsabilidad social, o bien asumiendo la pérdida de su función democrática –con las consecuencias que ello puede tener para nuestros sistemas sociopolíticos.

. “La prensa es, por excelencia, el instrumento democrático de la libertad”

 

Cuando a mediados de los noventa el uso de Internet empezó a extenderse en los países desarrollados en paralelo al proceso que ha venido en denominarse convergencia digital –la fusión de la informática, las telecomunicaciones, el audiovisual y los medios de comunicación–, algunos auspiciaron el fin de la profesión periodística. En un escenario en el que todos tenemos acceso por igual a toda la información disponible, el intermediario periodístico parecía dejar de tener sentido.

Ante la evidencia de que, no por disponer de toda la información a su alcance, la sociedad estaría mejor informada y sabría interpretarla, la posterior emergencia en Internet de nuevos géneros ciberperiodísticos aportaba el elemento que faltaba a la teoría del fin del periodismo: los periodistas ya no serían necesarios porque cualquiera podría acceder a los hechos y un ingente colectivo de individuos pertrechados tras nuevos ciberformatos [1] ayudaría a interpretarlos. Con la aparición de estas nuevas fórmulas, y muy destacadamente con el denominado civic journalism o periodismo cívico, el fin del periodismo tradicional y el surgimiento de un quinto poder se han convertido en reivindicaciones comunes en las páginas de
publicaciones digitales de todo tipo [2].

 

Si la lealtad es para cualquier otro que no sea el lector, oyente o telespectador, no se está ejerciendo periodismo sino que se están haciendo otras cosas (por ejemplo propaganda, publicidad, negocios).

 

En el extremo opuesto, numerosos profesionales de medios tradicionales han considerado y hecho públicas sus escépticas, cuando no reticentes, visiones del resultado de tal convergencia. En las interpretaciones más radicales, las nuevas tecnologías no aportarían nada nuevo a la profesión periodística, en la medida que lo esencial de ésta, sus elementos principales, no se ven alterados en forma alguna por la convergencia digital. La convergencia sería exclusivamente tecnológica, estructural, si se quiere, pero en modo alguno afectaría a los objetivos de la profesión periodística, a sus cimientos y a sus valores o, en su defecto, incluso los dañaría. El periodismo tradicional seguiría siendo imprescindible en las sociedades democráticas para garantizar la libertad de sus individuos.

 

se experimenta hoy en Internet una proliferación de actos comunicativos que confunden con la bandera de la independencia.

Lo que proponemos a continuación es analizar los argumentos que subyacen bajo estas dos visiones y confrontarlos entre sí. Para ello se empezará definiendo el marco de análisis: cuáles son los elementos o principios esenciales de la profesión periodística y qué implicaciones tienen para ellos las nuevas tecnologías y en especial la convergencia digital. Este contexto estaría incompleto sin el análisis de la situación actual, en crisis, del periodismo con respecto a esos principios esenciales. A continuación se evaluará la noción de periodismo cívico y su papel en el periodismo actual así como la potencial creación de un quinto poder en forma de nuevos medios fiscalizadores de los tradicionales.

 

Las nuevas actividades comunicativas e informativas surgidas en Internet, especialmente los Weblogs, confunden al reivindicar para sí una independencia presuntamente superior a la del periodismo tradicional.

 

La función del periodismo y los elementos o valores que definen a la profesión

De la importancia de los medios de comunicación en un Estado de derecho han teorizado muchos filósofos y sociólogos políticos desde Alexis de Tocqueville (1805-1859). “La prensa es, por excelencia, el instrumento democrático de la libertad”, afirmó el ahora reivindicado pensador francés (Tocqueville: 1989: 389). La libertad de prensa, argüía Tocqueville, constituye un recurso democrático de la mayor importancia para constituir una opinión pública independiente que actúe de salvaguarda de las libertades. Y para que haya opinión pública se requiere en primer lugar que haya libertad de opinión y, a su vez, para que las opiniones libremente formuladas circulen rápidamente y tengan una auténtica repercusión en una sociedad
igualitaria, el recurso más apropiado es lo que hasta ahora denominábamos la prensa (Ros: 250), actualmente en proceso claro de redefinición por causa de la convergencia digital.

 

la función democrática del periodismo sigue igual de amenazada o incluso más. Y ello es así porque la propiedad de los medios de comunicación permite hoy, con su convergencia y ubicuidad, controlar más que nunca la versión de los hechos que se extiende.

Desde Tocqueville, los medios de comunicación como sector de producción han pasado por distintas etapas en una evolución que ha recorrido un largo camino no siempre acorde con la noción del pensador francés (ver por ejemplo Curran, 2002: 13-86). Sin embargo, actualmente, es una axioma aceptado de forma bastante consensuada que el propósito principal del periodismo debería ser proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser libres y capaces de gobernarse a sí mismos. Así lo definían por ejemplo Bill Kovach y Tom Rosenstiel en la obra que plasmaba los resultados de un estudio realizado por el Project for Excellence in Journalism y el Comitee of Concerned Journalists (Kovach y Rosenstiel: 2003: 24).

En este estudio, realizado a partir de entrevistas con periodistas estadounidenses, se intentó averiguar cuales eran los elementos esenciales que debían caracterizar al periodismo en opinión de sus profesionales y los resultados mostraron nueve rasgos en los que todos los entrevistados coincidían inusitadamente.

Según los periodistas estadounidenses, la profesión debe regirse por nueve principios:

Buscar la verdad.
Mantener la lealtad ante todo a los ciudadanos.
Mantener una disciplina de verificación.
Mantener la independencia con respecto a aquellos de los que se informa.
Ejercer un control independiente del poder.
Constituirse en foro público de la crítica y el comentario.
Esforzarse por ofrecer información sugerente y relevante.
Esforzarse por ofrecer información exhaustiva y proporcionada.
Respetar la conciencia individual del profesional del periodismo.

En conjunto, convenientemente matizados, estos elementos pueden constituir un referente de valores básicos –como ideales perseguibles– del ejercicio del periodismo. Los propios autores se encargan de realizar la imprescindible matización, a la que sumamos aquí la propia para poder tomar los resultados de su investigación como un corpus del que poder partir para nuestra reflexión.

 

al margen de la decepción que pueda producir constatar la ausencia de pluralismo real –ausente a pesar de las bondades de la tecnología–, sin embargo, esta misma tecnología es una gran impulsora de las plataformas independientes que pueden devolver la credibilidad al periodismo

 

Sin duda, la principal puntualización debe realizarse a la formulación del primer principio. Kovach y Rosenstiel ya dejan claro que “Buscar la Verdad” no significa caer en la trampa de la objetividad. El periodista, sujeto en sí mismo, no puede ser objetivo, pero, según estos autores, sí puede serlo su método.

Perseguir la mejor versión posible de la verdad empleando un método de trabajo objetivo tampoco significa dejar que hablen los hechos. Los hechos por sí solos pueden no transmitir la verdad, de forma que la interpretación de los mismos es necesaria, siempre y cuando sea desinteresada. Esta función de búsqueda de la verdad de forma desinteresada (objetivamente, con un método) es lo que diferencia al periodismo de otras formas de comunicación según Kovach y Rosenstiel. Y nos parece éste un precepto con el que se puede estar muy de acuerdo. Sin embargo, la formulación del principio como búsqueda de la “mejor versión posible de la verdad” no deja de reconocer implícitamente la existencia de Una única Verdad perseguible, algo que implica una objetivación subyacente del hecho. Es decir, la creencia en que los hechos son objetivables o, para ser más exactos, que hay algo o alguien que aporta el parámetro definitivo para su objetivización. Parece mucho más sensato, no obstante, formular el principio como de búsqueda de la mejor información posible, tal y como defiende el profesor Francesc Burguet en su magnífica obra sobre las
trampas del periodismo, donde se argumenta profusamente que la mejor información no es la que pretende ceñirse a los hechos, sino aquella que los contextualiza, explica e interpreta (Burguet, 2004). Kovach y Rosenstiel vienen a decir lo mismo pero no consiguen desprenderse de la retórica de la verdad de la potente escuela positivista norteamericana.

 

Guillem Gironés: “Los medios de información no se distinguen por lo que dicen –todos lo mismo–sino por lo que callan”

 

El resto de principios vendrían a definir ese método que, objetivo o no, aportaría unas mínimas garantías de la honestidad del trabajo periodístico. En primer lugar se propone la lealtad, pues a quién debe lealtad el periodista también le define como tal.

Si la lealtad es para cualquier otro que no sea el lector, oyente o telespectador, no se está ejerciendo periodismo sino que se están haciendo otras cosas (por ejemplo propaganda, publicidad, negocios). Kovach y Rosenstiel llegan a afirmar que no traicionar esa lealtad con el ciudadano es la fuente de la credibilidad del periodismo y su mejor activo. En segundo lugar se exige la verificación, pues verificar una información antes de hacerla pública es lo que diferencia al periodismo del entretenimiento, la propaganda, la ficción o el arte.

La verificación, a su vez, requiere de un método, para que los aspectos personales o culturales no interfieran en la veracidad de las noticias. Subsiguientemente, debe mantenerse una independencia con respecto a aquellos de quienes se informa y ejercerse una vigilancia o función de control hacia los agentes que ostentan el poder en la sociedad.

 

las nuevas tecnologías se caracterizan por muchas cosas pero, sin duda, uno de sus rasgos más visibles es la aceleración que imprimen a todos los procesos.

 

El periodismo debe constituirse así mismo en foro público, esto es, en foro plural, proporcionando un espacio de crítica y comentario de todas las tendencias ideológicas. La función de los medios como espacios de foro público fortalece a la democracia al posibilitar la expresión de la pluralidad. Por otro lado, el principio de que el periodismo debe ofrecer informaciones sugerentes y relevantes es especialmente significativo. Con ello se hace referencia a la necesidad del periodismo de ocuparse de los temas importantes y de explicar por qué lo son. Pero además, el periodismo debe abordar los temas de forma exhaustiva y proporcionada, lo cual distingue a la información importante de la intrascendente –para evitar la confusión que genera, por ejemplo, una cobertura desproporcionada de hechos que afectan estrictamente a la vida privada de las personas. Por último, el noveno principio expresado por los periodistas estadounidenses vendría a ser la plasmación de una evidencia.

 

Los propios medios de comunicación tienen problemas para aplicar su modelo tradicional de negocio a Internet, para algunos incompatible con la red

La responsabilidad de los periodistas con su propia conciencia, y su obligación de no traicionarla ni permitir que sus empleadores no la respeten, sería un requisito previo para cualquiera que pretenda seguir los principios anteriores. Ahora bien, se traduce de todo lo anterior que no sería un requisito suficiente, porque la honestidad no se basta sin un método. Del mismo modo que el método no es suficiente si no existe un comportamiento honesto. Todo lo cual está verbalizado de forma teórica e impecable por Burguet, en su prolija defensa de que no puede haber ética sin competencia –ni competencia sin ética–en la práctica periodística honesta, pues tan peligroso es un manipulador competente como un honesto incompetente:
“[…], l’objectivitat i la veracitat informatives remeten sense solució a la voluntat i la intenció de la periodista, que només podrà ser ètica des de la competencia professional i la responsabilitat personal” (Burguet, 2004: 81).


Atendiendo a estos nueve principios, definidos en la dirección apuntada, es posible trazar un análisis de la salud del periodismo actual –algo que realizan Kovach y Rosenstiel, concluyendo que los valores del periodismo actual están en crisis–. Pero también es posible realizar un análisis comparado de los mismos para dilucidar cuál es su interrelación con la convergencia digital; para detectar, en suma, qué implicaciones tienen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en ellos. La cuestión que se plantea es, pues, si las nuevas tecnologías de la información y la comunicación provocan y/o aceleran esta crisis de valores de la profesión periodística o si, por el contrario, constituyen un aliado valioso para luchar contra ella. La cuestión que, en definitiva, se pretende aclarar es si la convergencia digital motiva el debilitamiento de los elementos esenciales del periodismo o si, por el contrario, los fortalece.

 

ante la falsa ilusión de innecesariedad del periodista, podemos afirmar lo contrario: en el marco de la convergencia digital el periodista es más necesario que nunca. Lo es para ampliar el contexto y la interpretación de las noticias en una sociedad sobrecargada de información y de versiones de la verdad

Atendiendo a lo anterior, también, es posible observar que tanto los más tecnófilos como los más tecnófobos, cuyas posturas esbozábamos vagamente al inicio de este artículo, comparten una misma visión, a saber: que para considerar a algo periodismo deben satisfacerse buena parte de –cuanto no todos–los criterios anteriores. Podríamos decir que unos y otros defienden los mismos valores, o la existencia de unos valores comunes cuanto menos –de ahí el consenso demostrado en el estudio citado–, pero les diferencia el peso que las TIC tiene en ellos. Mientras que para los primeros el periodismo está en
crisis y sólo puede ser salvado por las tecnologías o, en su defecto, el periodismo que permiten las TIC es el único que recupera el sentido de la profesión; para los segundos, las TIC, y sus nuevas fórmulas, no pueden salvar al periodismo, e incluso pueden acabar de socavar sus principios fundamentales [3].

El verdadero papel de las TIC y de la convergencia digital en el ejercicio del periodismo se erige pues como factor clave para dilucidar lo que le está sucediendo a la profesión.

 

 

Si las rutinas diarias no se dejan someter a la dictadura de la velocidad, evitando convertir a la tecnología en un fin, la verificación puede tener en la tecnología a una gran aliada.

2. Los valores del periodismo frente a la convergencia digital
Del estudio realizado para un seminario impartido a periodistas colombianos en 2005 con respecto a los citados principios básicos del ejercicio del periodismo, se desprendieron distintas implicaciones negativas y positivas de la convergencia digital con los valores del periodismo, que se presentan sintetizadas a continuación [4].

En primer lugar, con las TIC, y con Internet en particular, las versiones de los hechos (la verdad de Kovach y Rosenstiel) en circulación se multiplican exponencialmente, generándose versiones infinitas de lo que llamamos realidad. Y “dada la falta de fiabilidad de las nuevas fuentes de información” (Echeverria: 1999: 319), la convergencia digital conduce a un aumento todavía mayor de la confusión. Pero si bien es cierto que tenemos infinitas versiones de la información a nuestro alcance también es cierto que, entre ellas, casi siempre se encuentra también a nuestro alcance la mejor versión posible. O, cuanto menos, la mayor información disponible permite aumentar las posibilidades de conseguir la mejor versión posible de un hecho, entendiendo por mejor aquella que atienda de forma más rigurosa al contexto implícito y explícito del mismo (Burguet, 2004: 223-240).

En segundo lugar, las TIC generan una revitalización de la trampa de la objetividad. La posibilidad de que todos tengamos acceso a los hechos fomenta un periodismo de los hechos, fundamentado en el “escepticismo epistemológico” (Kovach y Rosenstiel, 2003: 56): dado que la verdad no existe, remitámonos sólo a los hechos. Pero los hechos pueden resultar insuficientes incluso para trasladar algo lejanamente próximo a una información honesta. Es preciso informar de la “intención” que esconden los hechos (Burguet, 2004: 148). Para Burguet, la objetividad además de imposible es “insuficiente”, porque los datos reclaman ser interpretados para que el receptor de la información pueda saltar de su significado inmediato, a menudo insustancial, a su sentido profundo, contextual (Ibid: 129).

Pero si las TIC revitalizan la trampa de la objetividad también pueden suponer un beneficio en la metodización del periodismo. La informatización de la profesión facilita la instauración de métodos objetivos de obtención de la información (para garantizar la búsqueda desinteresada de la mejor versión) –piénsese en cualquier tipo de técnica informatizada que se pueda aplicar a las fases de recopilación y manipulación de la información–. La tecnología dota de mayores recursos para construir ese método o disciplina de trabajo que suministra al periodista honesto la competencia necesaria.

Por otro lado, y paradójicamente, la tecnología puede llegar a debilitar el proceso de verificación periodístico. A medida que los periodistas pasan más y más tiempo tratando de sintetizar la cada vez mayor afluencia de datos que facilitan las fuentes cada vez más numerosas (todo ciudadano con capacidad de volcar información en las redes es una fuente potencial), existe el riesgo de que lleguen a desempeñar un papel más pasivo, de que lleguen a ser meros receptores de la información que fabrican otros. Existe el peligro que el viejo periodismo de verificación sea sustituido por un periodismo de pura “aserción” (Kovach y Rosenstiel, 2003: 109).

Pero si bien la tecnología debilita el proceso de verificación, también es cierto, al mismo tiempo, que la tecnología aporta mayores posibilidades de verificación. Si las rutinas diarias no se dejan someter a la dictadura de la velocidad, evitando convertir a la tecnología en un fin, la verificación puede tener en la tecnología a una gran aliada. Las mayores posibilidades de verificación vienen dadas por la ubicuidad y la mayor accesibilidad de la información –piénsese aquí en registros públicos, en documentación oficial, en la interacción con investigadores de otros países o en cualquier posibilidad de corroboración inexistente antes de la llegada de las TIC y, muy especialmente, de Internet.

En cuarto lugar se experimenta hoy en Internet una proliferación de actos comunicativos que confunden con la bandera de la independencia. Las nuevas actividades comunicativas e informativas surgidas en Internet, especialmente los Weblogs, confunden al reivindicar para sí una independencia presuntamente superior a la del periodismo tradicional. Muchas ocultan, sin embargo, un apoyo, e incluso una financiación, de ideología nada neutra, mientras la mayoría confunden la ausencia de fuentes de financiación con la ecuanimidad, la objetividad o la equidad. Pero no basta con no recibir dinero de nadie para ser independiente. La independencia en periodismo está formada por otros elementos, además de por un modelo de financiación cuya lógica no predomine por encima de los objetivos del periodismo. Están también la transparencia (no ocultar la fidelidad a determinados principios), el distanciamiento personal (a fin de mantener la claridad de ideas y hacer valoraciones independientes) y el compromiso personal (la conciencia de responsabilidad social). La blogosfera no garantiza automáticamente ninguno de ellos.

Sin embargo, la tecnología aporta, paralelamente, mayores posibilidades de distanciamiento del periodista. Distanciamiento proporcionado por la mayor disposición de fuentes, canales de verificación, contactos e interacción con otros profesionales. Distanciamiento que puede, no obstante, correr el peligro de derivar en aislamiento si como descubre David Randall el mayor número de canales de información digitales impiden que el periodista salga a la calle lo suficiente (Randall, 2005).

En quinto lugar, el modelo económico de organización dominante que se ha impuesto a lo largo del siglo XX en la industria de la comunicación tiende a lo que los estadounidenses denominan el corporate media (McChesney, 2005 y Artz y Kamalipour, 2003), la integración de los medios de comunicación en corporaciones de enormes dimensiones cuyas actividades principales se realizan crecientemente en sectores distintos al de la comunicación. En España, los conglomerados de comunicación todavía no han diversificado tanto sus actividades como para constituirse en corporate media pero se rigen principalmente por los mismos objetivos de rentabilidad empresarial (Reig: 1998: 35-149). –objetivos muchas veces incompatibles con los criterios periodísticos que deben primar en las empresas de comunicación. La llegada de las TIC no sólo no acaba con este modelo (como afirma Robert McChesney, “merely having the ability to launch a website does not magically transform the media system”, 2005: 17) sino que constituye en realidad parte del mismo (“la nueva sociedad que surge de ese proceso [la revolución tecnológica] es tanto capitalista como informacional” afirma Manuel Castells quien reconoce que, si bien no puede reducirse a la simple expresión de los intereses capitalistas, esta revolución tecnológica es “remodelada en su desarrollo y manifestaciones por la lógica y los intereses capitalistas”, Castells: 1998: 39).

De modo que las TIC, base y sustrato de la actual economía informacional, si algo hacen a priori es fortalecer el modelo económico dominante de organización de la industria de los medios de comunicación más que debilitarlo [5] y por ello la función democrática del periodismo sigue igual de amenazada o incluso más. Y ello es así porque la propiedad de los medios de comunicación permite hoy, con su convergencia y ubicuidad, controlar más que nunca la versión de los hechos que se extiende.

Así que el modelo de organización económica no cambia por la revolución digital pero, no obstante lo anterior, la tecnología nos dota de más herramientas para la fiscalización. Efectivamente, la función de fiscalización de los poderes públicos y privados es mucho más viable hoy gracias a las tecnologías de la información y la comunicación. La contabilidad pública de las empresas, la normativa vigente, las declaraciones oficiales –sea cual sea su sede de emisión geográfica– están a unos pocos clics de distancia. Y no es menos cierto que las TIC afectan de lleno al modelo de negocio de las industrias basadas en la explotación de los derechos de autor o copyrights, vinculadas en algunos casos a grupos de comunicación. Los propios medios de comunicación tienen problemas para aplicar su modelo tradicional de negocio a Internet, para algunos incompatible con la red [6] –aunque esto último no significa que el modelo de organización económica de la industria de los medios, basado en criterios estrictamente comerciales y amparado por grandes estructuras empresariales, se vea por el momento alterado.

En sexto lugar, la tecnología también crea la falsa ilusión de la innecesariedad del periodista. Innecesariedad en un doble sentido: por la supuesta prescindibilidad de los intermediarios en una era en la que todos, aparentemente, tenemos el mismo acceso a la información, por un lado; y, también, por la aparente posibilidad de que cualquiera, al disponer de la información y de acceso al canal, pueda actuar de intermediario. Pero, retomando lo dicho antes, los hechos per se no bastan y es inverosímil esperar que los ciudadanos lleven a cabo la ardua tarea de identificar todos los contextos posibles, explícitos e implícitos, para poder interpretar los hechos de los que tengan conocimiento. Y si, además, la tarea de los periodistas viene a ser sustituida por foros sin consideración por los hechos y por debates basados en los prejuicios, las creencias personales y las suposiciones estaremos sustituyendo espacios informativos por otra cosa, llámese tendenciosidad, libertad de expresión o simple “provocación” (Kovach y Rosenstiel, 2003: 187).

Bien al contrario, ante la falsa ilusión de innecesariedad del periodista, podemos afirmar lo contrario: en el marco de la convergencia digital el periodista es más necesario que nunca. Lo es para ampliar el contexto y la interpretación de las noticias en una sociedad sobrecargada de información y de versiones de la verdad pero con “una capacidad interpretativa” disminuida porque la mayoría de sus individuos se mantiene en “su ‘cueva cibernética’, sin conocimiento de la realidad profunda de lo que tiene ante sí y de los mensajes que recibe”; es decir, desconociendo en gran medida “las claves de las intencionalidades informativas y de las políticas de comunicación, así como el entramado de la economía política de la información y la comunicación” (Reig, 2001: 227 y 211).

Adicionalmente, las nuevas tecnologías se caracterizan por muchas cosas pero, sin duda, uno de sus rasgos más visibles es la aceleración que imprimen a todos los procesos. La velocidad es tal que posibilita la inmediatez y el tiempo real, y ambas cualidades, en periodismo, son sinónimas de rentabilidad pero también disparan la competitividad [7]. No es exagerado afirmar que en muchos casos la velocidad se acaba convirtiendo en un fin en si misma. Así, lo urgente puede acabar restando fuerza a lo importante y la prisa por informar o comentar, sustituyendo a la verificación. No son pocos los que piensan que, con frecuencia, la revolución de las comunicaciones afecta más a la mera transmisión que a su recopilación.

Las TIC pueden servir, en definitiva, para espolear la tendencia de desear ser los primeros en informar de algo, aunque sea al precio de restarle rigor y verificación. Por contra, frente a los peligros de la velocidad, se hace evidente que el cambio tecnológico en realidad puede ser un gran aliado del periodismo de investigación. Las TIC dotan de poderosas armas a la investigación periodística en general y al
periodismo de investigación en particular. Mediante la multiplicación de las fuentes, de su acceso a distancia y ubicuo, de la informatización de la explotación y gestión de los datos y de la posibilidad de compartir éstos en tiempo real con investigadores de todo el planeta, la tecnología se constituye en la mejor aliada del periodista de investigación. Ello es tan cierto que algunas de las principales plataformas independientes de las que hablaremos después basan sus objetivos en la optimización del uso de las TIC por parte de los periodistas.

Por último, con las nuevas tecnologías se experimenta una falsa ilusión de amplitud del foro. La amplitud del foro –supuesto garante del pluralismo que debe reflejar el periodismo para ejercer su función democrática–no aumenta automáticamente el abanico informativo. Las TIC podrían de este modo estar ayudando a alimentar lo que el profesor Reig denomina la dinámica del “pluralismo aparente” (Reig, 2001: 220) o del “pluralismo aplural” (Reig, 1995), dinámicas que se explican con la frase de Guillem Gironés: “Los medios de información no se distinguen por lo que dicen –todos lo mismo–sino por lo que callan” (en Reig, 2001: 229). Y desgraciadamente ese lo mismo no siempre es relevante ni se explica proporcionadamente. A pesar de que es evidente que la amplitud del foro no garantiza la relevancia del contenido informativo ni su proporcionalidad, a menudo parece olvidarse que la tecnología no basta para garantizar el pluralismo.

Por otro lado, no deja de ser también obvio que al margen de la decepción que pueda producir constatar la ausencia de pluralismo real –ausente a pesar de las bondades de la tecnología–, sin embargo, esta misma tecnología es una gran impulsora de las plataformas independientes que pueden devolver la credibilidad al periodismo o, cuanto menos, actuar como vigilantes del mismo. Y lo hace al dotarlas de más recursos y poner en contacto de forma más estrecha a sus miembros, cuyo ámbito de interrelación e interactuación es hoy planetario. Es en este aspecto donde las tecnologías e Internet a la cabeza están provocando que algunos hablen del surgimiento de un quinto poder; un quinto poder que vendría a vigilar al cuarto, que vendría a fiscalizar el ejercicio de una profesión clave para la democracia y que hoy se encuentra subsumida en una importante crisis. Pero antes de abordar en qué consiste este quinto poder y su capacidad para contrarrestar la crisis del periodismo debemos describir cuál es esta crisis y sus causas.

 

 

Fuente: Dra. Núria Almiron Roig © [C.V.]
Profesora ayudante
Departamento de Periodismo
Facultad de Ciencias de la Comunicación
Universidad Autónoma de Barcelona