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Este Sur

El tesoro que nos rescató Aurelio: Historia ardiente en 60 mil fotos

LA OPINIÓN EN EL URUGUAY. Desde Montevideo Rodolfo Porley. Sigue el proceso de recuperación a la vez que se multiplica el estremecimiento por el hallazgo en los primeros días de este mes de decenas de miles de fotografías tomadas por Aurelio González y su equipo de fotografía durante los 17 años del diario EL POPULAR de Montevideo hasta su clausura por la dictadura en noviembre de 1973.

El fabuloso archivo, al que casi todos creíamos perdido, menos Aurelio, quien lo había ocultado hace 33 años en un sector ciego del edificio Lapido, ubicado en Av. 18 de Julio y W. Ferreira Aldunate de la capital de Uruguay, fue localizado por él mismo en otra parte aun más recóndita, en los fondos de un ducto de caños de desagües.

No había cesado de rastrear en los veinte años postdictadura este militante de la fotografía, cuya tenacidad e intrepidez profesionales integran las mejores historias uruguayas. Se sabe que a la brevedad revelará públicamente los detalles del feliz azar que lo encaminó al hallazgo, pasos que comparte con el Centro Municipal de Fotografía, con el que ha venido colaborando intensamente. Otras reparticiones de la Intendencia Municipal de Montevideo se unieron aceleradamente para resolver los procedimientos que viabilicen los trabajos de rescate en una parte que, si bien es de propiedad común en el edificio, tiene acceso por el sector de un solo propietario.

Ya hace años que el señero edificio de apartamentos y oficinas integra el Patrimonio de la ciudad. Diseñado para albergar La Tribuna Popular, en su parte inferior y dos primeros pisos, fue luego sede del diario Epoca y finalmente del diario comunista EL POPULAR. Tambien el tesoro fotográfico fue declarado patrimonio histórico por la unanimidad de la Junta Departamental, en forma casi inmediata a la localización, en su sesión del jueves 16.

Culminarían en dos o tres días los procesos para recuperar íntegramente el material, momento en que podría llegar a contabilizarse 60 mil o más negativos. Si calculamos, para cada una de las más de 6 mil ediciones cotidianas durante los 17 años de EL POPULAR (feb. 1957-nov. 1973), un promedio de 30 fotos nacionales publicadas en cada ejemplar, más un respaldo del orden de no menor a cien tomas totales (que en ocasiones podrían ser centenares para grandes sucesos), tenemos la estimación de aquella estimación del total d e negativos resguardados.

Intensos 17 años

Lo más probable es que nuestra memoria colectiva y futuros trabajos de investigación serán enriquecidos por este bendito patrimonio documental gráfico que respaldó la cobertura periodística nacional en todas las áreas. Quizá podremos recuperar tomas relativas a las vueltas ciclistas del Uruguay y demás ramas deportivas, incluidos varios campeonatos mundiales que tuvieron por sede nuestro país. En general, todo lo relacionado con la información de la vida cultural, política, social y económica del período, vale decir de la intensa ultima década de vida democrática más el no menos vertiginoso lustro de autoritarismo y estado policíaco pachequista-bodaberrista, que precedieron a la dictadura uruguaya.

Con el rasgo del diario que privilegiaba todo lo popular, desde las vivencias y reclamos en los barrios y márgenes urbanos a toda el área de trabajadores y estudiantes, en sus diversos formatos y realidades a lo largo del país. Partiendo de las movilizaciones masivas del mismo 1957 que conquistaron la Ley Orgánica de la Universidad de la República.

Estremecimiento

Se comprende que este hallazgo es particularmente estremecedor para algunos periodistas, fotógrafos, gráficos y otros trabajadores que sobrevivimos esfuerzos de comunicación emprendidos desde hace casi medio siglo, en mi caso 43 años. Ademas del héroe de esta película y su equipo (Bonomi, Cuña, Mesa y otros fotógrafos), están los colegas, entre los que puedo recordar ahora, Luciano Weinberger, Nicko Schvarz, Lenin de los Santos, Maxim Jablko, Isidoro Epstein, Oribe Irigoyen, Elsa Méndez, Julio Parissi, Néstor, Saúl Ibargoyen, del cuerpo central de la redacción, así como Mario Ricobaldi, Carlos Scorovich, Rivas y varios compañeros gráficos, Marino, Nurimar, Niurka de Administración y otras reparticiones. Se nos fueron Eduardo Viera y José Jorge Martinez, director y subdirector, Ismael Weinberger, Ruben Acassuso, Carlos Reyes, Juan Carlos Urruzola, Juan José Silva, Nelson, Luis Varela, Horacio Buscaglia, Inés Russomando, Ricardo Saxlund, Ariel Badano, Luis Rodríguez y desgraciadamente otros, además del que nos llevaron, Juan Manuel Brieva, el gallego gráfico que ayudaba en la pequeña impresora clandestina que imprimía la Carta del Partido Comunista bajo la dictadura, y que fue torturado, como centenares de nosotros en los galpones del Servicio de Materiales y Armamento, a los fondos del Batallón 13, cuyos restos estarían a ser localizados en el cementerio clandestino de ese mismo sitio castrense, según reconoció el Ejército.

Mirar la historia caliente

A vuelo de pájaro de los grandes registros fotográficos, con los que probablemente contemos digitalizados en el patrimonio de Montevideo, vienen a mi memoria las manifestaciones contra el primer tratado con el FMI; frente a la reforma cambiaria y monetaria; por el presupuesto y su efectivo pago a la enseñanza, además de su defensa, primero frente a los movimientos nazifascistas ( el MEDL, la JUP ,MNR y otros) y luego frente a los desbordes autoritarios desde 1968, asalto a liceos y agresiones directas (como las del comisario Lucas en el Liceo 9 o el asesinato del estudiante Rodríguez Muela en el Instituto de la Construcción de UTU por parte de miembros de la policía política/escuadrón de la muerte, caso en que publicamos un testimonio con reconstrucción fotográfica detallada).

Habían quedado guardadas las imágenes de ciento de movilizaciones contra la ruptura de relaciones con Cuba y en solidaridad con su revolución, el recibimiento del Che y el asesinato del Prof. Arbelio Ramírez; la Marcha a Punta del Este; la represión al acompañamiento al embajador cubano expulsado; las demostraciones antiimperialistas en defensa de Santo Domingo, en solidaridad con Vietnam, en repudio a las visitas de Rockefeler, del canciller yanqui Dean Rusk (la foto del escupitajo que recorrió el mundo), o contra el golpe en Brasil en 1964.

Miles de fotos, sin dudar, rescatan para la historia multitud de manifestaciones obrero-estudiantiles por libertades, salarios, recursos y cambios de fondo; las muertes de Líber Arce y los 300.000 que acompañaron sus restos, las de Hugo de los Santos, de Susana Pintos, y tantos otros mártires estudiantiles y obreros.

Se podrán repasar registros de los sucesivos hitos de la unidad gremial con la CTU, CNT, Congreso del Pueblo, paros cívico-nacionales, el nacimiento del Frente Izquierda de Liberación, de la Unidad Popular y del Frente Amplio, sus primeras campañas nacionales, el atentado contra Seregni en Rocha.

Lustro vertiginoso

Se imaginarán el impacto que resulta el rescate de tal documentación fotográfica en los periodistas que cubrimos directamente algunos de aquellos hechos. En mi caso, desde fines de 1966, en los últimos siete años de EL POPULAR, como cronista de noticias por entonces llamadas «policiales». Muy poco después, desde 1968, como jefe de la primer pagina uruguaya jurídico-policial, ya que la propia policía comenzó a ser frecuente agente de delito.

Nuestro esfuerzo, varios con registros fotográficos exclusivos, se desplegaba en torno a los crímenes y actos ilegales cometidos directamente por la propia policía, o por parapoliciales, escuadrones de la muerte, atentados con explosivos y ametrallamientos, secuestros, ejecuciones, torturas, privaciones indebidas de libertad, espionaje telefónico, además de probados delitos de corrupción policial, desacatos policiales y menoscabo al Poder Judicial, sino la injerencia directa norteamericana en la Jefatura de Montevideo.

En esos cinco últimos años fuimos no solo tomadores de fuente judicial o particular, también constituimos un servicio publico relevante para la propia Justicia . Como por ejemplo lo recogió un fiscal -Dr. Pascual- , en la información de las carencias en la investigación del Dpto. 5 de Información e Inteligencia a cargo del subcomisario Hugo Campos Hermida, en el caso de secuestro, tortura y asesinato del estudiante tupamaro Ramos Filippini en las rocas frente a Kibón, en Pocitos; o en la comisión judicial especial investigadora de la corrupción mafiosa del Dr Púrpura, por entonces Juez de Instrucción Criminal, en connivencia con el Presidente Pacheco y su entorno, algunos jerarcas policiales y aduaneros.

En igual sentido de aportes a la Justicia, una documentada campaña de nuestro subdirector J.J. Martinez contra la rosca financiera y el caso del Banco Mercantil de los Peirano, incluyendo pruebas fotográficas. Y por ultimo, bajo aquel lamentable Estado de Guerra Interno, cuyo Bando No 1 el 17 de abril de 1972 fue para prohibir informar, causa por la cual las fotografías del asesinato de ocho obreros comunistas en el Seccional 20a. nunca pudieron ser publicadas, pero si las entregamos con reservas al Juez de Instrucción competente y el conjunto original permaneció guardado estos 34 años.

Y por si fuera poco, quedaron registros de grandes sucesos político-policiales en torno a las actividades del MLN o a la represión de ellas. El primer golpe tupamaro en el Casino San Rafael (que en aquel momento titulé «Golpe de los 7 hombres de oro», con una serie de fotos exclusivas), el del comando Liberarce a la Financiera Monty, al oro de Mailos, los secuestros de Jackson, Días Gomide, Dan Mitrione, Pereira Reverbell y otros, el copamiento de Soca y de Pando, etc.

Salto del tigre

El registro «tope», la gran huelga general antidictatorial, ya lo teníamos en sus rasgos esenciales gracias a la intrepidez de Aurelio, «El Gallego» . Un montón de esos negativos que nunca pudieron publicarse en EL POPULAR fueron ocultos en un lugar especial del Palacio Lapido, 18 de Julio esq. Río Branco, donde funcionaba la redacción, administración y talleres de composición e impresión del diario.

Aurelio se escabulló hacia los pisos superiores (como tenía bien meditado y organizado) y a la vez salvó a mi madre, Lidia Corbo ( que había ido a visitarme al diario que ocupábamos desde hacía 12 días), justo antes del ataque y asalto militar al diario con gases, fusiles y tanquetas, el 9 de julio de 1973, como venganza por la demostración gigantesca y pacífica que se había desplegado ese día «A las cinco de la tarde», allí mismo frente al diario.

Nuestro «Gallego» nunca fue atrapado como tampoco su fantástico tesoro, entonces pequeño , que logró sacar cuando tuvo que asilarse e irse a México. Sería recién una década después, que pudimos hacer una publicación internacional de parte de esas fotos en un suplemento especial del periódico sueco-uruguayo MAYORIA, de circulación mundial, editado en el décimo aniversario de la Huelga General. Allí lo bautizamos «El Legendario». Pero últimamente Aurelio se ganó el apodo de «El Tigre» desde que nuestro colega y amigo brasileño, Marco Vargas Villalobos empezó a conocer directamente sus relatos cuando juntaba materiales para su tesis doctoral de historia sobre la dictadura uruguaya.

Abundancia y vericuetos

Hace 20 años que Aurelio, y en ocasiones yo mismo, ha venido rastreando en torno al Palacio Lapido posibles pistas y memorias que detectaran algún rastro del destino de la totalidad del archivo. Ese edificio no sólo tiene columnas interiores de más de un metro de diámetro y paredes de grosores insólitos, sino también varios espacios y sectores ciegos o muy ocultos, especie de «rellenos» o caprichos arquitectónicos de aquel país de las vacas gordas. Fue en esos vericuetos, siempre explorados en reserva, que Aurelio decidió ir escondiendo todo el archivo. Pero hay capítulos inesperados a revelar, y aun indagar, ya que esa buena «tumba» que permaneció clandestina 33 años, está significativamente alejada del lugar original que recordaba Aurelio y al que no había podido tampoco acceder a raíz de las reformas que se han hecho en varios sectores desde la ocupación de las instalaciones por la dictadura en noviembre de 1973.

Tenemos la esperanza de que la difusión publica a encararse en los próximos días quizá permita completar esta dramática historia de final feliz, al saber quien o quienes completaron secretamente los esfuerzos de Aurelio depositando todo el material en un lugar todavía más oculto, a salvo incluso de todas las reformas y trabajos operados durante la dictadura y después.