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OSMAR SANTOS: “Un pueblo sin museos es un pueblo sin memoria, y un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia”

HECHALAMERICA/ Desde Rivera/ ENTREVISTA /Eduardo Mérica para DIARIO URUGUAY.

El rostro del profesor Osmar Santos, cada tanto, se pierde detrás de la sociedad riverense. Desaparece. Y al rato vuelve a surgir como por arte de su magia de pintar y fotografiar una Rivera que se debe y le debe la gran respuesta al maestro a su insistente pregunta: ¿Qué es cultura para Rivera?. Pero al fin y al cabo hay que tomarlo siempre como de quien viene, de alguien que se propuso ser distinto y lo logró.

Aceptando el gran desafío de una entrevista extensa que le dará el apoyo vital que estaba necesitando en una definición que, como en el fútbol, promete ser por penales.

Más que sus decisiones; discutibles o no; lo que eriza la piel de quienes lo tratan es precisamente cuando revela lo que escribió en la Introducción de su último libro: “Doy a conocer los momentos más importantes de los largos cincuenta años que llevo luchando junto a otras personas para que Rivera pueda tener algún día un museo de artes plásticas instalado en un local amplio y adecuado. Siendo muy joven lo imaginé y planifiqué… Hoy, a cincuenta años de la presentación de aquel proyecto continúo con el optimismo de siempre al frente, como director fundador; de este museo que es poseedor de un muy importante acervo, tanto en cantidad como en calidad, pero no dispone de local propio…”

LOS BUHOS DE OSMAR SANTOS. En manos de Antonella Mérica (Uruguay Infantil) está el último búho adquirido por el profe Osmar Santos, en la feria del barrio de la Cuaró de Rivera, que vino a engrosar la increíble y fantástica colección que posee el artista en su domicilio, en un número realmente considerado récord…

“Nací en otro barrio pero, me críe desde los tres años en esta casa de calle Dr. Anollés. Por eso… mi infancia son recuerdos de un patio de Rivera.”

“Acá hacía – justamente- lo que le estoy enseñando a mi hijo pequeño Ernesto, que talla en piedra de arenisca “autitos”, como lo hacía yo desde muy chico, desde los seis años… Lo que pasa que mi padre con su empleo no podía estar comprándome autitos a cada rato, entonces, yo los hacía de piedras, en fin…”

“Eso me desenvolvió una facilidad manual bastante grande que después la heredaron mis otros hijos como también mi pequeño Ernesto…”

“En esto se nace porque eso es una confirmación, tal vez, genética pero, se hace luego porque hay que trabajarlo por más que se tenga facilidad, si no se trabaja y se dedica una vida entera, es lo mismo que la nada…”

“Hay un cuaderno que felizmente me lo guardó mi madre, un cuaderno de 6º año de escuela, una redacción con el maestro Diego Vega fuimos a visitar la Escuela Industrial, que era una opción para que los niños vieran los oficios. Y en esa redacción hay un párrafo que dice así: “YO NO VOY A IR A LA ESCUELA INDUSTRIAL, VOY A SEGUIR EN EL LICEO PORQUE SÉ QUE EN MI VIDA VOY A SER PINTOR” Casi, casi… Así está escrito de puño y letra de un niño de 11 años. O sea que siempre me orienté hacia la pintura.”

El 22 de junio de 1934 nace en Rivera (República Oriental del Uruguay). De niño dibuja y pinta en diversas técnicas, esculturas en piedra arenisca sin la orientación de profesor alguno en la materia.
En el año 1949, cuando cuenta con 15 años de edad decide estudiar dibujo por correspondencia con Carlos Clémen desde Buenos Aires (República Argentina).

Según Carlos María Lima -periodista riverense- CUANDO ALGUIEN NOS PERTENECE. A pesar del medio siglo transcurrido, sigue viva en mi la imagen de aquella exposición en la sede de la Escuela Taller de Artes Plásticas, donde no recuerdo si por primera vez, exponía mi compañero de aula en primaria, Osmar Santos.
Aquel día me sentí orgulloso de un hecho, quizás para la época y para los demás, baladí, pero ver las pinturas de Osmar, expuestas públicamente, apremió mis emociones.

No era Osmar el que exponía. Veía allí la exposición de un representante de mi generación, de alguna forma yo también me sentí, allí, representado. Y vaya presunción para la época: una seguridad absoluta de que esto no terminaba el día que se cerrara la muestra. No sé por qué pero proyecté el fruto de las destrezas, ya demostradas en el aula para el dibujo, a un tiempo que vendría…

Expone OSMAR SANTOS
¡Ah!… si la gente supiera; daban ganas de gritarlo: “el que expone es mi amigo, mi compañero de clase” y lo hace además en nombre y representación mía, porque él y yo nos pertenecemos. Ahí pues, lo de la presunción.

Cincuenta años han pasado y el delirio expresado medio siglo atrás, resultó en el mejor estímulo a mi sensibilidad: de alguna forma ser un poco, gracias a Dios lo suficiente, responsable de rendirle testimonio de gratitud por su presencia en nuestras vidas a Osmar Santos, mi compañero de clase.
¡Y qué lindo!, la comunidad así también parece haberlo intuido y hoy los amigos de Osmar, sus ex alumnos, sus alumnos, sus compañeros en la docencia y los de espíritu sensible a la expresión plástica, comulgan en la gran fiesta de homenaje a la vida y obra de nuestro artista amigo y compañero de clase, el que empezó de niño a dibujar, de puro travieso nomás.

Por Dr. Hugo Lago Peña
En 1999, Osmar Santos cumplía 50 años con el arte. En aquel entonces escribíamos “El 10 de marzo de 1958 Santos propone la creación del Museo de Arte. La preocupación de Osmar por la difusión del arte, como un servicio a la comunidad y su acervo cultural, es una actitud inherente a su definición como ser y como artista. Su lucha por el museo se extiende hasta nuestros días”

Dice Osmar: “El museo debe ser un espacio activo, dinámico, donde se sucedan exposiciones, charlas, cursos y cursillos, ciclos de video, debe ser un lugar de investigación y estudio, con salas específicas para actividades técnicas y artísticas, debe contribuir a la sensibilización y educación artística y posterior experimentación plástica en el propio museo.” Agrega: ”Un pueblo sin museos es un pueblo sin memoria, y un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia…”

La obra que presentamos es a la vez testimonial y testamentaria.
Testimonial pues tiene a su autor como principal protagonista. Es testamentaria porque sale a la luz en una etapa de su vida en que se desea transmitir un relato que oriente e ilumine el futuro.

El relato en primera persona, en orden cronológico estricto y la división del texto en sub capítulos muy concisos contribuye a hacerlo ágil y objetivo.

Esta historia largamente vivida y pensada contiene, como la vida misma, de la que forma parte, aspectos negativos frustrantes, y positivos tan ricos y variados que convierten a su hacedor y su obra en una pieza fundamental para comprender la historia de la cultura en nuestro medio. Ha sido inconmensurable su contribución a la sensibilización de su pueblo y por ende a su crecimiento intelectual y espiritual.

Deseamos fervientemente que esta publicación contribuya a la concreción del sueño de su autor, de sus amigos y de toda la población.

Dotar al museo de una sede adecuada se ha convertido en una deuda con nosotros mismos.

Exhortamos, y estamos seguros que lo hacemos en nombre de todos, a que aquellos que tienen la posibilidad y responsabilidad histórica de convertirlo en realidad hagan los mayores esfuerzos.
Rivera toda estará eternamente agradecida.