En Suiza existen varias asociaciones que ayudan a un suicidio asistido, entre las que destacan Exit, Dignitas o Eternal Spirit. Dicha práctica es legal en el país desde los años 40, respaldada por la ley y el Tribunal Federal, que estableció en 2006 que cualquier persona en uso de sus capacidades mentales -independienetemente de ser enfermo mental o no- tiene derecho a decidir sobre su muerte. La asociación Exit, que sólo atiende a ciudadanos suizos o legalmente residentes, ha incluido otro aspecto más: la libertad de morir ligada a la edad, aunque no haya enfermedad terminal de por medio.
A principios del siglo XX, Suiza, como muchos otros países, despenalizó el suicidio. “Si el suicidio es un delito, la asistencia al suicidio es un acto de complicidad”, explica Samia Hurst-Majno. “Sin delito, sin embargo, la complicidad también desaparece”.
Estas organizaciones dan asimismo asistencia a extranjeros, de lo que deriva el llamado «turismo de la muerte». Ciudadanos alemanes, ingleses, franceses e italianos -que demuestren una enfermedad terminal- acuden a Suiza para buscar lo que en sus países no les ofrecen. Erika Preizig, directora de Eternal Spirit, asegura que le escriben personas de todo el mundo, desde Japón a EEUU. Mónica Düby es la encargada de comunicación de Exit y explica que su trabajo consiste en aconsejar y prevenir el suicidio.
Señala que en 2015 acudieron a ellos 45.00 personas con el deseo de morir, pero sólo 782 llegaron al final. Asegura que el hecho de saber que pueden elegir el momento de morir, les da fuerzas para esperar una muerte natural. Destacable es también la diferencia de costes: ser miembro de Exit significa el pago de una cuota anual de 50 euros, y los costos finales pueden ascender a 800. Sin embargo, otras asociaciones, como Eternal Spirit o Dignitas, llegan a cobrar entre 10.000 y 10.500 euros, lo que les ha llevado a varias denuncias judiciales por la ética de su trabajo.
Suiza es la Meca del suicidio asistido: muchos extranjeros viajan a ella específicamente para morir con la ayuda de una organización.
Suiza es la Meca del suicidio asistido: muchos extranjeros viajan a ella específicamente para morir con la ayuda de una organización. En otros países sorprende que el suicidio asistido se considere una opción legítima al final de la vida en Suiza.
En 2014, This Jenny, un conocido parlamentario suizo, se quitó la vida con la ayuda de la organización de acompañamiento a la muerte, Exit. Con cáncer en el estómago, se encontraba en fase terminal. La televisión suiza le dio seguimiento durante las últimas semanas e hizo del suicidio asistido un documental. Tras la muerte del político, no surgieron protestas ni polémicas, sino reacciones de simpatía y admiración. ¿En qué otro país sería concebible algo semejante?
El suicidio asistido es ampliamente aceptado por la población suiza. Cada vez más personas consideran esta opción y se convierten en miembros de una organización ad-hoc. “En Suiza sabemos que esta posibilidad existe si la necesitamos”, dice la profesora de Ética Samia Hurst-Majno de la Universidad de Ginebra. “Los casos de suicidio asistido siguen siendo raros, incluso en Suiza. Pero muchas personas se sienten tranquilas por la existencia de esta posibilidad, incluso si nunca llegarán a utilizarla”.
Votaciones y encuestas populares muestran que la mayoría de la población no quiere prohibir la asistencia al suicidio. En 2011, poco después de que el electorado del cantón de Zúrich rechazara rotundamente una iniciativa que quería prohibir la ayuda al suicidio, el Gobierno suizo decidió renunciar a disciplinar la asistencia organizada al suicidio a nivel nacional. Y lo sigue haciendo, a pesar de que la Corte Europea de Derechos Humanos ha reprendido a Suiza por la situación jurídica en el tema, que no es suficientemente clara.
Para Samia Hurst-Majno, una posible explicación es el hecho de que las reglas suizas sobre la eutanasia indirecta y pasiva han estado vigentes durante mucho tiempo. Eso ha contribuido a generar confianza entre la población en que la legalización no conduce al abuso. “Confiamos en que los enfermos mentales sean remitidos a servicios de prevención, que se examinen todas las demás alternativas y que el suicidio asistido esté disponible, solo como último recurso, para las personas con un deseo racional de suicidarse”, afirma la profesora.
A principios del siglo XX, Suiza, como muchos otros países, despenalizó el suicidio. “Si el suicidio es un delito, la asistencia al suicidio es un acto de complicidad”, explica Samia Hurst-Majno. “Sin delito, sin embargo, la complicidad también desaparece”.
Por esta razón, tuvo lugar un debate en Suiza en el que se acordó hacer del egoísmo el punto decisivo: “Cualquier persona que ayude a suicidarse a alguien de quien dependa financieramente o de quien herede, debe ser castigado”, explica la experta. “Sin embargo, si no hay tales razones egoístas, ayudar no es un delito”.
En otros países sorprende que el suicidio asistido se considere una opción legítima al final de la vida en Suiza.
Según Dignitas, probablemente la organización internacional más conocida, en 2019 más del 90% de sus miembros residían en el extranjero.
Exit, la otra organización que ayuda en Suiza a aquellos que deciden poner fin a su vida, informó que en 2018 acompañó a 1 204 personas y que su membresía ascendía a 120 117 personas.
Sin embargo, si las personas que quieren morir no sufren de una enfermedad en fase terminal, sino que están cansadas de la vida o tienen enfermedades mentales, la ayuda al suicidio causa controversia, incluso en Suiza. En esos casos, hay médicos que no están dispuestos a extender la receta para un medicamento letal.
Las organizaciones suizas de ayuda al suicidio se aseguran de que las personas mayores que están cansadas de vivir, sin enfermedades terminales, tengan un acceso más fácil a los fármacos letales.
Algunas organizaciones suizas incluso han hecho presión para la legalización del suicidio asistido en otros países. Con este fin, se comprometen a varios niveles: procesos modelo, procedimientos de consulta, cabildeo, publicidad y relaciones públicas.
Según su punto de vista, la ayuda al suicidio algún día debería ser legal en todo el mundo, para que nadie tenga que acudir a Suiza en su busca.