Inicio » Toma y Daca: Clubhouse está diseñada exclusivamente para la voz, en esta app, el recurso de la escritura no existe
PLAN 2030

Toma y Daca: Clubhouse está diseñada exclusivamente para la voz, en esta app, el recurso de la escritura no existe

No admite imagen ni texto ¿Presenta algún diferencial real? ¿Quiénes la crearon y por qué la impulsan? A juzgar por la avalancha de publinotas que subrayan su hipotética exclusividad reforzada por el hecho de estar disponible sólo en dispositivos de Apple, Clubhouse pareciera no tener mucho más para ofrecer. Sin embargo, la estrategia comunicacional que la promueve apela a reformular esas propias limitaciones como virtudes.

¿Qué hay de viejo, nuevo?

Sobran aplicaciones y redes sociales para participar en salas de debate compartimentadas por temas: Twitter, Slowly, Debatekeeper, Android forums, Tapatalk, Blackboard, grupos de Wassap, Forumfree, XDA, Topic, son apenas algunas.

 

La aplicación está valuada hoy en unos 1.000 millones de dólares.

Aunque, claro, la mayoría supera la opción restrictiva de Clubhouse: no están diseñadas excluyentemente para la voz; suelen incluir la posibilidad de debatir redactando, exponiendo textualmente argumentos fruto de una mínima reflexión previa, aun en tiempo real.

 

Los creadores de Clubhouse: Rohan Seth y Paul Davison.

En Clubhouse el recurso de la escritura no existe: por eso sus creadores han encontrado un nicho, precisamente en quienes tienen dificultad para expresarse por escrito, pero en cambio se sienten hábiles para la respuesta oral instantánea. A ese público apelan los creadores, apelando a la oferta de “pertenecer” a cierto mundo ajeno, rutilante, esplendoroso.

Síganme, no los voy a defraudar

A la promesa de exclusividad, Clubhouse suma elementos de apariencia invencible. Leemos por allí que es “la aplicación elegida por Elon Musk”.

En efecto, hace apenas días, el 1° de febrero pasdo, el megamillonario pronunció una conferencia vía Clubhouse para más de 5000 oyentes. Allí, como todo empresario, Musk desplegó y traccionó, sus inversiones: Tesla, Neuralink, Bitcoin, Marte (un objetivo comercial ya explícito del magnate sudafricano, que en enero, segun Bloomberg Billonaire, era el hombre más rico del mundo). Enfatizó entonces las bondades de sus piezas y futuras conquistas a sabiendas de que no sólo el qué de nuestro gesto sino el medio por el cual lo transmitimos hace esencialmente al mensaje. En suma; no sería de extrañar que Elon tenga también intereses en esta aplicación emergente que usó para su show comercial.

Elon Musk, uno de los hombres más rico del planeta con casi 200.000 millones de dólares, es uno de los usuarios vip de la aplicación.

“Clubhouse, la app para la élite” titula «El Confidencial» de España, e infla la burbuja mencionando a Mark Cuban (dueño de los Dallas Mavericks, equipo de la NBA), Jared Leto y Ashton Kutcher como algunos de sus reputados miembros. Por su parte, la revista Vouge agrega otras deidades: Drake el rapero, Oprah Winfrey, Virgil Abloh, Kevin Hart, Tiffany Haddish, Jodie Turner-Smith y Chris Rock.

De Marshall a Groucho ¿ser famoso, pero siendo como cualquiera?

El marketing de Clubhouse desnuda un paradigma de este tiempo, una trampa moral: hay que entrar allí donde están “esos pocos privilegiados” para salir del vulgar colectivo al que pertenecemos. Medio y mensaje conjugan un caso prototípico de lo que el canadiense Marshall McLuhan señaló hace ya casi cincuenta años. Allí está “la exclusividad” en canal y contenido, con toda su potencia persuasiva instigándonos a desear, a adorar al becerro de oro.

“¿Cómo conseguir una invitación hoy?” («How to get am invite today?») es un slogan de Clubhouse Pero ¿invitación a qué? ¿A participar de grupos temáticos de chat con notas de voz?

Lanzada en abril de 2020, la red social donde se debate mediante notas de voz y sólo es accesible por invitación de otro usuario promociona dicha restricción como valor. Pero ¿qué ofrece exactamente esta app adoptada por famosos y que hoy está valuada en unos mil millones de dólares?

Como se ha dicho, eso no es novedoso. Entonces, nos repreguntamos, googleamos y leemos:

“Uno de sus grandes atractivos y por lo que se ha popularizado tan rápido Clubhouse es por su exclusividad,” pontifica el artículo del website español eleconomista.com, naturalizando un razonamiento confuso, particularmente a la luz de lo que leemos después:“Mientras continúa ganando adeptos, Clubhouse ya ha filtrado que está preparando su llegada a dispositivos Android (por ahora sólo corre en iOS) así como la alternativa de que en un futuro a corto plazo elimine las invitaciones, abriendo sus puertas a todo aquel que se baje la aplicación”, confiesa el redactor del website ibérico, ya sin disimulo.

Entonces, parafraseando a Groucho Marx: ¿Para qué ser otro socio “exclusivo” de un club que me admite a mí? O, peor aún, que acabará admitiendo a cualquier hijo de vecino.

Experiencia de usuario

El paso uno es bajar la aplicación, introducir nombre, número de teléfono, y recibir el código por mensaje de texto para reservar un nickname (en nuestro caso @gperezss) Quedamos así “en lista de espera” y sendas pantallas nos avisan haber reservado el nickname y el turno para confirmarnos como usuarios llegado el momento, si es que nos invitan.

Entonces, sí será la hora de crear un perfil, completando los habituales formularios de datos propios, agregar una foto cualquiera (única imagen) y permitir el acceso a nuestra lista de contactos para ver si alguien ya es participante en algún debate para interactuar con él, si nos interesa.

Queda entonces elegir a quiénes seguir y seleccionar las listas temáticas de nuestros interés (negocios, libros, salud, música, cine, sexualidad, política, etcétera).El ingreso a salas de conversación se amplía a medida que, al expresarnos, brindamos –como siempre en la web– información sobre nuestros hábitos de consumo.

Por default, se es “oyente” hasta tanto pretendamos decir algo. En tal caso, hay un botón para “levantar la mano” y exponer. Cada sala cuenta con un moderador que puede silenciar a quien viole el protocolo habitual (no racismo, no violencia, no sexismo, etcétera) o dar por terminado un debate cuando lo considere oportuno. Además de participar en los debates grupales, el usuario puede crear salas temáticas, interactuar en privado con quienes elija y abrir un grupo privado.

La novedosa antigüedad

A la luz de todo lo expuesto, resulta evidente que Clubhouse es otro Caballo de Troya con más para quitarnos (nuestros datos, con destino de algoritmos) que para ofrecer un servicio ya existente en varias plataformas.

En su target aspiracional existe, además, el subgrupo que representa una demanda cautiva: el aspirante a influencer. En Argentina, son más de un millón: segundo país latinoamericano en ese ranking después de Brasil y antes que México. Sobre la tabla rasa de este emergente escenario oral internético, los atribulados desconocidos que busquen probar suerte tienen aquí otra plaza casi virgen; una nueva liga para tan competitivo gremio.

Fuente: Telam