Inicio » La aventura del tango. Una mujer imponente
Antonio Pippo Destacada

La aventura del tango. Una mujer imponente

EL PALENQUE DE ANTONIO PIPPO EN DIARIO URUGUAY.
«Esta imponente mujer murió en 2013, olvidada por la mayoría, triste final del que, afortunadamente, puede ser rescatada a través de sus estupendas grabaciones».

Corría 1954 y Japón avanzaba, dificultosamente pero gran disciplina y espíritu solidario, para dejar atrás la devastación de la Segunda Guerra Mundial.

Si bien se conocía el tango, fue recién entones que llegó la primera embajada de artistas rioplatenses con un espectáculo en vivo, presentado en varias ciudades y notable éxito. La integraron la orquesta de Juan Canaro, el cantor Héctor Insúa, varias parejas de baile y una cancionista que, aunque admiraba a Libertad Lamarque, tenía un registro más denso, propicio para cuajar con las inflexiones y matices melódicos, y que encantó a todos. Cantando ella, hubo una histórica actuación en el Palacio Real, ante cientos de autoridades encabezadas por el Emperador Shôwa, más conocido como Hirohito. De tal hecho excepcional permanecen allí las fotografías del momento y una placa de bronce. Para los coleccionistas quedó un registro fonográfico, quizás difícil de hallar.

Esa mujer se llamaba María Luisa Mattar –aunque usaba el nombre artístico de María de la Fuente-, había nacido en 1918 en Coronel Roca, Río Negro, Argentina, y además de cantar ya tenía una rica experiencia como actriz de cine y teatro.

¡Qué historia la de María de la Fuente!

Trasladada niña junto a su familia a Bahía Blanca, estudió canto con Luis María Bagnatti, a los diecisiete años fue contratada por la radio local y luego, gracias a la intervención del productor Jaime Yankelevich, viajó a Buenos Aires para actuar en las emisoras Porteña, El Mundo y Belgrano, cantar con el Cuarteto Vocal Ferri junto a María Angélica Quiroga, Lita Bianco y Margarita Solá y, como invitada, con Julio De Caro, a quien estrenó el tango Buen amigo. Un año después, 1939, además de incursionar en unas obras teatrales menores, filmó su primera película, Fronteras de la ley –a la que, por su mala calidad según la crítica, salvó ella con sus canciones- hasta que, entre 1943 y 1945, y tras recorrer parte de su país y de Brasil y España, interpretó tangos y boleros con la orquesta del maragato Héctor María Artola, grabando su primer disco para Odeón en 1946, con temas como Padre nuestro, En carne propia, uno de sus clásicos, Tarde azul y Amado mío.

El final de la década de 1940 la encontró repitiendo la experiencia de actuar y cantar en películas, todas de escasa repercusión aunque le permitieron brillar con sus tangos: Explosivo 008, Alma liberada, Cándida, junto a Niní Marshall, y Pasaje de regreso.

A inicios de 1950 su protagonismo era avasallante y conquistaba adeptos con su voz aterciopelada, de registro alto pero moderado y su simpatía y elegancia. En 1952 hubo un éxito adicional para su carrera: Astor Piazzolla, con su primera orquesta y ya separado de Fiorentino, la contrató para un disco del sello ATK, donde resaltan sus interpretaciones de El choclo y Fugitiva y el vals Romance de barrio. De inmediato, formó parte del elenco del teatro Alvear, donde actuó y cantó junto a Alba Solís, Gloria Montes y Yeni Patiño, volvió al disco con su amigo Francisco Rotundo y el tema Tata llévame pa’l centro, con la Orquesta de Tango de Buenos Aires, dirigida por Carlos García y Raúl Garello y, con acompañamiento propio, otra vez desde Japón, para el sello Melopea.

Fue la cantante de su generación que más grabaciones hizo en la historia del tango.
Pero la vida no es fácil; siempre está al acecho lo inesperado.

A comienzos de 1980 sufrió un problema en las cuerdas vocales que la alejó durante más de diez años de escenarios y grabaciones.

Regresó en 1994, a los setenta y seis años, siempre intensa, con actuaciones breves en televisión que revitalizaron su imagen porque su voz sonaba como antaño. En 1998 volvió a grabar –El último organito, Garras, Ave María y otros temas- junto al piano de Hernán Possetti, el bandoneón de Néstor Marconi, el bajo de Ángel Bonura y la guitarra de Lito Nebbia. Su última actuación fue en 2008, junto a Elsa Rivas y la uruguaya Nina Miranda, con la Orquesta Nacional de Música Juan de Dios Filiberto, en el espectáculo El retorno de las cancionistas:

-Nosotras representamos la magia de esa época de los cuarenta. Hay que mostrarla a los jóvenes. El tango tiene mucha importancia para nuestra vida.

Esta imponente mujer murió en 2013, olvidada por la mayoría, triste final del que, afortunadamente, puede ser rescatada a través de sus estupendas grabaciones.