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Waldemar «Pocholo» Bentancourt, sigue siendo el entrenador más ganador de la OFI

HISTORIA DE WALDEMAR POCHOLO BENTANCOURT /Desde Tacuarembó/Eduardo Mérica para Diario Uruguay.

En el ambiente que maneja el fútbol existen dos actitudes para medir el criterio selectivo de la gente. Algunos la consideran despectivamente «la gilada». Otros, con algo de demagogia, «la voz de Dios». No es racional ubicarse en uno u otro extremo. Los de afuera no son tan «de palo» a la hora de opinar, como algunos creen, y tampoco es cierto que «el público nunca se equivoca». Pero si les gusta el fútbol  y lo ven seguido, especialmente si se apasionan – que es como decir que se comprometen -, si son auténticamente futboleros, están más cerca de el acierto que del error. Definidos estos principios, hoy tratamos de poner en su lugar a uno de los directores técnicos más importantes del fútbol chacarero.

 

Pocholo fue homenajeado por Peñarol y por la Intendencia Departamental de Rivera. Su vocación siempre fue esa, dirigir un equipo de fútbol, mucho más que jugar, es que en realidad Pocholo jugó muy poco, pero le alcanzó para estar en el plantel de la celeste campeona del interior en el 46. Cuando recuerda aquel equipo, del que era suplente, señala que había excelentes jugadores – “¡Qué distinto era el fútbol de antes, se dominaba la pelota, se buscaba al compañero mejor ubicado, los jugadores tenían fundamentos bien aprendidos!”.

 

EL TACUAREMBOENSE Waldemar Bentancourt, conSIGUIÓ 6 títulos A NIVEL DE SELECCIONES (4 con EL Tacua, 1 con Rivera y otro con Paysandú)

 

Nació en Tacuarembó y a los 16 años debutaba en Central.
Luego jugó en Estudiantes y fue  Guido Machado Brum que lo trajo a Rivera, en 1945,  a vestir la camiseta azul de Oriental. Alcanzó a integrar el grupo seleccionado celeste que perdió el Campeonato Nacional ante una selección de jugadores de Montevideo que integraban, entre otros, Ghiggia y Schiafino, luego campeones del Mundo en Maracaná. “En Rivera jugaban Bores, Pompón Ayestarán, Serón, Vives, Cottens, “Gotita” Cross,  Alvez, Goncálvez, Nenito Olivera, y yo”. Estuvo un par de años y se fue a Huracán, pero luego hubo una etapa que mejor olvidar porque se fue a Brasil, sin pase y con documentos de otro, allá era conocido como “Hugo Paraguayo”.

Jugó en varios equipos, entre ellos en el XV de Piracicaba y jugó además en otros equipos de las divisiones inferiores, Arazatuba, Ribeirao Preto y otros, hasta que decidió hacer el curso de técnico en San Carlos, una ciudad cercana a Sao Paulo. Allí conoció a Zezé y Aymoré Moreira, a quienes considera como los verdaderos responsables de su vocación. No olvida la influencia que recibió de un técnico que conoció en Brasil y que le enseñó mucho, se llamaba Chiquinho  (que de Chiquinho no tenía nada, acota) y considera que el gran Maestro fue Ondino Viera. Estuvo a cargo del Pereira Barretense y fue su primera experiencia como responsable técnico. Vinieron otros equipos, todos de segunda división, hasta que comencé a extrañar a mis padres, a mis hermanos  y volví a Tacuarembó. “Pero al llegar me entusiasmaron nuevamente y jugué un año más en Estudiantes”.

“A partir del año siguiente comencé a dirigir, casi siempre equipos de la B a quienes ascendí a Primera”. El primero de ellos fue Wanderers y luego otros equipos como Fritsa, Sparta y Olímpicos de Tambores, hasta que llegó la oportunidad de la selección rojiblanca. “Con Tacuarembó llegué al campeonato del interior en tres oportunidades consecutivas y luego otra vez más, con Jaime de Freitas como director técnico y grandes jugadores, entre ellos  Agapito Rivero, el Pocho Brunel, Tabaré González, Heber Silva Cantera y otros”.

La inauguración del Tróccoli – Surgió la posibilidad de dirigir a Cerro de Montevideo “y llegué a la capital de la mano de grandes dirigentes de la época, entre ellos Luis Tróccoli. Cerro tenía un excelente equipo y tuve la suerte de dirigir al equipo que inauguró el estadio en un partido internacional memorable, ante River Plate de Argentina”. En aquel recordado encuentro, Pocholo tuvo a su disposición a Sadi Martínez, Horacio Troche, el Conejo Cabral, Odón Ribeiro, Benítez,  Cacaio, Miguel de Britos, el Pocho Cortéz, Paulo Araújo, Víctor Espárrago y Juan Pintos. “Fue una verdadera proeza, se le ganó al River Plate de Carrizo, Luis Cubilla, Matosas, los Onega y Pinino Más y por cuatro a dos, pero recuerdo que un par de días más tarde se jugó ante San Lorenzo y se le hizo cinco goles”.

En esa época no habían mayores problemas económicos, prometían algo y cumplían, los equipos chicos vivían de los partidos que se jugaban ante Nacional y Peñarol en el Centenario, donde iban alrededor de 45 a 50 mil personas por partido y la venta de algún jugador, por año, a Centro América.

Estuvo dirigiendo a la selección de Paysandú y fue campeón del interior con la blanca del Litoral. Luego se fue a Paraguay a dirigir a River Plate, “en una situación que pocas veces me he puesto a pensar por qué no la entiendo, estaba acostumbrado a ir a un restaurante, el del Canario Bentancourt, en Tacuarembó, y un día estaba durmiendo, ya era de madrugada y me despertaron los golpes en la puerta. Era el Canario que me avisaba que me llamaban de Paraguay y que volverían a llamar en unos minutos, luego me enteré que una persona vinculada a Tacuarembó me había recomendado y allá me fui, se hablaba en dólares, fue mi mejor momento desde el punto de vista económico, estuve un año y medio pero valió la pena, se cobraba bien”. Pero volvió al país y siempre aparecía un equipo, el Universitario de Salto, algún equipo de Tacuarembó, hasta que llegó a Rivera donde vino a dirigir a la selección que había dejado Henrique Gaeta.

Fue un adelantado para la época, se comenzó a hablar de sistemas tácticos diferentes a los clásicos backs, medios y delanteros. Llegó y se encontró con uno de los primeros laterales volantes del país, posición a la que luego llamaron “carrileros”, se trata de Hugo Acosta, y Pocholo destaca su labor, “porque Hugo era un jugador que marcaba, subía y apoyaba a sus compañeros de delantera”.

Había un equipo como para salir campeón, pero hubo necesidad de dirigirlo con sapiencia y experiencia – “yo sabía que en el grupo había varios bohemios, que les gustaba la noche y hasta algún trago, por eso en mi pieza siempre había una botella de whisky y los invitaba, pero siempre controlándolos y en el almuerzo les daba una copa de vino a cada uno. Yo sabía que había quienes canjeaban el postre por un vaso, pero me hacia el distraído, sabía que luego me respondían en la cancha y así salimos campeones”. No olvida sus momentos vividos en Los Barrilitos, la sede del fútbol riverense – “por allí pasaba todos los temas  y problemas del fútbol y nos encontrábamos para solucionarlos, no puedo olvidarme del Bocha Feijoo, de Fagúndez, de Selby y tantos otros que nos reuníamos a pasar un buen rato”.

 

Waldemar “Pocholo” Bentancourt Rauduvinich, nació en Tacuarembó el 23 de noviembre de 1925 y falleció en Rivera el 16 de diciembre de 2016.

 

No destaca ningún campeonato porque todos tuvieron  su sabor especial – “siempre hay algo diferente y si bien es cierto que soy de Tacuarembó, si tenía que ganarle, le ganaba”. Dirigió a varios equipos riverenses, Oriental,  Peñarol, Guaraní y Cuñapirú. En todos ellos fui campeón. No recuerda la cantidad de títulos que tiene –“pero son muchísimos, nunca los conté, pero tuve la suerte que a casi todos los equipos que dirigí  los saqué campeones”.

Tiene gratos recuerdos para una persona que no tiene la importancia que debería tener en un cuerpo técnico, en un vestuario, el masajista, “es un hombre muy importante, es quien está con el jugador en el momento muy importante, cuando el jugador está tranquilo, relajado y con las orejas bien abiertas para escuchar el mensaje que muchas veces es el técnico que debe inducir”. Pocholo siente nostalgias del fútbol de antaño y es por eso que no va al fútbol, difícilmente se lo ve en la cancha.

Considera que el fútbol infantil es importante pero que no cumple con los requisitos para el que fue ideado. “Debería ser el momento ideal para enseñar los fundamentos  del fútbol. Antes, cuando no había fútbol infantil, se jugaba en los campitos, en la calle y de allí nace el término- pared- que no es otra cosa que jugar la pelota contra la pared para eludir a un contrario. Antes jugábamos en los campitos, en el barro, en la calle y salían buenos jugadores, la pelota no tenía la plasticidad de hoy, eran cueros que se mojaban y pesaban mucho, el clásico piripicho que dolía en pila cuando la golpeábamos con la cabeza y hasta la pelota de goma que picaba muchísimo y las medias de nylon que le afanaba a la vieja para rellenarlas de diarios, lanas y todo lo  que encontraba al paso”.

Considera que uno de los grandes responsables del mal momento del fútbol uruguayo es la prensa deportiva, que considera que hay grandes jugadores, que los idealiza, que los pone en un sitio de donde bajan ante cualquier contienda internacional. Vive con un enorme bagaje de  conocimientos, disfruta de su casa, de sus recuerdos, todos logrados por su pasaje por el fútbol, del que es un apasionado.

Fuente:  www.derivera.com.uy