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Gramática de los viejos reglamentos deportivos

A ROMPER LA RED. @PeriodistasenRed

Pierre Arrighi Cuaderno de historia

1) A modo de introducción

Decir que el estudio riguroso de las leyes, reglas y reglamentos del fútbol es indispensable para el conocimiento de su historia puede parecer una banalidad. Pero es un hecho que, en este plano, hubo hasta el momento cierto descuido, y que se ha sustituido la información cabal por el relato de un pasado imaginario. Un ejemplo patente ilustra lo que afirmamos:

Los comentaristas de ayer y de hoy declaran unánimemente que el fútbol nació en 1863 en la Free Mason’s Tavern de Londres, cuando los dignatarios de las más prestigiosas public schools inglesas redactaron las dieciséis primeras reglas del Football Association. Quedaron formalmente segregados rugby y football, escribió Nilo Suburú 100 años después. El primero con pelota ovoide, empleándose las manos y los pies. El segundo con pelota esférica, siendo permitido solamente el uso de los pies con excepción del goal-keaper.
Más recientemente, parafraseando el libro Las primeras reglas del football1, el emblemático ex entrenador francés Guy Roux afirmó que, sin lugar a dudas, las reglas de 1863 plantearon los dos principios intangibles del fútbol: uso exclusivo de los pies y prohibición de las peleas.

La lectura de los textos confirma que se prohíbe marcar un gol «si se lleva o se proyecta el balón con la mano (regla 4), llevar la pelota con la mano en cualquier circunstancia (regla 9), y pasar la pelota con la mano a un compañero de equipo» (regla 11). Pero que esto no significa que se juega exclusivamente con los pies. La regla 8 autoriza el fair catch, es decir, atajar la pelota al vuelo con las manos en cualquier parte de la cancha «a condición de que se plante el talón en el suelo inmediatamente después». Y el gesto se ve además recompensado con un tiro libre. Queda también admitido cualquier intento de fair catch, es decir cualquier desviación manual. Todo jugador puede desempeñarse entonces como un golero en cualquier sector de la cancha. Tampoco descartan los textos la posibilidad de despejar la pelota con la mano, y queda totalmente abierta la posibilidad de jugar con el resto del brazo, tanto defensiva como ofensivamente.

Por otra parte, no se halla referencia alguna a la función de guardametas que, en el contexto reglamentario definido, tendría poco sentido. En efecto, la regla 1 dispone que el arco es «un espacio de 8 yardas (7,32 m) delimitado por dos palos sin ninguna barra transversal», y la regla 4 establece que «el gol se marca entre los palos sea cual sea su altura». Puede concluirse por lo tanto que entre ese juego codificado en 1863 y el fútbol que conocemos desde principios del siglo xx, hay un abismo. Y que tanto Suburú como Guy Roux se equivocaron totalmente. El primero por no haber leído las fuentes, el segundo por haberlas leído mal.

2) Contexto de los reglamentos de la primera época del deporte moderno

El análisis de las reglas de la primera Football Association no es un trabajo que presente mayores dificultades. Los reglamentos de los pioneros tienen el mérito de ser cortos, claros y directos, y también el de limitarse a tratar del juego sin incursionar en cuestiones económicas, sociales o morales. Con el desarrollo del profesionalismo a fines del siglo xix, —en Inglaterra y en Escocia primero, en Suiza, Bélgica y Dinamarca después—, y con la creación del aristocrático Comité Olímpico Internacional en 1894, la limpidez de los primeros textos deportivos se pierde, y aparecen mecanismos de redacción particularmente retorcidos que obedecen a dos causas: por un lado, las tensiones entre actores profesionales y actores amateurs; por otro, las tensiones entre los coordinadores olímpicos y los organizadores propiamente deportivos.

En el fútbol, las tensiones entre profesionales y amateurs nacen con la venta de entradas. Las hinchadas generan ganancias que van necesariamente a alguna parte. En el mejor de los casos, las recaudaciones se reparten entre todos los jugadores, como sucede con ciertos equipos de Budapest a principios del siglo xx. Pero lo común es el acaparamiento del dinero por la aristocracia de los dirigentesjugadores. El hecho genera conflictos larvados entre los profesionales (beneficiarios del reparto) y los amateurs (excluidos del reparto).2

Los profesionales, —organizadores, dirigentes o futbolistas—, buscan limitar el reparto. Los amateurs, que pueden fácilmente calcular el monto de las recaudaciones y deducir en consecuencia la existencia de cajas negras, buscan extender el reparto y acceder a la profesionalización. Es en este contexto que los detentores del poder financiero y legislativo inventan la ideología amateurista. Destilada en los reglamentos con tono amenazante, es antes que nada un código del silencio destinado a ocultar el profesionalismo negro. Por otro lado, el hecho de que diferentes entidades sin relación jerárquica entre sí, se junten para organizar un evento deportivo común, aparece como un elemento típico de las Olimpíadas. El comité olímpico convoca y coordina el evento en lo global, las asociaciones propiamente deportivas (nacionales o internacionales) organizan y dirigen los torneos. Y nadie manda realmente a nadie. Sucede entonces que cada una de las partes reglamenta por su cuenta, lo que da como resultado un paquete de textos incoherentes. De ocultamientos por un lado, y de incoherencias por otro, se generan reglamentos particularmente opacos. Es esta zona complicada que queremos explorar, nuestro objetivo es evidenciar ciertos problemas de gramática, y sentar bases de una metodología.

 

Analizaremos primero los cuatro textos reglamentarios siguientes:

• del reglamento de 1915 emitido por la Asociación Uruguaya de Fútbol, los artículos 55 y 72 que tratan del empleo de los jugadores por los clubes (fuente : Luzuriaga);
• de los estatutos de la FIFA de 1926, el artículo 4 que autoriza las compensaciones por pérdida de salario (fuente : Estatutos de la FIFA 1926);
• de las reglas generales de los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920, los artículos 2 y 3 que tratan de la definición del amateur (fuente: Informe Oficial de la 7 a. Olimpíada);
• del reglamento del torneo olímpico de fútbol de 1908 redactado por la Football Association inglesa, los artículos 4 y 5 que establecen una reserva y definen al amateur de modo particular (fuente: Informe Oficial de la 4 a. Olimpíada).
Posteriormente estudiaremos dos procesos de creación reglamentaria que nos permiten entender el origen y la naturaleza de las claves gramaticales utilizadas:
1) la redacción de los 14 votos del primer congreso olímpico de 1894;
2) el choque reglamentario entre la FIFA y el Comité Olímpico Internacional de 1928.


3) Año 1915: artículos 55 y 72 del reglamento de la AUF

El año 1915 marca un viraje en todo el mundo del fútbol. En diferentes países de Europa y de América surgen las primeras estrellas, los primeros mercados de players, los primeros clubes «grandes» que lideran los campeonatos nacionales y presentan equipos mayoritariamente profesionales. Esto sucede tanto en Hungría y en Austria, como en Francia y en Italia, en Argentina y en Uruguay.
En Montevideo, tres fenómenos afectan el proceso de profesionalización.
Primero, el CURCC, entidad profesional industrial, se convierte en Peñarol, club independiente cuya economía se basa en el reparto de las recaudaciones.
Segundo, el club Nacional, cubierto por los dirigentes políticos, impulsa el primer mercado abierto de compra-venta de jugadores. Tercero, los clubes «chicos», que asisten impotentes al desmantelamiento del glorioso equipo de River Plate, reclaman medidas que protejan los planteles.

En ese contexto la AUF elabora una nueva legislación, el reglamento de 1915. Según Luzuriaga: «el artículo 55, [expresa] que a éstos [los futbolistas] les [está] terminantemente prohibido recibir cualquier retribución, fuere en dinero o en objetos, que pudiera interpretarse como pago de servicios».

El artículo 72 dispone a su vez que «serán descalificados para siempre los jugadores profesionales», definiendo que «es profesional el que recibe sueldos, sea jugador o entrenador», y concluye que «ningún jugador podrá ser empleado de un club sino pasados dos años después de haberse afiliado a él» (167) Se imponen algunas observaciones. La primera es que la conclusión del artículo 72, que autoriza el empleo de un jugador por el club, parece contradecir lo expuesto en el artículo 55 que prohíbe la remuneración de los players por pago de servicios. La segunda es que la frase «ningún jugador podrá ser empleado de un club sino pasados dos años después de haberse afiliado a él», que formulada negativamente parece marcar una interdicción, equivale en realidad a la frase positiva siguiente: «todo jugador con dos años de afiliación puede ser empleado por su club». La tercera observación se relaciona con los dos años de afiliación: su carácter abusivo de esta condición ajena a cualquier código laboral evidencia que lo que se está tratando subrepticiamente es el empleo del player como tal. Se constata finalmente que no se fija límite de cantidad, por lo que se autoriza el empleo de todos los jugadores del equipo.

El empleo de un jugador por su club es una forma moderna de profesionalización, superior al contrato industrial de tipo CURCC, al empleo de favor —que le impone al futbolista un segundo patrón—, y al muy precario reparto directo de las recaudaciones. En las condiciones indicadas, la medida da satisfacción a los «clubes chicos» que, afiliando jóvenes y asalariando a sus cracks, pueden protegerse de la competencia salvaje. De este modo, el reglamento de 1915 sella un pacto realista entre los clubes «grandes» y los clubes «chicos».
Los primeros obtienen la puerta abierta al profesionalismo, los segundos un instrumento legal que les permite negociar financieramente los pases.

El texto de la AUF responde en realidad a necesidades que se plantean en todo el mundo del fútbol. No es casualidad si la FIFA retoma los mismos principios en los estatutos de 1926, cuyo artículo 7 establece que «si un amateur es empleado por el club o por una asociación, debe probar cuando se lo solicite que los servicios que cumple como player no tienen influencia en el monto del sueldo que se le destina en su calidad de empleado» (18).3 Como el reglamento de la AUF, el texto de la FIFA autoriza el empleo de jugadores por el club sin limitación de la cantidad y proclama que el sueldo recibido debe corresponder al pago de servicios futbolísticos. Pero sabiendo que los servicios futbolísticos comprobables de un jugador se limitan a los noventa minutos del partido dominical, el punto debe entenderse como una obligación de presencia para el empleado y, desde el punto de vista de los patrones del club, como un marco legal adecuado a la profesionalización de los entrenamientos.


4) 1926: estatutos de la FIFA. Artículo 4 sobre las compensaciones por pérdida de salario.

El fin de la primera guerra mundial abre una nueva era para el deporte internacional y en particular para el fútbol. La FIFA se libera de la tutela inglesa y un nuevo equipo asume la dirección en 1921. El flamante presidente Jules Rimet impone su estrategia profesionalista. La preocupación es, antes que nada, desarrollar el negocio prometedor del fútbol mundial, facilitando los partidos internacionales y organizando espectáculos. La estrategia alcanza un primer logro con el torneo olímpico de París en 1924: se baten récords de recetas, la FIFA  se vuelve la primera federación internacional, y el fútbol se convierte en el deporte olímpico supremo superando al atletismo.

Es preciso comprender bien que el negocio del fútbol y la profesionalización de los jugadores son a la vez la causa y la consecuencia de un atributo del buen fútbol: su carácter espectacular. La gente va a las canchas sobre todo para ver jugadas extraordinarias. Ese carácter fuera de lo común del juego futbolístico solo puede obtenerse con la temprana profesionalización de los players. Como a nadie le interesa pagar para ver jugadores malos, espectáculo, negocio y profesionalización son una misma cosa. Rimet es el hombre indicado para impulsar la nueva estrategia. Como patrón del club parisino Red Star, desarrolló masivamente el profesionalismo en Francia a partir de 1909. Desde 1917 la Coupe de France alimenta los bolsillos de los dirigentes franceses, y en 1923 la federación francesa es un modelo de prosperidad económica en toda Europa.

En 1924, el Comité ejecutivo de la FIFA nombra una comisión sobre el amateurismo presidida por Seeldrayers. El informe presentado un año después invita a promover la profesionalización de los seleccionados nacionales autorizando las compensaciones por pérdida de salario para los jugadores que tienen que efectuar viajes largos. El sistema garantizaría la presencia de los mejores futbolistas del mundo, y por consiguiente, la calidad del espectáculo y las ganancias. Tres obstáculos se oponen a esta perspectiva. El primero es la estrategia de los dirigentes de Europa central que buscan dinero fácil organizando torneos internacionales entre clubes. El segundo es la reticencia de las asociaciones nacionales a desembolsar sumas importantes para jugar en torneos en los que se corre el riesgo de una eliminación inmediata. El tercero es que el Comité Olímpico Internacional considera el tema de las compensaciones como el caballo de Troya de las federaciones internacionales intruso en la economía olímpica. Es en ese contexto complicado que la FIFA aprueba el artículo 4 de sus estatutos.

  • El texto empieza con una advertencia: «No está autorizado el pago de compensaciones por salario perdido», pero introduce inmediatamente la posibilidad de excepciones que, por otra parte, no define: «salvo casos especiales fijados por cada asociación nacional». Se evocan entonces algunas vagas limitaciones (no compensar el sueldo perdido en totalidad) y se deja a criterio de las asociaciones fijar la cantidad de días de compensación (en función de las condiciones geográficas del país). Se concluye finalmente que «las asociaciones nacionales tienen libertad de pagar la mencionada limitada compensación por pérdida de salario o no».

    Lo primero que se observa es que la conclusión del artículo se opone totalmente a la disposición preliminar. Lo segundo es que al no definirse los casos especiales, la excepción queda actada como regla. De este modo, la autorización de las compensaciones abre la posibilidad legal de presentar un equipo nacional asalariado y consagra la fase superior del proceso de profesionalización del fútbol. En cuanto a la técnica redaccional, el artículo procede por etapas.

    Primero anuncia que el pago de compensaciones no está autorizado (falsa regla general, ocultamiento). Luego se considera su autorización en casos especiales (anuncio de excepciones) y no se las define (extensión de las excepciones). Finalmente se autorizan las compensaciones (verdadera regla general). Mediante el mecanismo gramatical de la excepción, el artículo aplica una norma típica de los textos deportivos de la época: en caso de contradicción, la última disposición es la que vale.

5) 1920: reglas generales de los Juegos Olímpicos de Amberes. Artículos 2 y 3

Una de las creencias más falsas y que más ha deformado la historia del deporte y del fútbol es la que supone que los Juegos siempre fueron amateurs y que la situación resultó de un dictado autoritario del moralista Comité Olímpico Internacional. La realidad es que en la primera gran edición olímpica organizada en 1900 en París, y dirigida por Pierre de Coubertin, se instauran decenas de torneos profesionales en todas las disciplinas y se otorgan masivamente premios en dinero. Pero sucede también que, como en 1896, la dominación de los atletas americanos es aplastante: los amateurs de las universidades norteamericanas ridiculizan a los profesionales británicos.

En 1904, no queriendo sufrir una nueva humillación, Londres boicotea los Juegos de Saint-Louis con el pretexto de que los atletas norteamericanos tienen estatuto dudoso. Y cuando, cuatro años después, el Comité Olímpico Británico organiza la 4.a Olimpíada en Londres, dispone por primera vez en la historia en el artículo 3 de sus reglas generales que «los Juegos olímpicos están reservados a los amateurs». El objetivo evidente es desalentar la participación de los adversarios proclamando un principio destinado antes que nada a intimidar. Para entender el carácter falso del artículo 3, hay que considerar el artículo 2 que afirma que el «Comité Olímpico Británico es responsable de los Juegos y delega la dirección de los diferentes deportes a las asociaciones que los gobiernan en Inglaterra», y sobre todo el artículo 4, según el cual «la definición del amateur calificado para competir en cualquier deporte está dada en las reglas detalladas de cada deporte» (Informe Oficial :

29). En otros términos, el artículo 2 es totalmente hueco. Adquiere sentido sólo si no se define el término «amateur» y en función de dicha definición.
Los británicos inventan entonces el mecanismo más retorcido de la historia reglamentaria del deporte. ¿Qué se observa en los reglamentos propiamente deportivos de 1908? La variedad más grande definiciones del
amateur, y en algunos casos, como en tenis, la ausencia total de definición. Se consagran entonces torneos reservados (con definición y reserva), torneos abiertos (con definición a bierta o sin reserva), y, como en el tenis, torneos totalmente abiertos (sin definición y sin reserva). Un estudio preciso de la situación permitiría concluir que la diversidad de las definiciones adoptadas obedece a una misma lógica ventajista: allí donde los profesionales ingleses dominan, torneos abiertos; allí donde los ingleses se sienten amenazados, reglamentos drásticamente amateuristas.

La situación instaurada en 1908, se reitera en 1912 en Estocolmo con el mismo resultado: mucho oro para los organizadores. En 1914, el congreso olímpico de París decide transferir los poderes deportivos y reglamentarios (definición del amateur) a las Federaciones internacionales, y bajo este nuevo marco se organizan los Juegos de 1920 en Amberes. La mécanica gramatical sigue siendo la misma. El artículo 2 de las reglas generales declara que «sólo los atletas amateurs están admitidos en los Juegos Olímpicos», y la
denominación definición de amateur, el artículo 3 establece que «para los deportes que poseen una Federación Internacional, la calidad de amateur está determinada por la definición prevista por dicho organismo».

La particularidad de los Juegos de 1920 es que las federaciones internacionales, paralizadas durante la guerra, aún no se han puesto a funcionar. Al no haber poderes legalmente autorizados, no se definen condiciones de admisión4 y los torneos resultan masivamente abiertos. El punto que cabe recalcar aquí, es que desde 1894 se sabe en el seno del movimiento olímpico que no hay definición del amateur aplicable a todos los deportes. Y que de ello resultan las definiciones más disparatadas. El espectro va de un extremo a otro: amateur puede ser el atleta de barrio, el gimnasta que no es asalariado de un circo, pero también el ciclista profesional afiliado a una asociación ciclista, el marino que no vende material de barco, el gentleman que monta a caballo, o simplemente cualquier tenista o cualquier tirador. Sin definición del amateur es imposible reservar un torneo porque es imposible controlar la calidad del amateur y pronunciarse sobre un reclamo. Por su carácter retorcido y hueco, y por el efecto sicológico buscado, el anuncio de una reserva de los Juegos a los amateurs puede ser catalogado de acto fundamentalmente antideportivo

Profesor Asociado a la Unidad Arte de la Universidad de Picardía (Francia), miembro del Centro de Investigación en Arte (crae) 1 El libro presenta el facsímil de las 13 leyes más las tres definiciones que fueron manuscritas en un cuaderno escolar el 26 de octubre de 1863.

2 El profesionalismo es el proceso global de negocio del fútbol. Empieza con la profesionalización de los dirigentes, y se extiende progresivamente al cuerpo técnico, a los jugadores estrellas y a los goleros, hasta abarcar finalmente la totalidad del equipo. Los dirigentes inventaron la expresión «amateurismo marrón» con el objetivo de hacer creer que solo los jugadores se llevaban indebidamente una parte de la torta.

3 “If an amateur is a paid employee of a club or an Association, he has to prove at each demand that the services he can render as a player are of no influence upon the estimation of wages, paid to him in quality of employee”.

4 En 1920, las federaciones internacionales, que dejaron de funcionar durante la guerra, no están aún en condiciones de dirigir los torneos como lo definía el reglamento general. Se crea entonces un verdadero vacío de poder deportivo que es la razón inmediata de la ausencia de definiciones del amateur. Pero hay que agregar también una razón de fondo: empiezan los años locos, y reina un clima de liberalismo favorable a la mezcla social y a la profesionalización de los artes populares, cine, cabaret, canción, música, teatro y… fútbol fondo: empiezan los años locos, y reina un clima de liberalismo favorable a la mezcla social y a la profesionalización de los artes populares, cine, cabaret, canción, música, teatro y… fútbol.

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