Inicio » ¿Quién fue Juan José de Soiza Reilly? El periodista sanducero que inventó lo que es el reportaje moderno, el interviú
Cultura

¿Quién fue Juan José de Soiza Reilly? El periodista sanducero que inventó lo que es el reportaje moderno, el interviú

Inmensamente popular en su época, poco se sabe en la actualidad de Juan José de Soiza Reilly (1879-1959), un periodista que entrevistó a reyes, presidentes y artistas, que fue cronista de guerra y connotada figura del jet set. Un libro de edición reciente rescata parte de su obra.

El proyecto editorial Más Quiroga, dirigido por el escritor Martín Bentancor y el cineasta e investigador Alejandro Ferrari, ha venido explorando desde hace algún tiempo el universo creativo y cercano al famoso escritor salteño. A la edición de las novelas breves de S. Fragoso Lima (seudónimo de Quiroga) y un volumen de relatos sobre cine temprano a cargo de diversos autores latinoamericanos, entre otros libros, el catálogo del sello acaba de sumar ‘Sí, soy uruguayo, pero…’, una recopilación de crónicas, entrevistas y relatos del escritor sanducero Juan José de Soiza Reilly.

En diálogo con HOY CANELONES, Alejandro Ferrari, compilador y editor del volumen, repasó los tiempos y la obra de un autor que supo ser famoso en su momento, sus vínculos con Horacio Quiroga y la importancia de traer sus textos otra vez al presente, entre otros temas.

¿Quién fue Juan José de Soiza Reilly? 
Es un personaje inclasificable, pues hizo muchas y variadas cosas. Nació en Paysandú en 1879 y murió, ochenta años después, en Buenos Aires, donde realizó toda su carrera como periodista, corresponsal, narrador, dramaturgo, charlista radial y editor. Fue muy conocido en su época, no solo en el Río de la Plata, especialmente porque inventó, de alguna manera, lo que es el reportaje moderno, el interviú.

¿Por qué publicar en este tiempo a este autor?
Una vez leímos con mi socio un articulo que recordaba a Soiza Reilly como un olvidado y maldito, habiendo producido tanto en su época y habiendo sido alguien muy popular, y el impulso de editarlo fue una cosa intuitiva e inmediata. Era como una cuestión de justicia.

¿Cómo fue el proceso de edición del libro, desde la concepción de la obra hasta su aparición en librerías?
Fue un largo y accidentado proceso. Tuvimos una idea original de presentar como un surtido de su obra: un poco de reportajes, otro de crónicas, una selección de cuentos. Pero el proceso de investigación, que incluyó dos estadías en Buenos Aires (en la Biblioteca Nacional, el Archivo General de la Nación y en el archivo familiar que llevan sus descendientes) nos hizo descubrir esa faceta de la uruguayeidad de una manera muy marcada, que le dio el punto de vista y el título final.
Entonces fuimos agrupando reportajes a figuras uruguayas (Herrera y Reissig, Zorrilla de San Martín, Juana de Ibarbourou, Florencio Sánchez, el mismo Horacio Quiroga, Pepino el 88 y Batlle y Ordóñez, entre otros), más algunos cuentos que tuvieran alguna marca uruguaya y una fascinante novela breve en el marco del éxodo artiguista.

El libro incluye, además de los textos de Soiza Reilly, varios abordajes a cargo de otros autores…
Exacto. Al comienzo incorporamos una serie de estudios críticos que ayudan a entender mejor a Juan José de Soiza Reilly, escritos por Pablo Rocca, Daniel Rinaldi, Matei Chihaia, Guillermina Torres, Julio Schvartzman y por mí. Y de yapa, el libro incluye una colección de caricaturas sobre Soiza Reilly, lo que nuestra que era, realmente, un personaje muy presente y caricaturizable.

¿El libro ha tenido una presentación oficial, digamos?
No. La pandemia y las medidas sanitarias a partir de fines de noviembre hicieron que tuviéramos que postergar algunas presentaciones previstas.

¿Cómo dialoga Juan José de Soiza Reilly con Horacio Quiroga, autor emblema del proyecto editorial que usted integra?
Son múltiples las relaciones. Una más circunstancial es que tenían la misma edad y que ambos, proviniendo del litoral uruguayo, desarrollaron su carrera en Buenos Aires. Pero fueron colegas, escribían los mismos medios, se frecuentaban. Soiza Reilly quería y respetaba a Quiroga, cosa que el salteño sabía. Ambos, también, cultivaron el oficio de la escritura de manera profesional, o sea paga, y fueron muy populares. Quiroga, ya lo sabemos, continuó siéndolo.

¿En qué proyectos se encuentra trabajando Más Quiroga?
En este preciso momento estamos en el comienzo de la distribución en Argentina del ensayo ‘De cómo el cine hizo realista a Horacio Quiroga’, de la investigadora rosarina Laura L. Utrera, que salió de imprenta hace pocos días. El cierre de fronteras retrasó la distribución en Uruguay. Y también estamos en pleno proceso la edición del ensayo del doctor Ramiro Castro, ‘El Uruguay de los dos exterminios’, donde medita desde la ciencia jurídica sobre el exterminio charrúa y del gaucho tomando como punto de partida la obra literaria de Tomás de Mattos. Esperemos que en breve ya esté en librerías.
Viviana Negredo

Una aventura de amor de Florencio Sánchez

Con autorización de la editorial Más Quiroga, reproducimos en esta página uno de los textos que integran el flamante libro ‘Sí, soy uruguayo, pero…’, de Juan José de Soiza Reilly. Se trata de un abordaje a ciertos aspectos de la vida del destacado dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez (1875-1910), escrito por el autor sanducero en el año 1926.

Florencio Sánchez había vivido, antes de casarse, en todas las casas de pensión donde… no lo conocían. ¡El pobre indio ganaba tan poco! Aun cuando sus obras triunfaban, le rendían cinco pesos por acto. Su obra de más éxito, M´hijo el dotor, la vendió por ciento cincuenta pesos… ¡En fin! Es conocida la odisea y la ilíada de su existencia de escritor. Él mismo la describía macabramente diciendo: —Mi vida es una miseria con cuatro velas. Pero, con muchas flores…
Vivió con Tito Livio Foppa —hoy cónsul argentino en Ancona—, en una casa de pensión ubicada en la entonces calle Cuyo. La dueña del “establecimiento” resultó una fiera que pesaba ciento veinticinco kilos. En cambio, la comida no pesaba nada. “Comida de poetas”. Puro lirismo de caldo flaco con unas cuantas tachuelas en el fondo, desempeñando la función de fideos.
Florencio y Foppa alquilaban una habitación al fondo de la casa. Cuatro paredes y una puerta. Nada más. Sin embargo, se ingeniaron para engañar a las visitas ingenuas. En la pared del fondo, Sánchez colgó una gran cortina azul, como tapando una puerta invisible. Sobre la cortina, puso este letrero: “Biblioteca”.
En uno de los muros laterales, otra gran cortina verde —robada en un teatro—, fingiendo esconder otra puerta. Sobre la cortina otro cartel: “Comedor”.
Y en la otra pared lateral, una nueva cortina con esta leyenda: “Dormitorios”.
Primero, lo echaron a Foppa. El último en irse fue Florencio. El indio se resistía a las amables invitaciones de “Ciento veinticinco kilos” para que se marchara inmediatamente o para que pagara la deuda: quince meses de pieza y comida.
—Voy a recibir una platita de Montevideo —le decía Florencio—. ¡No se preocupe, vieja! Usted tendrá su dinero.
—¡Imposible! Déjeme la pieza libre. Hoy. ¡Sin falta!
—Venga para acá, señora. No se sulfure. ¿Cuánto es lo que yo pago por mes?
—¿Lo que me paga? Hasta la fecha no he visto ni un centavo.
—¿Pero, ¿en cuánto habíamos fijado mi pensión?
—Cuarenta pesos mensuales.
—Muy bien, señora… ¿Y cómo ha podido usted conformarse con esa miseria? El caldo vale mucho más… Vea: desde hoy le subo mi pensión a sesenta pesos. ¿Quiere, vieja?
La vieja se iba dando las gracias. Eso ocurrió dos o tres veces. A la última, Florencio tuvo que disparar con su baúl, con sus tres cortinas y con sus tres letreros: Biblioteca, Comedor y Dormitorios.
Tiempo después, Florencio subió a un tranvía. Había olvidado, por completo, la deuda. Ubicóse en el coche y al rato observó que su vecina de asiento era la vieja patrona de la pensión.
—¡San dié! —gimió Florencio—. ¡Me he sentado al lado de “Ciento veinticinco kilos”!
Pretendió esconderse. La vieja lo reconoció. Reía de rabia. Lo tomó a Sánchez de un brazo. Empezó a recriminarle su mal proceder.
—¡Pillete! Me debe usted quince meses, a cuarenta pesos.
—A sesenta, señora. Recuerde que yo le aumenté.
Más indignación le dio a la vieja. Empezó a levantar la voz.
—¡Canalla! ¡Canalla!
—Pero, señora.
Florencio observó que todos los pasajeros del tranvía empezaban a enterarse. ¡Qué vergüenza! A gritos la patrona reclamaba su deuda.
Entonces, Florencio tomó una resolución heroica de muchacho tímido a quien ofenden en su pudor. Se puso de pie y en voz alta, para que todos los pasajeros oyeran, exclamó:
—¡Vaya una vieja sinvergüenza! Se necesita tener coraje para hacerme el amor en el tranvía. ¡No le llevo el apunte y se enoja! ¡Vieja sinvergüenza!
Juan José de Soiza Reilly

 

 

Fuente: Hoy Canelones