Inicio » Parece cuento. “Un Amor que frustró a la muerte”
Cultura

Parece cuento. “Un Amor que frustró a la muerte”

COSAS DE LA CUARÓ/ Desde Rivera Roberto Beto Araújo para Diario Uruguay.

 

Cuando Lau murió, Maneco sencillamente no lo aceptó.
O sea siempre hay cierta negación frente a la muerte, es algo natural, pero lo de Maneco fue diferente, es que en verdad creo que como nunca la vio muerta, pues estaba en Itaipú cuando la flaca murió, y recién pudo llegar tres días más tarde cuando ya la habíamos enterrado, y ojo que esperamos todo lo posible, pero no adelantó, pues había problemas con las líneas aéreas por el tema niebla, y se vino en la camioneta, pero llegó tarde y ya la habíamos enterrado; recuerdo haberle alcanzado la alianza de Lau, y la tomó casi que sin sentimiento, apenas la apretó en su mano izquierda y siguió como si nada; quisimos llevarlo al cementerio, pero no quiso, o sea nunca dijo que no, apenas no fue y chau.
Y quizás fue por eso que nunca aceptó la muerte de Lau, y siguió tratándola como si estuviese viva, apenas de viaje y que habría de volver en cualquier momento, y así vivió hasta que le perdí el rastro.

Lau y Maneco se conocieron en Salto Grande, pues él era ingeniero hidráulico y ella maestra, nacida en Constitución pueblo que desapareció bajo las aguas del embalse, y en esas idas y venidas del trajinar del proyecto se conocieron, se enamoraron y se casaron.

Después se vinieron para Rivera cuando el tema de la Zona Franca, y fue allí que los conocí cuando Maneco apareció por la importación de una antena machaza , y entre tramite y papeleos , hicimos amistad, y fue así que terminamos intimando y cimentando una amistad que fue al fin mucho mas que amistad , pues se convirtió en un hermano que la vida me regaló, de esos casos raros que fertilizan la relación a extremos de la divinidad.

Como por su oficio Maneco se la pasaba viajando, Lau se quedaba en su chalecito allá por el Armour y como no tenían muchas amistades por acá pasé a ser casi que como un hermano, y no era raro los findes que nos juntáramos con Lau y con Maneco, para comer un asado y tomar algún whisky.

Lo de la enfermedad cardíaca de Lau era sabido por todos, aunque en verdad nadie suponía, o por lo menos no consideráramos que fuese tan grave así , por eso aquella mañana que me llamó Maneco para que fuera a la Santa Casa pues al parecer Lau había tenido un desmayo, fui casi que sin prisa, pues jamás supuse que la iba encontrar tendida en una camilla de la morgue, y cuando la vi, en verdad me derrumbé, pues parecía dormida y tenía como una sonrisa estampada en los labios.

Le avisé a la hermana que vivía en Paysandú y no tuve el valor de avisarle a Maneco, apenas le dije que la cosa era grave y que le pedía que se viniera urgentemente, y al fin fue una tía que apreció de no sé dónde la que le cupo la carga de darle la funesta noticia al viudo.

Me contó que Maneco al oír la noticia hizo una pausa, luego dijo que estaba en el aeropuerto de Foz, pero como no habían vuelos disponibles , se vendría en la camioneta, y pese a que intentó convencerlo de que no era conveniente, no le dio mucha pelota, “estaba como dopado” me dijo-. Cuando llegó lo vi diferente, no le cayó una sola lágrima, siquiera parecía darse por notificado de la realidad, y siguió con su rutina como si estuviese casado y no viudo.

Hablaba de Lau, como si estuviese viajando, y aunque no había en su conducta nada que pudiera suponer locura o algo por el estilo, apenas pareciera que racionalmente había decidido concebir como que Lau estaba de viaje y habría de volver en cualquier momento, vaya uno a saberlo.

El chalecito, el cuarto, la cocina, todo quedó como antes, apenas que Lau no estaba, y él siguió viniendo cada quince días con una regularidad inconcebible, como si ella estuviese a su espera.

Una sola vez en una cálida madrugada de febrero, mientras se escuchaba a lo lejos el tamborileo carnavalesco de alguna comparsa, después de un par de Whskis me habló con franqueza y me dijo “no es que no acepte la muerte de Lau, es que yo no acepto la muerte como concepto, sé que está, sé que me espera, sé que me escucha, y por sobretodo sé que en cualquier momento la he de encontrar, nos vamos a encontrar, pues el amor que sentimos el uno por el otro es tan grande que no va ser la muerte , que al fin o existe la que nos va a separar, siquiera alejarnos…”. Quedamos en silencio, se sirvió un largo trago de Whsiqui y seguimos hablando de futbol, de Frontera, De Peñarol y de alguna sandez mas como para disimular el nudo que nos apretaba la garganta.

Cuando con el tema del 120 la Zona Franca se hizo pelota, él se fue para Paraguay y ya no volví a saber mas de él, hasta hace un par de días cuando me encontré en la fila del Abitab con la Tia de Lau que me dijo que Maneco habia fallecido de muerte súbdita en Posadas Argentina. Según me dijo estaban en una reunión del directorio de la empresa en que laburaba y que de repente Maneco se quedó en silencio , siquiera cerró un ojo, apenas se quedó en silencio cuando lo atendieron estaba muerto, dicen que en su semblante se dibujaba algo así como una sonrisa y tenia en su mano izquierda apretada la alianza de Lau.

Yo que sé, se me ocurre que la fin se reencontraron tal cual me había vaticinado, y me conmueve la idea de que hay amores tan fuertes que ni la muerte puede separar, siquiera alejarlos.

Buen viaje compa, salud por ti , para Lau y que disfruten de ese amor, frente al que la muerte (que al fin no existe) se frustró en su intento de separarlos, siquiera de alejarlos….