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Falleció el humorista y actor Luis Guarnerio, un auténtico referente del humor televisivo de Uruguay

Un grande sale de escena

En la pasada jornada, a los 87 años, falleció el humorista y actor Luis Guarnerio, un auténtico referente del humor televisivo y también del Carnaval.

Con el fallecimiento de Luis Guarnerio se sigue cerrando un ciclo inolvidable del humor televisivo rioplatense, asociado a una época en que la televisión desbordaba contenidos, no subestimaba al público y no se había convertido en un revoltijo de opciones efímeras entre las que, justo decirlo, siempre hay excepciones.

Nacido en la ciudad de Canelones el 12 de octubre de 1933, muy cerca de esta redacción, Guarnerio se convirtió de joven en una voz reconocida en programas radiales como ‘La cruzada del buen humor’, ‘La gaceta sideral’ y ‘La cámara de la risa’. Luego, en la década del cincuenta, llegaría la televisión, participando en el icónico programa de Canal 10 ‘Viejo Café del Centro’, una creación de Carmelo Imperio.
Posteriormente, ingresaría al programa con el que alcanzó más audiencia, ‘El show del mediodía’, de la mano de Alejandro Trotta y Cacho de la Cruz, donde trabajó desde el año 1967 a 1990, y donde creó algunos de sus personajes más importantes y recordados, como el ciclista Ciclisto Pedales.

Hombre de radio, de televisión y de Carnaval (nunca se cansó de subir y bajar tablados durante varias décadas), Guarnerio siempre fue buscando y encontrando nuevos públicos, una vez que su nombre quedó raleado de las producciones televisivas, a partir de la década del noventa. En los últimos años, encausó su arte hacia los espectáculos en eventos privados o en espacios reducidos como restaurantes y cafés. Allí, solo o en compañía de un guitarrista, presentaba un monólogo, realizaba una catarata de chistes y colaba alguna de sus clásicas imitaciones, entre las que se encontraba su inolvidable versión del cantor Edmundo Rivero.

Otro humor

En el mes de agosto del 2013, HOY CANELONES entrevistó a Luis Guarnerio en medio de su ciclo de presentación del espectáculo ‘El humor de Luis Guarnerio’. Consultado sobre su visión del humor televisivo actual y la ausencia de programas del rubro, como en tiempos anteriores de la televisión uruguaya, nos contaba: “Esa es una cuestión que venimos reiterando de un tiempo a esta parte, señalando que se han terminado aquellos programas que tenían una gran aceptación del público con buenos actores y humoristas, tales como ‘Decalegrón’, ‘Telecataplúm’ o ‘El show del mediodía’ (donde yo estuve veinticinco años actuando con Cacho de la Cruz y Alejandro Trotta).

Eran programas coordinados, con personajes que eran esperados por la gente. Hoy en día, el humor está copado por el Stand-up, que son solistas que tienen la misma rutina que la de los humoristas que se ponen a hacer cuentos. Solo que le cambiaron la palabra.

Ha salido una camada de valores nuevos en esa movida; algunos pueden caminar y otros no”. La respuesta hablaba a las claras de alguien que, aunque extrañaba la época de oro de la televisión que él mismo había protagonizado, se mantenía al tanto de la evolución y los estilos nuevos que el arte de hacer reír iba presentando.

Hombre cordial, memorioso y respetuoso de las formas, se caracterizaba en sus espectáculos por no emplear malas palabras, algo que consideraba “una chabacanería”. Agradecido, además, con todos aquellos que contribuyeron a formarlo como artista, en la mencionada entrevista recordaba con emoción a Alejandro Trotta, el creador de ‘El show del mediodía’ y de las famosas ‘Telecachadas’: “Era un maestro. A mí me enseñó a trabajar en televisión, me enseñó a pararme, a mirar las cámaras. Era un tipo que conocía mucho, no solo de libretos de humor, sino técnicamente. Él conocía al dedillo los movimientos de cámara y demás porque había venido de Buenos Aires con una gran experiencia”.

A Luis Guarnerio nunca lo deslumbró la fama aunque sentía como necesario el contacto con el público. Por eso, siempre que tuvo la oportunidad, no dejó de subirse a un escenario para cumplir su función y recibir, a cambio, el aplauso de la sala en penumbras. Esa es, en definitiva, la impronta de todos los grandes artistas.

 

 

Fuente: HOY Canelones