
El alcohol ha estado presente en las letras de cientos de tangos a partir de la obra que lo inauguró como “canción”, Mi noche triste, de 1917, al contar peripecias con una calidad poética que fue evolucionando pero respetó siempre la estructura de una historia. Entre una producción tan numerosa, que se mantuvo por décadas, destaca sin dudas Esta noche me emborracho, de Discépolo. Es de algún modo curioso, pues Discépolo no fue nunca un bebedor, un hombre de copas en las noches bohemias.
Discépolo y Tania, a partir de entonces, vivieron juntos –pese a las conocidas infidelidades mutuas- hasta la muerte del gran artista en1951.

Esta noche me emborracho fue el cuarto tango de este autor, luego del frustrado inicio con Bizcochito, en 1923, compuesto en una pensión de San José junto a un guitarrista local, siendo poco más que un adolescente que corría por los escenarios tras quien terminó educándolo luego de la muerte de su padre: su hermano mayor, Armando, dramaturgo, quien en esa ocasión representó una obra en el histórico teatro Macció. Bizcochito jamás fue grabado y Discépolo trató de que no se interpretara pues, al tomar conciencia del tema terminado, renegó de él considerándolo “espantoso”.
-Nunca soñé que la vería/ en un “requiesca in pache”/ tan cruel como el de hoy./¡Miren, si no es pa’ suicidarse/ que por ese cachivache/ sea lo que soy! (…) Este encuentro me ha hecho tanto mal/ que si lo pienso bien/ termino envenenao…/ Esta noche me emborracho bien,/ me mamo bien mamao…/ ¡pa’ no pensar!
Recién en 1947, en radio Belgrano, Discépolo lo explicó: “Habíamos ido a Córdoba, a acompañar a un amigo que pronto murió, al Hospital de Tuberculosos. Él no quiso cuidarse, vivía alcoholizado. Medité, en el dolor y el aturdimiento, en esa búsqueda de escapes torpes cuando las cosas no tienen remedio. Pensé en un tango. No pude. Era demasiado tétrico. Pero fue la semilla; volví a Buenos Aires y entonces vi al alcohol de otro modo, detrás del envejecimiento que no se detiene, de la mujer que fue joven y linda y hoy es una máscara, de la traición; y ahí, en la ciudad, a través de aquel sufrimiento constante, sentí de otro modo el grito del tango que estaba imaginando”.
Sin embargo, y aunque suene novelesco, Esta noche me emborracho, que amargó tanto a Discépolo, fue también el tango que lo acercó a Tania, la inmigrante española divorciada, que había comenzado a cantar tangos.
Razzano, amigo de ambos, los invitó por separado al espectáculo de Azucena Maizani, admirada por Tania, pero no los presentó. Ella quedó cautivada por la fuerza dramática de Esta noche me emborracho e integró el tango a sus actuaciones en el Follies.
Y confesó: “Razzano fue pícaro. Era nochero. Nos sentó cerca y nos habló del otro a cada uno. A mí, al principio, ‘ni fu ni fa’. Pero al flaco le gustaban mis interpretaciones. Empezó a mandarme flores, luego bombones, mensajes… ¡Y qué querés! Se ve que le gustaba nomás, y lo acepté. ¡Me ganó por cansancio…!”.