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Cultura

El día de la inauguración del monumento a Varela

José María Fernández Saldaña (1879-1961)
Historiador, escritor y periodista, fue, además de abogado, autor de una historia del departamento de Salto, donde nació, y de un sólido diccionario uruguayo de biografías, de útil y frecuente consulta y de numerosos otros estudios históricos. Fue integrante de la redacción de varios diarios de Uruguay y colaborador de la prensa argentina, a los que contribuyó con artículos sobre temas históricos, literarios y artísticos. Reunió, a lo largo de varios años, una importante colección de documentos y fotografías que conserva la Biblioteca Nacional.

JOSÉ PEDRO VARELA
Fue inaugurado el 14 el monumento a José Pedro Varela.

Se ha dicho que entre todas las caídas, entre todas las debilidades, entre todas las claudicaciones, de los tiempos negros de la dictadura del Coronel Latorre nada afectó más a Juan Carlos Gómez que la capitulación de Varela. Él, decía, ha llevado todo cuanto se puede llevar, hasta el apellido. ¿Qué era esta capitulación, esta renunciación inmensa e increíble? Era que José Pedro Varela, que había tenido los mas acerbos reproches para el Dr. Ellauri, su amigo, cuando aceptó para ser presidente de la República al voto de una fracción política que no era “totalmente” la suya; él, que había motejado a aquel hombre ilustre con los calificativos —unidos— de Tartufo y Melgarejo; Varela, que había sido en Buenos Aires redactor del implacable “10 de Enero”, periódico que sería la sombra del motín del 75, Varela había puesto después, bajo la égida de la dictadura sangrienta y compadrona, su gran obra de reforma educacional…

Pues bien, en todo esto que afectaba de modo tan íntimo al honesto romántico de los bellos tristes ojos, yo he querido encontrar la mayor grandeza moral de José Pedro Varela, un rasgo superior, una faceta, la más pronunciada acaso, de una bellísima talla intelectual. Enamorarse de una causa, de una obra, de un ideal, cruzarse con la insignia de una noble empresa y ofrecerle, al fin, el sacrificio de la vida, dándole el cuerpo vencido irremediablemente por la fatalidades de nuestra propia naturaleza lamentable, es noble cosa.
Pero me resulta de más grandeza ejemplar, en cambio, la grandeza del que sacrifica en los altares del ideal —por alto que sea— ese tesoro sin precio de las convicciones honestas que arraigan en el fondo íntimo de nosotros en carne de corazón y en profundidad de entrañas, y que siente al hacerlo, a su alrededor vacío de máquina neumática y nota frialdades inesperadas y ve rostros vueltos y siente palabras a medias que traspasan…

Y en la hoguera del Moloch crepitante y nauseabundo de la dictadura, humeante de despojos humanos, aquel hombre superior, que tenía todo que conservar, “hasta el apellido”, arrojó, en un acto de supremo sacrificio, su fe principista… Pero la obra se salvó.

JOSÉ M. FERNÁNDEZ SALDAÑA.

 

 

FUENTE: En PEGASO, Año I, Nº 6, Montevideo, noviembre de 1918, p. 238.

Foto: Montevideoantiguo