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Cultura

El 3 de diciembre se conmemora el “Día Nacional del Candombe, la Cultura Afrouruguaya y la Equidad Racial”.

El 3 de diciembre se realizará la inauguración de la obra de recuperación de la fachada de la Casa de la Cultura Afrouruguaya, y la ceremonia de firma de la Intendencia de Montevideo del contrato de renovación de la concesión de uso por 10 años del local de funcionamiento de la Casa de la Cultura Afrouruguaya.

Contará con la participación de la Intendenta de Montevideo, Carolina Cosse; la alcaldesa del Municipio B, Silvana Pissano; la presidenta de la Casa de la Cultura Afrouruguaya, Isabel «Chabela» Ramírez y la secretaria de la institución, Keissy Correa.

Las actividades se realizarán desde el 3 hasta el 6 de diciembre. Será de forma descentralizada en los lugares habituales de salida de cada Comparsa en todo el país.

El candombe es la manifestación cultural reconocida por la comunidad afrodescendiente de Uruguay como patrimonio heredado de sus ascendentes esclavos africanos.

A partir de 1743, los esclavos africanos comenzaron a llegar a Montevideo para dedicarse a diferentes tareas de la economía colonial, trayendo consigo una gran variedad de rituales y tradiciones.

Entre 15 y 20 mil personas asisten a las llamadas cada noche7, por lo que el show debe cuidar su presencia y calidad para estar a la altura de la cantidad de público.

El candombe es la manifestación cultural reconocida por la comunidad afrodescendiente de Uruguay como patrimonio heredado de sus ascendentes esclavos africanos. El arraigo de esta expresión a la historia y cultura del país llevó a su patrimonialización y al reconocimiento de la UNESCO como patrimonio de la humanidad. En las últimas décadas, la manifestación se ha expandido y redimencionalizado desencadenando así modificaciones en su práctica, apropiación y valorización. El artículo presenta diferentes transformaciones que ha sufrido el candombe al insertarse en las dinámicas del mercado como producto de consumo y disfrute, así como por su propia expansión en nuevos espacios socioculturales y su acercamiento a nuevos actores externos a la comunidad.

A partir de 1743, los esclavos africanos comenzaron a llegar a Montevideo para dedicarse a diferentes tareas de la economía colonial, trayendo consigo una gran variedad de rituales y tradiciones. A lo largo de las décadas la comunidad africana y luego la afrodescendiente se ha mantenido practicando y desarrollando el candombe, la expresión cultural más notoria de los afrodescendientes en Uruguay, que comprende la producción de grupos de tamboreo durante el año y las presentaciones de sus asociaciones con danza y cantos (Ferreira, 2008, p.1). La preservación de esta tradición frente a las adversidades y conflictos1 que tuvieron para insertarse en la sociedad, hace referencia a la resistencia por mantener sus costumbres: el ritual se presenta como una resistencia frente a los procesos de dominación (Ferreira, 2008, p.228). A partir de la década de 1990 su expansión ha sido de gran notoriedad, adquiriendo presencia en todo el país: la manifestación pasó de evidenciarse únicamente en los tres barrios tradicionales donde se gestó y desarrolló el candombe –Barrio Sur, Palermo y Cordón- a practicarse en todo el país.

El candombe : entre ritual y producto de consumo

El avance de las sociedades capitalistas y de consumo de ocio y de turismo comienza a apreciar el patrimonio en términos de consumo, resultando en una espectacularización (Prats, 2005). Uno de los efectos perversos de la patrimonialización es su propia puesta en valor y explotación de su capacidad como producto dentro del mercado. En el caso de los edificios históricos y de las ciudades históricas, la industria patrimonial en vez de contribuir a su preservación, resulta un instrumento de banalización y una amenaza a la destrucción del patrimonio con el fin de lograr una mayor afluencia de turistas y visitantes (Choay, 1999, p.152-174). El candombe forma parte de esta industria patrimonial, por medio de espectáculos donde se representa y ejecuta el toque de los tambores: el Desfile Oficial de Llamadas y el Concurso de Carnaval. El primero se centra únicamente en un desfile de comparsas –agrupaciones de tocadores de candombe-, y el segundo es un evento en el que concursan cinco géneros diferentes siendo el de “Negros y Lubólos” destinado a agrupaciones de candombe. Ambos espectáculos están regidos por reglamentos, los que deben cumplir para participar así como para lograr ganar el concurso. Se tratan de concursos donde se compite para ser el mejor del año y no solo se presentan ante el jurado sino que también ante un público que paga entradas para ver el show. Estos espectáculos se alejan del espíritu tradicional de la expresión, resignificando el candombe en una sociedad capitalista donde la expresión cultural pasa a ser una opción dentro de la cartelera de espectáculos.

Existen varios ejemplos en los que luego de una patrimonialización, una expresión inmaterial se enfrenta a situaciones de folclorización y mercantilización (Peixoto, 2003). El investigador Romero Flores (2015) analizó la folclorización del Carnaval de Oruro, en Bolivia2 entendiendo que existen dos maneras de comprender y ejecutar las danzas del carnaval local, por un lado la danza-ritual, o sea la manifestación desde su forma particular de reflexión y disfrute y por otro lado, como creación artística para el espectáculo (2015, p.19). La danza ritual es la que produce un “éxtasis espiritual consciente” donde los sujetos se despliegan reproduciendo la vida y por medio de su cosmovisión no se desprenden de la realidad para contemplarla sino que simplemente fluyen con la danza y la música (Romero, 2015, p.18). Por su parte, la danza-espectáculo se define como creación artística para la fiesta y se elabora en base a las exigencias del espectáculo. En el caso del candombe sucede lo mismo, por un lado existe el candombe que se manifiesta los fines de semana en los barrios de Montevideo, y por el otro el candombe hecho espectáculo.

La música y referente de la comunidad afrodescendiente, Isabel Ramírez3 resume la diferencia entre el Candombe de resistencia y el comercial. Haciendo una analogía con lo propuesto por Romero (2015), sería un candombe-ritual y un candombe-espectáculo. El primero se asocia a la práctica de los sábados y domingos, realizada de forma espontánea y donde la manifestación es disfrutada por la comunicación que establecen los tambores con el mundo sobrenatural a través del efecto sinestésico que se establece entre el movimiento y el sonido musical (Ferreira, 2008). En estas salidas no hay reglamentos ni requerimientos en cuanto a la vestimenta, cantidad de tambores, personajes, formalidades de presentación. De manera espontánea quienes tocan en la comparsa de barrio se reúnen a la misma hora y sin previo aviso vecinos, amigos y familiares se acercan para acompañar el ritual que se manifiesta todo el año de forma ininterrumpida. Del lado opuesto está el espectáculo que se presenta cada año durante el Carnaval4 de Uruguay, contando con la organización del Estado. El candombe se manifiesta en el Desfile Oficial de Llamadas, en el Concurso Oficial de Carnaval y en las Llamadas organizadas por las intendencias en los distintos departamentos del país. La inclusión del candombe a estos concursos implica un reconocimiento de la cultura afrodescendiente en la cultura nacional aunque al mismo tiempo presenta riesgos (Díaz, 2006). La competencia es el eje central de los concursos y ha tenido como consecuencia un deterioro en los propios vínculos intra e intercomparsas, así como la generación de algunas modificaciones en los propios ritmos del candombe (Brena, 2015, p.138-139). Asimismo, el antropólogo y músico Walter Díaz entiende que su inclusión en el carnaval es una amenaza para el candombe ya que puede deformar su expresividad así como sus contenidos culturales (2006, p.101). En este sentido, existe un consenso por parte de la comunidad, así como por quienes han trabajado en su patrimonialización en que la práctica se ha institucionalizado generando cambios en su tradición y concepción, debido a la intervención del Estado (C. Netto5, comunicación personal, 22 de julio de 2015).

De acuerdo con el musicólogo Gustavo Goldman, al candombe “se lo está institucionalizando, se sigue vendiendo exotismo y no se elaboran políticas culturales respecto a esa manifestación tan importante para nosotros” (Comunicación personal, 20 de agosto de 2015). Goldman denuncia la forma en que se presenta el candombe en el exterior, mostrando la manifestación como algo diferente, único, singular, dentro de las lógicas actuales de mercado, fácil de vender. El Desfile Oficial de Llamadas es organizado por la ‘División Eventos’ de la Intendencia de Montevideo que tiene entre sus funciones mejorar la organización de las fiestas populares más importantes del país, siendo una el carnaval, como producto turístico así como espacio de disfrute para los ciudadanos6. Entre 15 y 20 mil personas asisten a las llamadas cada noche7, por lo que el show debe cuidar su presencia y calidad para estar a la altura de la cantidad de público. Esta espectacularización se observa también en Buenos Aires, donde el candombe uruguayo, se expandió y fragmentó del circuito en el que nació, como también logró una multiplicación de la cantidad de comparsas alejándose del centro tradicional de ejecución.

En Montevideo el fenómeno lleva más tiempo considerando que el Desfile Oficial cumplió 60 años -en el 2016- y en Argentina se comenzó a organizar en la década del 2000. La espectacularización en Montevideo se dio de forma más progresiva y con mayor aceptación por parte de la comunidad. Sin embargo existe cierto consenso por parte de la comunidad afrodescendiente en que los concursos durante el carnaval son amenazas para el candombe (Brena, 2015, p.130-142). En el Desfile Oficial concursan todas las comparsas registradas que cumplan los requisitos exigidos por reglamento. A lo largo de los años el reglamento se fue modificando lo que generó cambios en la presentación y ejecución de la práctica. Tanto el recorrido que debe hacer la comparsa como el número de integrantes fue variando, en 1964 el mínimo era diez y se incorporan las figuras que deben estar presentes: escoberos, bailarines, porta trofeo, parejas de gramillero, todos con trajes clásicos. Luego en 1966 se incluyen las actuaciones de estos personajes como elementos a ser juzgados (Ruiz, 2015, p.42). Esta breve evolución marca un cambio en la exigencia del concurso, lo que implica nuevos aspectos en los que la comparsa tiene que trabajar y modificar en sus ensayos el tiempo que tienen para tocar, el número de personas posibles y las figuras exigidas. La comparsa debe incorporar estos detalles tanto en el desfile como en los ensayos para así acostumbrarse. Pasando a reglamentos más actuales, en el del 2005 se solicita como mínimo 40 tambores y un máximo de 70, exigiendo el uso de parche de lonja ,el material utilizado tradicionalmente por los referentes. En la década de 1990, cuando se expande exponencialmente el número de cuerdas de tambores y de personas aprendiendo a tocar (G. Goldman, comunicación personal, 20 de agosto de 2015) se empiezan a vender tambores con plástico en vez de lonja, y esto queda inhabilitado por reglamento8. El número de integrantes tocando los tambores, como el de bailarines y de acompañantes ha ido aumentando considerablemente hasta admitirse hoy un número máximo de 150 componentes y un mínimo de 70.9 Asimismo la cantidad de comparsas participando aumentó y hoy pueden desfilar 40 agrupaciones. Esto también ha llevado al aumento de exigencia en el tiempo de desfile de cada comparsa. Por ejemplo, hasta el año 2000 el tiempo máximo de desfile por comparsa era de 90 minutos y hoy disminuyó a 73 minutos10.

El descontento de Ramírez se manifiesta por los riesgos del reglamento para la práctica, entendiendo que exigen más de lo que la comparsa debe exigirse, destacando el tiempo para desfilar y el requisito de contar con temas inéditos. Además, Ramírez destaca la importancia que tienen para la comunidad los personajes que desfilan delante de la cuerda de tambores, sugiriendo que son vistos como simples actores y no con el valor que merecen. Las categorías a ser juzgadas también fueron modificadas, disminuyendo la cantidad y así reforzando y valorando la estética de la agrupación. En el 2005, el reglamento cuenta con una puntuación específicamente para el colorido y originalidad, lo que se traduce en términos generales en los trajes, banderas, colorido de tambores, diseños, un puntaje aparte para la alegría de los conjuntos, lo que se demuestra en los rostros, y gestos de felicidad y otro rubro va para la vestimenta y presentación general del conjunto. En suma todos estos rubros tienen que ver con la estética y no con la esencia del candombe y su musicalidad11. En el reglamento del 200812 se identifican más modificaciones, disminuyeron las categorías a ser juzgadas a tres: cuerda de tambores, cuerpo de baile, vestuario y maquillaje. Se unificaron las categorías correspondientes a lo estético en una sola y se aumentó el puntaje referente a la cuerda de tambores. En el reglamento de 201613 se presentan todos los rubros de forma más detallada, especificando qué se juzgará en cada uno. Las descripciones se han ido ampliando dándole especial importancia a cuestiones de presencia y de atracción como espectáculo. En referencia a lo estético, la categoría ha ido cambiando para volverse en este último reglamento más ceñida en todo lo que se debe puntuar. La confección de la vestimenta, la realización de los trajes, los diseños atractivos, el maquillaje, los accesorios, las banderas, los ornamentos, símbolos y pinturas de los tambores se volvieron elementos de gran importancia para ser juzgados. Asimismo, se valora la funcionalidad y coherencia de la estética con la propuesta general14. Cada vez se toman más en cuenta los detalles estéticos, los cuales no son la naturaleza de las comparsas.

Ante este descontento por la espectacularización que genera el desfile, la comunidad propuso realizar uno sin competir. En el 2012, junto con el apoyo y organización del Ministerio de Educación y Cultura uruguayo (MEC), la comunidad realizó la Llamada Madre que deja por fuera el concepto de competencia, mientras muestra los tres toques tradicionales de candombe de forma diferenciada, sin que se distingan los integrantes de las comparsas, es decir sin vestimentas ni rivalidades. Aceptaron los liderazgos y de alguna forma rompieron con la forma tradicional que tienen de vincularse. La llamada fue filmada tal como la comunidad quiso –trabajaron en conjunto con una productora que realizó un audiovisual- mostrando lo que consideraban importante (C. Orguet, comunicación personal, 22 de febrero de 2016).

La Llamada Madre permitió que la comunidad pudiera continuar en unión sin competir, así como trabajar en conjunto para el guionado del documental. Asimismo, el video sirve como una herramienta de difusión y de registro para tener documentado los toques tradicionales en ese año y así más adelante poder evaluar nuevas transformaciones de la práctica. Y por último, permitió realizar un desfile organizado y producido, pero más cercano a la esencia del ritual y un poco más lejos del espectáculo del carnaval. Por tanto, existen dos terrenos diferentes cuando se habla del candombe, uno refiere al carnaval y el otro a las salidas espontáneas a lo largo de todo el año.

 

Fuente: journals.openedition.org