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Antonio Pippo y la información a la carambola

Desde Montevideo. Antonio Pippo para Diario Uruguay

 

Me incluyo entre los responsables por mi vigente condición de periodista.

Es que me ha ganado la sensación de que los medios, por ciertos hábitos que describiré, están jugando desprolijamente a la carambola con la información sobre la pandemia que tiene sus garras sobre nuestras gargantas.

 

«…a los medios, con profundo respeto y dándome el modesto sitio que me corresponde, les recomendaría que, a diario, trabajaran mucho en la investigación, en la producción y en el contexto de las noticias a dar, con la idea madre de que es mejor informar menos pero con más certeza, que atiborrar a las personas con una especie de ataque de misiles nucleares de datos que vienen de aquí y de allá…»

 

Pero despejemos de dudas y malas interpretaciones esta cuestión.

A la cabeza de los medios responsables están las redes sociales, claro.

Pero, cuidado: las redes sociales exhiben hoy una presencia sostenida y numerosa de medios de prensa formales y periodistas profesionales, que exponen, apoyados en diversas fuentes, lo que yo llamaría, tal vez con cierto exceso, verdades parciales que se supone las voces que las propalan santifican por el respaldo de su formación médica o académica, o por provenir de alguna organización multinacional que, ignoro si se tiene en cuenta, a esta altura si de algo carecen es de credibilidad; y ocurre que ya es un océano de tales versiones que, como bolas mal dirigidas sobre el paño del billar, suelen chocar entre sí y aumentar la confusión de quien lee.

Obviamente, alrededor de esa presencia periodística, superándola largamente, está el vómito de cualquier señor o señora que, aduciendo haber obtenido la información de los sitios más confiables del planeta, desparraman otras bolas erráticas dando contra las barandas por todo el paño verde, provocando, además, unos debates esquizofrénicos con pares que utilizan prácticamente los mismos golpes de palo alocados, intolerantes, rabiosos, haciendo crecer la desorientación de cualquier persona que, excepcionalmente, pretenda entender allí lo que ocurre y por qué ocurre para definir su comportamiento futuro.

Fuera de las redes, los medios profesionales –lo que queda de prensa escrita, las radios y la televisión-, salvo honrosas excepciones siguen priorizando “el golpe del balde”: hay que dar la noticia primero y cuantas más noticias se den diariamente más efecto positivo habrá en la sociedad. Y más venta o rating también, por supuesto.

El asuntillo está en que suelen multiplicarse desproporcionadamente las voces –más allá de que no se sepa si algún medio es culpable por no chequear el respaldo técnico o científico del interlocutor elegido, pues estoy persuadido de que se chequea- y eso no contribuye a la adecuada orientación del público receptor.

¿Por qué? Varias razones.

Primero, suele faltar una contextualización correcta y se salta de un aspecto a otro de la pandemia –fenómeno complejo si los hay, difícil de sintetizar- como si semejante ejercicio fuese constructivo. ¿Acaso importa más sumar que elegir?

Segundo, y esto también lleva a despejar, aunque relativamente, la responsabilidad periodística, se ha producido durante las últimas semanas un fenómeno contradictorio: aquellos especialistas que ya habían ganado el respeto general como asesores del gobierno, y salían a exponer con la frecuencia necesaria qué estaba pasando, qué podía pasar y qué se aconsejaba a la gente, aparecen cada vez menos; y están siendo sustituidos por otros, cada cual con su título y su experiencia empírica a cuestas pero en general desconocidos por el oyente, televidente o lector, que siempre se advierten dispuestos a opinar, incluso aumentando con celeridad su presencia, pero que inexorablemente abarcan aspectos parciales del tema, lo que –si no se complementa simultáneamente con otros aspectos también parciales- dejan a los ciudadanos más desorientados que antes; entre otras cosas, porque estos especialistas ya se han contradicho públicamente en más de una oportunidad: es como si una bola loca hubiese sido empujada a lo bruto en el billar y comienza a golpear cada vez con más ímpetu a las demás bolas que, y es ya otra hipótesis, están ahí para entre todas hacer una jugada colectiva que obtenga el premio de disolver las sombras que nublan el discernimiento de aquellos a quienes se vive diciendo “hay que cuidarse”, “hay que vacunarse”, “hay que tener responsabilidad social”.

Lo de las redes sociales no tiene solución. No perderé más tiempo con ellas.

Ahora bien: a los medios, con profundo respeto y dándome el modesto sitio que me corresponde, les recomendaría que, a diario, trabajaran mucho en la investigación, en la producción y en el contexto de las noticias a dar, con la idea madre de que es mejor informar menos pero con más certeza, que atiborrar a las personas con una especie de ataque de misiles nucleares de datos que vienen de aquí y de allá, de aquel especialista y de este otro, sin prestar atención al resultado de esa práctica.

Bueno, no sé. Me parece que es así. Lo intuyo, lo supongo, me lo dicta la experiencia, qué sé yo.
Como siempre, esto es pensamiento libre, no dogma. Y, como repito semanalmente, son buenos los debates, las disidencias, las correcciones, en tanto no se expongan por debajo de la tolerancia, el respeto y la benevolencia.