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El País Ramón Mérica

Relato oculto de Víctor Hugo Morales. El periodista que le juró a Ramón Mérica

TROTAMERICA.

Sinopsis de EL RELATO OCULTO (EBOOK)

“Y un día cambió. Dijo que fue después de una conversación telefónica con Néstor Kirchner, entonces presidente, quien lo llamó para explicarle por qué había comprado dos millones de dólares después de una operación inmobiliaria. El Gobierno, entonces –para usar un término de la militancia política–, lo empezó a ‘atender’: se encontró con algunos ministros, habló con otros funcionarios y se produjo la magia. Si ser kirchnerista se convirtió en un adjetivo, tan kirchnerista se hizo Víctor Hugo Morales que, en un discurso a la nación, Cristina sugirió que iba a tomar su propuesta y pesificar sus ahorros en dólares, en medio de una corrida cambiaria. Los motivos de la conversión son un enigma: hay quienes creen que su odio a Clarín es tan grande que transformó en amor al odio de su adversario. Frente a la mención de la palabra Clarín, Víctor Hugo reacciona como un niño adoptivo al que le mintieron toda la vida. La hipótesis sería verosímil si el propio Víctor Hugo no hubiera, hace algunos años, tratado de negociar con Radio Mitre, con quien no llegó a un acuerdo económico. Pero, y entonces, ¿quién es Víctor Hugo Morales, vecino de Buenos Aires y de Nueva York, melómano aficionado –acomplejado, creen algunos–, uruguayo de nacimiento y kirchnerista por adopción? ¿Es cierto que no tiene en su agenda ‘ni el teléfono de un militar’ el relator estrella de la televisión uruguaya durante la dictadura? Solo periodistas uruguayos podían correr ese velo. Leonardo Haberkorn y Luciano Álvarez lo hacen. Siempre me pregunté por qué Víctor Hugo reaccionaba tan violentamente cuando Pablo Sirvén lo calificaba de ‘converso’. En este libro encontré la respuesta.” Jorge Lanata

«Sí, es una entrevista que emerge en esta investigación porque es del 84, no está disponible en la web. Se ve que Mérica algo sabía y hace muchas preguntas sobre su relación con el poder y finalmente Víctor Hugo le dice: «Le puedo jurar por lo que más quiero en el mundo que nunca tuve el teléfono de un militar. Por lo que más quiera en el mundo».

Los periodistas Leonardo Haberkorn y Luciano Álvarez publicaron una investigación que cuenta una historia que Víctor Hugo Morales niega. Allí aparecen frecuentes visitas a un batallón, amistad con militares y elogios a la dictadura argentina, entre otras cosas.

-Hablar de fútbol no es algo menor, en la introducción de Crónicas de sangre, sudor y lágrimas habla de haber descubierto, durante su juventud, el poder del periodismo al leer una entrevista del periodista Ramón Mérica con una de las estrellas del Peñarol de ese momento, Fernando “el Nando” Morena. ¿Podría comentarnos un poco de esa introducción?

-Este es un libro que cuenta una historia que Víctor Hugo Morales ha negado, pero sobre todo un libro que desmiente al relator desde sus propios relatos. Este es un texto donde Morales se pelea y discute más que nada con Morales, con diferentes relatos de su propia historia a lo largo de los años. Algunas contradicciones pueden parecer más bien infantiles, como decir que era director de espectáculos de un semanario comunista, y resulta que no era el director y ni era comunista el semanario. Otras versiones tienen diferencias más sustanciales: Víctor Hugo juró no haber tenido nunca el teléfono de un militar amigo en dictadura, y este libro rescata un testimonio suyo del batallón Florida en 1977 donde él mismo se desmiente. Un testimonio que además tiene un audio que lo corrobora.

Víctor Hugo Morales: Quiero decir unas palabras para quien en muchas oportunidades, estoy seguro de que le tiene que haber pasado a muchos de los presentes cuando han tenido algunas dificultades humanas, profesionales, familiares, ha estado a través del teléfono o de su propia presencia personal para decirme «¿Qué necesitás? ¿Qué te hace falta? ¿En qué te puedo ayudar?» Esa es simplemente una de las tantas facetas del Mayor Grosso. Me imagino que el Comandante Sequeira y todos los amigos del batallón Florida estarán muy listas su escritorio, estarán muy prontas las canchitas de básquetbol donde tantas veces tantas mañanas nos entreveramos en picados inolvidables, que ahora se van a hacer todavía más grandes en el recuerdo porque no estará presente quien no solamente desparramaba una calidad humana impresionante y también algunas buenas condiciones futbolísticas. Y yo que no estoy acostumbrado al halago, puedo decirlo.

-Leonardo, ¿de qué se trata este audio? ¿Cómo llegó a ustedes?

-Esto es un discurso que el mayor Juan Carlos Grosso, hoy coronel retirado, era el segundo jefe del batallón Florida y había sido seleccionado para ir en misión de paz, a la frontera entre India y Pakistán, a Cachemira, y en la despedida que se le hace en el batallón, una despedida con mucha gente, muchos invitados, Víctor Hugo Morales hace un discurso de despedida muy emotivo. Lo que escuchamos es una parte, donde es presentado como «un conspicuo amigo de todos los integrantes del batallón Florida».

-¿Cómo han tomado las primeras repercusiones? Son fuertes porque son previas a la salida del libro. Incluso antes de conocerse el texto, Víctor Hugo Morales ha dicho mucha cosa.

Luciano Álvarez: Sí, exactamente lo que nosotros esperábamos. Siguiendo la trayectoria de Víctor Hugo Morales a lo largo de 35 años, sus operaciones de debate son siempre las mismas. No se informa mucho y arranca a insultar. Practica lo que se llama el ‘argumento ad hominem’. Lo primero que hace es sacarte de la cancha de un patadón y después te dice que sigas jugando.

 

«Hay una nota de Ramón Mérica donde él jura no haber tenido el teléfono de ningún militar»

 

-En realidad los insultos son variados porque van a Majul, Magnetto, Lanata.

LH: No, pero él dice que nosotros somos alquilados por Magneto, producidos por Majul… Es todo mentira.

-¿Cuál es la motivación del libro? ¿Cómo surge? Porque esa es una de las acusaciones principales, que esto es una operación de Clarín, del periodista Luis Majul.

LH: Sí, es la pregunta que más gente me ha hecho. «¿Por qué hicieron este libro ahora?». Cuando salió el libro Víctor Hugo por Víctor Hugo, yo lo leí y sentí íntimamente bronca, que él se pintaba como un opositor a la dictadura, como un periodista modelo, que clavaba aguijones a la dictadura cuando podía. Yo que había leído El intruso, conocía la historia…

-El intruso es un libro de él de fines de los 70.

LA: 1979 para ser exactos.

LH: La verdad que me dio bronca. No puede ponerse uno como modelo si no lo es. Entonces que un artículo que publiqué en mi blog, que está en el blog todavía, que se llama «Víctor Hugo Morales, la historia olvidada», tiene que ver con este libro que está mucho menos documentado, es un artículo. Ese artículo lo publicó el semanario Voces luego. Se ve que Luciano lo leyó en un momento y me llegó un mail que decía: «En algún momento tenemos que hacer un libro juntos osbre este tema». Con Luciano habíamos hablado muchas veces sobre la carrera de Víctor Hugo, del personaje que estaba construyéndose. Pero en ese momento estaba cada uno en sus trabajos, yo estaba con Milicos y Tupas. Quedamos que sí, que en algún momento era una buena idea. Cuando tuvimos libre los dos empezamos a trabajar.

-¿Alguna relación con Argentina? ¿Viene de Argentina la idea?

LA: La idea es absolutamente nuestra y como dice Leo, hace muchísimos años que eso lo venimos conversando. Para quien no nos conoce juntos, nos conoce separados, con Leo nos une amistad de hace 20 años casi. Durante muchos años sábado a sábado, domingo a domingo, íbamos juntos al fútbol, por ejemplo. Siempre estuvimos al tanto uno del otro, hicimos cosas juntos, hicimos varios trabajos juntos. Ese tema estaba, y en mi caso, además el carácter extraño de Víctor Hugo por decir una palabra que no significa mucho, yo lo tengo muy detectado precisamente desde los años 70. Yo trabajaba en Radio Sarandí en el año 78 cuando la famosa prohibición de la dictadura, y realmente para los que trabajábamos en ese momento en los medios, que teníamos que hacer mil vericuetos para sobrevivir, que arriesgabas todos los días a perder el trabajo, y de hecho muchas veces lo terminamos perdiendo, que alguien escribiera un libro como El intruso, era realmente un agravio.

-Hay una historia que está en la página 37 que habla un poco de lo que Víctor Hugo construyó, del relato que Víctor Hugo construyó de él. Allí dice que él contó que era jefe de una sección de espectáculos de un semanario comunista. ¿Cuál es la historia? ¿Qué contó él y cuál es la realidad, que averiguaron consultando con los que trabajaban allí en ese momento?

LH: Justamente en este libro Víctor Hugo por Víctor Hugo él dice que había sido jefe de un suplemento de espectáculos de un diario comunista. Y siendo muy joven, como uno de sus primeros trabajos en Montevideo. Luciano fue a la biblioteca porque hicimos una tarea de archivo muy completa. Cuando sacó ese diario y lo primero que descubrió es que no había suplemento de espectáculos. Ya empezó a ser una cosa un poco rarA. Había páginas de espectáculos pero no figuraba Víctor Hugo Morales como jefe de espectáculos. Luego, recorriendo las páginas, había pocas notas de Víctor Hugo Morales, muy chicas y esporádicas, pequeñas notitas, pequeñas entrevistitas, y era rarísimo que el jefe de espectáculos no escribiera o hiciera notas de muy poca importancia, mientras que había grandes firmas, porque estaba Martínez Carril, estaba Traverso, estaba Luis Elbert, todas personas que firmaban notas grandes, importantes.

Relacionados con espectáculos, Traverso en su momento se relacionaba con el espectáculo.

LA: Sí, Traverso era crítico de cine y de libros en ese momento. Es muy significativo porque esa página era realmente muy buena.

LH: Entonces cuando llamamos, porque dijimos «qué misterio esto, vamos a llamar a Martínez Carril, a Elbert, a Nelson Di Maggio» y todos nos dijeron: «No, no, era un notero cualquiera, era el último notero. Escribía muy mal, recién había entrado, no era el jefe de espectáculos, ni cerca».

LA: Es como más grave la cosa. Primero que esto es un relato del año 2009, inventa una historia desde una perspectiva ya de un tipo muy exitoso, no tiene por qué inventar una tontería de ese tipo.

-El semanario era de Fasano.

LA: En realidad sí, pero tenía un apoyo efectivo de gente del Partido Comunista y del Partido Socialista. Lo primero que nos llamó la atención fue cuando dice: «yo le dije a la gente del partido que teníamos que tener una porción de frivolidad para competir mejor». Eso ya no te cierra. O sea, que él, un pibe de 20 y pocos años, le daba consejos al comité central del Partido Comunista. Eso ya empieza a ser un poco extraño. Y después dicen que esa porción de frivolidad, dirigía la página, que recorría los cines y los teatros y los restoranes y se daba la gran vida para poder hacer un buen suplemento. Cuando miré los nombres, esos nombres eran personas ya conocidas y que formaban una suerte de elenco estable en varios medios. Manuel Martínez Carril, una figura descollante ya en esa época, Luis Elbert, Jorge Traverso, Nelson Di Maggio, un crítico de arte de los más reconocidos, Víctor Manuel Leites, que fue director de la Comedia Nacional. No te cerraba. Y después de leer todos los diarios, que además todas las notas de espectáculos, como se estilaba en la época tenían firma, y la firma de él no aparecía jamás, salvo en una pequeña entrevista que hacía a Vera Sienra porque había ganado un premio en un festival. Pero era la típica notita de notero.

-Uno de los temas que más le han cuestionado es el del Mundial del 78, porque precisamente como aún trabajaba en Uruguay lo relató de una forma especial con el off view, no tenía los derechos, pero hay varias columnas de Víctor Hugo y algunos fragmentos de su libro El intruso de 1979. Decía, por ejemplo: «El mundial de Argentina fue una experiencia formidable. Se organizó prescindiendo de los dirigentes de los clubes con la exclusiva conducción de gente que solo pensaba en el deporte del país y no en las minúsculas rencillas que también caracterizaron siempre el panorama futbolístico del vecino país. Desde la soberbia fiesta de inauguración hasta el último minuto del torneo, estuve asombrado por el despliegue inteligente, unificado, fervoroso de los argentinos en torno al evento. Para mí quedaba demostrado una vez más que no existían los imposibles en el fútbol cuando se tiene una conducción capaz y desinteresada». Una de las defensas de Víctor Hugo a este tema es que desconocía lo que pasaba en Argentina en ese momento. Esto no lo puede negar porque lo escribió él en El intruso.

LA: En realidad es una nota de Mundocolor. El Intruso reproduce muchas de sus columnas.

-Esto es Víctor Hugo escribiendo sobre el mundial del 78. Hay una suerte de alabanza general a los militares por sobre los dirigentes a los que él tenía también enfrentamientos aquí en Uruguay.

LH: Sí, porque el mundial de Argentina 78 lo realizó la Junta Militar. La Junta misma tomó la decisión de organizar. Poner que era «gente que solo pensaba en el deporte del país» o «gente capaz y desinteresada»… ¡Es muy fuerte! Hay otro pasaje, que es un hallazgo de esta investigación porque no está en El intruso, que dice «el gobierno no mató a nadie por organizar esta Copa del Mundo». Hay pasajes muy fuertes sobre eso. La explicación de que él no sabía nada… Yo tenía 14 años y sabía que era una dictadura. Era imposible no saber que era una dictadura y que había presos políticos, como mínimo. Pero él trabajaba en radios, trabajaba en diarios, trabajaba en televisión. Las teletipos de las agencias de noticas tenían las denuncias, los periodistas no podían llegar a difundirlas, pero uno las recibía. Luciano trabajaba en Radio Sarandí y se recuerda cortando los cables.

Por otra parte, en esta investigación también encontramos un audio de una entrevista que le hacen en Argentina, en el cual en su afán por golpear a Menotti, porque él tiene una larga polémica con César Menotti, él dice una cosa que termina por derrumbar su argumento de que no sabía. Él dice: «Entre las cosas por las cuales no quiero a Menotti, lo desprecio -usa una palabra muy fuerte-, es porque el gobierno militar había prohibido hablar mal de Menotti. Eso yo lo sabía en Uruguay», dice. Entonces, ¿cómo es la cosa? En Uruguay tenía el dato preciso de que había una prohibición del gobierno militar de hablar mal de Menotti, pero no sabía que habías presos, no sabía que había tortura, por favor, es imposible. Una última cosa: en el 76 mataron a Zelmar Michellini y Gutiérrez Ruiz. A partir de ahí creo que a ningún uruguayo le quedaba ninguna duda de que en Argentina se mataba a los opositores. Parece que Víctor Hugo dos años después todavía no se había enterado.

Un conspicuo amigo del batallón Florida. Así se titula el capítulo 5 del libro Relato oculto: las desmemorias de Víctor Hugo Morales. Y este capítulo tiene varios de los fragmentos quizás más sorprendentes del libro. No va directamente a crónicas que haya escrito Víctor Hugo, a sus propios libros, sino a la construcción que ha hecho Víctor Hugo hoy en día de su figura y algunas de las actitudes o actividades que tenía durante la dictadura en 1977. Así lo presentaban en una fiesta en ese batallón en setiembre del 77.

Presentadora: … tener que presentarles a alguien muy conocido, un conspicuo amigo de todos los integrantes del batallón Florida, muy especialmente el Mayor Juan Carlos Grosso. Es Víctor Hugo Morales quien va a dirigir unas palabras.

Víctor Hugo Morales: Muchas gracias. Cuando un amigo se va queda un espacio vacío. Mayor Grosso, no lo podrá llenar la presencia de otro amigo.

-La presentación y el comienzo del discurso de Víctor Hugo Morales en el batallón. Escuchábamos antes que Víctor Hugo Morales había dicho en su discurso, además de elogiar a Grosso, había dicho que frecuentaba el batallón para jugar al fútbol, a la paleta…

LH: Jugar al fútbol, jugar a la paleta, según cuenta un cantante de tango que también frecuentaba, para jugar al billar, para comidas, para fiestas, para escuchar cantantes de tango como Aníbal Oberlín que es el que da su testimonio.

LA: Para salir juntos.

LH: Salían juntos de noche a tanguerías, era una barra que se juntaban para salir de noche con frecuencia.

-Hay testimonio de varios. El más breve es el de Guillermo Cedrés, actual presidente del Centro Militar. Confirmó lo de Víctor Hugo pero no quiso hacer más comentarios.

LH: Exacto.

-Después hay varios militares y algunos civiles. Iroldi, que fue campeón nacional de paleta, por ejemplo, testimonia que Víctor Hugo estaba allí en esos años o que frecuentaba.

LH: Sí, estamos hablando desde febrero del 75 a setiembre del 77. Dos años y medio por lo menos.

Cuando lo fueron a consultar o hablaron con ellos, ¿cuál es la sensación que tienen estos militares o civiles de Víctor Hugo? ¿Hay algún resentimiento? Algo se deja a entrever por ejemplo en Rosales, ex comandante en jefe del Ejército, que dice «no he hablado con nadie pero de este tema quiero hablar». Lo hizo con Jorge Lanata en Argentina también. «De este tema quiero hablar porque parece Víctor Hugo tiene desmemoria», eso lo dice varias veces.

LH: Creo que son distintas cosas. Algunos hablan, por ejemplo, el cantante de tanto Aníbal Oberlín, no noté resentimiento ninguno, sino simplemente cuenta.

LA: Con picardía: «Qué viene ahora con esto…»

LH: Claro: «Qué se hace ahora el que nunca fue amigo de los militares si vivíamos ahí adentro», dice. Pero no con resentimiento sino hasta casi que divertido de esa historia. El hombre tiene 90 años y tampoco creo que le importe mucho… En algunos militares, no en todos, no en el caso de Grosso, en el caso por ejemplo de Rosales, sí, hay dolor por alguien que sintieron que era un amigo y que de golpe los ignoró y pasó de ignorarlos a despreciarlos.

-Algunas defensas de Víctor Hugo salieron incluso previas a que se conociera lo del libro. Ayer lo vuelve a decir en las contestaciones que le da en su página a la gente de Noticias. Él señala que los archivos de la dictadura que había con expedientes sobre él lo visualizaban “como jodido, persistentemente de izquierda».

LA: No hay una sola palabra al respecto. Para empezar, todos los que teníamos una actividad pública o alguna posición política en su momento, teníamos un fichero. Eso es indudable. Te salía a relucir cuando tenías un viaje. A mí una vez no me dieron el pasaporte, me sacaron a relucir todo el fichero. No había que ser trascendente, yo no era nadie, era un simple periodista de radio. Cuando uno analiza bien detenidamente en realidad en ningún momento da a entender su posición política. Inclusive en el fichero de servicios de inteligencia del Ejército, en el punto donde dice «Ideología», está vacío. O sea, no hay ninguna referencia a que tuviera una ideología.

-¿Pero de dónde saca Víctor Hugo que era jodidamente de izquierda para la dictadura?

LA: Porque él sobreinterpreta todo, él sobreinterpreta absolutamente todo. Es más, en ese archivo dice: está promovido activamente por los Romay. Es decir, por canal 4, insospechables absolutamente de ser de izquierda.

LH: Súper oficialistas en la dictadura.

LA: Si uno lee detenidamente y los pone en su contexto ese famoso descargo de él sobre el cual hizo un drama tremendo, en realidad es peor porque queda bastante claro que no era un tipo peligroso. Es más, hay un dato fundamental que también hay que poner en contexto. Le atribuyen tener ambiciones políticas para la posible apertura que se avecinaba. Eso en el 1978 o 79. La apertura que pensaba el régimen en ese momento era bastante menos que la que inclusive postularon en el plebiscito del 80, era una apertura política que no incluía ni de lejos a ningún político en actividad de los partidos tradicionales y mucho menos a los políticos de izquierda. Decir que tiene ambiciones políticas en la próxima apertura indica claramente que no era una persona a proscribir.

Sobre este último batallón Florida hay una nota de Ramón Merica donde él jura no haber tenido el teléfono de ningún militar. Estas son varias preguntas de Merica que lo llevan a terminar jurando eso.

LH: Sí, es una entrevista que emerge en esta investigación porque es del 84, no está disponible en la web. Se ve que Mérica algo sabía y hace muchas preguntas sobre su relación con el poder y finalmente Víctor Hugo le dice: «Le puedo jurar por lo que más quiero en el mundo que nunca tuve el teléfono de un militar. Por lo que más quiera en el mundo». Y en el discurso que acabamos de escuchar en el batallón Florida él da fe de que estaba al teléfono con Grosso permanentemente pidiéndolo ayuda, «todas las veces que he necesitado ha estado al teléfono», dice.

Hay otro hecho, yo decía que él ha manejado algunos enfrentamientos con la dictadura para mostrar su sentido opositor: en 1978 se lo censura del relato del fútbol. Una decisión que toma la AUF, que él ha dicho en sus relatos que es una decisión que aprobaba el gobierno. Sin embargo, hay algunos fragmentos de sus propias columnas, por ejemplo en el libro El intruso, reproducido de lo que él escribía en Mundocolor, que dice, cuando lo habilita el gobierno militar finalmente a seguir relatando: «Sentí una cierta vergüenza por haber distraído a nuestros gobernantes en un tema infinitamente menor al que les ocupa día a día. El gobierno nacional no me ha condecorado ni respaldado, debió actuar muy por encima de eso. Las felicitaciones están de más, son casi absurdas. Yo no fui respaldado en mi prédica apenas, pero eso sí grandemente, fui defendido en los mismos derechos que usted goza». Esta historia Víctor Hugo la construye como que los militares no lo dejaron relatar.

LA: A los que trabajábamos en medios en esa época nos producía una indignación ese texto. ¿Qué libertades gozamos? ¡Ninguna! Vos estabas acá en la radio, sonaba el teléfono, y te decían «usted dijo la palabra Lumumbo». Voy a poner un ejemplo mío: «¿Sabe que hay una universidad en Moscú que se llama Patricio Lumumba?». Pum, te cortaban. Ya con eso estabas marcado. Te señalaban que te habían marcado una rayita en tu prontuario. Entonces es terrible que alguien desde una posición de éxito y poder escribiera estos disparates. Y que ahora esa misma persona diga que eso era una forma de luchar contra la dictadura, es indignante.

Él señala en esa defensa que hace ante lo publicado por Noticias que en realidad los militares se asustaron.

LH: Es increíble eso.

LA: La frase exacta es brutal: «Los militares se cagan».

LH: La dictadura, que no tuvo problema en tener preso a Seregni 12 años, mientras en Europa personalidades del más alto nivel mundial como el senador Kennedy en Estados Unidos pedían que lo liberaran, y la dictadura no aflojó y lo tuvo hasta el último día, con Víctor Hugo tuvo miedo y dieron marcha atrás. Es tan ridículo… La mentira tiene que tener un tope.

Acá preguntan por Grosso y por cuál era la realidad del Batallón Florida en ese momento. Lanata llegó a compararlo con la ESMA, de Buenos Aires.

LH: Sí, me gustaría aclarar ese punto. En los años 72 y 73, sobre todo cuando el Ejército vence al MLN, ese momento duro de la guerra entre el ejército y el MLN, pasaron cosas terribles en el batallón Florida. Había mucha gente presa, hubo gente que murió en la tortura, hay varios casos si uno busca en los libros de Álvaro Rico que resumen las violaciones a los derechos humanos. En esos años en el batallón Florida pasaron cosas muy duras. Esta época en la cual Víctor Hugo va a hablar, a visitar el batallón, a jugar al fútbol, a jugar a la paleta, comer, se integra en la barra, es otra época, del 75 al 77. El batallón está al mando de un General -en aquel momento no era General- Sequeira, y ya no participaba en operaciones contra el MLN y claramente lo de Lanata de la ESMA es una exageración.

A nosotros nos importaba precisar si en ese momento en que Víctor Hugo iba todo el tiempo al batallón había gente presa. Empezamos a tratar de investigarlo y los propios militares nos dijeron que sí, que había algunos presos en el batallón. Pocos, no como había habido en otra época. Logramos localizar a un par de ellos. Mientras Víctor Hugo iba a jugar al fútbol había presos ahí. Pero en ese momento, bajo las órdenes de Sequeira, el trato a los presos era correcto, y no era el batallón que había sido antes. Pero había gente presa… No había apremio físico, no había tortura. Incluso Tiscornia, este integrante del MLN que estaba preso ahí, recuerda que cuando llegó Sequeira, lo fue a saludar al calabozo y le dijo: «Yo vengo a lavar la cara al batallón Florida». Y todo eso cierra, porque las invitaciones a los cantantes de tango, a Víctor Hugo Morales, era justamente parte de la lavada de cara, es decir, un lugar donde habían pasado cosas horribles estaba tratando de mostrar un nuevo rostro al Uruguay.

Vale aclarar, porque lo preguntan, que ustedes no marcan un delito de Víctor Hugo en ningún momento.

LA: No, no. El problema se centra en lo siguiente. Víctor Hugo construye su biografía a partir del presente. Entonces fabrica hechos desde la perspectiva de su situación actual y de la imagen que quiere brindar. Lo hizo siempre. No es el problema si fue amigo, si fue al batallón, si dejó de ir; bueno, cada uno con su consciencia. Pero no podés luego adaptarte a tu posición política actual e inventar toda una realidad que no existió. Ese es el problema, ese es el centro de la cuestión. Para nosotros como comunicadores sociales, como periodistas, como docentes universitarios, la ética profesional, la contrastación empírica de los hechos, ese tipo de conducta es fundamental y es el origen de este libro. Si no es el origen, es claramente el sentido. Es un sentido de una perspectiva ética y democrática central.

LH: Víctor Hugo Morales no puede ponerse como paradigma del periodismo, como ejemplo de periodista. Comparto con Luciano totalmente ese sentimiento del libro. Y hay otro: yo he hecho otros libros sobre historia reciente. En Milicos y Tupas lo que yo traté de mostrar, y lo dijo Gerardo Caetano, era que no solo tupamaros y militares tienen que rendir cuentas sobre lo que fue el pasado, también hay otros actores. Y el periodismo es otro actor. Él era el periodista más importante. Está bien, no mató a nadie, pero que dé cuentas de lo que fue su actuación en la dictadura, como el periodismo en general.

 

 

Fuente: 180