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Ramón Mérica Reportajes

El encuentro en Montevideo entre Dorival Caymmi y Ramón Mérica

AGONISTAS Y PROTAGONISTAS DE RAMÓN MÉRICA.

Cuando creí agotada mi cuota adolescente de Jorge Amado quise más: así descubrí a Castro Alves, así descubrí a Rui Barbosa, así descubrí al último juglar del Nuevo Mundo: Dorival Caymmi, un bahiano florecido entre las arenas y las soledades de Itapoan cuando esa playa estaba muy lejos de convertirse en un travesti de moda, cuando debían agotarse muchos vientos antes de que los coqueros escanciaran leche vegetal adulterada por el gin.

Pero Dorival, el pae Dorival es de la otra Eva: la de la poesía que cabalgaba en corceles blancos sobre la orilla blanda y misteriosa, el que jugaba a los fantasmas con el viento y con la espuma que moría en el momento de nacer, el que inventaba un canto de gaviotas y un contracanto de palmeras, el que hacía de cada palabra o sonido de su tierra un eco capaz de palpitar con el amor más profundo, con el color más creíble, con la verdad: la de la poesía que nace sin amaneramientos de forma, sin contubernios estructurales, la poesía por la poesía solamente factible en la garganta de los jugadores.

Hoy, menos que nunca, puedo ser objetivo – para usar un término de consumo diario, por comodidad, ya que no creo en la objetividad – con este Dorival de tez cobriza y pelo de algodón que empecé a admirar a partir de la carátula de un disco en el que se atrevía a desafiar con poesía las hidalguías del océano embravecido.

Porque lo que hacía ese señor con su canto era homenajear las penas y las glorias de los hombres que han hecho del mar el espinazo dorsal de su existencia, oscuras antologías aferradas a un atávico imán que las llama cada mañana para salir olas adentro a recoger ese pedazo de pez que luego será pedazo de pan. No puedo ser objetivo- ni quiero – con este trovador infatigable que cantó a las gracias bahianas, como lo definió Neruda, muchos menos ahora aquí en Montevideo, varios meses después de haberlo visto y abrazado, en que a mis espaldas un círculo de música inunda este cuarto como dictándome lo que debo hacer con este pórtico sobre Dorival. Pero no puedo…

Puedo sí contar de entrada que es el personaje más simpático y cordial que me ha tocado entrevistar nunca. Y con eso, ¿qué? ¿Dónde está el juglar de las gracias de Bahía? ¿Dónde el trovador que guitarra bajo el brazo y anchurosa sonrisa tajea de lado a lado el gigante verderrojo de Brasil? ¿Dónde? No puedo. Me alcanza, vanidosa y egoístamente, con recordar que ese santón del folklore de este continente me recibió un ardiente mediodía en su casa de descanso al norte de Río, que allí me atiborró a comida según los cánones jamás pasadas al pentagrama, que depositó sobre mí una calidez infrecuente en los encuentros periodísticos, que me hizo un show privado en ese mediodía de una casa de playa que duró tres horas a pesar de que en esos mismos días no aceptó el voluminoso contrato de una estación de televisión que le pedía treinta minutos. ese es Dorival, así es Dorival, así son los juglares. Por lo menos así es El Ultimo Juglar del Nuevo Mundo, el que yo conocí.

 

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(Entrada de la Entrevista publicada en el libro agotado “AGONISTAS Y PROTAGONISTAS” de Ramón Mérica. Editorial Arca)