Inicio » Zucchi y Montevideo. 150 años después, el eterno retorno
Destacada Ramón Mérica

Zucchi y Montevideo. 150 años después, el eterno retorno

VEREDAS CAMINADAS POR RAMÓN MÉRICA para Diario Uruguay.

Carlos Zucchi vuelve a Montevideo . Vuelve a aquella Montevideo, Ciudad-Estado, que él ya había visto florecer como ciudad independiente, donde llegaban, ricos de inteligencia y de capacidad, los exiliados europeos, perseguidos por la policía de la Restauración, decidida a enviarlos al patíbulo o a la cárcel, o sofocados por una atmósfera reaccionaria y retrógada o también rebeldes para volver a ubicarse, luego de una revolución Francesa, en las inflexibles categorías  sociales de un setecientos resucitado.

Buscaban libertad en las Américas. El Arq. Zucchi también la buscaba como libertad para desarrollarse artísticamente, cansado de una Europa en la que también una Francia y una Gran Bretaña se mecían en el conservadorismo. Y entonces partió,  más allá del Océano, más allá de las oscuras mareas color vino, hasta las tierras de infinitas praderas, ricas hasta donde llegaba  la mirada, de pastos, de mieses, y de animales salvajes y libres. Pero también donde se estaban erigiendo en las primeras ciudades, los pilares de la civilización: la Catedral, y en el caso de Montevideo, ni pequeña ni modesta. El Cabildo, palacio comunal,
defensor del poder civil. La Fortaleza, amplia y severa, guardián de externos invasores y también de posibles anarquías  internas. En este contexto y en esta atmósfera moral, Zucchi, luego de una breve experiencia en Buenos Aires, llega a tierras uruguayas y recibe enseguida muchas propuestas de trabajo, lo máximo se podría decir: la remodelación del Fuerte (y correspondiente transformación en la Plaza Independencia), la creación del Teatro Solís, templo de la que fue llamada por los modernos el arte por excelencia: la música.

Pero el Solís no surgió según sus planes. Sin embargo, estuvo todo bien cerca de sus ideas y hoy es el gran templo del arte montevideano, testigo de tantos momentos felices. Y surgió también la gran plaza en la cual el héroe máximo del Uruguay, Artigas, cabalga sin destino fijo y las palomas lo acompañan y entrecruzan arquitectónicos vuelos sobre el amplio cuadrilátero.