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Ramón Mérica

Con el escritor argentino Manuel Puig, Ramón Mérica confiesa

TROTAMERICA POR ARGENTINA. Manuel Puig con Ramón Mérica en Diario Uruguay.

Sé muy bien lo que es la vida de provincias -viví en Salto hasta los 18 años- por eso lo comprendo tan bien, por eso comprendí tan bien lo que quiso decir en una zona de su Boquitas pintadas. Como en ese remoto Villegas  donde nació, también en Salto -sin ser un sitio remoto pero sí igualmente limitado a ciertas distracciones de ciudad chica- el cine fue para mí, como para cientos y miles de coetáneos y contemporáneos, como lo sigue siendo hasta hoy, el solaz por excelencia de las noches únicamente transferibles por caseras loterías de cartones, solitarias complacencias literarias, achuchadas conversaciones en barras de esquinas innominadas.

MANUEL PUIG ES UN ESCRITOR ARGENTINO NACIDO EN GENERAL VILLEGAS, PROVINCIA DE BUENOS AIRES, EL 28 DE DICIEMBRE DE 1932. ES CONOCIDO PRINCIPALMENTE POR SUS OBRAS «EL BESO DE LA MUJER ARAÑA» Y «BOQUITAS PINTADAS».

 

Como yo, Manuel Puig debe haber visto estampadas en chingueados tipos dibujados a mano sobre cartulinas rosadas o verdosas, sentencias tan descomunales como que El ocaso de una vida era La Mejor Película del Mundo, que Manón era La Más Ardiente Historia de Amor de la Historia del Cine, que El muelle de las brumas era La Obra Maestra Eterna que Nadie Puede Dejar de Ver. Como Yo, Manuel Puig debe de haber asistido a ese soterrado misterio con que los «grandes» se deparaban la emoción de los films prohibidos y salían, sahumados de Avant la Féte y escudados en generosas promesas de chocolatines, a traspasar la puerta del cine donde esa noche se pasaba La ronda, puerta a la que nosotros, los que quedábamos jugando a la lotería o protegidos por frazadas, traspasaríamos en la matinée del día siguiente para desgañitarnos con las hidalgas piraterías de Burt Lancaster.

 

MANUEL PUIG, NACIDO EN 1933, NO ES UN MERO REPRESENTANTE DE LA GENERACIÓN DEL CINE: ES UN ABANDERADO, UN ADALID DE ESE UNIVERSO FASCINANTE

 

Un poco antes -nos separan con Manuel Puig unos escasos diez años- con otros títulos y en circunstancias más o menos parecidas, el novelista argentino conoció todo eso: tenía razón la revista norteamericana Time cuando definió a la presente como La Generación del Cine. Pero Manuel Puig, nacido en 1933, no es un mero representante de la Generación del cine: es un abanderado, un adalid de ese universo fascinante y en penumbras que cada uno desovilla delante de esa pantalla magnética que lo puede llevar en una misma tarde de un arrabal de San Francisco a un burdel de Besarabia, de un almacén de Avellaneda a la biblioteca de un noble inglés. Y fue leyendo sus dos primeras novelas -esa Traición de Rita Hayworth que me sorprendió desde el título; esa Boquitas pintadas donde el cine es un villano complaciente y cariñoso con las almas cándidas- que tuve la impresión de conocer desde siempre a este provinciano -como yo- que se dejaba seducir por el cine -como yo- y que recogía en su memoria -como yo- lo que la lejana penumbra del cine de su pueblo natal le había marcado a fuego en su sensibilidad. Querer conocerlo, desde entonces, se me transformó en una idea fija.

Una tarde de 1972 subí a un ascensor de la calle Billinghurst en Buenos Aires: iba a lo de…