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Antonio Pippo

El pibe que entendió

La columna de Antonio Pippo en DIARIO URUGUAY.

Chico Novarro confesó hace años que, durante su adolescencia, y aunque gozaba con la cumbia y la salsa, cantaba Soledad porque sus padres eran fanáticos de Gardel y, aunque no entendía bien “una cosa tan melancólica”, había algo precisamente en ese tango que lo fascinaba.

Quizás entonces –no más tarde, ya adulto, cuando entendió dónde estaba el aparente misterio- las respuestas estuviesen en aquella frase de Leopoldo Marechal, autor de la novela Adán Buenos Ayres, que tanto le gustaba:

-El tango es una posibilidad infinita de expresión de sentimientos.
O en la afirmación del historiador Horacio Salas, que leyó:

-El aporte del criollismo, fundamental en el inicio del tango clásico, viene del gaucho, forjado en la soledad de la Pampa.

La letra de Soledad, cuyo autor es Alfredo Lepera, está considerada una de las manifestaciones poéticas más elevadas de la música popular ciudadana. Lepera, que viajó repetidas veces a París antes de conocer a Gardel, fue influido por el simbolismo francés, más allá de haber confesado que su poeta de cabecera era Amado Nervo:

-Yo no quiero que nadie a mí me diga/ que de tu dulce vida/vos ya me has arrancado./ Mi corazón una mentira pide/ para esperar tu imposible llamado (…) En la plateada esfera del reloj/ las horas que agonizan se niegan a pasar/ y hay un desfile de extrañas figuras/ que me contemplan con burlón mirar./ Es una carrera interminable/ que se hunde en el olvido con su mueca espectral./ Se va con ella tu boca que era mía,/ sólo me queda la angustia de mi mal…

Gardel dio el paso inicial. Creó la melodía, con ayuda de Terig Tucci y luego pidió la letra, en la que, según Oscar del Priore, aseguró haber colaborado con Lepera. Curiosamente, un tango de semejantes características fue incluido en la película de 1934 El tango en Broadway, que es una comedia, en la cual destacó junto a Golondrinas, Caminito soleado y Rubias de Nueva York. Eran los tiempos donde el cine incorporaba obras musicales breves, “cual si fuesen arias de ópera insertadas en el argumento central”, al experto decir de la investigadora Irene Amuchástegui.

Es también una curiosidad que, entre 1929 y 1934, antes del estreno del filme y del tema referidos, se registraron, con el mismo título, otro tango que grabó la orquesta de Donato-Zerrillo, con la voz de Luis Díaz, y dos valses, uno de Baldi y Cárdenas y otro de Charlo y Cadícamo, ambos llevados al disco por la orquesta de Francisco Canaro. Años después, Astor Piazzolla también tituló Soledad a dos creaciones suyas: un fragmento musical integrado a la película Lumière y un movimiento de la Tangata Silfo y Ondina.

Hay un reportaje revelador de Gardel sobre Soledad, meses después del estreno de El tango en Broadway, que vale la pena recordar:

-La primera cosa que hice fue compenetrarme bien con el hecho y la emoción a los que quería referirme. Al ir desarrollando en mi mente los sentimientos, pareció como que iba surgiendo la melodía; entonces la silbé, tarareé palabras sueltas y al final le pedí una mano a un pianista y al amigo Terig. Recién después hablé con Alfredo y entre los dos le dimos el toque final al tango.

Soledad alcanzó el nivel de clásico y hay –y las habrá- versiones entre memorables y hasta peculiares: Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Raúl Lavié, Virginia Luque, Alberto Podestá, Susana Rinaldi, Julio Sosa, Jorge Sobral, Canaro con el cantor Roberto Maida y tantas más. Destacan, además, las instrumentales del guitarrista Roberto Grela, la agrupación de Osvaldo Fresedo y la Orquesta del Capitolio de Toulouse, dirigida nada menos que por Michel Plasson, con arreglo y participación del bandoneonista Raúl Garello.

Para el final, es impagable otra anécdota de Chico Navarro, que nos remite al inicio:

-Una vez, mi hijo Pablo, que estaba cerca de cumplir quince años, se acercó, tristón, y me dijo: “Papá, ahora entiendo el tango y la soledad y que vos, que andás en otra onda, sigas con ese tema de Gardel; pasa que me dejó mi novia”. ¿Qué te parece? A los dos días compuse “Manías”, un tema que me parece pocos recuerdan, porque entre mis tangos “Cordón” se llevó todos los laureles, y donde escribí esto: “Noche tras noche beso tu rostro/ que me mira desde una foto…”. ¡Claro! No soy Lepera, pero… ¿a quién no le ha pegado fuerte esa melancolía que sentís bien adentro como una pérdida irreparable…?