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Antonio Pippo VOCACION FM

La aventura del tango: PERSECUCION Y CONQUISTA, por Antonio Pippo Pedragosa

EL PALENQUE DE DIARIO URUGUAY. 

-La persecución no ha cesado. Hoy se podría decir que, de cierto modo, celebra la anhelada conquista.

Me refiero al añejo deseo de los percusionistas –bateristas, tamborileros y músicos de instrumentos familiares a esa línea de sonido- por incorporarse al tango clásico.
Y es añejo, sí, ese deseo. A comienzos de la década de 1920 un historiador descubrió una veintena de ellos, entre los cuales José Pepe Corriale, al que semanas atrás dediqué una columna, fue el pionero: llegó a tocar su batería, y también bongós, a lo largo de su trayectoria, en las orquestas de Canaro, Fresedo, De Caro, Pontier, Demare, Libertella, Mores y Piazzolla, entre otras.
Pero aquella recordación de Corriale fue exclusivamente sobre él y sus innovaciones.

La cuestión es que la percusión, en su avance sobre el tango, y pese al rechazo de tradicionalistas como Pugliese –cuya orquesta, sin embargo, siempre sonó “percusiva” con golpes rítmicos de la fila de bandoneones y el contrabajo en algunos compases, siendo La yumba, quizás, el ejemplo paradigmático-, incorporó a lo largo del tiempo aportes significativos que es bueno destacar.

El primero fue de la orquesta de Juan D’Arienzo; algo curioso, si se quiere, porque al grabar Candombe oriental, Rumbita candombe y Candombe criollo no usó tambores ni batería pero, al acompañar la voz del cantor, el arreglo musical expone un sonido que trata de imitar esos instrumentos. En cambio, con levedad, Canaro y Fresedo –éste luego se aventuró más, con Corriale- sí incluyeron una cuerda de tambores para sus propias versiones de tales temas.

Donde el viejo sonido de origen africano se expande más es con los arreglos que Emilio Balcarce le hizo a Alberto Castillo, caso de Charol, y en la agrupación de Francisco Lomuto con su modo de hacer Candombe criollo a inicios de la década de 1940.
Y entonces apareció el creador que cambió la pisada, pese a su condición de tanguero clásico: Sebastián Piana.

Como defendía tanto el aporte iniciático de los negros como el valor de la milonga –a la que modificó de forma magistral en dupla con Homero Manzi-, precisamente entre 1940 y 1944, ya compuestas las músicas de Milonga sentimental, Milonga del 900 y la insuperable Milonga triste, creó y grabó con su Orquesta Típica Candombe una serie impresionante de obras, mereciendo esta valoración de Federico Monjeau:

-Fue un capítulo algo excéntrico del tango por la inclusión y destaque de la percusión, al que  quiso usar para alcanzar la que llamó “naturaleza más expresiva” y un tipo de fraseo que hiciera superfluo otro subrayado rítmico.

Influido por Piana, en 1954 Piazzolla inició su propia revolución percusiva, escribió Tanguango y logró que, aunque por poco tiempo, lo tocara de esa manera, con su arreglo, nada menos que Troilo.

Al morir Piazzolla –quien, a mi juicio, cerró la etapa evolutiva del tango tradicional-, en las recreaciones que han ido apareciendo, incluso con el aporte poco considerable de lo electrónico, la distancia entre la expresión clásica de la música popular ciudadana y la influencia de los  instrumentos de percusión se ha acortado.

Tal vez el ejemplo más relevante, ya en este siglo, sea lo ofrecido por la Orquesta Matiné, dirigida por el guitarrista y compositor Gustavo Mozzi y formada a iniciativa de SADAIC y del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires e inspirada en aquella época de Piana y su Orquesta Candombe.
Claro, los años no pasan en vano y todo cambia. La Orquesta Matiné grabó un disco, Estuario, donde para ejecutar los temas, todos compuestos por Mozzi, utilizó no sólo tambores y batería, sino también oboe, clarinete y clarón y trompeta y trombón. Hay que aclarar que estos instrumentos no
están para “agrandar” el sonido sino para tramas polifónicas consideradas “de gran riqueza y muy aireadas”.

En fin. Se podría decir, hablando sólo de percusión, como insinué al inicio, que la persecución ha devenido conquista.
Ah, eso sí: más cercanas o no, las aguas permanecerán abiertas.
Se sabe qué piensan los recreadores. Respecto de los tradicionalistas, se podría recordar aquella frase de Argentino Galván, uno de los mejores arregladores de todos los tiempos, que suscribirían entusiasmados Troilo y Pugliese:

-No creo en el tango moderno, creo en el tango simple y sencillo, pero sí creo en la orquesta moderna. La que siempre será capaz de hallar nuevos timbres y enriquecer al tango dentro de lo clásico, permitiendo su evolución pero sin desvirtuarlo.