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Este Sur

El sentido que le damos a nuestro trabajo, entre la motivación y el estímulo

LA OPINION EN EL URUGUAY. Desde Montevideo/Esc. Beatriz Marenco, Directora de Relaciones Institucionales CELADE, para Diario Uruguay.

 

RECORDANDO LA FABULA DE PEGUY
Tarde silenciosa en la ciudad, el sonar de un escobillón me alerta sobre el paso del barrido otoñal, un joven,… se detiene a realizar su tarea. Junta una tras otra las finísimas ramas secas de una pequeña palmera, que por efecto del viento quedan acordonadas, junta una, cinco, diez….Agradecí con mi mirada su dedicación. Poco duró mi gratitud cuando vi que guardaba las hojas secas de los paraísos y con absoluto descuido y desafecto hacía volar el resto a la vereda. Tardé en reaccionar y seguidamente reflexioné sobre si estaba bien reprobar esa conducta en solitario o reprobar a quien tiene la función de supervisar y enseñar la tarea en una responsabilidad que va más allá del cumplimiento de un deber, que requiere un sentido de obligación, pero que no debe quedarse solo en el cumplimiento sino que debe apoyarse en ciertos valores.

Simple ejemplo, de tantos, que vivimos día a día como usuarios o clientes de servicios públicos y/o privados, que sufrimos el desdén y la inadvertencia de quienes desconocen la empatía al momento de escuchar, atender y no simplemente oír y que siempre nos lleva a preguntarnos ¿Quién supervisa esta tarea? ¿Dónde están quienes deben llevar a cabo esta importante función?, que sostengo bueno sería desempeñarla a nivel de educador no de detective, a fin de lograr el correcto desempeño, modelando valores, resignificándola, y entendiendo correctamente la autoridad para ejercerla en forma adecuada.

Parece ser, por el contrario que ya nadie supervisa, nadie ve, nadie controla, todo se auto regula, y es seguro no podemos autoregularnos en nada.

Y es una verdad que hay una necesidad y también un derecho a buscar una ocupación que nos satisfaga y no siempre lo conseguimos, casi con cierta desazón, puedo afirmar que no todos finalmente lo consiguen. Seguramente provoque tristeza ejercer un trabajo que no se quiere o no se desee realizar y que involucra a cualquier trabajador independientemente del trabajo y al nivel que se realice.

Solo una suma de esfuerzos puede lograr ámbitos de trabajo, cómodos, atendiendo a la moral de ánimo, conversión que será desafío de muchos, buenos conocedores del tema y en el que no me detendré.

Sin lugar a dudas no menos fácil será el esfuerzo personal por encontrarle el sentido a nuestra labor, para poder conciliar lo que nos gusta hacer con lo que se hace realmente, entendiendo la labor, como oportunidad para erigir nuestro sentir en la vida y que trae a mi memoria la preciosa fábula de la catedral…..’Yendo en dirección a Chartres, Charles Péguy ve en un costado de la carretera a un hombre que parte piedras golpeándolas con un mazo. Su rostro expresa desdicha y sus gestos rabia. Péguy se detiene y pregunta: ¿Señor que hace?, «Ya ve usted», le responde el hombre, «no he encontrado más que este oficio estúpido y doloroso».

Un poco más adelante, Péguy ve a otro hombre que también se dedica a partir piedras, pero su rostro está sereno y sus gestos son armoniosos. ¿Qué hace usted? Señor, le pregunta Péguy. «Pues ya ve, me gano la vida gracias a este cansado oficio pero cuento con la ventaja de estar al aire libre», le responde el hombre.

Algo más lejos, un tercer picapedrero aparece radiante de felicidad. Sonríe al demoler la masa pétrea y mira placenteramente las lascas de piedra. ¿Qué hace usted?; le interroga Péguy. ¿Yo?, responde el hombre, ¡Construyo una catedral!».