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VOCACION FM

Las cosas tienen principio

EL PALENQUE DE RUBEN ABRINES EN DIARIO URUGUAY.

“formar al niño para ser hombre y al hombre para ser ciudadano…”
J.P Varela.

La herencia colonialista, la introducción del esclavismo en este continente por los europeos con la conquista, más la sumatoria de la destrucción de las culturas de convivencia más avanzadas que fueron arrasadas a sangre y fuego, determinaron la consolidación de la supremacía machista y patriarcal.

De ahí que seamos uno de los continentes que cuenta con los mayores índices de crímenes de mujeres, de niños y niñas, e incluso aún más que en varios países de este continente perviven formas poco disimuladas de esclavismo infantil y de mujeres, en minas, plantaciones, en ciudades, fábricas y talleres semiclandestinos, con la vista gorda de autoridades y de gobiernos.

En Uruguay también existen otras formas refinadas, encubiertas, de súper explotación en las llamadas “casas de familias” con engaños a mujeres jóvenes, emigrantes Paraguayas, Dominicanas, Haitianas, Salvadoreñas, Guatemaltecas etc., y tener en cuenta la variante más hipócrita, las llamadas chicas traídas de interior.

Son prácticas comunes que viven en régimen de semi secuestro, en condiciones de trabajo de servidumbre. No me digan que nunca se escuchó hablar de esto o que son casos aislados de narcos, capos de mafia mexicanos, colombianos y otros poderosos que habitan en barrios privados custodiados por mercenarios armados.
No hacerse los distraídos.

«Es un desquicio y una idiotez para esta sociedad que se da el lujo, con cierto placer, de no reconocer y convivir sin abarcar la necesidad de una nueva revolución que atienda la minoría mayor de los ciudadanos que son los niños y los adolescentes del Uruguay»

Uruguay no escapa a estas prácticas y no admitirlo es una de las mayores hipocresías de las tantas que sufren mujeres, niños y negros .Y pocos levantan la voz, en un lugar donde las víctimas deben demostrar públicamente que sus agresores son sus agresores.

Doble rasero. Sí, doble rasero. Pongo sólo un ejemplo, ¿quién no recuerda el caso cuando un orate apuñaló a unos ciudadanos de origen judío en una ciudad del interior? Ahí saltaron todas las térmicas.

El triste caso de Valentina en Rivera nos interpela y como opinión pública quedamos conmovidos y alertas por este tipo de flagelo que viene de muy lejos y anda muy orondo entre nosotros en pleno siglo veintiuno.

Uruguay está dentro de los mismos rangos de crímenes, asesinatos de mujeres y de niñas y niños, secuestrados y violados, que cualquier otro país del continente que lo multiplican por muchas veces no sólo en población, también en las complejidades culturales entre distintas etnias.

Tal vez el horrendo hecho de La Pedrera- Rivera que padece la familia de Valentina, que tiene consternada a gran parte de la sociedad, nos obliga a cada uno de nosotros a bajar a tierra y abandonar el engreimiento de que somos distintos. Seguro que somos distintos, pero… las rémoras del patriarcado y del machismo con estas expresiones de primitivismo nos iguala con lo peor y los peores lugares.

¿Qué hacer?
¿Por dónde seguir?
Sin dudas: potenciar el camino que alguna vez nos propusimos como sociedad, rumbo cierto para salir de la pre- historia de la humanidad desde la escuela pública, laica y obligatoria, esa que se propuso “hagan del niño un hombre, del hombre un ciudadano”.

Ahora que se habla y se afirma que estamos en la cuarta generación de la revolución industrial, deberíamos potenciar, proponernos ir por la segunda revolución desde las aulas Varelianas de las escuelas, una nueva agenda que eduque y condene el patriarcado y el machismo.

No habrán dudas, esas niñas y niños serán más “valientes e ilustrados” que nosotros.

Uruguay dio temprano ese tremendo paso de la mano del Estado, apuntando directamente al corazón y a las raíces que provocaban las desigualdades, aceptando como única diferencia la inteligencia personal, puso en las manos de cada niño la brújula y el timón de su futuro, sembró en los corazones el más amplio sentido de justicia, solidaridad e igualdad .

Desafió y apuntó a superar aquella herencia de horror implantado a la fuerza por los conquistadores, portadores de una cultura del miedo, el temor y la postergación, que introdujo las religiones ajenas a estas comarcas, que ya vivían en un estadio superior en todas sus formas y contenidos de convivencia y respeto con todos los seres vivos y la naturaleza.

Es un desquicio y una idiotez para esta sociedad que se da el lujo, con cierto placer, de no reconocer y convivir sin abarcar la necesidad de una nueva revolución que atienda la minoría mayor de los ciudadanos que son los niños y los adolescentes del Uruguay.

Tal vez algunas explicaciones estén por el hecho de que no tienen voz ni voto.

No está por ningún lugar contemplado que los niños se puedan organizar, como los sindicatos de trabajadores o empresarios, mucho menos como corporaciones, cooperativas, tampoco en partidos políticos y mucho menos tener donde expresar sus reclamos que hacen a viva voz , a su modo, y pocos escuchan.

La libertad de otras opciones educativas siempre estuvo encima de la mesa y el estado ni ningún gobierno jamás las persiguió ni reprimió.

Pueden convivir. Claro que pueden convivir.
Igual que las alpargatas una en el pie derecho y la otra en el izquierdo, único requisito: no equivocarse a la hora de calzarlas.

Todos conocemos los forcejeos de las instituciones privadas con las públicas que van desde las pujas por vintenes a encontronazos con los voceros de instituciones religiosas por los contenidos, métodos y calidad de los docentes, además de ser en su mayoría instituciones de lucro.

Es muy probable que quienes abusaron y mataron a Valentina hayan concurrido alguna vez a la escuela pública, hayan hecho algún paseo a Minas de Corrales, los llevaron a la ruta para ver la vuelta ciclista del norte, con seguridad alguna de sus maestras los recuerden y hoy ellas se pregunten. ¿Qué no hicimos correctamente?

Ellas hicieron correctamente lo que tenían que hacer.
Los que estamos fracasando somos otros.
No fue la escuela.
No fueron los maestros.
No fueron la mayoría de los ciudadanos de Rivera.
No fueron los vecinos amigos y conocidos de las víctimas.
Rodear a las víctimas está en el manual.
Rodear a La Pedrera con todas las instituciones públicas y privadas es imprescindible.
Recrear y fortalecer todas las formas de atención, cuidado y protección de las niñas y mujeres, es de orden.
La policía, los jueces, abogados, fiscales y hordas de mujeres y hombres enfurecidos pidiendo cobrar con un nuevo crimen, es igual que llamar a los bomberos cuando el incendio se produjo.

Ahora todos estamos esperando al fiscal que nos toque y venga a interrogarnos para ver qué responsabilidad tuvimos y tenemos cada uno de nosotros en los asesinatos, desapariciones, violaciones, de niñas, niños y mujeres en todo el Uruguay, y qué opinión tenemos acerca del patriarcado y el machismo que se lleva por delante más vidas que las siete pestes bíblicas.

Todo tiene un principio, todo principio tiene un final.

Capaz que si lo hacemos juntos, sin hipocresías, sin miedos, con responsabilidad, la recompensa sea el camino de ni una menos, ni una más violada y asesinada por ser mujer.
Sigamos.