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El periodista español Juan Tortosa, autor de ‘Periodistas: el arte de molestar al poder’

NUEVO PERIODISMO DIGITAL.

«Antes no teníamos la posibilidad siquiera porque los medios tenían el monopolio de la información. ¡Bendita sea esa posibilidad! ¡Bendita la desaparición de los privilegios de quienes se creían impunes porque controlaban lo que la gente debía saber!»

Cuarenta años dedicado a la misma profesión dan para mucho. Cuando Juan Tortosa empezó a trabajar, tras haberse licenciado en la primera promoción de Periodismo de la UAB, seguía vigente el delito de escándalo público según el cuál era fácil verse entre rejas si publicabas un artículo considerado inmoral para la justicia heredera del franquismo. Bastaba con una foto de un pecho – como las que hoy cesura Facebook-, o un comentario malsonante para verse declarando en un juzgado. Incluso existía un Registro Oficial de Periodistas en el que era indispensable figurar para ejercer.

 

«En la presentación del libro comentaba que el problema que tenemos ahora mismo en la comunicación en España es que la política ha tenido su 15M, pero el periodismo no»


«Creo que Internet y lo que significan las redes sociales ha cambiado nuestras vidas para bien.»

Juan Tortosa es un pedazo vivo de historia de la comunicación de nuestro país. Tiene muy interiorizado el panorama periodístico español y sus etapas. Ahora, él mismo se encarga de repasar su trayectoria, lo que le ha tocado vivir y cómo ha evolucionado la España mediática desde el 77 hasta hoy. Lo hace en su libro Periodistas: el arte de molestar al poder, que publica Roca Editorial. Cuando saluda, te llama compañero si vienes con grabadora en la mano y mochila a las espaldas.

¿Cómo nace Periodistas, y por qué decide repasar su trayectoria precisamente ahora?

Todo empezó hace diez años cuando nació Las carga el diablo, un blog coral que iniciamos en la redacción de CNN+ y Cuatro en Andalucía. En teoría era para ir volcando todas nuestras experiencias en la profesión. Ten en cuenta que esta redacción no solo cubría lo que acontecía en Andalucía, también la costa de África, Ceuta, Melilla, Marruecos, sur de Portugal, Gibraltar… Igual podíamos estar viendo como metían en la cárcel al alcalde de Marbella, como asistiendo a como un submarino nuclear atracaba en Gibraltar, o recogiendo muertos en una patera dos minutos antes de salir en directo.

Sin embargo, aunque era un tema común y participaban muchas personas, me fui quedando solo en su actualización. Cuando descubrí que llevaba un año escribiendo yo solo, les pedí permiso para llevarlo yo. Y entonces decidí dedicarlo a reflexionar sobre el periodismo y su relación con la política. Ahora hace tres años me dio por pensar qué pasaría si recopilaba todo lo que había escrito en ese blog. Lo volqué a un Word de tropecientas páginas que no daba para un libro, sino para tres.

 

«…solo teníamos tres facultades de periodismo en toda España. Hoy seguro que son más de treinta y tres. ¡Tenemos miles de licenciados en periodismo al año!»

 

Y empezó la labor de cortar y podar…

Tanto corté y podé que con el paso del tiempo, dando enfoque y análisis, de lo que era el blog a lo que es este libro quedará un 15%, como mucho. Quien haya seguido mi blog todos estos años, que no creo que haya nadie tan insensato, reconocerá en el libro pocas cosas, porque el proyecto fue creciendo solo.

En determinado momento me di cuenta de que sí, que el material estaba bien pero que parecía más una colección de retazos. Por aquel entonces andaba leyendo un libro de Vargas Llosa que se llamaba La orgía perpetua y que hablaba de Flaubert y la creación de Madame Bovary. Y en aquel libro Vargas Llosa contaba la desesperación de Flaubert cuando le decían: ‘esto es muy bonito, pero son las piedras de un collar, te falta el hilo con el que atarlas’. Y de pronto me di cuenta de que ese hilo no era otra cosa que yo mismo.

Esta deconstrucción pasa por sus primeros años en revistas eróticas. Dice que nunca nadie fue procesado por escándalo público tantas veces como usted. ¿Cómo cree que ha cambiado este panorama, viendo como hoy en día los periodistas de este país siguen terminando en los juzgados por contar la verdad?

Creo, de hecho, que ha habido un retroceso de un tiempo a esta parte. Afortunadamente la situación jurídica no es la misma que recién muerto Franco. Quiero decir, que entonces había un Código Penal cuyo artículo 431 te mandaba directamente a prisión, te multaba con 600.000 pesetas de la época, y te inhabilitaba durante seis años para ejercer la profesión tan solo por sacar una teta en portada.

Al final yo no fui a la cárcel y ese Código Penal se reformó. La Transición fue lenta pero –salvando las distancias–, ahora parece tener más similitudes con la actualidad de las que podríamos pensar. En la Transición los periodistas luchábamos contra determinadas fuerzas institucionalizadas herederas del franquismo, ahora percibo que sucede algo similar con los herederos de aquellos a los que se les ganó la partida. Es decir, algo se debió dejar a medias cuando ahora resucitan según qué fantasmas…

No tenemos ese Código Penal pero sí Leyes Mordaza que hacen que exista miedo a decir ciertas cosas, o a publicar según qué informaciones.

Tal vez es, simplemente, que yo he tenido mucha suerte en mi trayectoria. Pero no te puedo negar que entonces no veía el encanallamiento en los medios que ahora percibo, ni tampoco la división que es norma hoy. A lo mejor eran otros los empresarios que eran dueños de los medios, a lo mejor eran otras las hipotecas que arrastraban, pero yo percibía un aire de renovación y un atrevimiento a publicar a pesar de los riesgos, que hacía que el sector tuviese cierto frente común.

El carácter del medio en el que trabajas siempre condiciona tu trabajo, pero ahora cada vez pasa más que de lo que tiene miedo un redactor es a perder su precario contrato si molesta a su jefe inmediato, o al director, o no cumple con una cuenta de resultados.

De hecho, en el capítulo en el que reflexionas sobre el miedo a las represalias en la comunicación contemporánea, dices que a veces «tenemos más miedo a quedarnos sin trabajo que a jugarnos nuestro prestigio profesional». ¿La precariedad es un signo inherente al periodismo de mi generación?

Siempre ha habido un punto de precariedad en el mundo del periodismo, aunque en aquella época sí se podían pagar las facturas. Pero todo ha cambiado en muchos sentidos. Me refiero a que entonces solo teníamos tres facultades de periodismo en toda España. Hoy seguro que son más de treinta y tres. ¡Tenemos miles de licenciados en periodismo al año!

Cuando tú pones esos miles de profesionales en el mercado cada año, y lo multiplicas por décadas, te das cuenta de que el tiempo ha abaratado la carne de periodista. Y eso se lo pone mucho más fácil a los que mandan: si un redactor se pone tonto porque cree que es insustituible, rápidamente descubrirá que está equivocado porque por lo que ganaba él, el gerente ahora contrata a tres.

En las facultades siempre se habla de una época pretérita, y se habla con romanticismo de ella, así que es comprensible que muchos periodistas jóvenes se sientan estafados.

Yo sé que lo que estoy diciendo es probablemente una postura romántica e imposible a medio o largo plazo, pero… ¿no habrá un término medio? Es verdad que el Grupo 16 al final se arruinó, que el Grupo Zeta no es lo que era, que el Grupo Prisa fue Dios en España y ahora está en manos de especuladores y buitres financieros, pero tal vez podamos aspirar a un término medio.

Uno que haga que la propiedad de la empresa ayude a que quien trabaja para ellos, empezando por el propio director, pueda apostar por el periodismo sin ningún tipo de hipotecas. Soy consciente de la servidumbre publicitaria también, pero es otro debate. Y ten en cuenta que hablamos de empresa privada, porque si cogemos ya a los medios públicos, la cosa cambia a peor.

Porque se supone que son un servicio público…

No, ‘se supone’ no: lo son constitucionalmente hablando. Pero no hay político que yo conozca que no aspire a acaparar el máximo de poder, a ganar unas elecciones, y que no esté convencido de que con ese poder le llega también la televisión. ¡Creen que todo va en el kit de acceder al cargo! ¡Y no hay manera de convencerlos de lo contrario!

¿Y cómo hemos llegado a esto? ¿Ya pasaba en el 77?

Esto ha pasado siempre, con la diferencia de que en aquellos años solo había una televisión pública que además era heredera de una manera de hacer las cosas durante el franquismo. Pero fíjate, yo creo que ayudó el hecho de que Adolfo Suárez hubiese sido director de RTVE, para que entendiese que las cosas en ese ente se debían hacer de otra forma. Hubo un cambio brutal y estaba plagado de profesionales interesantes. Pero no duró mucho.

Después de aquella época comenta que los sucesivos gobiernos de Felipe González, dada su falta de respeto a la libertad de expresión, habían ido acumulando hechos para enfadar a muchos miembros de la profesión periodística.

No sé cómo lo expreso pero eso no responde a mi idea de Felipe González. No creo que despreciase la libertad de expresión. Era y es un demócrata. Lo que sí descubrieron como partido, y quizás más con Alfonso Guerra -que era quien tenía a un amigo íntimo en la dirección general de la televisión llamado Calviño-, fue que la televisión era un elemento de propaganda potentísimo.

Pero bueno, volviendo a lo de Felipe González, no creo que lo diga así. Si nos referimos al González de ahora, sin ninguna duda. Pero entonces yo no tenía esa sensación. A él le ha pasado como al chiste del tipo que de banderillero de torero se convertía en Gobernador Civil. Entonces un obrero le preguntaba a otro: ‘¿Y cómo es posible?’. Y el otro contestaba: ‘Pues degenerando, ¿cómo si no?’. Yo creo que él ha degenerado mucho, él sabrá por qué.

¿Y qué ha pasado para que los medios en nuestro país vean mermada su salud y su independencia? ¿Es posible volver recuperarse?

Creo que es fundamental desenmascarar a quienes creen que el periodismo funciona gracias a la connivencia con los políticos. Puede que durante la Transición este acercamiento tuviese sentido porque todos, políticos y periodistas, luchaban por lo mismo: la libertad de expresión, la modernización del país, la universalización de la sanidad y la educación, y una justicia independiente mucho más acorde con los tiempos.

Así que en aquella época estaban todos en la misma línea. Pero, ¿qué pasa cuando gana el PSOE? En este país, periodistas y políticos confunden los papeles y olvidan que, tal vez, ya no tienen que ser tan amigos. La obligación del periodista en aquella fase tendría que haber sido apartarse y vigilar al poder, pero hubo mucha, muchísima connivencia entre ambos mundos.

Y todo esto, con el tiempo, ha degenerado. Cuando el boom del digital ni te cuento, porque nacieron muchos portales que nadie sabía como se financiaban. Entonces aparecen medios como Periodista Digital u OKDiario. Medios que nacen antes que Público, que Infolibre o que el mismo eldiario.es. Pero mientras que a los primeros todo el mundo les pide explicaciones sobre su financiación, de los primeros nadie sabe nada. Esta connivencia se ha extralimitado tanto, y se han ido escorando tanto las posiciones, que parece que hayamos asistido a un ambiente de guerracivilismo. Y esto me asusta.

En la presentación del libro comentaba que el problema que tenemos ahora mismo en la comunicación en España es que la política ha tenido su 15M, pero el periodismo no. En la política ha salido a la calle gente de tu generación para decir ‘no nos representáis’, hace falta que los periodistas salgan a la calle diciendo ‘no nos representáis’.

¿Cree que este ambiente crispación también es consecuencia de cómo vivimos el hecho comunicativo en redes sociales?

Mira, un instrumento es satánico o beatífico dependiendo del uso que se le da, no del instrumento en sí. Un bisturí se puede utilizar para operar un corazón, o para metérselo a alguien en el pecho y matarlo. Creo que Internet y lo que significan las redes sociales ha cambiado nuestras vidas para bien.

Dicho esto, es posible que la administración de ese instrumento haya podido propiciar un ambiente de enfrentamiento. Pero es que antes no teníamos la posibilidad siquiera porque los medios tenían el monopolio de la información. ¡Bendita sea esa posibilidad! ¡Bendita la desaparición de los privilegios de quienes se creían impunes porque controlaban lo que la gente debía saber! Es absolutamente positivo que las redes sociales hayan traído una democratización del hecho informativo. Ahora quien tiene algo que decir y no tiene dónde hacerlo, puede hacerse oír en redes.

Me parece que eso es de una grandeza que ha cambiado la historia de la comunicación. Pero ha sido tal el terremoto que han generado que aún estamos mareados. Nos queda mucho, muchísimo que avanzar y aprender en este terreno.

 

FUENTE: eldiario.es