Inicio » A Carolina Sandes Villareal de Ortoneda, 1834, quizá no lejos de Salsipuedes
VOCACION FM

A Carolina Sandes Villareal de Ortoneda, 1834, quizá no lejos de Salsipuedes

NACIÓN CHARRÚA. Informe de Rodolfo Porley abril-agosto 2016 para Diario Uruguay.

Convocamos a un acto de amor colectivo el martes 19 de julio (o fecha próxima), que postule terminar el culturicidio a los 182 años de tu nacimiento y a casi un siglo de tu sepultura, a mil metros de Pueblo Piñera , límite sur de Paysandú -norte de Río Negro.

Restableceremos dignidad erguiendo muy visible la plaqueta en esa cruz instalada hace casi un siglo junto a rocas fijas y otras, acomodadas por ancestros en uno de sus sitios sagrados, de cara al poniente y a un vallecito cruzado por dos o mas lineamientos de grandes piedras clavadas. Desde la Bretaña francesa estos bloques se reconocen como Menhires y en gran parte del Planeta se los respeta.
Aquí se cruzan en la parte mas baja cerca de un pozo manantial, en cercanías del Pozo Curé (ubicado a 1700 metros del lineamiento) sobre el que hay relatos de su uso frecuente por una comunidad charrúa.
Todo acosado hoy por eucaliptus que han disecado dichas fuentes.
Podríamos aprovechar el día feriado del lunes 18 de Julio, con la salvedad de que no celebramos la Jura de la Constitución del Estado surgido en 1830 de la traición al artiguismo, excluyendo de sus tierras y ciudadanía a los mas infelices , a los que se quiso fueran los más privilegiados, los asalariados y analfabetos, los negros y zambos, criolllos pobres y a los indígenas para los que se propuso principal derecho.

Acto de Jura que ignoró la bandera tricolor y enarboló la inglesa, la brasileña, la argentina de oligarcas porteños. Ocultó también el Escudo de Purificación, que graficaba la alianza multiétnica con su justicia social reparadora, y la libertad civil y religiosa, en toda su extensión imaginable.

Constitución que fijó el marco para el primer gobierno y su ejército creado con el designio de un gigantesco operativo secreto terrorista de Estado, tras engaños del primer Presidente a sus amigos charrúas, sus compañeros de sucesivas batallas.

Plan ejecutado nueve meses después desde 11 de abril 1831 en Salsipuedes, Puntas del Queguay, Mataperros y Mataojo Grande el 23 de agosto, con persecuciones organizadas hasta una fallida en Yacaré Curú el 21 de junio 1832, seguidas de acosos sin fin ni perdón.

Sabemos, Carolina, que entonces ya estabas en el vientre de tu madre, Villareal, que te dio a luz en 1834, ( fecha en la placa de la cruz)
madre oculta en algún lugar o reciente cautiva de aquellos criollos asesinos o por otros bárbaros abusivos, o por algunos de los terratenientes que vivían solos en los campos.

Como ocurrió y se ocultó o disfrazó – borrando e imponiéndoles identidadesen tantísima familias incluso en algunas que llegaron a encumbrarse en la sociedad desde la fuerte propiedad de tierras o de negocios de entremuros o tráfico regional de esclavos afros. Como siguió ocurriendo durante un siglo, inclusive con cruces frecuentes de indoafrodescendientes y criollos, caso de mi abuela materna en Durazno, Sara Ocampo de Corbo. Recién hace pocos años sus nietas y nietos rastreamos algunos datos del árbol genealógico. Doméstica en la estancia de mi abuelo materno, murió en 1927 a los 38 años, tras dar a luz ¡por décima vez!.

O aún pudiste, Carolina, ser arrancada de los pechos de tu madre como tres años antes de que nacieras sufrieron 94 hermanas charrúas,
sobrevivientes de la masacre y la marcha de 300 km a pié, arrastradas dentro de las murallas con 43 bebés, 16 menores varones y 9 niñas disputadas por los encumbrados.

Lo que indignó a muchos montevideanos según testimonio de un marino sueco que publiqué en la Entrada Cinco de El Laberinto de Salsipuedes.

Pueblo Piñera es una localidad del departamento de Paysandú, y forma parte del municipio de Guichón. En la foto vemos la Capilla María Auxiliadora que se erige en tal lugar. Pueblo Piñera se ubica al sur del departamento de Paysandú, en el municipio de Guichón, sobre la cuchilla de Haedo, próximo al arroyo Molles Chico. Está ubicado en el km 369 de la vía férrea Paso de los Toros – Paysandú y sobre la ruta 25. Además, 110 km la separan de la capital departamental de Paysandú, mientras que la ciudad más cercana es Guichón, a 20 km al oeste.

O todavía podrías haber sido algunas de las niñas dejadas al paso por Durazno, Flores o Canelones , al servicio de poderosos. Como testimonió Miguel Pereira ( y publiqué en la Entrada Dos de El Laberinto de Salsipuedes el 31 enero 1998) sobre su abuela Natalia Garay, hija de alguna de las charruitas de tres, cuatro y hasta siete años dejadas en Durazno al paso de la caravana de cautivos en Salsipuedes.

Culturicidio implacable que reprimió con crueldad usar todo vocablo indígena, practicar costumbres o ritos, salvándose en intimidades – entre otras que rastreamos en 1997 – la presentación de los nacidos a la primer luna llena, curas con huellas en higueras y otras sabidurías con flora medicinal y uso de las «mareas» de la tierra. El mate ritual y el valor sagrado de la palabra dada. Resistencia de memorias transmitida de madres a hijas como en numerosas culturas indígenas sobrevivientes, aunque en extrema reserva en Uruguay, al punto que en casos se borró la identidad contextual originaria no la práctica misma.

Culturicidio tan feroz que algunas de tus hermanas y descendientes llegaron a odiar cualquier recuerdo y asumieron tal autodesprecio que lo extendieron a la enseñanza de sus hijos: «No se junten con esos que son indios», como lo testimonia hoy tu biznieto Leonel cuando quería jugar con unos niños vecinos en Guichón que llevaban tu mismo apellido. Sin duda que esas abuelas no querían exponerlos al dolor del desprecio y sus extremos asesinos. Como bien temió tu nieto Recoco (en fotos arriba la derecha) ocultando tu martirizado linaje, hasta que desde Guichón creció la ola de reparación ética y él la coprotagonizó en marchas de caballería con su poncho colorado.

Reconoció entonces su ascendencia charrúa ante Leonel, hermano de Diva, de Oliveiro Cosunga (en
foto arriba.) y de restantes cinco hijos e hijas que han multiplicado tus huella con trastaranietos en todo el país. Por eso festejaremos también los 98 años de tu nieto Oliveiro Recoco Ortoneda el próximo 24 de junio.

Oliveiro Recoco Ortoneda

«Se ha idealizado tanto al indígena que lo estamos deshumanizando» advertía Miguel Pereira, que escribió el cuento «La India Mala» para describir a su abuela, la referida Natalia Garay. Residía en los campos de la zona de Las Cañas, cerca de La Paloma y San Jorge, Departamento de Durazno.

«La abuela Natalia se casa con un portugués tan rubio, tan europeo, tan lo contrario. Esta mujer reniega de la raza, de su color, de todo. Tiene varios hijos, hasta que nace Hermenegildo, mi padre, en esa zona de Durazno. Y nace como ella. Era el lobizón…Medio indio, porque tenía ojos bastante claros» Y relata cómo lo trató mal, muy mal, no como a los demás hermanos. Y recibió el amparo de una peona cocinera, la Vieja Sara, de la misma generación y casi idéntica a su abuela. Es la que le pasa todos los relatos, la filosofía, la cuestión de la palabra.

Cumple lo que la madre no quería, con la función que podía tener un indígena: «mirá, esto es así…» La memoria hay que preservarla, la memoria hay que tenerla». Y de lo aprendido con su padre, Miguel nos legó un riquísimo testimonio (que publiqué en 1998 en las Entradas Dos y la Seis de El Laberinto de Salsipuedes referido). Lo que muestra que no fue fatal el sometimiento, algunas charrúas defendieron el relato. Cuyas pistas venimos rescatando también de abuelas de Entre Ríos . Desde donde una descendiente y activista por los derechos, la Dra. Marina Varela, adelantó su disposición de acompañarnos en esta movida y aportar su testimonio.

Hoy estamos elaborando el relato, pedacito a pedacito. Y algunos sentidos. Como el donado por Solange Dutrenit, psicóloga del Centro Gestáltico de Montevideo, con una abuela residente en Paso de los Toros que desciende de indígenas.

«Mi abuela no lo sabe, pero la mirás hoy, y es una india. Y es que fue esclavizada en la estancia de su propio padre. Cuando su madre murió y ella era chiquitita, su abuela la puso a cocinar para los peones cuando tenía nueve años. Se subía a un banco para cocina para toda la estancia. Sabe que nació en Cardozo, no sabe de la madre nada y de la abuela nada. Cuando alguien no sabe nada de su abuela, es indio, es indio puro ya. Eso lo he comprobado una, dos, tres, veinte veces. Por eso afirmé en televisión y en todos lados que la mayoría, la mayoría absoluta del pueblo uruguayo es de orígen indígena cercano: tercera, cuarta, quinta generación. Es cuando no se sabe, que se
sabe.» (Entrada Seis,El Laberinto de Salsipuedes,28 feb 1998). En el mismo publiqué un muy rico testimonio de Marisa Mattos, con doble ascendencia por parte materna y 12 paterna. Sus abuelos estaban en Cerro Largo Juan Mattos y Corina Martínez, esta descendiente directa genética y culturalmente. Los padres de su madre vivían en Tacuarembó Mateo Donadio y Adela Iglesias. Narra una convivencia de dulces traslados de sabidurías, principalmente de abuela-nieta.

Fue en esta ola ética creada desde Guichón donde a comienzos de siglo se multiplicó la identificación de vecinos que asumían públicamente sus raíces Charrúas. Como el caso de MiIton Bodiant en pueblo Piñera.

Coincidió con la tardía revelación de la ascendencia charrúa, tras la muerte de su abuela Dña Melchora Cardozo de Bodeant, por parte de su padre Ramón Bodeant. Rápidamente, Milton, junto a Roberto Piñera, ( también con ascendencia indígena), y otros vecinos envueltos en la ola expandida desde Guichón, funda la Asociación Queguay Charrúa que al poco integra el consejo de la Nación Charrúa, CONACHA.

Constituida en aparcería, AQUECHA participa fuertemente en las marchas anuales de caballería por Ruta de los Charrúas desde Guichón, reavivando esa ola con actos, en o frente a las escuelas de Guichón, Piñera-Bessio, Merinos, Tres Árboles-Morató, Tiaticura y culmina en el primer Memorial Charrúa, concebido y forjado en hierro junto al Salsipuedes por un médico (Juan Carlos Ualde) y un docente de historia (Alvaro Suanes) de Guichón., entrelazando las imágenes del hombre y la mujer de las «Cartas de Tacuabé».

Laureano Tacuabé fue cautivado en Salsipuedes, expatriado y exhibido en París. Antes de irse muriendo su compañera y compañeros (Guyunusa, el médico Senaqué y el cacique Vaimaca Perú), y él mismo lograra fugar con la bebé de Guyunusa, casi de la misma edad que
Carolina Sandes Villareal., nos legó un Arco musical y el juego de cartas, en lonja quemada. Tienen parecido con la antigua baraja española, pero sus figuras incluyen iconos culturales indígenas usados milenariamente en indoamérica. Publiqué una selección de dichos naipes en colores en la Entrada Siete de El Laberinto de Salsipuedes, en febrero de 1998. Manos de Uruguay y otros receptores ávidos se inspiraron para sugerir motivos y diseños y uno de esos materiales llegó a manos del Dr.Ualde motivando su inspiración. En la estructura en hierro reciclado se fundieron las figuras de las cartas el número ocho y nueve correspondientes a la sota (mujer) y caballero (hombre), guarismos que en charrúa se denominan Betum artasam y Baquiu (que además es el título de la escultura).

El entrecruzamiento de ambas figuras no solo asemeja un reloj de arena, como bien nos propuso el autor, “testimonio de que el tiempo revaloriza lo injustamente desvalorizado”. Simbolizan asimismo nociones claves de la revolución contemporánea del saber con un pensamiento de la complejidad, como lo son los conceptos de contradicción, complementariedad, concurrencia.

El entrelazamiento Hombre-Mujer plasma a la vez nociones medulares de filosofía indígena indoamericana: vincularidad, complementariedad, equilibrio, como entrecruzamiento interdependiente de hombre-mujer, cielo-tierra, vida-muerte, entre tantas otras. También de la concepción compleja del Tiempo. Como me explicó el historiador argentino Dick Edgar Ibarra Grasso (Concordia, Entre Ríos, 17 de enero de 1914 – Buenos Aires, 13 de julio de 2000) receptor de sabidurías aymaras en el antiplano boliviano, donde trabajó desde 1940 durante un cuarto de sigl). Aprendió a ver las cosas desde ópticas diversas y a veces contradictoriamente simultáneas. Como lo recoge el aymara, uno de los lenguajes indígenas milenarios. Tiene nociones de tal riqueza como no hay una similar en los miles de vocablos del español. Que son imprescindibles en la emergencia científica de últimas décadas. Por ej nos da la noción del Tiempo, cristalizada en el lenguaje. Ñá, significa Ahora, pero a la vez Pasado. En el momento de decirlo, envejece. O el vocablo Tucuy: significa Todo y a la vez Nada.TodoNada.

Milton Bodeant, Roberto Piñera y miles de vecinos en el Queguay Charrúa están nutridos cada vez mas por la localización de lugares y elementos con gran densidad cultural indigena, como se aprecia en mapas al final de este Informe. Además del sitio sagrado y Menhires al sur de PiñeraBessio, muy cerca al Norte, en Cuchilla de Fuego, se custodia como patrimonio nacional un petroglifo que hemos identificado como singularísimo instrumento calendárico doble. En la misma roca móvil se plasman los calendarios solares, de luz y sombra, en superficies necesariamente próximas a la vertical, combinada con el trazado de los 28 segmentos de los calendarios lunares, utilizando la superficie conoidal del petroglifo. Se ven claramente los 28 trazos verticales , cruzados horizontalmente por las tres franjas de círculos mayores, dos solticiales y uno equinoccial. Por ser universales, se expresan igual en todas las culturas del mundo.

Las encontramos en similar diseño en calendarios de luz y sombra en este petroglifo del Queguay Charrúa como en la pechera de un ceramio de la cultura Nazca, igual que en los instrumentos astronómicos de Grecia y de Roma antiguas. Todo según hipótesis interpretativas orientadas por las investigaciones de astro arqueología andina del peruano Arq. Carlos Milla Villena (en su obra Génesis de la Cultura Andina, 2006, 4ª ed, Edit. Amautica, Lima, Perú. p207) y por las del argentino Dick Edgar Ibarra Grasso, (en su obra La Ciencia Antigua y los Zoodíacos del Viejo Mundo y América, Ed Kier, B. Aires 1996, pg 347.) A los que entrevisté personalmente en 2006 en Lima y en 1997 en Buenos Aires, respectivamente. Ambos reproducen la Rueda Medicinal de Big Horn, según relevamiento de John A.Eddy, en su monografía Las Ruedas Medicinales y la Astronomía de los Indios de las LLanuras Norteamericanas, compilada por Anthony F. Aveni (en su obra Astronomía de la América Antigua, Ed Siglo Veintiuno. América Nuestra. México, 1980).

«Big Horn se ubica en la parte norte-central de Wyoming, entre Sheridan y Lovel, inmediatamente al norte de la frontera con Montana. Esta rueda se halla a unos 3.000 metros de altitud cerca de la cima de Medicine Mountain, uno de los picos mas altos en las montañas Big Horn, próxima a un abrupto precipicio con despejados horizontes y una vista impresionante. Esta rueda es seguramente la más complicada y protegida de las ruedas conocidas hasta ahora y se halla rodeada de un alto cerco bajo el cuidado del Servicio Forestal de los EE.UU.», cita Ibarra Graso (ob.cit.pg 344 ss). Este investigador siguió la pista del Zodíaco Lunar en culturas antiguas del mundo y en particular en América. Milla Villena coincide en interpretar un núcleo cultural continental y ecuménico amerindio. Agrega el ejemplo fotografiado en La Rioja, NorOeste argentino, de una estructura calendárica en San Nicolás Chilecito.(ob.cit p. 202)

El petroglifo instrumento calendárico solar y lunar, combinación totalmente inusual, está resguardado en la estancia allende al lugar
originario, un suave valle de pradera natural todavía virgen, pero con horizontes amenazados por las plantaciones de eucaliptus y soja. (ver cuatro imágenes al pie pg 10).

Se usaba cuando no habia almanaques ni relojes para tareas agrícolas. Y organizar rituales de un nuevo año, como cada 21 de junio, solsticio de invierno. Muy cerca de donde se halló el petroglifo pasa el trazado imborrable de un ancho «Camino de los Indios» que atraviesa diagonalmente Uruguay desde Salto hacia Rocha. Se han detectado trazos semejantes en América del Sur, convergentes a sitios sagrados andinos en trazado similar a la Ruta de Wiracocha, que también reproduce Milla Villena uniendo las principales ciudades antiguas desde Ecuador hasta nuestros lares.