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La Copa El País de la OFI: ¿Que 49 años no es nada?

Historia Copa de Clubes de OFI. Editorial. Eduardo Mérica para Diario Uruguay.

Un romance de campanillas, diría cualquiera. Ella, la Copa de Clubes Campeones, ni más ni menos. El, Efraín Martínez Fajardo.

El torneo más importante a nivel clubístico de la creada Organización del Fútbol del Interior aterrizó en el gran terreno que es el fútbol chacarero y ocupó un lugar especial en el corazón de todos los deportistas. Ese día el periodista Efraín Martínez Fajardo dejó sellado un romance con la Copa El País basado en la admiración mutua con la gente del interior de Uruguay.

Hoy esa Copa tiene 49 años y tiene una diferencia, debido a que un día un grupo de dirigentes de la OFI, se les antojó cortar el romance, no nombrarla como se la conoce originalmente, no jugarla con campeones, y modificar hasta la manera de disputa.

No es para menos. Durante años todos la conocimos como la Copa “El País” de Clubes Campeones, y formó parte del folclore futbolero hasta desde un lugar celestial. La Copa linda, impecable y feliz, hoy tiene otro mote: ”La Orejona”. Es un desliz. Me animaría a decir: Salvo un par de romances nunca comprobados. Es verdad, hay que decirlo…

El diario del creador de la Copa, lo dijo clarito. Con los años, y aprovechando la amistad estrecha con Efraín Martínez Fajardo, él nos confío la verdad sobre el día inaugural de la famosa Copa de Clubes Campeones de la OFI, ya que al año supo que el aficionado no la soltaría más…

“Llegó el día de la inauguración de la Copa de clubes Campeones del Interior (lean como el propio creador la llamaba). Un día que marcaba el nacimiento de una empresa en la que se mancomunaban ideales de progreso y de superación para todos los involucrados en la competencia que encerraba asimismo un desafío como era enfrentar algo nuevo que se encubría en el misterio de todo lo que nace, para desarrollarse en medio de un desconocido e ignoto futuro.

La expectativa era grande, nuestro nerviosismo también lo era, porque pesaba sobre nosotros una gran responsabilidad que en aquellos momentos hubiéramos querido transferir, para continuar siendo como lo éramos habitualmente, tan sólo espectadores y comentaristas imparciales de los hechos y no como en este caso protagonistas ineludibles e interesados de los mismos.

La etapa inaugural estaba marcada por la disputa de varios encuentros entre representantes zonales y por razones que determinaron las circunstancias íbamos a estar presentes en el encuentro pactado entre los equipos de Las Delicias de Minas y Atenas de San Carlos a jugarse en la ciudad de las sierras.

En la víspera habíamos concurrido a Melo donde se llevó a cabo un encuentro nocturno por la disputa del Campeonato del Este de selecciones. En la madrugada del día domingo cumplida esta misión, viajábamos hacia Minas compartiendo la distancia con el llorado amigo y colega del diario “El Día”, Raúl Morlino, con el que charlábamos sobre la inauguración del Torneo de Clubes Campeones a la que yo concurría. Su palabra que casi siempre se revestía de una sana ironía de divertidas salidas. era en ese momento grave y ceremoniosa.

Aprecié así que me rendía una especial atención como leal y verdadero amigo, percibiendo mi preocupación y mi nerviosismo. Cuando el ómnibus llegó a Minas había cobrado por intermedio de sus palabras, ánimo y confianza. Nos despedimos con un fuerte abrazo y al quedar solos, la responsabilidad que pesaba sobre mí volvió a jugarme una mala pasada.

Tenía que enfrentar en calidad de representante del órgano periodístico que auspiciaba el Campeonato obligaciones que me hacían sentir su peso y que superaba todas las asumidas y conocidas por mí hasta ese momento. Como integrante del Comité Ejecutivo tenía también que responder por cada una de las consultas o dudas que se me plantearan con respecto a la letra reglamentaria que regía las disposiciones a las que se debía ajustar la disputa del novel campeonato.

Estaba amaneciendo y este hecho consuetudinario y previsto, me sirvió para ofrecerme y constatar que la luz vence siempre a la noche y que no hay nada ni nadie que se oponga a su despertar. Fue como un oportuno mensaje, conocido pero olvidado e inadvertidamente no comprendido. Me dirigí entonces hacia un hotel céntrico y el sueño trajo el necesario y conveniente reposo para mis inquietudes. Cuando despertamos el sol ya estaba alto y por la ventana de la habitación penetraba el bullicio de la ciudad en día domingo y constituía para mí como la voz que me llamaba para enfrentar sin más excusas ni dilatorias la responsabilidad asumida.

Salí a la calle y me dirigí a la sede de “La Unión” el decano de la prensa uruguaya, donde entablé una amena charla con los colegas. Luego de un frugal almuerzo nos encaminamos hacia el campo de juego que mostraba el aspecto de un día de fiesta embanderado con profusión con enseñas patria y deportivas. Los altoparlantes difundían alegres sones, mientras que los aficionados locales y visitantes se acercaban al escenario poblando las instalaciones del mismo.

Nos pusimos al habla con los dirigentes de una y otra institución y también presentamos nuestro saludo a los integrantes de la terna referil. Los colegas radiales nos ofrecieron sus micrófonos y respondimos a su atención con más sentido de la responsabilidad que otra razón. Todo era para nosotros diferente y no valían en esta oportunidad subterfugios ni excusas para eludir con lo que entendíamos eran obligaciones de nuestra misión, en la que ahora se combinaban las responsabilidades periodísticas con las del protagonismo directriz que marcaba nuevos y hasta ese entonces desconocidos roles. Las autoridades locales me invitaron a hacer uso de la palabra utilizando un micrófono que tenía comunicación con los altoparlantes y cumplido este preámbulo, ingresamos con los dirigentes, los integrantes de los equipos y los jueces al campo de juego en donde dimos el puntapié inicial.

Habíamos pasado la prueba de fuego y desde ese entonces en adelante ya nada nos fue inquietante. Ya los colegas radiales no nos tenían que buscar y éramos nosotros los que nos presentábamos ante ellos para ponernos a sus órdenes y referirnos a todo lo que ellos pudieran tener interés en conocer sobre las disposiciones reglamentarias u otros aspectos relacionados con la organización del Torneo.

Por haber sido uno de los redactores del Reglamento que regía la competencia teníamos no sólo el conocimiento de la letra sino también la interpretación de la misma por medio de la cual pudimos en más de una ocasión disipar dudas y establecer el fiel y cabal sentido del mismo.

Así llegué sin advertirlo claramente a poner especial atención y agudeza de investigador en la redacción y disposiciones de las Leyes de Juego contando con la invalorable colaboración y asesoramiento de los árbitros amigos José María Codesal (representante de FIFA) y Feliciano Cacheiro Sànchez (integrante de AUDAF).

A tal punto llegó nuestro interés por la interpretación y difusión de las Leyes de Juego que junto al escribano Fernández Arbenoiz, hicimos una edición especial con comentarios de Codesal, las que constituyeron un valioso aporte pedagógico, pero lamentablemente un ruidoso fracaso económico.

De cualquier forma este tropiezo no nos alejó del tema por lo que no fue aflicción nuestra reacción y sí la del atleta cuya naturaleza le permite enfrentar todos los contratiempos con valor y fe. Igualmente en esos momentos, llegó a nuestros oídos una frase que no la debe haber dicho seguramente un vecino mío, pero que nos dispensó gran valor en medio de la adversidad. “Donde no hay fuerza no hay misión y si no puedes ser lo que debes, sé con seriedad lo que puedes”…