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Museo Chacarero

DAVY y la OFI, contra todos los que se vengan en El País

MUSEO CHACARERO DE DIARIO URUGUAY. Archivo de 08/12/2010.

LOS PUTLIZER DE LA OFI EN DIARIO URUGUAY.

DAVY

Dionisio Alejandro Vera Iparraguirre

EXCLUSIVO por EFRA (Efraín Martínez Fajardo) para Diario Uruguay

Llegó un día a Montevideo desde su pueblo natal: Paso de los Toros, con la ilusión de triunfar en el arco del club Nacional de Fútbol. Venía de la mano de un maestro del periodismo deportivo: Carlos Reyes Lerena, quien le había visto condiciones para el puesto de golero, evidenciadas bajo los tres palos del seleccionado isabelino. El crudo trasplante de los trenes de aquél entronque ferrocarrilero, a la metrópoli ruidosa y luminosa que amparaba y facilitaba vigilias alegres, en noches de vino y mujeres, echaron al olvido las nostalgias por todo lo que había quedado a la distancia, pero enlentecieron y detuvieron su carrera deportiva.

La mano de su mecenas lo salvó de un regreso penoso como lo es para todo fracasado y por protección de padre le brindó el acceso al diario «El País», en el que fungía como Jefe de la Sección Deportes. ¿Fue un golpe de suerte o una intuición del veterano periodista?. Lo cierto fue que el golero malogrado comenzó a transitar así por un nuevo y largo camino que le reportaría su mejor identificación profesional y su tuteo con el éxito, logrado por el destaque y relumbrón de sus notas y aguafuertes, que eran reflejo de vida y muerte, de luces y sombras, de éxitos y fracasos del hombre luchando por su vida y su subsistencia. Eran en parte el reflejo de su propia lucha y de su vida mezclada, entre la alegría de sus triunfos profesionales y una tristeza, entre tímida y huraña de su personalidad, que lo mantenía ajeno a los éxitos, a los aplausos y a los halagos.

Sin proponérselo hizo escuela. Tan sólo leyéndolo se podía abrevar de sus enseñanzas, cuanto más, cuando de vez en cuando abría el libro de sus conocimientos y sus consejos. Nos deslumbraba con sus habituales secciones, que leíamos antes que se editaran, por el privilegio de vivir hasta sin ninguna obligación, en la forja de la redacción y constituían para nosotros, regalos preciados, tener en nuestras manos las pruebas de sus artículos: «Lo que no dice la Crónica», «La Filosofía de los Lagartos», «La Crónica de los Martes», eran nuestro alimento espiritual, que nos hacía crecer periodísticamente, deleitándonos al mismo tiempo con sus anécdotas llenas de fuerza y luminosidad y culminadas en sabias moralejas, claras y directas; simples y profundas.

Ora exaltaba virtudes del fútbol de tierra adentro, que lo llevaba en su sangre, ora cobraba alturas siderales junto a la celeste, siendo el portavoz que hizo vibrar su lira para envolver de música sublime y de sonoros ecos aquél triunfo histórico de Maracaná. Aquella victoria mágica para la que se necesitaba otro mago del periodismo, para cantarla, para exaltarla, para que quedara entre sus merecidos blasones para la eternidad.

Un día, pasados ya muchos años en la profesión, llegamos a creer que estábamos copiando al Maestro. ¿Era así?. No, habíamos logrado llegar a tocar sus sandalias. Las sandalias del Maestro. ¡Qué privilegio!.

Y ese Maestro, ya lo saben ustedes, no es otro que Dionisio Alejandro Vera Iparraguirre (DAVY), que mi mente adora… Si tú que lees esto, eres ahora un hombre lleno de vida y fuiste hace años atrás un niño del Dr. Caritat, sabrás compartir esta misma o mayor adoración.

Y ahora un epílogo con algo que en esta evocación traté de ocultar o desechar de revelar, pretendiendo guardar un secreto que creo que aún puede o debe seguir siéndolo. Davy nos sensibilizó y compartimos con él su extraordinario amor por los perros, «los mejores amigos del hombre», aunque ahora recién nos damos cuenta de que alguno o algunos de los animales inteligentes de la selva humana le habían fallado, y que ese era su dolor y su inadaptación a los muchos disfraces, en los que se presentan los seres humanos. No creo que nos quede al respecto un «Mea Culpa», aunque algunas veces irrespetuosamente, equivocadamente y sin visión sicológica alguna, dijimos: «Davy está loco»…

Por sobre esta confesión tardía y por encima de esta revelación también atrasada, en nombre de todos los que le fallamos le pedimos sinceramente perdón y lo absolvemos de todos sus pecados.

FOTO: ARCHIVO DE DIARIO URUGUAY