Inicio » El profesor Alfred Wahl y el no reconocimiento de la supremacía futbolística uruguaya
La AUF

El profesor Alfred Wahl y el no reconocimiento de la supremacía futbolística uruguaya

HISTORIA DE LA CELESTE.

Constitución de la “escuela Wahl”

La leyenda negra fue iniciada por Alfred Wahl, profesor de historia política de la Universidad de Metz. Su incursión en las cuestiones futbolísticas empezó en 1990 con la publicación de La balle au pied, un libro destinado a los jóvenes, muy aproximativo y abundantemente ilustrado. La balle au pied contiene prácticamente todos los  ingredientes de la leyenda negra, a saber: la caracterización del batllismo como régimen autoritario, la descripción del Mundial de 1930 como un proceso nacionalista violento donde se impuso el juego sucio, y el no reconocimiento de la supremacía futbolística uruguaya durante el período 1920-1950.

El éxito de La balle au pied transformó a su autor en pionero de la historia académica del fútbol en Francia. Wahl fundó su escuela en el seno de la universidad y diez años más tarde contaba con un equipo de discípulos dispuestos a desarrollar su línea y difundirla en Europa. En el año 2002 Wahl fue convocado por Sepp Blatter para realizar el prestigioso libro conmemorativo de los 100 años de la FIFA, 1904-2004, el siglo del fútbol. Al núcleo principal de universitarios franceses (Alfred Wahl, Pierre Lanfranchi y Paul Dietschy) se sumaron el conocido historiador inglés Tony Mason –padre espiritual de Wahl en materia de fútbol– y la socióloga alemana Christiane Eisenberg. Con ambigüedades, contradicciones y una prudente discreción, se destilaron allí varios componentes importantes de la leyenda negra. Y es evidente que preocupa la facilidad con que esas posiciones adquirieron de pronto amplia difusión y estatuto oficial.

La “escuela Wahl” ejerce hoy en día una posición dominante en los círculos académicos franceses dedicados al fútbol. Se trata de un grupo organizado, con una jerarquía marcada, un ritmo sostenido de publicaciones y un continuo crecimiento. Es cierto que otros historiadores franceses desarrollaron puntos de vista que contradicen la leyenda negra (Patrick Charroin, Arnaud Wacquet, Didier Rey). Pero lo hicieron en el marco de investigaciones muy especializadas o de artículos esporádicos que no dieron lugar a una visión general alternativa.

Ingredientes de la leyenda negra

La leyenda negra se compone de cuatro ingredientes fundamentales:

1. Durante las tres primeras cuartas partes del siglo XX el régimen político uruguayo se caracterizó por su nacionalismo exacerbado y su parentesco con el fascismo, de lo que resultó una utilización política del fútbol cuyo punto culminante fue el Campeonato Mundial de 1930.

2. El Mundial del 30 tuvo por objetivo principal la exaltación de la nación uruguaya y funcionó como un cortejo de violencias. La final se ganó gracias al amedrentamiento  ejercido por los máuseres sobre el adversario y a las brutalidades desplegadas por los celestes en el campo de juego. Hubo graves incidentes y quién sabe cuántos muertos.

3. El estilo de juego de los futbolistas uruguayos es brutal, indio y gaucho, y contrasta con el juego delicado de los vecinos argentinos. Es la brutalidad de los futbolistas uruguayos lo que explica, en última instancia, sus éxitos mundiales: se impuso en la cancha un nivel de combate físico ilegal.

4. Lo establecido elimina moralmente a Uruguay de la jerarquía futbolística mundial aunque los resultados deportivos prueben lo contrario. Según la leyenda negra, el mundo del fútbol siguió siendo dominado por los ingleses hasta el 25 de noviembre de
1953, cuando cayeron 6 a 3 contra Hungría en Wembley.

 

Antecedentes futbolísticos de la leyenda negra

La leyenda negra tiene tres antecedentes futbolísticos: las posiciones de la prensa argentina después de la final de 1930, la propaganda brasileña después del “Maracanazo”, y la tesis de la superioridad inglesa, epicentro del discurso de los
historiadores ingleses del fútbol y fundamento ideológico de la Football Association desde el nacimiento de la FIFA.

Hay que decir que para cierta opinión del fútbol las cuatro estrellas mundiales uruguayas siguen siendo contrasentidos. De hecho, cada victoria mundial celeste fue cuestionada por los perdedores. En 1924, después de la final de Colombes, el dirigente
suizo Gabriel Bonnet acusó a Uruguay de alinear jugadores profesionales que se pagaban giras turísticas por España. En 1930, la prensa argentina y la AFA justificaron la derrota albiceleste incriminando el arbitraje y el juego salvaje de los uruguayos. Y en 1950 los poderes brasileños explicaron el desastre denunciando las intimidaciones de Obdulio Varela y la dureza de nuestros defensores. En cuanto a la tesis de la superioridad inglesa, es muy simple: los ingleses ignoraron todos los títulos uruguayos
considerando que los torneos ganados no eran representativos porque faltaban los mejores.

Antecedentes teóricos de la leyenda negra

En un artículo de 1990, Alfred Wahl –que según el sitio web WeAreFootball.org es el mejor especialista francés de la historia del fútbol– resumió sus concepciones en estos términos: influencia del historiador inglés Tony Mason, rechazo de los escritos emotivos y anecdóticos de los periodistas, y tratamiento del fútbol como objeto esencialmente político. “A partir del momento en que el fútbol moviliza las masas – escribe Wahl– el fenómeno alcanza proporciones importantes y se vuelve político.” Es decir que “es seguido y si es preciso utilizado por los poderes y más simplemente por las organizaciones encargadas del control de los jóvenes y de las muchedumbres”.

Dicho de otro modo, según Wahl el fútbol es un instrumento del poder que carece de motivaciones propias y que no puede llegar a ser nunca cultura popular.

Lo cierto es que Wahl no rompió jamás con las posiciones rancias de la llamada crítica del deporte. “Las potencias capitalistas que evoca Jean-Marie Brohm se encuentran hoy indudablemente en una idéntica perspectiva –declaró–. En consecuencia, se puede dar crédito a esta teoría que, desde un cierto punto de vista ideológico, es fundada.”

El problema es que esta teoría es un torrente de barbaridades y profiere, por ejemplo, que “la tendencia pulsional inherente al fútbol consiste en el desarrollo de comportamientos homosexuales entre jugadores en base no a una complicidad amorosa sino a la violencia compartida entre vencedores y vencidos en la guerra del match”, “que se constata un sadomasoquismo afirmado de la mayoría de los jugadores” y que “el fútbol es ni más ni menos que la estructura de adoctrinamiento fascista de las masas por intermedio de una sexualidad desplazada, orientada y liberada en dirección de las necesidades de violencia de la tropa de asalto”.
Manipulación de los ingredientes de la leyenda negra

Los ingredientes de la leyenda negra son relatos inestables, continuamente reinventados, lo que complica su descripción y en consecuencia su refutación. Las versiones sucesivas de los incidentes graves después de la final de 1930 dan una idea clara al respecto.

En La balle au pied, Wahl (61) escribió que al día siguiente de la final estallaron “incidentes en la frontera entre los dos estados”. Doce años después, en su libro Du jeu ancien au show sportif, el sociólogo Georges Vigarello (132) dio una versión completamente distinta de los mismos incidentes sosteniendo que la Policía había disparado “sobre los manifestantes agrupados frente a la Embajada de Uruguay en Buenos Aires” y que “la cantidad de muertos nunca fue claramente anunciada”. Más recientemente, en su Histoire du football, Paul Dietschy (169) presentó una nueva versión que acredita el rumor según el cual los jugadores argentinos fueron “víctimas de agresiones y de vejaciones”, “que la mayoría regresaron contusionados y heridos debido a las violencias de los uruguayos” en Montevideo, y que la violencia se prolongó en Buenos Aires, donde “incidentes provocaron igualmente heridos y probablemente muertos”.

Todo esto carece de seriedad. Puede observarse que los sucesivos promotores de la leyenda negra describieron los mismos incidentes de manera distinta, de tal modo que cada nueva versión es un desmentido de la precedente. Además, el análisis de cada relato por separado permite evidenciar las incoherencias propias del proceso de falsificación. En la versión de Wahl, por ejemplo, llama la atención la cuestión de los incidentes en la frontera, ya que es difícil concebir dónde pudieron producirse sabiendo que entre Buenos Aires y Montevideo hay 200 kilómetros de agua.

A primera vista, el relato propuesto por Vigarello 12 años después está más documentado. Es cierto que un grupo de fanáticos albicelestes apedreó el Consulado uruguayo en Buenos Aires y fue dispersado por la policía argentina. Pero la manipulación de Vigarello aparece después, cuando afirma demagógicamente que “la cantidad de muertos nunca fue claramente anunciada”, y sobre todo cuando explica que se expresó “allí el viejo conflicto entre Argentina y Uruguay”: la independencia de Montevideo se hizo en detrimento de Buenos Aires, en 1830, iniciándose así una “larga rivalidad, un enfrentamiento latente, jalonado de incidentes a lo largo de décadas”.

En efecto, hay incongruencia entre los hechos relatados y la explicación de fondo, ya que no tiene sentido atribuirle responsabilidades a Uruguay tratándose de enfrentamientos exclusivamente argentinos.

Dietschy no se atrevió a perpetuar tal cual la versión del sociólogo. Se esforzó en producir un relato coherente, para lo cual utilizó rumores sacados de la prensa argentina de la época. Dio por cierto el hecho de que la mayoría de los jugadores argentinos regresaron “heridos debido a las violencias de los uruguayos” y agregó que la agresión había seguido en Buenos Aires, donde “incidentes provocaron igualmente heridos y probablemente muertos” (169). El término “igualmente” da la impresión de una unidad entre los hechos de la cancha y los de Buenos Aires, mientras que el término “probablemente” es a la vez una confirmación y un desmentido de la versión de Vigarello. Lo curioso es que Dietschy acabó descartando el único elemento cierto de la versión de Vigarello, a saber, el ataque al Consulado uruguayo por los hinchas argentinos.

Cronología de la construcción de la leyenda negra

Cinco libros contribuyeron a elaborar la leyenda negra antiuruguaya:

1990. En La balle au pied, Alfred Wahl asoció el régimen uruguayo de los años veinte con el fascismo italiano, describió el Campeonato Mundial de 1930 como una instrumentalización política, afirmó la existencia de incidentes graves después de la final y concluyó con la tesis de una supremacía mundial de los seleccionados europeos hasta 1958.

1998. En La passion du football, Patrick Mignon definió el estilo de juego de los uruguayos como “brutal, indio”, contraponiéndolo al juego artístico y refinado de los argentinos.

2002. En Du jeu ancien au jeu sportif, Georges Vigarello escribió que después de la final de 1930 hubo cantidad de muertos en la capital argentina “como consecuencia del conflicto secular entre Montevideo y Buenos Aires”.

2004. En 1904-2004, el siglo del fútbol, Alfred Wahl, Pierre Lanfranchi, Tony Mason y Christiane Eisenberg reiteraron que las manifestaciones nacionalistas del público uruguayo durante el Campeonato del Mundo de 1930 prefiguraban el fascismo europeo.

Explicaron que los jugadores argentinos tuvieron que actuar bajo protección policial y describieron el torneo como un “cortejo de violencias”. En el capítulo “Enfrentar los problemas políticos”, Uruguay es descrito como un país autoritario durante la mayor parte del siglo XX, como Argentina, Brasil, España, Filipinas y Corea del Sur.

2010. En Histoire du football, Paul Dietschy empleó (en su capítulo 6, “Les révolutions sud-américaines”) por primera vez la expresión “leyenda negra” y presentó una nueva síntesis de la misma: violencias en 1930, incidentes y probables muertes, estilo brutal de juego, supremacía de los ingleses. Se desmarcó de las tesis más indefendibles de Wahl reconociendo el carácter avanzado de la democracia batllista y la calidad futbolística de los celestes de los años veinte. Pero al mismo tiempo, contribuyó a radicalizar ciertos ingredientes esenciales introduciendo tres novedades: la calificación del estilo de juego uruguayo como “charrúa, terrible y gaucho”, la tesis según la cual la supuesta brutalidad uruguaya ya caracterizaba el juego celeste de 1924, y la minimización de la revelación estética del fútbol-arte desplegado por Uruguay en Colombes, estimando que la primera revolución futbolística sudamericana ocurrió en Brasil en los años cuarenta.

Principales citas de La balle au pied y observaciones críticas

1. “La final se jugó en el Estadio Centenario entre Uruguay y Argentina. Ganaron los primeros 4 a 2, lo que ocasionó incidentes al día siguiente en la frontera entre los dos estados” (Wahl, 61). El relato es infundado: hubo tensión entre las asociaciones pero no entre los estados. En su conocido libro Silbando por el mundo, el árbitro belga de la final John Langenus advirtió (1943: 212) contra los rumores fabricados por la prensa argentina y contra la confusión entre hechos políticos y hechos futbolísticos.

2. “Ya en 1930, Uruguay había organizado la competencia en el marco de las festividades del centenario de la independencia para afirmarse en el plano internacional.
En 1978, cuando aparece que la dictadura argentina busca obtener mediante la Copa del Mundo una especie de legitimidad, las campañas de boicot se desarrollan en los países democráticos” (Wahl, 92-93).

Este párrafo está en el libro entre una foto de la squadra azzurra haciendo el saludo fascista y un llamado a boicotear el Mundial organizado en Argentina, y para interpretarlo hay que tomar en cuenta tanto lo textual como los mensajes vehiculados por las ilustraciones. Según Whal, las festividades del centenario fueron una clara instrumentalización política, y nos muestra en qué campo se situaba, según él, el Uruguay batllista.

3. “La ausencia de los ingleses en dichas competiciones y en las siguientes impide designar al mejor equipo del período. Se trata tal vez de Italia, vencedora de las copas del Mundo de 1928 y 1934, o tal vez de la Wunderteam, la famosa selección austríaca” (Wahl, 77). La atribución del Campeonato del Mundo de 1928 a Italia es un error que aparece en las ediciones sucesivas de La balle au pied y que Wahl nunca quiso corregir.

Cabe recordar además que el 7 de junio de 1928 Uruguay venció a Italia 3 a 2 en el marco del Torneo Mundial de Ámsterdam. Por otra parte, no hay que sobreestimar al equipo austríaco. Austria nunca ganó títulos, se negó a jugar en 1924, 1928 y 1930 porque así lo dictaron sus dirigentes, y cayó en 1934 ante Italia y ante Alemania. En cuanto a la ausencia de los ingleses, cabe sobre todo deplorar la de Escocia y Gales, dos equipos que en la década del veinte superaban al seleccionado inglés.

Hay que señalar aquí un rasgo más de la leyenda negra: la insinuación de un discurso moral que opone al fair-play de los gentlemen ingleses y de la delicada Wunderteam el juego sucio de los uruguayos. Se deforma lo que pasó en la cancha y también lo que pasó fuera de la cancha en los círculos dirigentes. Porque entre 1924 y 1930 la posición de los dirigentes ingleses y austríacos no tuvo nada de fair-play. La actitud de Hugo Meisl fue una copia de la política de los patrones de los clubes ingleses, y consistió más en trabajar contra la FIFA frenando las decisiones progresistas que es promover el desarrollo internacional del juego y la condición social de los jugadores. Para Meisl, como para los patrones de la Football Association, lo importante era boicotear la formación de seleccionados para mantener a los futbolistas bajo estricto control del club.
Principales citas de Du jeu ancien au show sportif y observaciones críticas

1. “La final entre Argentina y Uruguay, en Montevideo en 1930, da a los argentinos la oportunidad de desplegar banderas muy claras –¡Argentina sí! ¡Uruguay no!–. Se hacen controles en la entrada del estadio para impedir el ingreso de armas. La Policía protege al equipo argentino como protege al árbitro belga John Langenus, con 12 guardaespaldas. Se evitan brutalidades. Pero un incidente serio estalla en Buenos Aires cuando regresan los jugadores, el 1 de agosto, una bandera uruguaya en una ventana desencadena una pelea. El episodio es breve pero violento. La Policía interviene, tirando sobre los manifestantes agrupados frente a la Embajada de Uruguay. La cantidad de muertos nunca fue claramente anunciada. El fútbol expresa aquí el viejo conflicto entre Argentina y Uruguay: la independencia de Montevideo se hizo en detrimento de Buenos Aires, en 1830, iniciándose así una larga rivalidad, un enfrentamiento latente, jalonado de incidentes a lo largo de décadas” (Vigarello, 132).

Vigarello evoca la figura de John Langenus pero oculta el hecho de que el árbitro belga dejó un testimonio detallado sobre 1930 que contradice punto por punto su versión. Langenus analizó todo: la preparación del cuerpo arbitral, los comportamientos de los jugadores de diferentes países, las particularidades de los partidos en los que le tocó arbitrar, la evolución técnica y anímica del partido final. Detalló las actitudes del público uruguayo y explicó muy bien la psicología de las manifestaciones de los hinchas. Insistió en la calidad de la organización deportiva, su carácter prudente y servicial, y destacó el sentido de responsabilidad de las autoridades en materia de seguridad. Por último, Langenus (210) previno con mucha insistencia contra la mala fe de cierta prensa argentina. “Después del encuentro, se dijo que los argentinos no habían podido jugar tranquilos bajo la protección de los fusiles máuser. Tonterías, evidentemente. Se dijo también que la Policía me tuvo que proteger. Eran también tonterías.”
Principales citas de La passion du football y observaciones críticas

1. “Esta victoria del criollo sobre el británico en el fútbol culminó, por decir así, con la gira de los equipos austríacos y húngaros que desplegaban un juego opuesto al estilo británico, más lento, más al ras, hecho de pases cortos, de dribblings y de aceleraciones.

Este juego se vuelve, a partir de los años veinte, el estilo argentino, hecho, como lo describen los hinchas, de fantasía, elegancia aristocrática y de imaginación, distinguiéndose así del juego brutal, indio, de los uruguayos” (Mignon, 43).

Es fácil comprobar que entre 1924 y 1954 la prensa deportiva francesa cubrió con calidad, exhaustividad y objetividad todos los torneos futbolísticos de carácter mundial, y no señaló ningún acto de juego violento por parte de la selección uruguaya. Al contrario, saludó unánimemente al fútbol celeste como una revelación estética. Se evocaba la manera. Y esa manera no era otra cosa que lo que Nilo Suburú denominaba fútbol-arte.

“A nadie se le puede ocurrir que no fueron los mejores los que ganaron”, escribió Gabriel Hanot después de la final de Colombes en 1924. Y agregó: “La principal  calidad de los vencedores es el maravilloso virtuosismo en la recepción, el control y la utilización de la pelota”.

Maurice Pefferkorn, Jacques Goddet, Lucien Gamblin, Jules Rimet, Henri Delaunay y muchos otros expertos de la época abundaron en el mismo sentido.

Cabe hacer aquí tres observaciones más. En primer lugar, Mignon desvaloriza la creatividad del fútbol argentino al definirlo como un simple derivado del juego centroeuropeo. Segundo, olvida el aporte específico del fútbol escocés en el Río de la Plata englobándolo en la categoría inadecuada de fútbol británico. Por último, y más allá de que el autor desconoce la historia de la población indígena en tierra oriental, resulta chocante la serie conceptual “brutal, indio”, de clara connotación racista.
Principales citas de 1904-2004, el siglo del fútbol y observaciones críticas

1. “Otros aspectos más bien negativos anuncian también el futuro: las manifestaciones nacionalistas acompañan los encuentros con su cortejo de violencia y sólo la intervención de la Policía permite la protección del equipo argentino. Ya la copa del mundo aparece como el espejo del mundo contemporáneo, a nivel político, económico y social” (Eisenberg, Lanfranchi y otros, 108).

El futuro al que se refieren los autores es el que Wahl ya había sugerido en La balle au pied, es decir, el autoritarismo, el fascismo: Uruguay como simple expresión de un solo mundo contemporáneo, el del ascenso de los totalitarismos. Pero la realidad es que, en aquella época, Uruguay era otro mundo y no reflejaba en nada un supuesto mundo general. El mundo uruguayo era la contracara de lo que sucedía en Europa y operaba como un refugio para quienes huían la guerra y la barbarie.

2. “Así la organización mundial de fútbol se desarrolla dos veces más rápido que en el curso de sus primeros cuarenta años de existencia […]. Otro efecto secundario negativo del éxito de la organización reside en el hecho que la cantidad de federaciones afiliadas provenientes de estados políticamente problemáticos aumenta. Claro que en Europa, América del Sur y Asia una cierta cantidad de estados previamente regidos de manera autoritaria pasan, en el curso de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, a formas de gobierno constitucionales y democráticas (Portugal, España, Grecia; Brasil, Argentina, Uruguay; Filipinas, Corea del Sur)” (Eisenberg, Lanfranchi y otros, 287).

Se observa aquí un error frecuente: se cree que los países sudamericanos tienen todos una misma historia. Sobre la manera en que El siglo del fútbol maltrata la historia uruguaya, hemos creído necesario pedir explicaciones a los autores y a los patrocinadores. Wahl, Lanfranchi y Mason nunca respondieron. Tampoco lo hizo la FIFA. Dietschy admitió que “los autores confunden la representación construida por la prensa argentina con la realidad” y cree que “la sociedad uruguaya era entonces una de las más avanzadas del mundo”.

Eisenberg nos escribió que “no había libros disponibles sobre el fútbol uruguayo cuando mis colegas y yo investigamos en la FIFA”.

Finalmente, Vincent Schatzmann, secretario general del Centre International d’Études du Sport (CIES) aclaró que “el CIES declina toda responsabilidad editorial con respecto a ese libro”.

 

Principales citas de Histoire du football y observaciones críticas

1. “La tenacidad de los uruguayos y la victoria final ante los argentinos (en 1928) consagraron las representaciones que se daban de los unos y de los otros en las dos orillas del Plata. Así, como lo recordaba el antropólogo argentino Eduardo Archetti, el estilo nacional de los uruguayos se habría caracterizado ya en aquel entonces por un juego viril, que no excluía una cierta brutalidad tomada de los gauchos y de los terribles indios charrúas, mientras que los argentinos expresaban las sutilezas artísticas” (Dietschy, 147).

Dietschy retoma con variantes las posiciones de Mignon y reafirma la brutalidad del estilo uruguayo atribuyéndola a los charrúas y a los gauchos. Sigue tratándose de una caracterización racial del estilo –enfoque que Meyer Shapiro criticó ampliamente en su libro Artista, estilo y sociedad– o, sencillamente, de ignorancia. Puede que existan todavía rasgos palpables de una antigua cultura gaucha en Uruguay. Pero lo que es seguro es que esta cultura de caballo y botas no fue brutal, ni influyente en materia de fútbol. En cuanto al resto, hay que tener en cuenta que son muchos los autores franceses que siguen creyendo en la existencia de un mundo indio en nuestro territorio. En su excelente Pays du foot, Astolfo Cagnacci (61) escribió que “la celeste había privilegiado siempre la unión sagrada entre las diferentes etnias, entre las cuales los indios y los descendientes de esclavos”.

Importa también abordar la cuestión de las representaciones. Creemos que la posición de Paul Dietschy está evolucionando y tal vez rompiendo con los postulados de Alfred Wahl. Sin embargo, no da la clara impresión de querer oponerse a la confusión entre representación y realidad ya que, refiriéndose al estilo real de juego de los uruguayos, escribe que se habría caracterizado por una cierta brutalidad. Además, no cualquier calificativo puede ser considerado representación. La representación exige una adhesión de los representados, y aquí no es el caso.

Por último, hay que desmitificar los escritos de Archetti. El antropólogo argentino también confunde, y lo que escribió sobre el desarrollo de los estilos de juego es muy aproximativo. En su artículo “El deporte en Argentina, 1914-1983”, Archetti no sale de conceptos inexactos del tipo “estilo británico” y “estilo rioplatense”, inoperantes cuando se trata de caracterizar con exactitud la actividad creativa real que supone la confección concreta de un estilo de juego.

2. “El órgano oficial del Quai d’Orsay, Le Temps, retomaba la información de un cotidiano deportivo agregando que los jugadores argentinos [de 1930] afirmaban haber sido víctima de agresiones y de vejaciones, y que la mayoría regresaban contusionados y heridos debido a las violencias de los uruguayos. En Buenos Aires, incidentes provocaron igualmente heridos y probablemente muertos” (Dietschy, 169).

La fuente es aparentemente seria: el órgano oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores francés. Pero leyendo atentamente se constata que Le Temps se limitó a retomar la información de un diario deportivo argentino que no hizo sino reproducir las declaraciones realizadas por los jugadores argentinos bajo la presión de los hinchas.

3. “De hecho, los futbolistas británicos seguían siendo la referencia obligada en materia de fútbol”. Y “evidentemente, la ausencia de los ingleses, más que la de Uruguay, limitaba el carácter mundial de la competición”. El dictamen de Dietschy sobre el período 1920-1950 es la restitución de la vieja tesis de la superioridad inglesa en su formulación más arcaica. Esta tesis tuvo siempre dos objetivos: justificar la política de boicot de la Football Association entre 1924 y 1950 y ocultar la derrota inglesa ante Estados Unidos durante la primera vuelta del Mundial de 1950.

Lo cierto es que en la década del 20 el fútbol inglés atravesaba un período de crisis, como lo demuestran los resultados del British Home Championship. El torneo oponía anualmente a los mejores seleccionados del Reino Unido, y la Football Association sostenía que se trataba del único campeonato mundial válido. Entre 1919 y 1928 se disputaron diez ediciones de este torneo: Inglaterra ganó una sola (igualando puntos con Escocia y con inferior goal-average), quedó tres veces última y dos veces tercera. En ese período los ingleses perdieron siete veces contra Escocia, cuatro contra Gales y una contra Irlanda. El 31 de marzo de 1928 la selección escocesa goleó a Inglaterra 5 a 1 en el mítico Wembley Stadium. Pero “Escocia tuvo que esperar hasta 1929 para poder jugar su primer partido contra un equipo no británico, y el País de Gales no jugó en el exterior antes de 1933” (Taylor, 108).
Conclusión

No es el objetivo de este artículo desarrollar explicaciones de fondo sobre las causas de la leyenda negra. El activismo político de Wahl y el funcionamiento mandarinesco de las capillas universitarias francesas jugaron sin duda un rol determinante. Agréguese a esto que hoy en día los profesores de ciencias humanas tienden a considerar como verdad toda publicación más o menos legitimada por la comunidad de pares, de tal modo que la investigación suele transformarse en una ensalada de citas.

Pero esto no basta, claro está, para explicar la aceptación de la leyenda negra por los aparatos dirigentes del fútbol mundial. Los órganos de poder del fútbol necesitan reelaborar continuamente los cuentos que componen sus historias oficiales y saben muy bien que éstos se ven hoy potencialmente amenazados por un fondo documental inmenso y disponible a nivel mundial. La leyenda negra cumple pues, al menos a corto plazo, una función protectora del poder a la vez que promueve una síntesis de las historias oficiales de la FIFA y de la Football Association.

También puede pensarse que la leyenda negra entró en crisis. En sus posiciones más recientes, Paul Dietschy marcó distancias y rompió con el antiuruguayismo. Por otra parte, la leyenda negra está fragilizada por la actualidad. La calidad de juego y los resultados de la celeste en Sudáfrica y en la Copa América 2011 contrarrestan las posiciones antiuruguayas que daban por supuesta una decadencia irrevocable de nuestro fútbol. La FIFA volvió a admitir recientemente el valor mundial de los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928. El Servicio de Relaciones Públicas de la Federación Internacional reconoce finalmente las cuatro estrellas.En un reciente artículo publicado en Libération, Didier Rey recordó que en 1930 la celeste se había consagrado “primer triple campeón del mundo de la historia del fútbol”. Y en su texto “Uruguay Pride”, Simon Capelli-Welter sostuvo que “Uruguay podía legítimamente considerarse como la mejor nación de fútbol de la historia”, ya que “con las 15 copas América, más las dos copas del Mundo y las medallas de oro de 1924 y 1928 se llega a un total de 19 títulos mayores, sin contar el Mundialito, o sea más que Brasil, Argentina, Alemania o
Italia”.

Si la leyenda negra pudo mantenerse tanto tiempo y obtener la bendición de la FIFA fue porque en el debate internacional hubo un gran ausente: nosotros. Nuestra ausencia es doble. Se trata, en primer lugar, de una ausencia lisa y llana ya que nadie siguió con atención lo que publicaba la FIFA y nadie hizo valer nuestro derecho a participación y control. En segundo lugar, se trata de una ausencia en el plano académico ya que, aun sabiendo, refutando y solicitando rectificaciones, si eso no se hace a nivel de la universidad, no se obtendrá ningún resultado. Es hora pues de decir presente en los dos sentidos y de exigir a todos los niveles las rectificaciones del caso.

Bibliografía
ARCHETTI, Eduardo, “El deporte en Argentina, 1914-1983”, Trabajo y Sociedad no 7, Vol. 6, Santiago del Estero: 2005. http://www.unse.edu.ar/trabajoysociedad/Archetti.pdf
CAGNACCI, Astolfo, Pays de foot. París: Éditions Autrement, 1998.
DIETSCHY, Paul, Histoire du football. France: Éditions Perrin, 2010.
EISENBERG, C., LANFRANCHI, P., MASON, T., y WAHL, A., con la colaboración de Homburg, G. y Dietschy, P., 1904-2004. El siglo del fútbol, París: Le Cherche-midi, 2004.

 

Fuente: Pierre Arrighi UFR Arts (Amiens, Francia) A Rony Almeida