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Helarte

Dos golpes bajos

HELARTE CON LOS URUGUAYOS.

El diario El País acaba de abofetear a sus lectores con dos medidas casi simultáneas. Prescindió de su más importante contacto con la realidad –la genialidad de Arotxa- y resolvió cerrarnos de un portazo el acceso a los artículos de su versión digital, si no aceptamos pagar una cuota mensual.

Está en todo su derecho. Vivimos –todavía- bajo el régimen de libertad de empresa. Tiene derecho incluso a equivocarse y a autoinfligirse un daño irreparable.

Tengo la impresión de que comete dos errores estratégicos simultáneos, sorprendentes en una empresa que podrá errar en lo periodístico, pero difícilmente en lo comercial.

Sin despreciar a sus numerosos periodistas y columnistas, me atrevo a creer que Arotxa es el único, no diré imprescindible, pero sí irremplazable.

No sólo por su increíble genialidad para ir contando cotidianamente la historia política mediante dibujos que interpretaban la realidad y ofrecían una segunda (y tal vez una tercera y una cuarta) lectura de los hechos y las personalidades que atrapaba con la magia de su trazo, casi descuidado, casual, como quien dibuja en una servilleta. Sino, también, porque sin proponérselo, a través de los años se fue convirtiendo en la marca en el orillo de El País. Más que su logo.

En cuanto a su decisión de cobrar por el acceso a su contenido virtual, no inventa nada. Hay muchos medios que lo hacen. El error radica en la forma en que no supo comunicar con elegancia y empatía su repentina decisión comercial a sus consecuentes lectores. Tampoco supo comunicar el alejamiento de Arotxa. Dos errores de comunicación, increíbles en una empresa que, se supone, vive de la comunicación.

¿Y a mí qué me importa? Dirán ustedes. Mucho, en realidad, a pesar de que hace décadas que no tengo relación comercial ni profesional alguna con esa empresa. Me importa porque extrañaré los dibujos de mi querido y viejo compañero Arotxa, aunque seguramente los encontraré en algún otro lado muy pronto. Y también lamento dejar de leer algunas columnas que me ayudaban a pensar. Porque, si bien mis finanzas no se desequilibrarían demasiado por pagar unos pesos mensuales, como lector, siento que me han cerrado la puerta en las narices sin explicarme nada.

Parece que la falta de respeto es uno de los signos de estos tiempos. Pero yo no lo acepto. Chau El País.

 

Fuente: ANIBAL STEFFEN · MIÉRCOLES, 14 DE NOVIEMBRE DE 2018