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Fútbol Uruguayo

¿Por qué resulta valioso escribirse a sí mismo? Cavani lo hizo, y de niño… “Le escribo estas líneas al chico que en el barrio todos llaman “Pelado”

URUGUAYOS CAMPEONES EN FRANCIA. En un conmovedor texto publicado en la página Theplayerstribune, el salteño Edi Cavani que le dio con dos golazos el paso a Uruguay a cuartos de final de la Copa del Mundo Rusia 2018, cuenta cómo en medio de una infancia llena de carencias encontró la motivación para convertirse en futbolista.

Edinson Cavani, el matador, que nació en Salto, Uruguay, el 14 de febrero de 1987, el que le asestó dos goles a Portugal para avanzar a los cuartos de final de la Copa Mundo, recuerda bien que su primera casa no tenía baño y entonces tenía que salir a descampado con covertizo para hacer lo necesario. Luego creció y cambiaron de casa y cuando llegaba el invierno, como eran pobres y no tenían calefacción, lo enfrentaban con varias cobijas encima y un termo de agua que calentaba en la estufa de querosén. Cavani, entonces, era calvo y sus amigos le decían el Pelado.

El recuerdo aparece en un carta que Cavani le escribe al niño de nueve años que para divertirse salía a la calle a patear el balón, y que ha sido publicada por la página web Thepayerstribune.com.

La carta, un truco narrativo con el que el delantero uruguayo del PSG francés cuenta una infancia difícil, empieza así: “Le escribo estas líneas al chico que en el barrio todos llaman “Pelado”. Cuando eras un bebé no tenías demasiado pelo. Y te fue creciendo muy de a poco. Una cagada, pero no había demasiado que pudieras hacer al respecto. Así que, gracias a la creatividad de tu familia, siempre fuiste ‘Pelado‘. Bueno, me alegra mucho contarte que en los siguientes 20 años, el fútbol va a cambiar tu vida en muchos sentidos. Algunos muy buenos, otros no tanto. Pero el fútbol te va a ayudar a deshacerte de ese sobrenombre tedioso”.

El cambio del sobrenombre y la calva vino con la aparición en los años noventa de ese delantero argentino portentoso que llevaba el pelo largo: Gabriel Batistuta, quien fue una inspiración para el joven Edinson y para su hermano Nando. Batistuta configuró una de las imágenes inolvidables de la infancia de Cavani: “Cuando esté corriendo en un campo de juego, con su pelo largo tirado hacia atrás y sujetado por una gomita, será lo mejor que hayas visto”.

La difícil situación económica, el cambio de trabajo, la imposibilidad de pagar un alquiler, obligaron a la familia Cavani a cambiar continuamente de casa y entonces los afiches de fútbol que pegaba en las paredes de su casa se echaban a perder, pero siempre en cada casa encontraba un campo afuera para poder patear el balón, para soñar con ser un delantero portentoso.

Por esos años los organizadores de campeonato juvenil de fútbol de Salto se inventaron una manera de entretener —¿de hacer felices?— a ese grupo de niños que perseguían el balón, les prometían que el niño que hiciera el último gol se llevaría un helado: “El resultado podía estar 8-1, pero no importaba. Era una carrera contra el tiempo. Marcar el último gol del partido. Y la sensación al escuchar al técnico que hacía sonar el silbato para marcar el final, cuando habías metido el Gol del Helado… ¡increíble! Una alegría inmensa. ¿Será de chocolate? ¿Te van a dar uno de esos de Mickey Mouse? Sea el que sea, durante todo ese día, serás el rey”.

Y en un golpe de elipsis, Cavani entonces le habla a su niñez de lo difícil —y la fortuna— de no haber crecido en Montevideo, la capital: “Por supuesto que tú no eres un niño de la capital, Pelado. Los chicos de Montevideo viven en un mundo distinto. Un mundo que tú ni siquiera sabes que existe. Un mundo de botines Adidas, de viajes en auto y de pasto verde. En Salto, todo es diferente. Por algún motivo, todos quieren jugar descalzos. Algunos niños empiezan los partidos con calzado, pero después, en el medio tiempo, todos los botines están apilados en un costado y todos estarán corriendo descalzos. Si cierro los ojos ahora mismo, todavía puedo sentir el barro en la planta de los pies. Todavía puedo sentir a mi corazón latiendo, persiguiendo la pelota, soñando con el helado”.

Aparecen las preguntas retóricas: donde el futuro le dice al pasado cosas del tipo “¿quieres ser un jugador profesional? Pues lo lograrás”. Se cubre todo, el paso al fútbol profesional uruguayo, el fútbol europeo, el mundial, los hoteles lujosos, el dinero, y en cada detalle de la lista aparecerá entre las grietas, la nostalgia: “Lo que tienes ahora, con 9 años de edad, es algo que ahora extraño muchísimo. No tienes una ducha caliente. No tienes un peso en el bolsillo. Ni siquiera tienes un buen pelo. Pero tienes algo más. Algo que no tiene precio. Tienes tu libertad”.

La carta tiene algo parecido a Open, el libro del tenista Andre Agassi: el sueño como condena. Porque el sueño cumplido le ha quitado a Cavani la libertad de hacer lo que quiere con su vida, ha quedado atrapado por el sueño, y sin embargo su máxima libertad está en los noventa minutos que dura el partido. Y entonces le dice a su infancia que recuerde las palabras del padre: “En el momento en que cruzas la línea de cal y entras al campo, solamente es fútbol. Nada de lo que pasa afuera de esa raya te ayudará con lo que pasa adentro. Nada más existe”. Y se dice que si recuerda esas palabras volverá a jugar como si lo que persiguiera, al fin, es el helado.