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Fútbol Uruguayo

Cómo es la historia de Paco Casal en el fútbol y su relación con Valentín Díaz Gilligan

EL DUEÑO DEL FUTBOL URUGUAYO. Con apenas 10 años sintió que tenía poder para incidir en una final de la Copa Libertadores. No se achicó frente a figuras grandes y consagradas como Carlos Salvador Bilardo y Carlos Pachamé: negoció, cumplió su objetivo, ganó y cobró. Era un botija «cara-sucia» de los tantos que peloteaban en el Montevideo del ’68, con liderazgo entre los suyos, mirada de pícaro y futuro alentador. Así nació la historia del hombre que hoy complica al funcionario Valentín Díaz Gilligan.

Después, no brilló en la cancha, pero al comienzo de los ochenta comenzó a manejar transferencias de futbolistas, a ganar dinero y poder, tanto como para que muchos uruguayos lo sintieran como el más rico del país, aunque no lo fuera. Pero era el único al que la gente común lo identificaba con patrimonio millonario en dólares.

Había nacido en San Pablo en 1958 y a los pocos meses su familia pasó a vivir en el Uruguay, y fascinado por el mundo del fútbol, la oportunidad de entrar al Estadio fue como alcanza pelotas.

Fue así que en los días previos a aquella finalísima de la Copa Libertadores del 16 de mayo de 1968, tuviera que atender a las principales figuras pincha-ratas.

Estudiantes de la Plata había ganado 2 a 1 al Palmeiras como local, pero había perdido 3 a 1 en San Pablo, y el desempate se jugaba en el legendario Estadio Centenario.

Bilardo le pidió al periodista Jorge «Toto» Da Silveira que lo llevara al estadio porque quería hablar con los alcanza pelotas, para «que los chicos devolvieran la pelota rápido o lento según como fuera el resultado».

«Tiene que hablar con Paquito», dijo el primer pibe que fue tanteado para la maniobra. Era Franciso Casal, al que los otros reconocían como su líder. Ni dudó en prestarse para la maniobra, pero preguntó a Bilardo: «¿y nosotros qué ganamos?». Arreglaron el monto de dinero, y alcanzó para que el equipo argentino hiciera el primer gol, para que los «paquitos» demoraran la entrega de pelotas todo lo que pudieran. Sobre el final llegó el segundo gol y Casal sabía que cobraba. Fue al Hotel Hermitage donde estaba la delegación argentina y hasta se tomó una foto con los campeones.

Sería su primer negocio
Como contratista hizo millones y luego con amigos como Enzo Francescoli, entró al negocio de la televisión, comprando derechos de transmisión de todo lo popular: fútbol, básquet, ciclismo y carnaval. Y ganó poder.

«Paco» Casal se mostraba generoso con sus amigos y duro con sus adversarios. Trajes italianos y una combinación de look particular, lentos oscuros y cerquillo. Admirado por unos, comenzó a ser odiado por otros.

Esa empresa «Tenfield» generó una «grieta» uruguaya en los periodistas deportivos, con fanáticos defensores, y con archienemigos incansables.

Para los canales de TV se convirtió en una pesadilla, porque para negociar ya tenía experiencia desde aquella vez que trató la «cometa» con Bilardo. Pero además lo hacía desde una base de poder, algo así como «si estás conmigo, vas bien» (y tenés los goles para mostrar en tu pantalla), y si estás en contra, eso tiene un precio.

Luego se expandió, creó «Gol TV» para pisar en Norteamérica y en otros países.

Durante el gobierno de Jorge Batlle, las autoridades impositivas arremetieron contra el grupo Casal por entender que había evasión de impuestos y Paco quedó enfrentado al Estado. Pudo retomar vínculo con el poder político en el gobierno de José Mujica, con quien logró cercanía.

El millonario enfrentamiento judicial entre la DGI y «Paco» terminó en noviembre de 2013 cuando el presidente Mujica dispuso el cierre del caso: la deuda quedaba en cero, y Casal no haría juicio al Estado. Después de eso, «Paco» no ha tenido apariciones públicas, pero su imagen está siempre presente en los debates sobre fútbol.

Francisco «Paco» Casal nació en Brasil. Pero se hizo rico en Uruguay. Este empresario que tiene negocios como representante de jugadores de fútbol y con los derechos de TV es el «amigo» de Valentín Díaz Gilligan, subsecretario general de Presidencia, ahora acusado de ocultar en sus declaraciones juradas un depósito de US$ 1,2 millones en la Banca Privada d’Andorra (BPA). Según señaló el funcionario argentino, la plata que depositó pertenecía a Casal y lo hizo como un favor.

Casal no es un millonario más. Como futbolista pasó sin pena ni gloria durante la década del ’80. Pero entendió como nadie el negocio de las transferencias. Su fortuna se cimentó representando jugadores y luego dio un giro notorio con el ingreso en el negocio de la televisión. “Paco ve la figura de representante: no solo hacía el pase como intermediario, sino que después quedaba enganchado para defender los contratos del futbolista y seguirlo representando en el futuro. Luego da un paso más y directamente le compra la ficha del futbolista al club”, contó a la revista uruguaya Búsqueda el historiador Atilio Garrido, desde las oficinas de Tenfield, creada por Casal en 1998.

A finales de la década de los 80 ya representaba a los mejores del país: Carlos Aguilera, Rubén Sosa, Enzo Francescoli, Hugo De León y Nelson Gutiérrez. “Yo estuve atrás del Peñarol que quedó campeón de América (1987), del Nacional campeón (1988). Yo armé el River -argentino- del 86. ¡Qué voy a ser perdedor!”, contestó Casal cuando se lo consultó sobre su época de representante en un informe de El Telégrafo.

Su primer gran paso en el nuevo rubro fue comprar los derechos de televisación del fútbol uruguayo. Según El Observador pagó US$ 32 millones menos de lo que ofrecía la empresa Bersabel, integrada en parte por el grupo Clarín. Por US$ 50 millones se quedó con los derechos de TV del fútbol uruguayo. Luego sumó los de la selección nacional, los de la imagen del seleccionado, del marketing, de la negociación por la indumentaria, hasta llegar a organizar partidos amistosos. Por ese entonces ya tenía como socio a Enzo Francescoli.

«Paco Casal es el dueño del fútbol en Uruguay, no. Es el dueño de hecho pero no de derecho. De hecho porque los demás le vendieron el fútbol, él pagó cuando nadie pagaba un mango y muchos programas y canales de televisión vivían de los jugadores; entre ellos yo, que iba a programas y jugaba para la selección y no pagaban nada», dijo el exjugador de River y actual manager entrevistado en 2015 por El Telescopio.

Luego, con la creación de GolTV, canal por suscripción creado en 2003 para Estados Unidos y en 2005 para Latinoamérica, pasó a comprar derechos en todo el continente. Adquirió los permisos del fútbol de Perú en 2013, de Venezuela en 2016 y de Ecuador en junio de 2017. Precisamente es GolTV la implicada en este escándalo del funcionario de Macri.

«Valentín trabajaba como asesor de GolTV. Los directivos de esa firma le piden ponerlo como director de Line Action en 2012. La firma es británica, está radicada en londres y ahora el director es Francisco Casal»; señalaron desde su entorno a PERFIL.

Conflicto. “Francisco Casal tenía problemas en su país y me pidió el favor. Tenía un juicio con el fisco (DGI) que ganó y no podía figurar. Confiaba en él. La plata nunca fue mía. Además, yo no ejercía entonces cargo público. Era asesor y facturaba como autónomo”, dijo Díaz Gilligan a El País de España. ¿Cuál era ese problema? Según publicó el diario El País de Uruguay, la pelea fiscal finalizó con el perdón presidencial de una deuda millonaria.

Todo comenzó en 2002, cuando la DGI denunció que Casal había evadido el impuesto a la Renta y el Patrimonio por las ventas de futbolistas por un valor cercano a los 9 millones de dólares. En febrero de 2008, dos inspectores de la DGI visitaron el edificio de Tenfield y se reunieron con Casal y Nelson Gutiérrez, con el objetivo de llegar a una «solución» para saldar la deuda.

Le dijeron que si no saldaba la deuda con el fisco empezarían a labrar actas y en lugar de US$ 9 millones la deuda pasaría a US$ 18 millones, y de ahí podría ser de US$ 36 millones, pudiendo llegar hasta los US$ 100 millones. Ese mismo año, el Poder Judicial embargó los bienes del empresario y de ocho socios por US$25 millones a pedido de la DGI, que luego fijó la deuda en US$ 104 millones. Pequeño detalle, los inspectores fueron filmados y los abogados de Casal presentaron el material como posible método de «presión» hacia el empresario, siendo aceptada como prueba ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo (TCA) cuando el contratista inició una acción de nulidad.

Luego, la fiscal Dora Domenech solicitó archivar la causa por falta de pruebas. En 2013 Casal amenazó con demandar al Estado en US$ 300 millones por daños y perjuicios. El entonces presidente José Mujica decidió perdonarle la deuda. Ahora, en 2018, ese conflicto vuelve a ser un dolor de cabeza. Esta vez para un funcionario argentino.

 

 

Fuentes: Perfil y La Nación de Argentina

Foto: Filo News