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Antonio Pippo VOCACION FM

El álbum conceptual de Antonio Pippo

EL PALENQUE DE DIARIO URUGUAY.

-Hoy es habitual que se defina, sobre todo entre entendidos, a una serie de grabaciones de un disco como un “álbum conceptual”.

Se trata de varias composiciones vinculadas a un tema común y se admite que puedan ser instrumentales o narrativas; o sea que incluyan letras que describan más específicamente a ese tema común, a diferencia de los discos larga duración armados con composiciones sin relación entre sí.

Siendo fiel a la verdad histórica, esa idea de álbum conceptual surgió con la explosión del rock, a inicios de la década de 1960, y son apenas algunos ejemplos ilustres de esa línea innovadora Sgt. Peppers de The Beatles, aunque estrictamente “no cuenta una historia”, The Wall de Pink Floyd, Blond on Blond de Bob Dylan o Pet Sounds de Beach Boys.

De todos modos hay que decir que este tipo de discos fue común también a otros géneros musicales, como el pop e inclusive el jazz, del que varios historiadores recuerdan al Frank Sinatra de A Man Alone, de Rod McKuen, y Watertown, éste gestado por Bob Gaudio y Jake Holmes.

Y ahora me dirijo a algo interesante para los tangueros.

Hay que prestar atención a ciertos hechos: en 1965 nació en Argentina el que podría llamarse –es la opinión de Eduardo Berti, entre otros cuantos investigadores serios- “el primer álbum conceptual” en la historia del tango; Astor Piazzolla musicalizó los poemas de Borges reunidos en su libro Para las seis cuerdas, con la voz de Edmundo Rivero y recitados del actor Luis Medina Castro.

Es cierto: las poesías están estructuradas con una mirada cómplice hacia la milonga, porque así lo quiso el escritor, aunque Piazzolla les hizo arreglos especiales, a su irreverente estilo. La relevancia de este detalle es escasa, porque la milonga es prima hermana del tango y mucho tuvo que ver en su
híbrido origen.

Hay más. Tres años después, aparecen dos álbumes con la misma estructura conceptual: María de Buenos Aires, en realidad una operita de Piazzolla y Ferrer, y un disco antológico de Aníbal Troilo, Nuestro Buenos Aires, con la voz de Roberto Goyeneche y obras centradas por una cuestión común, en
el que todas las partituras fueron escritas por Armando Pontier y las letras por el uruguayo Federico Silva; y es interesante destacar que, a la aparición de esta producción, Troilo llevaba veinte años sin registrar en el disco un solo tango de Pontier y que Silva, según el aludido Berti, “en vez de instalarse en la enumeración o la remembranza de lo ausente o perdido,  también informa de las novedades”: como en Tango del colectivo –“Ahora es cinta scotch/ en vez de cuatro chinches/ porque la vida pasa”- y también en Tanguistoria –“Ella…/ era una minifalda triste/ igual que las vidrieras/ de liquidación…”-.

Troilo intentó, en 1971, reiterar un álbum conceptual, otra vez con Roberto Goyeneche, grabando ¿Te acordás, Polaco?, aunque la realización no tuvo la misma coherencia.

¿Las cosas han cambiado con los años? Sí, bastante en el tango, aunque no sólo en él.
Llegó la fusión para quedarse.

Concluida la etapa de las músicas que pueden definirse como “clásicas”“fundacionales”, tanto el tango –donde el cambio quizás es más bruscocomo el rock, el pop o el jazz han buscado ese nuevo camino que, si se mira en tiempos históricos, recién se comienza a transitar. Es una especie de recreación que aún no está definido dónde nos llevará.

Entre nosotros está claro que Rubén Rada, Hugo Fattorusso y Jaime Roos, aunque no son los únicos, figuran entre los más destacados cultores de los álbumes conceptuales basados en la fusión.

En la vecina orilla ocurre otro tanto, aunque hay más apego al tango y, tal vez, las variantes vienen de la mano de la incorporación de instrumentos no comunes a esa música, como la percusión, y hasta por lo electrónico, donde Gustavo Santaolalla, incluso junto a un par de creadores orientales, ha impuesto su exitoso Bajo Fondo.

No obstante, uno de los impactos más recientes ha sido un disco donde intervienen el conjunto de guitarras de Berta Rojas, la Camerata Bariloche y el gran bandoneonista Néstor Marconi. La pieza está dividida en dos partes: La historia del tango, con un repertorio cuidadosamente elegido de clásicos, y cuatro temas que llevan el subtítulo de La historia del tango según Piazzolla y que homenajean al tango primitivo y al evolucionado con instrumentaciones en las que también se apela a la música clásica, caso de Bordel 1900, Café 1930, Concert d’aujourd’hui y Night Club 1960.