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Las primeras manifestaciones deportivas en el Uruguay, se dieron en la Plaza Mayor y de las Carretas, y en los baldíos del Cordón

HISTORIA DEL DEPORTE EN EL URUGUAY (1830 a 1900). Investigación Eduardo Gutiérrez Cortinas.

Primeros tiempos de Uruguay

En 1825, cuando el afán artiguista se mantenía latente en el corazón de los orientales, renace la esperanza de la nacionalidad. Durante el lapso comprendido entre, 1825 y 183 , ocurren en la Provincia Oriental, acontecimientos de fundamental importancia que tendrán como resultado la formación del Estado Oriental en su condición de independiente. Después de la primera organización del gobierno provisorio, la mediación inglesa bajo el patrocinio de Canning, adquiriendo relieve en la labor de los comisionados Robert Gordon y Lord Ponsomby, realizadores eficaces de la pacificación.

Las conquistas de las Misiones por parte de Rivera, dio el último impulso que conduce a la Convención Preliminar de Paz de 1828. Allí la Asamblea General Constituyente del año 1829, se van sucediendo los acontecimientos que gravitaron en definitiva en la Independencia y en la Jura de la Constitución, el 18 de Julio de 1830, bajo el Pabellón Oriental, hermanado con los pabellones de Argentina, Brasil e Inglaterra.

Así comenzó el Estado Oriental, su trayectoria de país libre e independiente. Pero Uruguay, no pudo conocer la paz, por la permanente inestabilidad política, económica y social, caracterizada por más de 70 años en la vida institucional.

Los primeros años de ese período señalan un evidente atraso económico, caracterizado por la unilateralidad de la producción, casi reducida a la primitiva explotación ganadera, ya que sólo después de la Guerra Grande, se roturan las tierras, traduciendo la existencia de una única clase campesina, no arraigada a la tierra, con una producción antieconómica y un régimen de propiedad cuya característica era de gran latifundio, en una campaña arrasada, por la Guerra de la Independencia, que prolonga ese estado más allá de 1850.

El stock de los ganados no era superior a un millón quinientas mil cabezas, existían 16 saladeros.

En 1842, un censo establecía la existencia en Montevideo de 450 puestos y pulperías, 300 tiendas de tejido, 100 bodegones, 40 zapaterías y una librería. Pobreza de la hacienda pública, que limitó la acción del Estado, apoyado en deudas y en empréstitos, donde faltaba una adecuada distribución de las riquezas, donde la mayor parte de la población tenía paupérrimos ingresos y precarias condiciones de vida.

Todo esto, tradujo una característica inestabilidad social y mientras en Montevideo, se iba perfilando una sociedad con predominio del elemento extranjero, en una sostenida corriente inmigratoria, en la campaña faltaba la clase media de agricultores como factor de estabilización.

El gaucho, después peón ganadero encerrado en sus primitivas condiciones, no evolucionaba, condición que se hizo más crítica con la gravitación del caudillo, que era exaltación de la fuerza y la destreza, comunidad de fogón, mate y guitarra, conductores de grupos, que provocan como medio de supervivencia, continuados conflictos que mantenían al país en la frustración del progreso, la estirilidad de la acción constructiva y en la negación de una estructura económica. Surgiendo con vehemencia el antagonismo de la ciudad y el campo, en una total incomunicación de la sociedad rural y urbana, como dos núcleos opuestos.
Faltaba incluso la madurez del sentimiento nacional por gravitación de factores externos e internos, influenciados, particularmente, por los problemas de Brasil y Argentina, reflejados en la lucha interesada de los caudillos. Allí se apunta el gran atraso cultural, alto porcentaje de analfabetos.

La masa popular vivía alejada de las fuentes de cultura, cuando se inicia la enseñanza en los actos básicos de la Ley de 1826, con la extensión de la Escuela Pública, la Ley Larrañaga de 1833, creando la enseñanza superior, el decreto de Oribe de 1838, creando la Universidad de la República y el de Joaquín Suárez, instalándola en plena Guerra Grande.

Pero… no sería hasta José Pedro Varela que se expresaría la realidad de la Enseñanza Pública. Todo ello, incidió en la situación política, creando trabas a la lucha de ideas, al respeto por las instituciones, al frecuente vivir al margen de la Constitución, entre dictaduras y cuartelazos.

Era por otra parte Uruguay, un país escasamente poblado, ya que se estimaba en 1830 la población en 74 mil habitantes en todo el Uruguay, de los que correspondieron 14 mil a Montevideo.

Por supuesto este cuadro no permitía ambientar el desarrollo de la mínima función recreativa del pueblo uruguayo, tampoco podía asomar el deporte en el orden individual y colectivo. Pero… como una paradoja serán estas condiciones de inestabilidad y de permanente fricción, que arrojará a Uruguay a un núcleo de hombres que han de realizar el milagro de fundar uno de los primeros clubes deportivos de América del Sur. Génesis de una fascinante historia del deporte en el Uruguay.

La historia del Uruguay, en sus primeros años de su Independencia, el cuadro que apuntamos en las líneas anteriores, pudo haber variado fundamentalmente y haber conocido otro destino nuestra colectividad.

Uno de los índices más reveladores del cambio que podría haberse operado a partir de 1830, lo constituye la afluencia de crecientes contingentes de emigrantes europeos que ingresaron al Uruguay, llegando así los vascos franceses y españoles, los italianos, particularmente genoveses, los canarios y gallegos, ingleses y suizos, en guarismos que don Andrés Lamas, hace ascender entre los años 1836 – 1842 a 42 mil personas, que significaron un aporte considerable frente a la población del Uruguay.

Entre los años 1835 – 1890 el acceso de emigrantes se elevó a 500 mil personas.

Esa masa de inmigración, que los problemas políticos y sociales de Europa arrojó a América y especialmente al Plata, junto a la consabida atracción derivó de las condiciones de producción, de la situación favorable de vida, del clima de libertad, que señalaban las condiciones del Uruguay.

El índice más claro del nuevo estado de cosas que se esperaba, estaba referido a la demolición de las fortificaciones que rodeaban a Montevideo, como expresión de desarrollo.

Desde 1724 – año de fundación de la ciudad de Montevideo – el núcleo social había vivido en los edificios de las 80 manzanas encerradas en la península, bordeadas por el Río de la Plata, al Bahía y las Murallas.

El Uruguay, se dividía en dos partes: la ciudad y extramuros, señaló la separación física y espiritual de la ciudad y el campo.

En 1828, la Asamblea Constituyente, ordenó la demolición de todas las fortificaciones que ahogaban el crecimiento urbanístico de la capital (Montevideo). Pero pronto se vio frustrada esa expansión y todo el período de evolución y progreso que se había apuntado promisoriamente.

La rivalidad de Oribe y Rivera

Evolución y progreso, marcha atrás… porque se iniciaba la rivalidad entre Oribe y Rivera.
En 1830, la Asamblea designó al primer Presidente de la República Oriental del Uruguay, al General Fructuoso Rivera.

En 1835, se designó segundo Presidente de la República Oriental del Uruguay, al General Manuel Oribe.
En cada período, quien gobernó tuvo cerrada oposición, en forma de levantamientos militares, que fueron cobrando cada año mayor entidad, culminado en el período de Oribe. De allí, arrancan los episodios que convulsionaron al Uruguay – por 70 años – , el General Rivera influenciado por los franceses que se hallaban en guerra con Rosas desde 1839, y por la presión de los exiliados argentinos residentes en Montevideo, también declaraba la guerra, mientras Oribe buscaba la protección del gobernante argentino (Rosas).
Se entrelazaron los problemas de los caudillos, con los de la Confederación Argentina.

La rivalidad de Oribe y Rivera, desatarían la Guerra Grande, desarrollada desde 1839 a 1851, cuyas proyecciones fueron de retroceso económico, de declinación demográfica y de destrucción en la ciudad y el campo.

En ese período de 1830 a 1839, cuando pareció que el Uruguay, podría caminar libremente, desarrollando el potencial económico de sus campos, cuando el Puerto de Montevideo crecía en su tráfico marítimo, cuando el comercio exterior cobraba importancia y los contingentes de emigración traían al Uruguay la savia nueva, como una consecuencia lógica de esa nueva situación, traduciendo el encadenamiento entre el desarrollo económico y el deporte, surgió en Montevideo, en el núcleo urbano, las primeras manifestaciones elementales deportivas, en forma vaga e imprecisa.

Primeras manifestaciones deportivas

Acaso cabe señalar que en el período colonial español aparecen sólo en forma muy rudimentaria, las expresiones de juego o diversión pública; apenas se señala como mojón en el tiempo que en el año 1764 – nacimiento de Artigas y celebración de Carlos III -, se realizaron corridas de toros en la Plaza Mayor, adecuadamente envallada, la presencia de una cancha de BOLOS y un frontón en el centro de la Ciudadela, como expresión de un antiguo juego español.

En Montevideo de 1830, se inició la manifestación deportiva por hechos aislados, que fueron adquiriendo en el tiempo mayor densidad y frecuencia, caracterizando un momento de muy lento desarrollo.

Los primeros están referidos generalmente a reuniones públicas, en las efemérides patrias, en la Plaza Mayor, dentro de muros, y en la Plaza de Carretas – después Plaza Artola – y en los baldíos del Cordón , que constituían fiestas muy populares cuyo número principal eran las carreras de sortijas que prolongaban el viril deporte gaucho, exigiendo el dominio del caballo y la destreza de enhebrar a la carrera un pequeño anillo y con una cinta flameante que quedaba en posesión del jinete como trofeo, cuando el éxito coronaba la corrida.

Era una auténtica fiesta del pueblo, a veces animada por los festejos de la colectividad negra que traducían en aquellas ocasiones, en particular en la clásica fiesta de Reyes, con el ritmo de sus tamboriles y de sus danzas la expresión del candombe oriental.

Así la prensa de la época, registra los festejos de la Jura de la Constitución en el año 1830, con los actos similares que se realizaban en los aniversarios de esa fecha en los siguientes años, donde las carreras de sortijas levantaban expresiones de triunfo y júbilo en la calle, que formaban los espectadores a la vera de la senda de la carrera en la plaza pública.

Estos espectáculos fueron en ocasiones animados por otros números, como la carrera de embolsados, levantamiento de pesas, palo enjabonado, incluso la carrera de sortijas a pie, después carreras de antorchas y de velocidad, de resonancia popular, que como la de 1830, duraron tres días, constituyendo espectáculo al aire libre.

A veces la expresión de los juegos era de carácter colectivo, en general de fuerza, como la cinchada de oposición en una cuerda, que iluminaban frecuentemente fuegos de artificio, animados con los clásicos bailes populares montevideanos.

Estas fiestas se repitieron cada año, cuyo número principal, la carrera de sortijas, prolongó su popularidad hasta finales del siglo.
Primeros espectáculos de iniciación deportiva en el Uruguay, que después se fueron haciendo más frecuentes y se mezclaron con otras fiestas populares, que surgieron con la construcción de una plaza de toros – en 1839 – ubicada en la actual situación del Monumento al Gaucho.

La plaza de toros había existido primitivamente dentro de la Ciudadela, cuyas fiestas se confundían con los ecos de las primeras carreras cuadreras que se realizaban en las sendas de la Azotea de Lima – en Piedras Blancas – originando – posteriormente – » las carreras de los ingleses «.

Estas fiestas de resonancia popular se realizaban no sólo en las efemérides patrias, sino también en la celebración de fechas históricas de países amigos o de las colectividades extranjeras; asumiendo forma de fiestas religiosas, como las clásicas de San Juan y San Pedro, animadas de hogueras en las calles, donde los muchachos saltaban a la carrera.

Las recreaciones públicas, los eventos populares, tienen en su primitiva motivación en la colonia, las fiestas de Iglesia, luego en la Independencia, serán las efemérides patrias y al final del siglo la recreación pública estará asentada en el deporte. En aquella época, la mayoría de los actos deportivos o atléticos, era de carácter individual, estando referidos en general a la oportunidad de enseñar y de demostrar mecanismo que fue extendiendo el conocimiento y práctica de los deportes.

Así surgió en 1829, una trouppe de acróbatas italianos de circo, asombrando a la multitud con sus pruebas de pirámides y de equilibrio, con arriesgados ejercicios sobre un alambre tendido en altura sobre la Plaza Mayor. En aquella ocasión la cuerda, tendida entre lo alto del Cabildo hasta descender en el centro de la Plaza Mayor, permitió a Chiarini – acróbata – » mentado pruebista » como lo llamaba Isidoro de María, puso emoción y suspenso en la multitud congregada, echándole tierra a Laforeste – acróbata – y otros pruebistas que le habían precedido.

Hubo representaciones en el Teatro del Comercio , modesto teatro de Montevideo que en 1845, en plena Defensa, en espectáculos de comedia, desarrollaba en su segunda parte ejercicios de destreza y de gimnasia, a cargo de «Míster» Pablo Andrea, que en el programa señalaba de » juegos olímpicos «.

Lentamente se iba formando la afición con aquellas pruebas gimnásticas y atléticas. Como el espectáculo teatral circense volvía todos los años, la carpa del circo resultó así el primer asiento de demostraciones atléticas, que los muchachos y los jóvenes repetían en los baldíos y la calle tomaba resonancia de gimnasios en los primeros ejercicios del criollo.

Las libres corridas por las costas del río, en las tranquilas playas de la Bahía de Montevideo, en particular la de la Aguada, invitaban a la natación, en las mansas aguas del Plata.

Era frecuente ver a nadadores llegar al costado de los buques anclados en la Bahía de Montevideo, acaso como habían llegado los indios, veloces nadadores, hasta los bajeles españoles, para desafiarlos al combate o como expresión de eximios nadadores.

¡ Cómo serían eximios nadadores los soldados criollos, para los cuales los caudalosos ríos no significaron impedimento en sus incursiones, cuya expresión más recordada configura la hazaña del general Rivera al cruzar a nado el río Yí , desbordado en creciente !

Acaso es un partido de PELOTA VASCA, una de las primeras manifestaciones deportivas del Uruguay y de América, que a menudo movilizó multitudes y animó la pasión entre los espectadores, primero en el juego de pelota larga – sin pared – allá por 1830 , más tarde con la adopción de la pala y la cesta.

El padrón de Montevideo de 1835, señala ya la presencia de dos CANCHAS DE PELOTA con frontón en Montevideo, cuya presencia se registraba también en el Interior del Uruguay, junto a las pulperías y boliches, con sus clásicas canchas de BOCHAS, que ya se conocían por 1780 o del juego de BOLOS, que se practicó en baldíos, calles y plazas, donde entretenían sus ocios los muchachos y los desocupados.

Era la colectividad vasca que en 1853 festejaba la construcción de la Iglesia que lleva su nombre, con procesiones, juegos deportivos en el Prado y fiestas náuticas en el arroyo Miguelete, en las que se practicaba el juego de los » aizcobarris «, habilidad de los leñadores para abatir gruesos troncos, junto a otras diversiones y danzas del país vasco – navarro que evocaban costumbres patriarcales en aras de cuyo ritual, la colectividad compartía los mismos afanes.

El Prado, área que fuera desde los primeros tiempos de la Colonia, asiento de chacras y quintas, adquiría fisonomía de orden paisajista de arborización, cuando José Buschental – en 1860 -, edificó su casa, jardín y parque en terreno de veinte mil varas cuadradas.

Después cuando esa finca se remató en 1872, adquiriéndola don Adolfo del Campo , se transformó en Prado Oriental, librada al público junto con un hotel. Sobre ese núcleo, que el gobierno expropió en 1889 , surgió definitivamente el esplendor del Prado de Montevideo.

Aparece la primer área recreativa y de deportes en el Prado, uniendo a su condición de campo público con praderas de suaves declives, el arroyo Miguelete, flanqueado por extensos montes, donde podían desarrollarse deportes terrestres y náuticos, en particular la práctica del remo.
Fue el Prado – desde 1860 – un lugar de recreación popular y de las colectividades extranjeras.

Muchas veces la prensa de Montevideo, registró desafíos de marineros de barcos extranjeros, para disputar pruebas de habilidad o fuerza y la historia recuerda algunos de aquellos eventos, como el celebrado y famoso partido de barra, realizado en la Villa de la Unión – en 1830 – entre Bautista Elola y Pedro Gorriti.

En algunas quintas inglesas de 1835, se jugaba al CRIQUET, en círculos de amistades o de carácter familiar, como una singular manifestación deportiva.
La presencia de extranjeros determinaba la enseñanza de deportes, bajo el rótulo de maestros de GIMNASIA, ESGRIMA o TIRO, en la plaza hubo avidez por estas manifestaciones que tuvieron buena acogida. Estos actos se sucedieron casi sin interrupción, señalados en pequeños avisos o sueltos de la prensa diaria, que iban desde el anuncio del Teatro Nacional – en 1842 -, con la presencia de » Gran Artista de la Porte de Saint Denis » de París…

Monsieur Mathevet, con sus juegos gimnásticos y la novedad de la presencia de un discípulo oriental o el anuncio de la SOCIEDAD DE GIMNASIA, quizás la primera agrupación de esta índole que, en el año 1842, agradecía al público la favorable acogida de un espectáculo teatral.

El anuncio decía así » Monsieur Saycel «, profesor de esgrima de su excelencia el Presidente de la República «, ofreciendo sus enseñanzas en plena Defensa.

Todos estos personajes, verdaderos maestros, aficionados o simples aventureros recorrían las plazas de Río de Janeiro , Montevideo y Buenos Aires, cumpliendo una función docente de expansión deportiva. Como se señalaba en 1840, cuando arriba a nuestras playas – expulsado por Rosas de Buenos Aires -, el maestro español de armas Andrés Facundo Cesario, para enseñar ESGRIMA y manejo de ARMAS a las clases pudientes de Montevideo y ligado al PRIMER GIMNASIO UNIVERSITARIO, creado por Joaquín Suárez en plena Guerra Grande.

Así en actos aislados se va forjando lentamente el clima deportivo y atlético en el Uruguay, interesando a la juventud y proyectando su gravitación sociológica.
No es de extrañar que en el Pueblo Restauración – Villa de la Unión – fundado por Oribe, el Colegio de don Cayetano Rivas, impartiera rudimentos de ejercicios físicos al aire libre.

Todo apuntaba a la presencia viva de un pueblo, reflejando tardíamente su predilección por las manifestaciones deportivas, expresando en su primera etapa por la propensión a las diversiones, a organizar, a ser actor o como simple observador de espectáculos públicos en carreras de sortijas, palos enjabonados, pencas cuadreras, demostraciones de fuerza, espectáculos circenses…

En ese movimiento tendría influencia la gravitación de las colectividades extranjeras, por su amor a los deportes, integrando y fusionando la conciencia deportiva.
Así se forjó aquel incipiente desarrollo, enraizado en espectáculos públicos y en manifestaciones individuales, como una vaga aspiración de la colectividad, sin concepto de la educación física y el verdadero desarrollo de los deportes.

 

CONTINUARÁ

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