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Chirimino, futbolista que con su magia “desparramó” su nombre por todo el país

DEPORTECA. Desde Paysandú, JUCEDA para Diario Uruguay. La calidad de los grandes deportistas pega muy fuerte en el cariño de la gente. Muchos “desparraman” su nombre en todo el rincón del paisito. Por aquí a algunos le decían Cioquita por Aníbal Ciocca, un gran jugador de Nacional y selecciones celestes. A un muy buen golero de los años 40 le decían Bezzuzo, arquero del Montevideo Wanderers y la celeste. Por citar un solo dos de la decenas de ejemplos.

En las selecciones de Bella Unión estaban los hermanos de apellido Cardozo que recibieron de su padre los nombres de José Benincasa (gran zaguero de los años 20 de Peñarol), José Piendibene (gran centro delantero llamado El Maestro, también aurinegro).

Leyendo, releyendo por si encontrábamos algo que pudiera interesar al lector de “Apilando” nos encontramos con esto de uno de los jugadores que por su calidad se metió hondamente en la consideración pública.

Un morochito endiablado, notable jugador, decían las crónicas de los 40, de los mejores rematadores de pelota quieta. Se llamaba Oscar Chirimini pero todos lo mencionaban Chirimino. Nació en River Plate, pasó a Peñarol y se puso también la celeste.

Hablando con salteños de nuestros tiempos, coincidíamos que además de Rubén Grassi, entre otros, el nombre de “Chirimino”, del cual tenemos dudas si era Gómez o Alves, está entre los mejores que se ha visto jugar en canchas “naranjeras” y del Litoral.

Jugaba en Dublín Central e integraba las selecciones salteñas.

En Paysandú tuvimos a “Chirimino” Araújo, que si nuestra memoria no es infiel lo recordamos en Olímpico. Un morocho buen jugador y de un temple extraordinario que no dudaba de trancar con su cabeza si era necesario.

Este apodo era debido a ese jugador que en los años 40 estaba generalmente en el elogio de los relatores Carlos Solé y Cheto Pelicciari, los comentaristas Luis Víctor Semino y Osvaldo Heber Lorenzo (H.L.) quienes desde las radios del Sodre (Solé-HL) y Libertad Sport (Pelicciari–Semino) se repartían la audiencia del país futbolero.

Aunque su apellido era Chirimini, todos le decían Chirimino. Y así quedó en la historia. Pero también El Sabalero en su “A mi gente” escribió que “es Chirimino que toma la canción”. Otro que “recibió” el sobrenombre de aquel crack de los años 40.

No sería de extrañar que en cada departamento del Uruguay, posiblemente en esos años hubiera un “Chirimino”. Encontramos esta nota, que la reproducimos al pie de la gráfica, en uno de los vespertinos que salían allá en los 70, era El Diario. Salía en la tardecita montevideana y tenía el mayor tiraje. Pertenecía a la empresa de “La Mañana”. Decían que vendía 200 mil y cuando ganaba el manya subían a 230 mil. Esto fue contado por Hugo Alfaro, mano derecha en el semanario Marcha de Carlos Quijano.

Así como el visitante que llegaba a Paysandú se iba con un Chajá, el sanducero o quien viviera en el Interior, cuando volvía desde Montevideo lo hacía con El Diario. Nos consta porque siempre lo hicimos.

“Óscar Chirimini. Entreala. Chiquito, habilidoso, dribleador y uno de los mejores ejecutantes de pelota quieta. Caso raro, surgido en River, los darseneros pedían 5.000 pesos por su pase, Peñarol ofrecía 4.500. El botija renunció a su porcentaje para ponerse la camiseta que tanto quería. Cuando lo quisieron transferir en 1944, se negó. “O juego en Peñarol o dejo el fútbol”. Apartado del plantel, un día estaba tomando mate en su casa, lo llamaron para que fuera al Estadio Centenario, había clásico. Lo pusieron aunque hacía más de un año que no jugaba al fútbol, resultado; Peñarol venció 4 a 2 con dos goles de Chirimini. Fumaba 4 cajas de cigarros rubios por día. Campeón Uruguayo en 1944 y 45” (extraído de El Diario).
Y buscando más encontramos que en Arica, Chile, hay un futbolista apodado “Chirimino” y es de apellido Mamani.