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El «maestro» Tabárez luego del cuarto puesto en Sudáfrica 2010 y el título de Copa América

HECHALACELESTE CON EL MAESTRO TABAREZ. Como maestro de escuela recorrió los barrios pobres de la periferia de Montevideo con su túnica y su hambre. En esa época alternaba el magisterio con el fútbol en canchas con poco césped y mucho barro. Jugó desde 1967 hasta 1978 en clubes de mitad de tabla de primera y segunda división de Uruguay, como un recio zaguero, fiel a la mítica “garra charrúa”. Como futbolista no brilló, pero como a los intelectuales que se dedican al fútbol les va bien, en su madurez profesional opacó al mismísimo Vicente del Bosque, campeón del mundo con la selección de España. El multipremiado Óscar Washington Tabárez de hoy, con 65 años, no reniega del mito que impusieron los Obdulio Varela o Diego Lugano, pero sabe que con ellos y una camiseta color cielo ya no alcanza para ganar. Para eso hay que interpretar bien el juego –dice–, estudiar idiomas, estar informado y ser disciplinado. Para Tabárez ganar, de todos modos, es otra cosa. Es hacer lo correcto todos los días, desde que se pone la sudadera de la selección uruguaya. Después, que la pelota pegue en el palo y entre en el arco –o no– es cuestión del azar.

“Colombia va a ser un rival durísimo en las Eliminatorias”, había avisado el maestro Tabárez en conferencia de prensa hace un año en Argentina, durante la disputa de la Copa América, que finalmente levantó Uruguay. El entrenador y exdocente dijo entonces que las Eliminatorias sudamericanas eran las más difíciles del mundo por su paridad y elogió el trabajo de la Selección Colombia, por su “mentalización” y porque “tiene jugadores rayando a gran nivel”, pero en esta entrevista prefirió hablar de un clásico: Carlos “el Pibe” Valderrama.

¿Cuál fue la clave para que Uruguay fuera cuarto en el Mundial y fuera campeón de la Copa América?

No le puedo contestar esa pregunta porque no creo en una clave. Esto es algo de muchos factores. En el fútbol no hay magos ni primeras figuras. Es un trabajo colectivo. Son ideas que se ponen a prueba en un proyecto y que tratan de llevarse adelante. No soy un visionario o algo parecido. No creo en esas cosas ni para mí, ni para los demás. Creo en la capacidad de la gente.

Si fuera una receta, ¿qué ingredientes tuvo esa receta?

Es que no hay receta… Se trató de tener un conocimiento real del fútbol uruguayo en este momento. Cómo es el fútbol actual, cómo es el mundo en la actualidad, las diferencias que hay hoy con la primera mitad del siglo XX, cuando Uruguay ganó dos mundiales, cuando estableció primacía, no solo futbolísticamente, sino que estaba en una posición que hoy no tiene. Y la gran pregunta era cómo trabajar, en este estado de cosas, en un país que no tiene dos de las tres condiciones que se dan para estar en las primeras posiciones de protagonismo del fútbol…

¿Cuáles son esas condiciones?

La cantidad de población y la riqueza del país (hablo del producto interno bruto, ingreso per cápita). En ninguna de esas dos cosas Uruguay está cerca de Alemania, Holanda, Brasil, Argentina, Portugal o Rusia, para nombrarle algunos de los que están cerca de nosotros en el ranking mundial de FIFA. Lo que tenemos es la tercera condición: historia futbolística o cultura futbolística, Uruguay las tiene. Siempre pensé que algunas cosas de esa comunicación intergeneracional se habían interrumpido, porque se había hecho una mala interpretación del pasado. Se habían mitificado mucho algunos logros y se había desinformado…

Usted me habla del “Maracanazo” de 1950.

Sí, claro, pero además se ha desinformado, porque yo era niño cuando lo del Maracaná. Tenía tres años, y toda mi niñez y mi adolescencia sentí hablar de esa gesta. No escuché hablar de las cosas que después, cuando fui adulto, supe que fueron la causa de todo. Escuché que éramos más guapos que los brasileños, que de 100 partidos le ganábamos uno, que nos mataron a pelotazos, que los matamos a patadas. Todas mentiras. Men-tiras con letra de imprenta. En aquel momento los brasileños no eran superiores a los uruguayos. En la final del Maracaná Uruguay cometió solo 11 fouls, habían jugado varios amistosos previos y algunos de ellos los había ganado Uruguay. Esa mitificación y esa desinformación llevaron a que ese legado, que da la continuidad histórica, la que tenían los campeones de 1950 en relación con los campeones olímpicos (de 1924 y 1928), que los admiraban y se hicieron a su luz, después se interrumpió.

El cuarto puesto en el Mundial de 1970 en México fue considerado un fracaso.

Sí, y estaba ya metida esta cultura: “la cultura del bajón”. Algo así como que todo lo que se pudiera hacer era inferior a lo que ya se había hecho. Se pensaba que otro Maracaná no se podía repetir. Nosotros tuvimos la composición de lugar de que Maracaná es inigualable, pero ya tiene su lugar en la historia.

¿Intentó un cambio de mentalidad?

Claro. Si queríamos tener protagonismo en el fútbol de estos tiempos, teníamos que hacer las cosas que hacen los equipos que tienen ese protagonismo y adaptarlas a las muchas condicionantes que tenemos como país futbolístico. Eso pasaba por tener un proceso de juveniles, vincular a las selecciones juveniles con la selección mayor, determinar un perfil de jugador y de equipo y trabajar en función de eso para elegir los futbolistas y para formarlos. Y creo que en estos seis años se ha dado prueba de ello, hay muchos jugadores que ahora están en la selección mayor que empezaron con ese proceso de juveniles. Y también había que pensar que nos podemos preparar bien, aunque no seamos un país primermundista. La investigación da sus frutos inmediatamente. Acá las cosas nos llegaban muy tarde, pero en este asunto de la globalización –quizás– una de las pocas cosas positivas que tiene para nosotros es que la información está al alcance de la mano. No había tanta diferencia, pero la poca que había ha desaparecido. Se decía que acá los preparadores físicos no estaban actualizados, que los futbolistas sudamericanos entrenaban menos que los europeos, que corrían menos, y usted ve en nuestro cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica que, según los datos estadísticos que tomó la FIFA, hay algunos uruguayos entre los jugadores que corrieron más durante los partidos, entre todos los países que participaron. ¡Llegó la hora de darle espacio al pensamiento positivo! Reconocer las limitaciones sí, porque es parte del diagnóstico, pero jamás usarlas como paraguas para no hacer lo que se debe hacer. Antes, llegaba un calendario internacional y Uruguay no competía en fechas FIFA de amistosos. Nosotros intentamos cambiar eso: primero fuimos a jugar a países en lugares inverosímiles, porque había que hacerlo, y ahora, en esta nueva etapa después del Mundial, nos planteamos jugar más asiduamente ante países de la élite del fútbol. Así fue como jugamos contra Alemania, Holanda, España. Los resultados obtenidos en Sudáfrica y en la Copa América de Argentina facilitan un poco más eso, aunque no seamos un país muy atractivo en cuanto a lo económico, los clientes que pueda tener el fútbol para la televisión y al atractivo que pueda tener un partido de Uruguay en Europa cuando se considera la venta de los derechos televisivos.

En 2010 usted fue distinguido por la cadena Fox Sports y por la encuesta del diario El País como mejor técnico del continente y mejor seleccionador del mundo según la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol, ganándole a Vicente del Bosque, de España. ¿Qué le dejan estos reconocimientos? ¿Para qué sirven?

Para vivir algo que jamás imaginé. Uno, desde que es niño, sueña, pero yo nunca soñé eso. Tampoco pensé que podía dirigir a Peñarol, a Boca, al Milan, ganar una Copa Libertadores de América, dirigir dos veces la selección de mi país. En ese sentido, la realidad ha superado cualquier sueño que pudiese haber tenido. Desde lo profesional tengo claro que es reflejo de un grupo grande de personas que ha hecho algo. Quizás uno tiene la satisfacción de que muchas cosas que se decían de uno en el año 90 y me entraban por un oído y salían por el otro, también se dijeron previo al Mundial de Sudáfrica. No es común que las personas en el deporte resistan archivos. Pero cuando uno tiene cierta coherencia, se pueden resistir archivos. De ahí vienen los premios, porque a uno lo identifican con todo eso y hace que sea tenido en cuenta. Ahora la FIFA me acaba de avisar que me va a premiar con la Orden del Mérito, que es la máxima distinción que otorga.

El año pasado la Unesco, como hecho inédito para un uruguayo, lo destacó Campeón del Deporte. Fue el segundo latinoamericano después de Pelé. ¿Qué lectura hizo usted de este premio que no solo distingue a los vinculados al fútbol?

En primer lugar se dio por la importancia que tiene el fútbol en este país. Todos los países integrantes de la ONU elevan propuestas de ciudadanos de ese país que pueden haber hecho méritos en alguna actividad determinada, pero además que ese éxito haya sido volcado a actividades de alcance social. La propuesta salió del gobierno uruguayo, así como Colombia, Argentina y Vietnam sugirieron sus candidatos. Y luego la presidencia de Unesco debe elegir a quién se le concede. El título honorífico de Campeón del Deporte se le da a alguien que haya tenido destaque en alguna actividad deportiva que haya trascendido el deporte y haya tenido efecto en lo social. Primero me notificó el gobierno, después la propia Unesco, y tuve que ir a París a participar de la ceremonia.

¿Cómo es su relación con el presidente José Mujica? Parece haber buena sintonía…

La relación con el presidente Mujica es tan esporádica como correcta y afectuosa.

En Casa de Gobierno, en conferencia de prensa junto a autoridades del gobierno nacional, usted habló de una “intervención social” del deporte. Dijo: “Incidir socialmente quiere decir buscar que los que no tienen oportunidades naturalmente las tengan a través de esa intervención”. ¿Cómo se logra eso en la práctica, más allá de lo lindo que suena en teoría?

Se podría hablar del deporte y no de fútbol, pero el fútbol es nuestro deporte nacional sin que haya ninguna ley ni decreto, y es el que tiene más efectos en cosas que son muy difíciles de lograr en este país. Con el fútbol, por lo menos por algún rato, la gente se siente perteneciente a un lugar, a los mismos sentimientos y con la misma identidad. Lo ha dicho el propio presidente de la República (José Mujica): “Nada como el fútbol nos puede unir tanto”, por lo menos, por algunos momentos.

Pero el fútbol no ha tenido ese reconocimiento por todos, y no ha sido utilizado como vehículo para esa incidencia social, en la medida en que se podría. Y nosotros lo hemos puesto en un proyecto para el fútbol juvenil del interior, que forma parte de nuestro proyecto de selecciones nacionales y de formación de los futbolistas. Queremos que haya una oportunidad para el ocio de esos jóvenes. Dejamos el fútbol infantil de lado, porque está atendido, pero a partir de los 12 años hay una brecha y los niños dejan de jugar y en ocasiones dejan de realizar cualquier actividad deportiva. Y en un país con altos índices de sedentarismo, obesidad y de problemas de salud determinados, todo eso tiene que ver con la salud, que junto con la educación, son los dos grandes parámetros para valorar el desarrollo de un país. El desarrollo real, más allá del económico.

Entonces se me ocurre que en un país donde el ocio hace que muchos lo aprovechen fumando sustancias, bebiendo o incluso cometiendo delitos, si a esos chicos se les da la oportunidad de utilizar 40 de las 52 semanas que tiene el año practicando fútbol, una actividad en la que participen jugando con sus amigos, que sea incluyente, que participen con su entorno, con su familia, estaríamos dando otra opción. Es por ese lado, creo, que el deporte debe incidir socialmente. Y también puede servir para mejorar cualitativamente nuestra cultura deportiva.

Si yo le digo Jamaica en deportes, usted piensa en Usain Bolt, pero esa realidad no era la de Jamaica hace décadas. Cuando vieron que tenían esa condición para el deporte, empezaron a participar y organizar competiciones de forma masiva, a nivel de país, incluyendo jóvenes, niños y adolescentes, en grandes torneos de atletismo. Y de esa práctica masiva y de esas experiencias positivas, cuando se estandarizan, empiezan a nacer los talentos. Después se preparan para el alto rendimiento. ¿Por qué nosotros no lo podemos hacer con el fútbol?

¡Cómo se habla de “alto rendimiento”!

Acá se habla mucho del alto rendimiento sí, pero no hay ningún centro de alto rendimiento. Cualquier centro de alto rendimiento tiene que estar basado en una actividad de práctica masiva, que incluya a gran cantidad de la población y eso no se hace en la medida de lo deseado, ni en la medida de lo que el fútbol hace ver… Inclusive para el conocimiento del país en el exterior. Una de las palabras más buscadas en Google durante el Mundial de Sudáfrica fue Uruguay, porque había gente que no sabía qué era Uruguay, y aunque nos lastime un poco el ego, fue así. Yo no digo que el fútbol sea lo más importante, pero lo es para hacer conocer actividades más importantes que el fútbol: como actividades culturales, científicas, agropecuarias o económicas. Eso necesita de algún detonador y el fútbol cumple esa función.

Al regresar de Sudáfrica con el cuarto puesto en el Mundial, usted dijo una frase que quedó grabada en el imaginario colectivo: “La recompensa es el camino”. ¿Qué quiso decir?

Esa reflexión la hice por una frase que encontré en un libro que me regaló una mujer sudafricana durante el Mundial. Era una mujer que vivía frente al hotel donde nosotros estábamos alojados en Kimberly. Siempre ponía carteles de aliento en su balcón, algunos en inglés, otros en español, y un día fui con el jefe de seguridad a entregarle algunos souvenirs de Uruguay.

El día que nosotros nos íbamos de Kimberly pidió permiso en el hotel para sacarse fotos con los futbolistas y me trajo un libro que en la solapa decía que no se puede medir todo con el éxito y agregaba: “The journey is the reward”. O sea, el día a día es la recompensa, uno tiene que disfrutar de hacer lo correcto diariamente y perseverar. Después, los resultados serán consecuencia de ese trabajo. Entonces hay que disfrutar de enfrentar desafíos, superar dificultades, resistir a la frustración. Y todo eso nos pasó en Sudáfrica.

Cuando llegamos al Palacio Legislativo [en el recibimiento popular que le hizo la gente al plantel], yo no sabía que tenía que ser orador…, entonces al ver toda esa gente junta hablé de eso. Dije que sería bueno que todo ese festejo no solo se viera después de un resultado, sino que se viera siempre: al ir al estadio a buscar un resultado o como pasó con la selección Sub-17 que perdió la final del mundo y la gente le dio un recibimiento impresionante. Por eso yo apuntaba a un cambio cultural, porque usted sabe que en Uruguay se decía que no se festejaban segundos puestos. La gente joven está dando un clic y está festejando cuando quiere, se pinta la cara, se divierte y es más participativa.

A la hora de escoger jugadores para la selección, ¿qué tan importante es la “disciplina” y la “conducta” de los futbolistas, más allá del juego?

Lo principal en una selección es traer a los que juegan mejor, porque la expresión del futbolista es lo técnico-táctico: cómo entiende el juego, las decisiones que toma, cómo resuelve situaciones. No es solo que domine bien la pelota, porque eso lo hacen muy bien, lamentablemente, muchos chiquilines pobres que piden plata en los semáforos y no son jugadores de fútbol. Pero, además, en este estadio de desarrollo del fútbol mundial hay que prepararse porque todo el andamiaje del futbolista profesional se ha ampliado y necesita tener acceso a la oferta cultural, tener una cultura básica, saber más de un idioma, un montón de cosas que tienen que ver con la educación. Y yo creo que eso hasta lo hacen mejor jugador de fútbol. Muchas veces el comprender el juego está basado en conceptos, y a veces los conceptos los transmiten gente de mayor experiencia a través de la palabra, de las ideas, y hay que saber leer, interpretar la lectura, comprenderla, entonces no es para una persona que no tenga educación secundaria, por ejemplo. Lo que no quiere decir que no pueda aparecer un fuera de serie que igual llegue sin cultura, pero sería mucho más fuera de serie todavía si estuviera formado.

El episodio que protagonizó Luis Suárez con el francés Evrá recorrió el mundo y lo dejó en una posición incómoda, porque se lo cuestionó por racista. ¿Qué evaluación hizo usted de lo que pasó?

En todo momento procuré tomar distancia de la dimensión mediática del suceso. No era necesario salir a los medios para llevar a cabo nuestra estrategia, que consideró dos aspectos fundamentales: la persona, de la que jamás tuvimos dudas; y cómo podría influir lo que sucedió en futuros partidos de Uruguay. La conversación con él acerca de esos temas la tuvimos en Rumania. Los detalles pertenecen a la privacidad del grupo.

En 1987 usted ganó la Copa Libertadores de América con Peñarol ante América de Cali y a la temporada siguiente dirigió al rival del América, el Deportivo Cali. ¿Qué recuerdos tiene de esa temporada en Colombia?

Cuando se empezó a decir que Peñarol no podía darme lo que suponían que yo iba a pedir, barajé la posibilidad de seguir trabajando fuera del país. Mirándolo en retrospectiva, no fue una buena decisión ir a la ciudad donde estaba el equipo rival al que habíamos derrotado en la final del 87. No la pasé mal, pero… ¿cómo decirle? Yo en ese momento me sentía muy fuerte y poco vulnerable y lo tomé. Pero era difícil… El América de Cali había participado tres veces de la final de la Copa Libertadores y era muy difícil que un entrenador, por más capacidad que tuviera, empezara a ganar en un mes.

¿Le gustaron la ciudad y los colombianos?

Sí, espectacular. Es uno de los países más lindos que he conocido y con la gente más linda. Muchas veces me he molestado y he tenido discusiones, más de una vez, en un aeropuerto, al ver un trato discriminatorio hacia algún pasajero por el solo hecho de nacer en Colombia, porque lo vinculan a un solo aspecto de ese país, que es el asunto de la droga y el narcotráfico. Me pareció siempre una situación de lo más injusta. Yo le puedo decir que tengo amigos en Colombia y siempre que alguien habla sin conocimiento de causa, yo salgo al paso defendiéndolos. Es un país hermosísimo con gente encantadora.

¿Qué futbolistas o entrenadores colombianos que haya tenido oportunidad de conocer le han llamado la atención?

Me ha sorprendido mucho el gran desarrollo del periodismo deportivo en Colombia, con su estilo tan particular. Me acuerdo de las transmisiones ciclísticas increíbles con un nivel altísimo. Y el gran desarrollo del ciclismo colombiano. Veo las grandes competiciones europeas, y a veces había grandes ciclistas colombianos destacándose, sobre todo en las trepadas. Y sorpresas, como que a las seis de la mañana había programas deportivos en varias ciudades a la vez, y estaban comunicados entre sí y que a uno lo llamaran a esa hora para entrevistarlo, fue una cosa que me llamó la atención. Me ponían mal esos madrugones, pero con el tiempo entendí que era una forma de ser. Y entre los diversos futbolistas que me han llamado la atención hubo uno que me ha hecho reflexionar mucho sobre la técnica del fútbol, el perfil de los futbolistas… Fue uno de los futbolistas que me hizo pensar que la enseñanza de la técnica no es solo lo que dicen los libros. Me hizo ver que la técnica futbolística no es universal, hay que respetar los estilos personales y me hizo ver que el gran objetivo de la técnica es cumplir un objetivo, valga la redundancia. Siempre pongo un ejemplo exagerado: si a un futbolista le digo que hay que pegarle con el empeine y él le pega de punta pero son todos goles, ¡yo tengo que dejarlo que le pegue de punta!

¿De quién está hablando?

De Carlos Valderrama. Lo dirigí en el Deportivo Cali en 1988 y fue transferido en la época en que yo lo dirigí. Y hubo un partido de despedida entre la selección de Colombia y el Deportivo Cali y yo dirigí al Cali; él jugó un tiempo con cada equipo. El pase casi exclusivo que tenía “el Pibe” era con el borde interno del pie, no utilizaba su carrera veloz, aunque no era lento, y además tenía una gran personalidad, con una creencia grandísima en lo que él podía aportar y cómo lo imponía. Y eso es otra lección: los grandes jugadores son los que imponen lo suyo a como dé lugar.

 

 

 

 

 

Fuente: El Tiempo.com
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REVISTA BOCAS
EDICIÓN 11 – AGOSTO DE 2012